Los tweets recientes del presidente Trump expresando su desagrado con los (mínimos) aumentos de los tipos de interés de la Reserva Federal han llevado acusaciones de que está menoscabando la independencia de la Fed. Pero lo críticos ignoran el hecho de que la “independencia” de la Reserva Federal es uno de los grandes mitos de la política estadounidense.
En lo que se refiere a intimidar a la Reserva Federal, el presidente Trump palidece en comparación con el presidente Lyndon Johnson. Después de que la Reserva Federal aumentara los tipos de interés en 1965, el presidente Johnson convocó al entonces presidente de la Fed, William McChesney Martin, al rancho de Johnson en Texas donde le colocó contra la pared. Atacar físicamente al presidente de la Fed es probablemente la mayor amenaza para la independencia de la Reserva Federal que cuestionar en Twitter las políticas de la Fed.
Aunque Johnson es un ejemplo extremo, la historia está llena de casos en los que los presidentes presionaron a la Reserva Federal para adoptar políticas compatibles con los programas de los presidentes (y útiles para sus campañas de reelección). Los presidentes han presionado a la Fed desde su creación. El presidente Warren Harding reclamaba tipos más bajos a la Fed. Richard Nixon fue grabado bromeando con el entonces presidente de la Fed, Arthur Burns, acerca de la independencia de la Fed. Y Lloyd Bentsen, primer secretario del Tesoro del president Bill Clinton, presumía de un “acuerdo entre caballeros” con el entonces presidente de la Fed, Alan Greenspan.
La reclamación de tipos bajos de interés del presidente Trump contradice la anterior crítica correcta de él mismo de esa política de tipos bajos de interés como dañina para los estadounidenses de clase media. Los tipos bajos pueden dañar a la clase media, pero también benefician a los políticos derrochadores y sus intereses creados favoritos al rebajar los costes de los préstamos para el gobierno federal. Grandes aumentos en los tipos podrían imposibilitar que el gobierno pague su deuda actual, haciendo así difícil al presidente Trump y el Congreso continuar aumentando el gasto de bienestar y guerra.
El presidente Trump tendrá un impacto duradero sobre la política monetaria. Dos de los tres miembros titulares del consejo de la Fed fueron nombrados por el presidente Trump. Dos más de los nombrados por Trump están pendientes del Senado. El nombramiento del economista Marvin Goodfriend puede estar en peligro porque Goodfriend defiende “tipos negativos de interés”, lo que es un impuesto al ahorro impuesto por la Reserva Federal. Si Goodfriend es derrotado, el presidente Trump puede limitarse a nombrar a otro candidato. El presidente Trump también podrá nombrar a otros dos miembros del consejo. Por tanto, al final de su primer mandato, el presidente Trump podría haber nombrado a seis de los siete miembros del consejo de la Reserva Federal.
El fantasma de un Consejo de la Reserva Federal dominado por gente nombrada por Trump debería hacernos meditar sobre la conveniencia de permitir que un banco central lleno de secretos ejercite un control de casi monopolio sobre la policía monetaria. El miedo al caos que podría causar una Fed trumpista puede incluso llevar a algunos a apoyar legislación para auditar la Fed y el creciente movimiento para permitir que los estadounidenses “abandonen” el Sistema de la Reserva Federal usando alternativas al dinero fiduciario, como las criptodivisas o el oro.
Dado el poder de la Reserva Federal para ayudar o dificultar el programa económico de un presidente y sus perspectivas de reelección, no sorprende que los presidentes traten de influir en la política de la Fed. Pero, en lugar de preocuparnos por proteger a la Fed del presidente Trump, todos deberíamos preocuparnos por proteger al pueblo estadounidense de la Fed. El primer paso es aprobar la propuesta de lay de auditoría de la Fed, algo que el Congreso debería hacer en lugar de posponerlo para afectar al periodo de campaña. Esto permitiría al pueblo conocer toda la verdad acerca de la política monetaria estadounidense. Auditar y luego acabar con la Fed es clave para secar permanentemente el pantano del bienestar y la guerra.
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