Estuve recientemente en un velatorio en Rego Park, Queens, un condado que es desgraciadamente parte de la ciudad de Nueva York. Fue el final de una maravillosa delicatessen kosher que amaban tanto los judíos como los que no lo son: Ben’s Best.
Este tremendo restaurante podía haber muerto de muerte natural: muchos de sus ancianos clientes se están mudando a Florida y otros climas con menos impuestos que nuestra ciudad fiscalmente loca. Pero el gobierno de la ciudad, que gobierna lejos, e otro condado, ayudó a acortar la vida de esta maravillosa institución de Queens, como ha hecho muchas veces con otros negocios. De hecho, tanto con administraciones republicanas como demócratas, el gobierno de la ciudad aprueba constantemente políticas que van en contra de los pequeños negocios.
Declive y caída de Ben’s
Unos seis meses antes de la renuncia de Ben’s, la ciudad inició un nuevo plan de estacionamiento en el Queens Boulevard, la avenida principal que cruza la mayor parte de Queens. El plan destruía muchos de los espacios de estacionamiento que necesitaba Ben’s para acoger a sus clientes. Muchos de ellos eran mayores. Conducirían una larga distancia para disfrutar de la maravillosa comida de Ben’s y de un entorno lleno de la historia de nuestras comunidades.
A Ben’s, cuyo pastrami caliente estaba entre lo mejores que yo haya probado nunca, le había ido bien hasta que se puso en marcha el nuevo plan de estacionamiento, según el dueño de Ben’s, Jay Parker.
Pero el ayuntamiento de la ciudad de Nueva York, a través de su Departamento de Transporte (DOT, por sus siglas en inglés), dijo que el nuevo plan de estacionamiento haría más segura la zona. Y además uno de sus portavoces decía en unas declaraciones públicas que exudaban una visión manhattancéntrica a la que parece preocuparle muy poco un barrio distante de Queens, que había multitud de alternativas de transporte.
“La zona está bien atendida por el transporte público”, dijo el miembro del DOT (Dudo que viva cerca de Ben’s o de cualquier otro sitio en los barrios de las afueras, que no se puede decir que estén “bien atendidos” por el transporte público).
“Hay un acceso a la calle 63, metro y un parada de autobús por la que pasan las líneas Q60, QM11 y QM18”, continuaba.
Por cierto, vivo a tres barrios, en Kew Gardens. Siempre andaba hasta allí para mis fiestas kosher. Pero soy un tipo raro que puede andar seis millas en una hora. Sin embargo, mi magnífico vecino, un judío conservador religioso y devoto, Charles, murió hace unos pocos años después de cumplir 100 años. Adoraba Ben’s. Charles conducía hasta allí. En los últimos 20 o 30 años de su vida ya no pudo usar el transporte público de Nueva York (una institución espantosa, inapropiada para jóvenes, mayores o cualquiera con algún problema de respiración o estómago), igual que yo no podía jugar como segunda base y bateador principal de los New York Yankees. Si eos parece un juicio irracional, pensad en este: nunca vemos a nuestros gobernantes, el gobernador o el alcalde en el tren R por a noche en busca de un bocadillo caliente de pastrami.
Los tontos que nos gobiernan
El oficial del DOT, en su comentario que-tomen-el-metro-y-coman-bollos, muestra lo cada vez más desconectado que está el gran gobierno en Estados Unidos, especialmente en grandes ciudades impersonales en las que el gobierno y sus agentes se están convirtiendo en una fuerza extranjera. La Manzana Rancia es un ejemplo de esto. El gobierno municipal de Nueva York es al tiempo único y demasiado grande. Por eso es caro e ineficaz.
Es la única gran ciudad de la que haya oído que no sea la mayor parte de un condado. ¡Abarca cinco condados enteros!
Es una ciudad que en realidad son cinco ciudades, pero esta gobernado por una sola mente extranjera desde el centro de la ciudad, Manhattan. Está dirigida por personas que, a menudo, no tienen ni la más mínima idea de lo que es importante para la gente que vive fuera de Manhattan.
No somos Manhattan
Queens, donde existió Ben’s durante 73 años, es uno de los cuatro distritos periféricos. Queens, junto con Brooklyn, Staten Island, legalmente condados de Kings y Richmond respectivamente y el Bronx son los distritos periféricos. El Bronx, donde juegan los New York Yankees, es donde crecí en las décadas de 1950 y 1960. Era un momento en el que había montones de delicatessen kosher en la ciudad. La ciudad llegó a acoger mil delicatessen kosher y ahora solo queda aproximadamente una docena. Muchos otros negocios, grandes y pequeños, han seguido el camino de Ben’s.
Es verdad que algunos han muerto de muerte natural. Pero las absurdas políticas locales y estatales empujaron a muchos a una tumba temprana. Esto quita a los barrios sus productos y servicios. Y el gobierno, siempre hambriento de más dinero, echa de menos el ingreso fiscal, pero nadie dijo nunca que el gobierno municipal fuera listo.
Destruyéndonos
Algo irónico de estas políticas fiscales, regulatorias y destructivas es que muchos de los mismos pájaros que las idean son los mismos cargos electos que hacen campaña con el tema de “empleo, empleo, empleo”. Los empleos vienen de los Jay Parker del mundo, no de hombres y mujeres que están constantemente pensando en la próxima campaña y en cómo obtener o mantener el poder.
