No hace mucho, el presidente de EEUU Donald Trump llegó a los titulares al sugerir una posible opción militar en Venezuela a la vista de la situación política en rápida decadencia del país.
Es innegable que Venezuela está sufriendo una crisis humanitaria y económica de proporciones sin precedentes, todo gracias a las políticas socialistas que ha experimentado el país a lo largo de las últimas dos décadas. Pero una intervención militar en Venezuela probablemente sea costosa y dañina para los estadounidenses, al tiempo que desastrosa para los venezolanos.
Los problemas de la intervención
La dura realidad es que la intervención en Venezuela no es la panacea para sus problemas actuales. De hecho, es posible que empeore las cosas.
Estados Unidos ya ha intentado llevar a cabo en sus planes chapuceros e intervencionistas de creación de naciones en Irak y Afganistán , gastando miles de millones en intervenir en estos países y confeccionando todos los planes posibles para continuar con sus fallidas fantasías de construcción de naciones.
Una intervención militar estadounidense en Venezuela solo estaría justificada si Venezuela cometiera una agresión militar contra EEUU. Pero las posibilidades de que se produzca este escenario son muy bajas. El país está en una situación tan lamentable que apenas puede dar de comer a su propio ejército, no digamos coordinar una invasión militar de un país extranjero.
Incluso si la intervención consistiera en apartar del poder a Maduro, su salida no garantiza una atmósfera estable para futuros gobiernos. De hecho, la crisis actual podría convertirse en una caótica guerra civil, en la que las tropas de EEUU podrían quedar atrapadas en el fuego cruzado de las diversas facciones que aprovechen el caos.
Y uno debe también preguntarse por qué los contribuyentes estadounidenses deberían tener que pagar el “arreglo” de problemas causados por un régimen apoyado por la mayoría de votantes de Venezuela.
No sólo metieron la pata al elegir líderes socialistas como Hugo Chávez, sino que también eligieron gobiernos anteriores que crearon las condiciones adversas para que este acabara llegando al poder.
Con esto no quiero decir que los ciudadanos estadounidenses no deban tratar de proporcionar ayuda humanitaria privada a los venezolanos. Pero el estado estadounidense no va a ser la solución para la crisis actual de Venezuela.
Posibles factores de desestabilización
El posible desastre se destaca por el hecho de que el colapso de Venezuela se ha extendido mucho más allá de la esfera económica. Ha infectado al mismo tejido social del propio país.
Un ejemplo de cómo las instituciones estatales han extendido el desorden a la sociedad en su conjunto es el grupo de líderes de las prisiones conocidos como “pranes”. Estos pranes controlan en la práctica las prisiones venezolanas a través de enormes redes de tráfico de drogas y armas. Pero su alcance va más allá de las prisiones, estos forzudos criminales actúan de hecho como señores de la guerra que dirigen redes de protección y proporcionan empleos en el mercado negro a quienes necesitan trabajar desesperadamente. Estos elementos criminales han sido los de principales impulsores de las tasas de criminalidad notoriamente altas de Venezuela y se han transformado en un estado paralelo en unos momentos en que las instituciones tradicionales venezolanas no han hecho sino derrumbarse.
Cualquier tipo de intervención desestabilizadora en Venezuela probablemente permita a los pranes aprovechar la situación para consolidar aún más su poder.
Una propuesta modesta
Si EEUU fuera a tener un papel diplomático en cómo Venezuela pueda salir de su actual régimen tiránico, debería comprometerse a reconocer y dedicarse al libre comercio unilateral con cualquier región escindida de Venezuela y que trate de escapar al régimen actual.
Por ejemplo, el estado de Zulia, en el noroeste de Venezuela, ya es conocido por su cultura ferozmente independiente y regionalista que se enfrenta a las tendencias sociales y políticas populares en Caracas. De hecho, Delcy Rodríguez, la presidenta de la asamblea nacional de Venezuela, sintió recientemente que era necesario reiterar la oposición a los movimientos secesionistas en el país:
Rodríguez advirtió que no permitirían ningún movimiento secesionista en la zona conocida como “la luna creciente”, una denominación que se refiere a la figura que forman los estados de Zulia, Táchira y Mérida, ganados por la oposición en las elecciones del 15 de octubre .
Con costa, una frontera con Colombia y las mayores reservas de petróleo y gas en el hemisferio occidental, Zulia tiene potencial para transformarse en una potencia regional con los soportes institucionales correctos y servir como una entidad política que compita con el estado venezolano, tradicionalmente organizado de arriba abajo.
Bajo esas circunstancias, al menos algunos venezolanos ya no estarían sometidos a la órbita de Caracas y la nueva región independiente podría asimismo ofrecer seguridad a muchos disidentes venezolanos.
En lugar de promover una intervención dura, EEUU debería buscar el reconocimiento diplomático y el comercio con movimientos que tratan de librarse del lazo tiránico del actual orden político venezolano. Prestar apoyo a una versión venezolana de Taiwán sería indudablemente una opción más inteligente que otra intervención militar costosa y potencialmente desastrosa más.
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