El escritor Neal Gabler “confesaba” recientemente su “vergüenza secreta” en un artículo del Atlantic Monthly sobre cómo un enorme porcentaje de estadounidenses de clase media están viviendo por encima de sus medios, manteniéndose nómina a nómina y atascados con su deuda personal. Escribe:
Nunca he hablado de mis tribulaciones financieras, ni siquiera con mis amigos más cercanos, esto es, hasta que me di cuenta de que lo que estaba pasándome, también les estaba pasando a millones de otros estadounidenses, y no sólo a los más pobres de entre nosotros, quienes, por definición, luchan por llegar a fin de mes. Esto le estaba pasando, de acuerdo con esa encuesta de la Fed y otras, a profesionales de clase media e incluso de clase alta. Le estaba pasando a gente cercana la jubilación, así como la gente que estaba a punto de empezar. Le estaba pasando los graduados universitarios y a los fracasados de los institutos. Estaba pasando en todo el país, incluyendo lugares en los que menos podrías esperar de esos problemas. Sabía que no tendría 400$ para una emergencia. Lo que no sabía, no podía concebir, era que tantos otros estadounidenses no tuvieran tampoco dinero disponible.
Merece la pena leer el artículo aunque sólo sea para ver los hábitos de gasto y estilos de vida de alguien que ha administrado bien sus rentas, pero ahora se ve atrapado en una enorme trampa financiera y las cosas solo pueden deteriorarse a partir de aquí. Gabler trata de encontrar y establecer un culpable y este va de los bancos a las personas a “estar a la altura de los vecinos”. Todo esto está bien, pero no apunta el papel del Sistema de la Reserva Federal y la venenosa ideología que sostienen todas las acciones de la Fed: el keynesianismo.
Sin fondos de emergencia: Un triunfo para los keynesianos
Hay una triste ironía en el artículo de Gabler y es que lo que este entiende como una crisis financiera real en las familias de clase media realmente es el estado ideal de cosas a través de las lentes keynesianas de pensamiento económico. En el mundo patas arriba del keynesianismo, el hecho de que la mayoría de los estadounidenses vivan ahora al día sin ningún ahorro apreciable es la clave de la prosperidad, al menos en el país de Keynes. Dejadme que me explique.
La década de 1950 empezó a desarrollarse la llamada revolución keynesiana a través de las facultades universitarias estadounidenses al convertirse “la nueva economía” en lo último. John Maynard Keynes, en su libro supuestamente “novedoso”, la Teoría general, había demostrado que lejos de bendecir una economía con los medios para la formación de capital, los ahorros familiares en realidad eran una maldición y cuando “demasiadas” familias ahorraban demasiado dinero, se producía la llamada paradoja del ahorro, que en realidad llevaría a la economía a la temida trampa de la liquidez.
Los estadounidenses en ese momento tampoco fueron conscientes de esta nueva doctrina sagrada y continuaron ahorrando. Por ejemplo, supe de una madre soltera que durante la mayor parte de su vida laboral ganó poco más que salario mínimo, pero después de jubilarse fue capaz de comprarse una casa de 100.000$ en efectivo y ha seguido viviendo bien con más de 90 años. Sus padres eran granjeros pobres, pero consiguieron ahorrar una cantidad asombrosa de dinero a pesar de sus muy bajas rentas.
Entonces no era raro. Los estadounidenses eran conocidos por sus costumbres ahorradoras y continuaron ahorrando incluso cuando los economistas keynesianos empezaron a regañarles por negar que la economía necesitara “gasto” para mantener el “pleno empleo”. Como todos los progresistas, los keynesianos creían que si los estadounidenses no estaban dispuestos a hacer lo que fuera necesario para mantener niveles de pleno empleo, entonces el gobierno federal tendría que “animarles” a hacerlo y los políticos estadounidenses estuvieron muy contentos de ganarse la alabanza del profesorado.
Y así, poco a poco, el gobierno de EEUU cambió el panorama económico de este país para adecuarlo a los “ideales” keynesianos. El cambio oficial más importante en la política estadounidense fue la promoción de la inflación. Es verdad que los responsables afirmaban que la inflación era algo malo y podía “repararse” aplicando controles de salarios y precios, pero en el Sistema de la Reserva Federal dominado por los keynesianos, los responsables ya estaban estableciendo “objetivos de inflación” para evitar que la economía cayera en la deflación.
