martes, 21 de noviembre de 2017

Resumen de la conferencia de Hoppe sobre la alt-right, por Mises Hispano.

Por si ser llamado fascista no era ya algo habitual para Hans-Hermann Hoppe, su encomio de la Alt-right le valdrá nuevos desprecios, ahora también desde el sector progresista del libertarismo. Su conferencia en el marco del Twelfth Annual Meeting de la Property and Freedom Society (Libertarianism & the Alt-Right) confirmó la titularidad de este pensador en el, con todo, difuso ideario de un difuso grupo. Hoppe comenzó tajante: no puede llamarse libertario quien defienda la necesidad del Estado y los impuestos, o la existencia de derechos no derivados de la propiedad. Basten, en cuanto a la inocencia de esta precisión, dos acuñaciones lanzadas desde el estrado: Stupids for Liberty y Liberalaland.

La Alt-right sería el libertarismo realista, un apelativo ya identificado por el autor con el right-wing libertarianism, un libertarismo heredero de la escuela paleo de Pat Buchanan. Este realismo se refiere al método para conseguir y conservar un orden libertario, definido como sociedad de leyes privadas. A juicio de Hoppe, lo que más contribuye a las bondades del método altrighter es todo aquello a lo que acuerdan oponerse: el multiculturalismo y el igualitarismo en cualquier otra forma, la corrección política, el marxismo cultural o gramscianismo, su constricción absurda a etiquetas como “racista” u “homófobo”, y la ingenuidad que ejemplariza Students For Liberty.

Menor es el acuerdo, continúa, respecto a sus propuestas, aunque es evidente que hay un fuerte sector libertario, y que tanto su nombre como el de Murray Rothbard (su maestro) circulan con eminencia, si bien se lamenta por la deriva socialista del sedicente líder de la Alt-right Richard Spencer, invitado en la anterior edición de estos encuentros anuales. Uno se pregunta qué tendría que decir Hoppe acerca de los intentos recientes de Milo Yiannopoulos, abiertamente homosexual (vid infra), por liderar la Alt-right.

La ponencia descartó que el PNA (Principio de No Agresión) bastase para mantener un orden libertario, puesto que esto presupone que todas las culturas son intercambiables. Sería necesario, tal y como Hoppe ha venido defendiendo con anterioridad al surgimiento de la Alt-right, reconocer que solo en Occidente está enraizada la idea de libertad; así pues, no es realista un orden libertario que no se oponga directamente a sus enemigos, tanto políticos como culturales.

Este conjunto incluiría a las élites dirigentes (que controlan al aparato estatal, en particular el deep state), la Catedral (término neorreaccionario que engloba a la prensa y la Academia), el complejo de la industria militar, los bancos centrales, etc. ¿Sus víctimas? Los contribuyentes, desde luego: pero dado que la batalla es también cultural, el foco está sobre la familia blanca tradicional (cristiana), ante la cual se promociona cualquier valor contrario.

Tras desechar la estrategia hayekiana (según la cual las ideas liberales se filtrarían de arriba a abajo), Hoppe propone una estrategia populista resumida en diez puntos:

  1. Detener la inmigración masiva, que sobrecarga el Estado de Bienestar, infiltra terroristas, aumenta el crimen y degrada los vecindarios creando ghettos. El coste de la inmigración no debería estar socializado, y esta debería seguir criterios culturales (con prioridad de los inmigrantes occidentales) y políticos. Propiedad privada significa fronteras.
  2. Dejar de atacar, matar y bombardear a personas de otros países. No-intervencionismo. Dejar de vender armas a países extranjeros.
  3. Delatar a las élites y sus allegados, exponer sus sueldos, su estilo de vida, privilegios, etc. Su lujo consiste en saquear al pueblo.
  4. Terminar con los bancos centrales, que destruyen el poder adquisitivo del pueblo y sus ahorros, y redistribuyen la renta en favor del gobierno.
  5. Terminar con la discriminación positiva, leyes contra la discriminación, etc. Igualdad ante la ley como garantía de la justicia.
  6. Acabar con la turba antifa, los Social Justice Warriors, la corrección política y la victimización.
  7. Acabar con la criminalidad en las calles, aplicando leyes justas con toda severidad. A este respecto, y concretamente ante el terrorismo, permitir la tenencia de armas a los ciudadanos respetuosos con la ley.
  8. Disminuir la dependencia del Estado del Bienestar, cuyas políticas sociales arraigan el sentido de la irresponsabilidad entre los desfavorecidos, incentivándolo.
  9. Separar Estado y Educación, para terminar con el adoctrinamiento.
  10. No confiar en la política y los partidos.

El original se encuentra aquí.

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