La riqueza de la sociedad viene del trabajo de millones de Jay Parker, no de políticos profesionales que no parecen saber anda acerca de cómo se crean economías fuertes y les falta el sentido común para apartarse del camino de hombres y mujeres que crean algo grande. (Y sí, creo que una gran delicatessen, kosher o no kosher, puede, en ciertos casos, ser tan grande como cualquier idea o negocio que haga de este mundo un lugar mejor). El problema proviene de un marco mental altamente centralizado. Es una forma de gobernar que sostiene que Washington o un enorme gobierno municipal, como el que tenemos en Nueva York, debería tener más y más poder.
El azote de Manhattan
Manhattan, el centro de la ciudad de Nueva York, es el condado de Broadway. Es la parte de la ciudad que ven más los turistas. Es el lugar en el que se toman las decisiones más importantes y donde viven la mayoría de los cargos de la ciudad. Incluso algunos de los cargos nacidos y criados en los barrios periféricos suelen mudarse a Manhattan una vez consiguen un alto cargo y empiezan a tratarnos con prepotencia a los que somos meros “provincianos” que vivimos en barrios periféricos.
En realidad, hay algo más que humor y sarcasmo en la última frase. Muchos de nuestros cargos públicos nos desdeñan en privado a los que vivimos en Queens. Creen que todos somos como Archie Bunker.
Los que viven en Staten Island o el Bronx o Brooklyn son denigrados de manera similar y silenciosa por los poderes en el gobierno de la ciudad los medios de comunicación de masas.
Nosotros tomamos las decisiones. Vosotros callad y pagad
Aquí es donde entran en escena Ben’s y miles de otros pequeños negocios presentes y pasados. Se toman decisiones en Manhattan que tienen un enorme efecto sobre los barrios de las afueras. Nuestro sistema disfuncional de gobierno asegura que hay poca o ninguna participación de las personas afectadas.
Parker, el antiguo dueño de Ben’s, puede atestiguarlo. Es verdad que tenemos un Consejo de la Ciudad de Nueva York. Pero se reúne en el bajo Manhattan. Hay un largo viaje en nuestros miserables metros de Nuevo York dirigidos por el estado. El consejo se reúne durante el día. Eso significa que la mayoría de los residentes de la ciudad, especialmente los de las zonas periféricas, tienen pocas oportunidades de acudir a este.
De hecho, ¿qué neoyorquino medio, que tiene que pagar algunos de los impuesto más altos y abusivos a este lado de Jorge III tiene tiempo para ir a una reunión del gobierno de la ciudad de Nueva York? Muy pocos, salvo que sean ricos independientemente.
¿Por qué?
Él o ella tiene que trabajar para pagar el interminable gasto público. A veces este neoyorquino medio tiene que tener varios empleos para mantener un nivel decente de vida para su familia. Por cierto, que este neoyorquino medio (hay muchos más neoyorquinos viviendo en los barrios de las afueras que en Manhattan) normalmente vive fuera de Manhattan porque las rentas son menos abusivas que en el centro de la ciudad, donde reside la mayoría de nuestra clase dirigente.
Aun así, ¿no están los cargos públicos para representar a cada barrio? Sí, pero…
No olvidemos los presidentes de distrito
Cada uno de los cinco distritos tiene un presidente de distrito y por concesiones previas tenían poder cuando se producía algo llamado la Junta de Estimación, que tenía un poder similar al Consejo de la Ciudad. Pero la Junta y esos poderes han desaparecido. Hoy los presidentes de distrito son generalmente cargos de carreras de segundo o tercer nivel. Normalmente buscan el cargo de presidente de distrito como una última nómina para aumentar su jubilación o como paso previo para un cargo superior. El puesto de presidente de distrito ha tenido algunos ocupantes ignominiosos.
Uno de los presidentes del distrito de Queens más notables fue Donald Manes, quien, al ser atrapado robando en la década de 1980, se suicidó. Antes de eso, estuvo haciendo campaña para convertirse en el siguiente gobernador de Nueva York. Eso parece apropiado, ya que nuestro gobierno estatal es famoso por tener algunos de los cargos públicos más comprables de la historia. Muchos de estos seguidores de Tweed eran miembros de un grupo llamado Black Horse Calvary que trataría de robar todo lo que no estuviera clavado en el suelo.
¡Eh, nosotros también podemos robar!
Pero la propia ciudad no ha resultado haragana a la hora de proporcionar su porción de ladrones, con ambos grandes partidos representado en el Salón de la Infamia de la Gran Manzana. De hecho, si alguien viene a Nueva York y visita nuestro ayuntamiento en Manhattan, que se asegure de mirar al otro lado del edificio. Allí encontrará el infame tribunal de Tweed, construido en el siglo XIX. Fue uno de los edificios públicos más caros de la historia. Es un testimonio de lo que nuestros políticos, ayer y hoy, hacen a los hombres y mujeres olvidados que pagan sus facturas. He escrito antes sobre esto.
Así que el contribuyente medio debe pagar la factura de los pillos de la clase política, la mayoría de los cuales ni siquiera viven entre la gente que gobiernan en los barrios periféricos. Esta clase gobernante, que no se contenta con meter la mano en sus bolsillos todos los días, aprueba políticas que destrozan muchos de sus negocios.
Vaya con Dios, Ben’s Best. Fuiste grande. Pero lo que hay que hacer es acabara con la locura del gobierno centralizado desde Manhattan, desde todos los Manhattan de nuestro país, los gobiernos políticamente centralizados que destrozan las vidas de las gentes. Creo que necesitamos una descentralización radical en todos los niveles del gobierno. Empecemos aquí, en la Manzana Rancia.
El artículo original se encuentra aquí.
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