Al contrario que otros regímenes izquierdistas sudamericanos, el régimen de Venezuela ha aplastado intencionadamente incluso a las clases medias y trabajadoras.
El desastre económico en Venezuela ha llevado a muchos a echar un vistazo al país y tratar de entender que es lo que ha hecho que las cosas vayan tan mal allí.
No basta con decir “socialismo”. Después de todo, los liderazgos políticos en Ecuador y Bolivia ahora mismo son declaradamente socialistas, al menos en sus declaraciones. Argentina lleva mucho tiempo siendo socialista en la práctica, pero ni siquiera los repetidos impagos y otros líos de Argentina llevaron a la economía a nada similar a lo que está pasando en Venezuela. El izquierdista Brasil sigue siendo una incógnita en este momento.
¿Qué pasa entonces con Venezuela que ha llevado al país al borde de la hambruna mientras Bolivia permanece relativamente estable y sin pasar hambre? Después de todo, el presidente boliviano, Evo Morales, alguien que se declara discípulo de más, entregó al papa Francisco un crucifijo con forma de hoz y martillo durante una reciente visita del pontífice.
La respuesta se encuentra en el verdadero volumen de socialismo practicado en Venezuela frente a sus vecinos sudamericanos.
Verdaderos creyentes frente a pragmáticos
Desde Lenin, los líderes políticos supieron muy rápidamente que el socialismo “puro” lleva al hambre. Lenin había intentado implantar un control total de la economía por parte del estado soviético cuando llegó al poder. Sin embargo, después de darse cuenta rápidamente de que esto destruiría la economía, Lenin dio un paso atrás e implantó el “Nuevo Plan Económico”, que permitía una actividad limitada del mercado, especialmente en la producción de alimentos.
Todo régimen que intenta socialismo se enfrenta rápidamente al problema del cálculo propio del socialismo. Sin mercados, ¿cómo podemos saber qué producir o quién lo produce? ¿Cuánto deberían costar bienes y servicios? Sin al menos una libertad parcial para que funcionen los precios del mercado, las economías se paran muy rápidamente.
Sabiamente (y por fortuna para la gente común), Lenin permitió que su pragmatismo como político eclipsara su devoción por el marxismo. Igualmente, después de las hambrunas masivas y la agitación social causada por el marxismo duro de Mao en China, Deng Xiaoping recurrió al pragmatismo del “socialismo con características chinas”. Era, en otras palabras, socialismo light.
Como siempre ocurre cuando retroceder socialismo, la riqueza aumenta. Del caso la Unión Soviética, los mercados limitados de Lenin nunca fueron más allá de un entorno muy limitado, debido la reafirmación de las economías planificadas centralizadamente por parte de Stalin. En la China posterior a Mao, donde se permitió al extenderse a los mercados (aunque siempre bajo una dura regulación), la economía china floreció (en términos relativos) al permitir que granjeros, comerciantes y multitud de otras empresas medianas y pequeñas funcionaran con una relativa libertad.
En Venezuela, bajo Hugo Chávez y hoy bajo Nicolás Maduro, las cosas se han estado moviendo en la dirección opuesta.
Quizá más que cualquier otro hombre fuerte latinoamericano de reciente memoria, Chávez era un “verdadero creyente” en lo que se refería socialismo y mostró su devoción ideológica con su guerra, no sólo contra las grandes empresas multinacionales y otros intereses corporativos poderosos, sino sobre todo al que considerara un “burgués”.
Ponerse en contra de las grandes empresas extranjeras ha sido popular desde hace mucho tiempo en Sudamérica y ha sido un aspecto central de las administraciones de Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia. Pero tanto Correa como Morales mezclaron su intromisión política a este respecto con un laissez-faire limitado para las empresas nacionales.
Una guerra contra los vendedores y comerciantes de clase media
Chávez, por el contrario, no parecía discriminar cuando se trataba de aplastar a empresas y empresarios en todo el país.
Simon Wilson comparaba el régimen de Bolivia con el régimen venezolano en 2015 para mises.org:
De hecho, el mandato de Evo [Morales] ha sido indudablemente pragmático. Es verdad que desde 2005 ha expropiado más de veinte empresas, pero el nivel de expropiaciones no es comparable en modo alguno al que tiene lugar en la cultura de extendida impunidad del gobierno en Venezuela, donde 1.168 empresas nacionales y extranjeras fueron expropiadas entre 2002 y 2012. La infame nacionalización de campos extranjeros de petróleo y gas natural [en Bolivia] no fue de completo control estatal, sino que se trataba más de conseguir una porción que controlara los beneficios conseguidos por empresas extranjeras que puedan luego desviarse a diversos programas sociales.