Aunque la “teoría” keynesiana genera muchos mitos, uno de los principales es que la infracción (léase devaluación monetaria) ayuda a crear pleno empleo y que es necesaria porque, dejara a su propio aire, una economía de mercado libre se deterioraría rápidamente en una espiral deflacionista y acabaría en un “equilibrio” perverso en el que el desempleo sería alto y la actividad económica sería baja. Solo la inflación puede detener la espiral y si está no es lo “suficientemente grande”, según los keynesianos, entonces el sistema se desplomará en las profundidades de una depresión deflacionista.
Para los economistas austriacos, nada de esto tiene sentido, al menos si se habla de economía real, no de política. Si tienes tuviera razón, entonces la inacción pública durante la recesión de 1921 habría generado una gran depresión a lo largo de la década de 1920. En ese sentido, como el gobierno no había intervenido en depresiones y recesiones anteriores, la lógica keynesiana habría significado que la economía de EEUU habría estado en una depresión permanente.
Los beneficios del ahorro y la inversión
Los resultados históricos van paralelos a la teoría económica. Las economías no crecen porque los gobiernos inyecten dosis de “demanda agregada”: crecen porque los empresarios desarrollan mejores usos de factores de producción que permiten que se produzcan más bienes y también permiten que se apliquen más recursos en áreas en las que no se hayan usado, o al menos usado en menores cantidades.
Tomemos como ejemplo el desarrollo de la lavadora. Antes de que se desarrollaran las lavadoras y estuvieran disponibles para las familias, lavar la ropa era un enorme quehacer que podría tomar al menos un día y tal vez incluso más. En su mayor parte, los quehaceres de lavandería familiares eran realizados por mujeres que trabajaban durante horas para limpiar ropa y otros materiales.
Sin embargo las lavadoras permitían a las amas de casa hacer más colada en menos tiempo, permitiéndoles así aplicar algunas de sus otras habilidades a otras cosas. Multipliquemos este tipo de cosas a lo largo de toda la economía y podremos tener una idea de cómo el desarrollo de esos bienes posibilita el crecimiento económico.
Contra lo que dice Paul Krugman y otros keynesianos modernos, la formación de capital no existe como algo “dado”. Por el contrario, la formación de capital no sólo es una función (por aplicar liberalmente un término matemático) del ahorro, debe serlo porque las economías modernas implican una mezcla de capital y bienes de consumo. No se puede consumir toda la producción presente y simultáneamente abstenerse del consumo para crear bienes de capital que producirían más bienes de consumo en el futuro.
Por ejemplo, si la gente (como nuestros antepasados) está dispuesta a ahorrar grandes porciones de sus rentas, no es porque sean irracionales o estén “atesorando” dinero (como nos dirían Krugman), sino más bien porque quieren posponer parte de consumo actual para ser capaces de consumir más en el futuro. Los inversores toman esas existencias de ahorros y posteriormente invierten en los tipos de bienes de capital que permitirían la creación de todavía más bienes a ser consumidos en un momento futuro.
El indicador clave es si los inversores van a invertir o no en capital a largo plazo (lo que ocasiona menos bienes de consumo fabricados a corto plazo, pero produce mucho más consumo a largo plazo) es el tipo de interés. En una economía de libre mercado, tipos bajos de interés significan que los individuos están ahorrando grandes cantidades de sus rentas, haciendo disponible una existencia mayor de “capital líquido”, mientras que los tipos altos de interés indican que los consumidores prefieren consumir ahora y ahorrar menos, precisamente el estado de cosas de ahora mismo.
Los keynesianos, por el contrario, afirman que como el verdadero “multiplicador” económico es igual a 1 por encima de la tasa de ahorro, entonces cuanto menos aburre una sociedad, más crecimiento económico experimentará esa economía. (Por ejemplo, si todas las personas de una sociedad ahorran un 10% de renta, entonces esa economía tiene un multiplicador de 10. Si las personas ahorran un 5%, entonces el multiplicador es 20. Esto me recuerda la cancioncilla que usábamos cuando estaba en la escuela en la que “demostrábamos” que, cuanto menos estudiáramos, más sabríamos).
