En 1952, la economista británica Marjorie Grice-Hutchinson descubría que los escolásticos españoles del siglo XVII, reunidos alrededor de la Escuela de Salamanca, desarrollaron ideas similares a las que siglos después se encontrarían dentro de la Escuela Austriaca de economía. Estas incluían la teoría subjetiva del valor, la visión dinámica de la competencia, ideas en torno a la preferencia temporal y los efectos dañinos de la inflación.
Sin embargo, esta no ha sido la única contribución realizada por España a la Escuela Austriaca. A mediados del siglo XIX, podemos encontrar otro antecedente en la obra de Luis María Pastor Copo (1804-1872), un teórico que formuló teorías y propuestas políticas económicas que demuestran un conocimiento de la economía algo mayor del que se supone habitualmente para los autores de ese periodo. Por desgracia, se ha escrito muy poco sobre él. Por el contrario, se le ha condenado a la oscuridad, incluso entre los economistas liberales.
Pastor nació en Barcelona en una familia modesta. Después de licenciarse en derecho, practicó con éxito la profesión en varias ciudades del país, incluyendo Madrid, donde se despertó su interés por los problemas económicos. De hecho, iba a convertirse en el miembro más prominente de la llamada Escuela Economista Española, una escuela de pensamiento inspirada por los clásicos ingleses y los liberales franceses liderados por Frédéric Bastiat.
El objetivo de esta escuela era “alterar la política española desde el poder”. Por tanto, Pastor iba a ocupar diversos puestos en la esfera pública, como director del monopolio de la sal (1841-1846), diputado (1846-1857), director de deuda pública (1847-1856), ministro de finanzas (1853) y senador varias veces hasta su muerte en 1872.
Divulgó sus ideas a través de una extensa literatura, en la que pueden encontrarse similitudes con los descubrimientos que años después harían famosos a economistas austriacos como Eugen von Böhm-Bawerk, Ludwig von Mises y Friedrich Hayek. He aquí solo algunas de sus ideas más importantes.
Capital e interés: Preparando el terreno para Böhm-Bawerk
En su libro Lecciones de Economía Política (1868), Pastor define el capital como “un trabajo preexistente que sirve para invertirse en un trabajo posterior. O, por ser más precisos, es la producción que se renueva y acumula para facilitar otra producción sucesiva”. El capital puede ser de dos tipos: fijo y flotante, siendo el primero el que no desaparece en el proceso de producción, sino que puede usarse varias veces para producir (por ejemplo, una máquina o un edificio). El segundo contribuye a la creación del producto final, pero “desaparece” durante el proceso de producción (por ejemplo, el aceite usado para lubricar una máquina).
La producción deriva de la combinación de trabajo, tierra y capital. Muchas veces estos tres factores no pertenecen a un solo dueño. En ese caso, es necesario que cada factor reciba una compensación proporcional de acuerdo con la parte que le corresponda en el producto final. La remuneración del trabajo es el salario, la de la tierra es la renta y la del capital, si es fijo, el alquiler, y si es flotante, el interés, que también es aplicable al dinero.
Cobrar interés era un asunto polémico. Pastor lo defiende, explicando que cuando un ahorrador ha conseguido una cantidad considerable de dinero, en lugar de dejarlo inerte, es legítimo que se lo dé a otra persona, de forma que esta última pueda invertirlo de forma rentable. Como esa inversión podría ser muy lucrativa, es justo que la persona que prestó el dinero en primer lugar reciba compensación por ello. En su defensa del interés, Pastor se oponía a las llamadas leyes de usura promulgadas en su tiempo, que buscaban imponer máximos en los tipos de interés cobrados por los prestamistas.
