sábado, 4 de agosto de 2018

Por qué los banqueros centrales piensan que están haciendo un bien a la economía, por Mises Hispano.

Muchos comentaristas son de la opinión de que el banco central de EEUU debería seguir políticas que impidan el posible declive de la economía, cayendo en el agujero de una trampa de liquidez. ¿Qué es esto?

En el marco popular de pensamiento que se origina partir de los escritos de John Maynard Keynes, la actividad económica se presenta en términos de un flujo circular de dinero. El gasto de una persona se convierte en parte de las ganancias de otra persona y el gasto de otra persona se convierte en parte de las ganancias individuales del primero.

Las recesiones, según Keynes, son una respuesta al hecho de que los consumidores (por razones psicológicas) han decidido recortar sus gastos y aumentar sus ahorros.

Por ejemplo, si por alguna razón la gente ahora tiene menos confianza en el futuro, recortará sus desembolsos y atesorará más dinero. Por tanto, una vez una persona gasta menos, esto empeorará la situación de alguna otra, que a su vez también recortará su gasto.

Se pone en marcha un círculo vicioso: el declive en la confianza de la gente hace que gaste menos y atesore más dinero y esto rebaja todavía más la actividad económica, causando así que la gente atesore más, etc.

Siguiendo esta lógica, para impedir que una recesión se vaya de las manos, el banco central debe aumentar la tasa de crecimiento de la oferta monetaria y rebajar agresivamente los tipos de interés.

Una vez los consumidores tengan más dinero en sus bolsillos, aumentará su confianza y empezarán a gastar de nuevo, restableciendo así el flujo circular del dinero, eso se dice.

Sin embargo, en sus escritos, Keynes sugería que podría producirse una situación en la que una rebaja agresiva de los tipos de interés por parte del banco central llevara a los tipos a un nivel a partir del cual no pudieran caer más. Como consecuencia, el banco central no sería capaz de reavivar la economía.

Esto, según Keynes, podría ocurrir porque la gente podría optar una visión de que los tipos de interés hayan llegado mínimo y de que los tipos deberían por tanto aumentar, llevando a pérdidas de capital en las posesiones de bonos. Como consecuencia, la demanda de la gente de dinero se haría extremadamente alta, lo que implicaría que la gente atesoraría dinero y rechazaría gastarlo, sin que importe lo mucho que el banco central trate de expandir la oferta monetaria.

Keynes escribía:

Existe la posibilidad, por las razones explicadas anteriormente, de que, después de que el tipo de interés haya caído a cierto nivel, la preferencia de liquidez pueda convertirse en prácticamente absoluta, en el sentido de que casi todos prefieran efectivo a tener una deuda que genera un tipo de interés tan bajo. En este caso, la autoridad monetaria habría perdido el control efectivo sobre el tipo de interés.[1]

Keynes sugería que, una vez una política de tipos bajos de interés se convierte en ineficaz, las autoridades deberían inmiscuirse y gastar. El gasto puede realizarse en todo tipo de proyectos, lo que importa ahora es que se debe inyectar mucho dinero, lo que se espera que estimule la confianza de los consumidores. Con un nivel más alto de confianza, los consumidores rebajarán sus ahorros y aumentarán sus gastos, restableciendo así el flujo circular del dinero.

¿Aparece la trampa de liquidez debido a una falta de gasto?

En el marco keynesiano, el flujo monetario siempre en expansión es clave para la prosperidad económica. Lo que impulsa el crecimiento económico es el gasto monetario. Cuando la gente gasta más dinero, esto implica que ahorra menos.

Por el contrario, cuando la gente reduce su gasto monetario en el marco keynesiano esto se ve como que ahorra más.

En la manera popular (es decir, keynesiana) de pensar, el ahorro es una mala noticia para la economía. Cuanto más ahorra la gente, peores son las cosas. (La trampa de liquidez proviene de un exceso de ahorro y una falta de gasto, esto se dice).

Sin embargo, observemos que la riqueza no proviene del dinero, sino de los bienes que se han producido. El papel esencial del dinero es como medio de intercambio. Por tanto, la demanda de bienes está limitada por la producción de bienes y no por la cantidad de dinero como tal. (El papel del dinero es facilitar el intercambio de bienes).

Sugerir que la gente podría tener casi una demanda ilimitada de dinero, que se ve como un ahorro ilimitado que supuestamente lleva una trampa de liquidez implicaría que nadie estaría intercambiando bienes. (Significaría que la gente ya no intercambia dinero por bienes).

Evidentemente, esta no es una proposición realista, dado el hecho de que la gente necesita bienes para sostener sus vidas y bienestar. (Por favor, advirtamos que la gente demanda dinero, no para acumularlo, sino para emplearlo en el intercambio).