Tipos bajos de interés frente a realidad
Por supuesto, los tipos de interés no son altos e indudablemente no reflejan las preferencias temporales de la sociedad. Una sociedad que muestra una escasez de ahorro debería mostrar tipos altos, no bajos. El artículo de Gabler refleja una vida de gasto sin ahorro, ya sea pagando la boda de una hija de obteniendo grandes cantidades de dinero para pagar una educación universitaria cara de élite a los hijos. Con la Fed llevando a los tipos de interés por debajo del 1%, no hay casi ningún incentivo para que la gente ponga dinero en cuentas de ahorro, dado que no hay casi un rendimiento apreciable y pocos estamos preparados para entra en los mercados de valores sin cometer serios errores de inversión. Multipliquemos estado por toda la economía y descubriremos una escasez de ahorro y una preferencia por el consumo presente, exactamente lo que Keynes y sus seguidores modernos afirman que es la fórmula para la prosperidad: gastaremos para ser ricos.
Así que tenemos una enorme paradoja. Tenemos tipos bajos de interés, pero está claro que el tipo de inversión de capital a largo plazo no es común en la economía de EEUU en el momento actual. Empresas y empresarios sí están invirtiendo en capital a largo plazo en el extranjero, pero no aquí, dado que incluso políticos como Bernie Sanders, Donald Trump y Hillary Clinton censuran este hecho. Por supuesto, dada la hostilidad de la clase política estadounidense hacia la inversión privada y dado el hecho de que Sanders está haciendo una campaña basada en atacar y en último término destruir a la empresa privada en EEUU (con Clinton no muy lejos), los inversores están leyendo las hojas del té y llevando su dinero a otros lugares, algo que enfurece a la clase política.
(No es sorprendente que la clase política reclame leyes que en la práctica crearían un muro de Berlín en torno a la inversión estadounidense, haciendo ilegal para los estadounidenses invertir fuera de este país. No hace falta ser muy astuto para saber inmediatamente qué desastres produciría, pero dado que la clase política existe por el saqueo de otros, sus miembros estarían de alguna manera protegidos frente a la carnicería económica).
En caso de que alguien dude de que las actuales tasas de ahorro estadounidenses son bajas, el siguiente gráfico presenta un panorama ominoso. También demuestra más allá de cualquier duda que el mayor culpable de llevar a cabo políticas que desanimaban el ahorro no fue la administración Obama (por muy mala que sea esta), sino la administración Bush, con su burbuja y exposición inmobiliaria, a la que Peter Schiff ha llamado a menudo la “falsa economía”.
El propio gráfico explica mucho acerca de lo que ha sido dañino para la economía en los últimos 35 años. Sí, se ha producido el auge del sector tecnológico y las mejoras en transporte y telecomunicaciones, gracias a los esfuerzos desreguladores de la administración Carter (algo que nunca se atribuye Carter porque su ideología del Partido Demócrata le dice que la empresa privada y el beneficio son cosas malas).
La caída más acusada la tasa de ahorro se produjo con las administraciones de Clinton y George W. Bush y no creo que deba sorprendernos que durante esos años la Fed impulsar activamente la bajada de los tipos de interés y ayudar a crear dos burbujas financieras masivas, cada una de las cuales estalló y creó destrucción a su paso. Aparte de las propias estadísticas de la Fed, el ahorro se ha recuperado algo mente los años de Barack Obama, incluso a pesar de que su administración es extremadamente hostil hacia los ahorradores.
Pero aquí estamos. Después de décadas de lo que podría calificarse esencialmente como una nueva “revolución industrial” con la llegada de las computadoras y de Internet, el gobierno de EEUU ha conseguido, a través de sus autoridades monetarias y sus demás políticas, diezmar el ahorro y dejar a millones de estadounidenses financieramente vulnerables.
No ha sido una casualidad. La gente es capaz de resistir a la fuerza solo por un tiempo antes de rendirse, y dado que la guerra keynesiana contra los ahorros se ha desatado durante décadas y ha sido bendecida en los niveles más altos del gobierno y la universidad, por no mencionar su promoción de los medios de comunicación, no deberíamos sorprendernos de que la gente ahorre menos. Tampoco debería sorprendernos saber que todos nosotros pagaremos un precio elevado por esta forma derrochadora de vida, incluso aunque las clases políticas se escabullan para protegerse de las consecuencias de sus acciones.
Publicado originalmente el 13 de junio de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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