Podemos ver que Pastor parece plantear una idea que sería desarrollada años después por el economista austriaco Eugen Böhm-Bawerk: la de que el capital tiene una naturaleza heterogénea. Por un lado, es un factor de producción, por el otro, un fondo que genera intereses. Sin embargo, Pastor apenas presenta una explicación del interés cobrado sobre el capital prestado. Böhm-Bawerk fue mucho más lejos, ya que se dedicó al estudio integral del fenómeno del interés.
Ciclos económicos y banca: Siguiendo los pasos de Mises y Hayek (antes de que existieran)
Pastor trata estos temas en varias de sus obras: Filosofía del crédito (1850), Libertad de bancos y cola del de España 1865), tal vez su obra más original, Estudio de las crisis económicas (1866) y Lecciones de Economía Política (1868).
Antes de explicar la teoría de Pastor, es importante señalar su contexto histórico. En los tiempos de Pastor, el sistema monetario y bancario era mucho más libre del actual: los bancos podían emitir sus propios billetes, siempre que estuvieran respaldados por reservas en metales preciosos. El portador del billete podía ir a su banco en cualquier momento y reclamar el metal. Sin embargo, con el paso del tiempo, los gobiernos se dieron cuenta de que podían encargarse de la emisión de billetes. Para eso, crearon bancos licenciados que podían emitir billetes con poco o ningún respaldo de metales preciosos.
En su investigación de las crisis económicas, Pastor descubrió que las crisis tienen cuatro características principales: siempre se producen en países que tienen bancos privilegiados por el gobierno, hay un aumento progresivo de la emisión de billetes y una disminución de las reservas metálicas, antes de la catástrofe hay un periodo de prosperidad extraordinaria y el estallido de la crisis se debe a la incapacidad de cumplir con los pasivos incurridos.
Por tanto, Pastor deduce que las crisis monetarias tienen un origen monetario. Une las piezas de su análisis de la siguiente manera: primero, los bancos privilegiados emiten una cantidad considerable de billetes, sin el respaldo apropiado. La existencia de estos medios fiduciarios lleva a una expansión de la oferta del crédito que, a su vez, causa una reducción artificial en los tipos de interés. Dada esta afluencia de capital barato, los empresarios desarrollarán todo tipo de proyectos productivos.
¡Bienvenidos al auge! Es decir, el estado de aparente prosperidad que precede a toda crisis. Para empezar nuevos proyectos, los empresarios demandarán más trabajo, lo que generará un aumento salarial y, como consecuencia, los bienes de consumo serán más caros. La opinión pública opina que este es un momento de prosperidad excepcional, así que se extiende el deseo de lujo, se ejecutan órdenes inmensas, muchas de ellas en el exterior y todos contraen obligaciones financieras sin preocuparse por cómo van a pagarse.
La expansión del crédito continúa, porque los bancos privilegiados no tienen frenos. Pero pronto aparecerá una sensación de pánico a la vista de los precios al alza, que se traduce en una pérdida de valor de la divisa. Al enfrentarse a esta situación, los agentes económicos buscarán librarse de su dinero. Algunos tratarán de devolver sus billetes y atesorar metal. Llegará un momento en el que los bancos no serán capaces de intercambiar billetes por metal, así que perderán toda credibilidad, se detiene la circulación y estalla la crisis.
La explicación de la crisis de Pastor se asemeja a la de la Escuela de la Divisa, que se fundó en los tiempos de Pastor. Durante muchos años, esa teoría permaneció desacreditada, hasta el siglo XX, cuando Ludwig von Mises vio utilidad en ella, corrigió algunos aspectos y añadió otros muy importantes, como la inclusión de las cuentas corrientes en el análisis de la expansión del crédito o la necesidad de la crisis como fase correctiva del ciclo económico. Hayek continuaría esta vía de desarrollo teórico.