Al ser un medio de intercambio, el dinero solo puede ayudar a intercambiar los bienes de un productor por bienes de otro productor. El servicio de medio de intercambio que proporciona el dinero no tiene nada que ver con la producción de los bienes finales de consumo como tales. Esto a su vez significa que no tiene nada que ver tampoco con el ahorro real.

Lo que permite el aumento de las existencias de ahorro real es el aumento de los bienes de capital. Con más bienes de capital (es decir, herramientas y maquinaria) es probable que aumente la capacidad los trabajadores de producir más bienes y de una mejor calidad.

Advirtamos que el ahorro real sostiene a las diversas personas que se dedican a las distintas etapas de producción. El estado de la demanda de dinero no puede aumentar la cantidad de bienes finales de consumo producidos: solo la expansión en las existencias de ahorro real puede estimular la producción de estos bienes.

En ese sentido, un aumento en la oferta de dinero no tiene ningún poder para hacer crecer la economía real.

Contrariamente al pensamiento popular, la trampa de liquidez no aparece en respuesta al aumento masivo de la demanda de dinero de los consumidores, sino como resultado de políticas monetarias y fiscales muy laxas, que infligen un grave daño a las existencias de ahorro real.

La trampa de liquidez y la disminución en la existencia de ahorro real

Según Mises:

La condición sine qua non de cualquier proceso de adopción de un alargamiento de la producción es el ahorro, es decir, un exceso en la producción actual sobre el consumo actual. Ahorrar es el primer paso en el camino hacia la mejora del bienestar material y hacia un progreso todavía mayor en este camino.[2]

Mientras la tasa de crecimiento de las existencias de ahorro real sea positiva, puede continuar sosteniendo actividades productivas e improductivas.

Sin embargo, aparecen problemas cuando, debido a las políticas monetarias y fiscales laxas, surge una estructura de producción que accede a más bienes de consumo de la cantidad que entrega. (El consumo de bienes finales de consumo excede la producción de esos bienes).

Este consumo excesivo en relación con la producción de bienes de consumo lleva a un declive en las existencias de ahorro real. Esto a su vez debilita el sostenimiento de las personas empleadas en las diversas etapas de la estructura de producción, generando que la economía caiga en una recesión.

Una vez la economía cae en una recesión debido a una caída en las existencias de ahorro real, cualquier intento de un gobierno o un banco central de reavivar la economía debe fracasar.

Estos intentos no solo fracasarán a la hora de reavivar la economía, sino que vaciarán aún más la existencia de ahorro real, prolongando así la recesión económica.

La disminución de la existencia del ahorro real muestra la naturaleza errónea de la visión comúnmente aceptada de que políticas monetarias y fiscales laxas pueden hacer crecer una economía.

El hecho de que las políticas del banco central resulten ineficaces a la hora de reavivar la economía no se debe a la trampa de liquidez, sino a la disminución de la existencia de ahorro real. Esta disminución se produce debido a políticas monetarias y fiscales laxas.

La ineficacia de estas políticas monetarias y fiscales laxas de generar la ilusión de que las autoridades centrales pueden hacer crecer una economía no tiene nada que ver con una trampa de liquidez. Creemos que la ineficacia de la política es siempre relevante cada vez que las autoridades centrales tratan de “hacer crecer una economía”. La única razón por la que parece que “funcionan” estas políticas es debido a que la existencia de ahorro real sigue expandiéndose.

Conclusión

Contrariamente al pensamiento popular, creemos que si la economía de EEUU fuera a caer en una trampa de liquidez, la razón de esta no sería un aumento drástico de la demanda de dinero, sino porque las políticas monetarias y fiscales laxas anteriores han vaciado las existencias de ahorro real.

Por tanto, establecer un objetivo de inflación más alto una vez la economía ha caído en una trampa de liquidez, como sugieren algunos comentaristas, solo debilitaría aún más las existencias de ahorro real y probablemente asegure que la economía va a mantenerse en un estado deprimido durante un tiempo prolongado.

La ineficacia de la política siempre está presente cuando las autoridades centrales están tratando hacer crecer una economía. La única razón por la que la ilusión de que las autoridades centrales pueden hacer crecer una economía parece ser real se debe a una existencia de ahorro real todavía en expansión.


El artículo original se encuentra aquí.

 

[1] John Maynard Keynes, The General Theory of Employment, Interest, and Money, MacMillan & Co. Ltd. (1964), p. 207. [La teoría general del empleo, el interés y el dinero]

[2] Ludwig Von Mises, Human Action, Contemporary Books, p.490. [La acción humana]

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