Morales se contentaba a menudo con dejar en paz a las empresas nacionales de tamaño pequeño y mediano y permitía una gran economía “informal” (es decir, no regulada). Cuando Morales ignora la economía informal, esencialmente está creando “agujeros” la regulación pública. Y como observó una vez Ludwig von Mises, “El capitalismo respira a través de esos agujeros”.
Al régimen venezolano, por el contrario, no le gustan los agujeros.
Estos contrastes se extienden también a otros regímenes socialistas en Sudamérica. En 2014, The Washington Post comparaba el Ecuador de Rafael Correa con Chávez, reportando:
Al contrario que Chávez y sus épicas batallas con el sector privado de Venezuela, Correa mantiene lazos generalmente fuertes con la comunidad empresarial de Ecuador y ha sido Presidente a lo largo de un periodo sostenido de crecimiento económico y bajo desempleo. Ha mantenido el dólar de EEUU cómo divisa de Ecuador.
Felipe Burbano, analista político en Quito, dice que Correa que su maestro del “activismo de estado”, proyectando su presidencia (y el gasto público) en todos los rincones de un país de quince millones de habitantes, mirando a los votantes rurales, los habitantes de los barrios pobres y otros que eran ignorados en el pasado. Correa ha convertido los ingresos del petróleo de este país de la OPEP en nuevas escuelas, clínicas y proyectos de infraestructura, especialmente nuevas carreteras, mientras recortaba la tasa de pobreza el 37 al 27% de 2007 a 2012, según los datos oficiales.
Arrestando a los “traidores de clase” en Caracas
En 2010, The Guardian informaba sobre cómo Chávez había declarado a un carnicero aficionado en Caracas como un “traidor de clase” y una herramienta de los capitalistas internacionales. El carnicero, Omar Cedeño, fue arrestado y juzgado por diversos delitos “capitalistas”, junto con muchos otros pequeños empresarios y vendedores.
Pero, como ve ahora Venezuela, cuando se destruye a los vendedores al por menor, no queda nadie para vender, preparar, conseguir y procesar comida.
En 2011, The Huffington Post informaba acerca de la guerra de Chávez contra los judíos, que son, por lo que parece, también demasiado “burgueses” para los gustos de Chávez.
En 2012, Reuters informaba sobre cómo Chávez estaba amenazando a “los ricos” con una “guerra civil” si no se unían a su causa. El uso del término “rico” en Venezuela, por supuesto, puede ser a menudo similar a como se usa en Estados Unidos. Raramente se refiere en la práctica a poderosos millonarios, sino simplemente a gente de clase media alta que fabrica cosas, dirige empresas y mantiene marcha la economía. Destruirlos no es algo inteligente para ningún líder político que quiera evitar hambrunas masivas y un desplome en los niveles de vida.
Naturalmente, para un verdadero creyente como Chávez, una guerra contra la industria nacional no se acaba e sólo con los carniceros y los gestores de clase media. Luego se procede contra las cadenas de televisión y de radio, los periódicos, las librerías y muchos otros negocios que puedan ser insuficientemente leales al régimen gobernante.
No es sorprendente que una vez que todos los vendedores, empresas de medios de comunicación, gestores y todos los demás negocios independientes son aplastados, arrestados, empobrecidos o exiliados, la economía deje de funcionar muy bien.
Esto no quiere decir que políticos como Correa y Morales sean fanáticos de la libertad y los mercados libres. Seguro que no es así. Ambos, Correa y Morales parece ser gestores tradicionales del poder, probando algunos grupos para hacer regalos a otros, para conseguir el favor de su base política de poder. El marxismo sirve como una treta publicitaria cómoda para el régimen, pero, como pasa con el estado chino, los estados ecuatoriano y boliviano se dieron cuenta de la inviabilidad del marxismo hace mucho tiempo.
Por desgracia para el pueblo de Bolivia y de Ecuador, incluso esta gestión económica limitada no marxista del estado garantiza un pobre crecimiento económico y un eterno ciclo de corrupción. Un estado que controle la economía también tiene el poder para saquearla.
Pero hay una gran diferencia entre redistribuir riqueza y destruir a todo el que intente crear algo de ella. Para redistribuir riqueza, primero hay que crearla. Es una distinción que aparentemente los líderes del régimen de Venezuela (y sus defensores) son demasiado ignorantes como para entenderla. Por esto, el pueblo de Venezuela está pagando un duro precio.
Publicado originalmente el 10 de junio de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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