Libre comercio: Contrario a las guerras comerciales
El tema que dominaba el debate económico en la segunda mitad del siglo XIX en la mayoría de Europa era el del libre comercio frente al proteccionismo. Como cabía esperar, Pastor era un defensor radical del primero. Su defensa del libre comercio se basaba en el supuesto de que la protección estatal promueve el desarrollo de sectores sin futuro en el mundo competitivo, lo que se traduce en una pérdida de valor para el consumidor, que se ve obligado a consumir productos de calidad inferior a un precio superior.
Pastor se enfrentaba a acérrimos defensores del proteccionismo, como el industrial catalán Joan Güell i Ferrer, y a algunos más moderados, como el político Juan Bravo Murillo. El debate con este último acerca de la importancia de la balanza de pagos se hizo famoso.
Según Pastor, los déficits de la balanza de pagos no son siempre malos. En su opinión, no debería producir preocupación mientras se obtenga crédito suficiente para financiarlos y la fórmula para ello es permitir el libre comercio. Por otro lado, también cuestionaba cómo contabilizar los intercambios con países extranjeros, ignorando las operaciones que no estuvieran relacionadas directamente con la importación y exportación de bienes.
Las cosas a las que alude Pastor también pueden encontrarse en la teoría austriaca del comercio internacional, en la que el déficit comercial no tiene ninguna connotación negativa. Incluso para algunos autores como Robert Murphy es coherente con una economía sana y productiva. Sin embargo, los austriacos aprecian que un déficit comercial en un sistema basado en el oro, como el de Pastor, no es igual que uno basado en dinero fiduciario. Igualmente, los austriacos han sido también críticos con la contabilización del comercio exterior, que parece dejar aparte la venta de activos financieros.
Propiedad privada y socialismo: Prediciendo el problema del cálculo
Para su defensa de la propiedad privada, Pastor recurre a la evolución de la sociedad humana. En este sentido, afirma que cuando las personas se multiplicaban sobre la faz de la tierra, todas sentían el impulso de apropiarse de las cosas que las rodeaban para satisfacer sus necesidades vitales. En teoría, todos tenían el mismo derecho, así que era necesario regularlo para evitar conflictos.
La base de esa regulación era el principio de prioridad. Pastor dice que, si un hombre ha usado sus manos para talar un árbol y construir una cabaña, no puede permitir que otro hombre que no haya contribuido en nada a su construcción la ocupe. Toda persona tiene un deseo natural de usar tranquila y exclusivamente todo lo que adquiere, en este caso concreto debido a su trabajo. Así aparece el concepto de propiedad privada, que para Pastor es la base esencial de la economía política. La propiedad privada es el único medio por el que puede regularse eficazmente el uso de los recursos escasos. De ahí el escepticismo de Pastor hacia todas esas doctrinas, como el socialismo, que defendían la abolición de la propiedad privada y la intrusión del estado en el proceso de creación de riqueza. En su opinión, como el socialismo niega el axioma básico de la economía política (la propiedad privada), es anticientífico y está condenado al fracaso.
Medio siglo después, ideas similares brotarían de la pluma de Ludwig von Mises, quien, en su teorema de la imposibilidad del socialismo explica que, si no hubiera propiedad privada de los medios de producción, no habría precios de estos, lo que haría imposible el cálculo económico, lo que lleva al… caos perfecto. Por tanto, según Mises, el error fatal del socialismo es la ausencia de propiedad privada en los factores de producción.
¡Tres hurras por Luis María Pastor Copo!
Esta es una presentación general de los puntos de similitud entre Luis María Pastor y los teóricos austriacos. Igual que en la década de 1950 se sacó de la oscuridad a la Escuela de Salamanca, ganándose un lugar en la genealogía de la Escuela Austriaca, esperemos que se haga lo mismo con la Escuela Economista Española en general y con Pastor en particular. Indudablemente, nuestro autor no logró la complejidad teórica de Menger, Böhm-Bawerk, Mises, Hayek o Rothbard, pero indudablemente estableció un precedente importante, tanto para el estudio de la ciencia económica como para el liberalismo.
El artículo original se encuentra aquí.
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