jueves, 2 de noviembre de 2017

Sicarios del gobierno y psicología de grupo, por Mises Hispano.

Recientemente descubrí un estudio antiguo y oscuro que atrajo mi interés. En 1977, la Police Foundation (una organización privada sin ánimo de lucro, dedicada a la búsqueda de innovaciones y mejoras sobre temas policiales) publicaba un estudio sobre la policía de San Diego titulado “Patrol Staffing in Sand Diego: One- or Two-Officer Units”. Este estudio es modesto e investiga sobre todo la mayor eficiencia lograda por unidades oficiales que solo llevaban un agente por coche de patrulla.

Pero aparte de la eficiencia, había un elemento curioso en la conclusión que apoyaba aún más el argumento de que los coches patrulla de dos hombres eran un mal sistema: el abuso policial. En una sección (página 38 del estudio), se señalaba que “las unidades de dos agentes estuvieron implicadas en muchos más incidentes con quejas de los ciudadanos por unidad (…) que las unidades de un oficial). Adicionalmente, el estudio advertía que los agentes que tenían antecedentes de ser parte de unidades de dos agentes tenían mayores tasas de incidentes que los agentes que tenían antecedentes de haber trabajado solos.

Es verdad que hay numerosos incentivos implantados que estimulan los abusos policiales, tanto en forma de incentivos positivos, como la presión para realizar arrestos, como de incentivos negativos, como la falta de coste individual en el que incurren los agentes de policía culpables de abusos. Como señalaba Bruce Benson en Justicia sin Estado, la solución política popular para impedir el abuso policial (la regla de exclusión, que considera ciertas evidencias como inadmisibles en el tribunal si se han obtenido ilegalmente) tiene un efecto disuasorio insignificante. Con la regla de exclusión, “el único coste personal para un agente de policía para obtener evidencias inadecuadamente es indirecto”. Un agente tiene solo posibilidades remotas de perdida de empleo (todavía más disminuidas por la protección de los sindicatos policiales), así que el mayor temor para los mayores incumplidores es la posibilidad de no promocionar.[1]

Benson añade que “Si se aplicaran suficientes sanciones directas, entonces el ‘acoso’ policial se vería significativamente reducido sin ninguna regla de exclusión”. El jurista Richard Neely sugería hacer responsables financieramente a las comisarías individuales de policía de los daños a la propiedad y los costes de abogados en caso de abuso policial, mientras que Benson adoptaba la aproximación más radical de Rothbard de defender que los agentes individuales debían ser legalmente responsables (en ausencia de una completa privatización de la policía, por supuesto). Pero también señala que estas soluciones nunca serán consideradas seriamente por parte de un parlamento.

Pero la idea de que los abusos policiales son más comunes sencillamente por dotar de dos agentes al mismo coche patrulla es algo curioso. Las patrullas de uno y dos hombres supuestamente tienen los mismos incentivos y frenos políticos con respecto a los abusos policiales, pero la disparidad en el número de quejas de los ciudadanos es estadísticamente importante. Esto requiere una explicación que va más allá de la típica estructura de incentivos policiales.

Por suerte, el teniente coronel David Grossman proporciona algunas ideas útiles en su libro On KillingA Grossman, por supuesto, no le preocupan los abusos policiales en su libro, le preocupan abusos de poder similares y a menudo más indignantes por parte de los miembros del ejército en países extranjeros (más en concreto, le preocupan los elementos psicológicos que afectan a la creación de asesinos profesionales).

En el segundo capítulo de la Sección IV, examina la mentalidad del grupo de los soldados. Primero se ocupa de la mayor valentía y voluntad de asumir riesgos que tienen los soldados cuando funcionan como una unidad, como nuestros agentes de policía de San Diego, y advierte que estos efectos se manifiestan incluso en grupos de solo dos. La responsabilidad del grupo, afirma, puede tener algunos efectos positivos sobre el comportamiento del soldado. Pero luego pasa a las otras consecuencias de la cohesión del grupo: la mayor propensión a la brutalidad.

Se refiere a la causa de este efecto como “absolución del grupo”. Cuando la gente actúa como un grupo, (incluso un grupo de dos) hay una “difusión de la responsabilidad” por la que, como “se ha demostrado en literalmente docenas de estudios (…) es menos probable que los transeúntes interfieran en una situación en relación directa con las cifras de los que están siendo testigos de las circunstancias”.[2] Con grupos de monitorización de policía obteniendo una creciente presencia a través de internet y las redes sociales, es fácil encontrar multitud de videos de abusos policiales captados con cámaras, donde vemos a menudo a varios agentes de policía que no están participando en el abuso, pero tampoco están interfiriendo para detenerlo (y también muchos casos en los que todo el grupo está participando). Esto parece ser compatible con el análisis de Grossman de las unidades de combate.

Ben Shalit, otro psicólogo del combate, explica además en The Psychology of Conflict and Combat:

Toda muchedumbre tiene un efecto intensificador. Si existe agresión, será mayor como consecuencia de la muchedumbre (…) El efecto de la muchedumbre parece ser muy similar al de un espejo, reflejando el comportamiento de cada persona en aquellos que le rodean e intensificando así el patrón existente de comportamiento (…) aumentando así la deshumanización que “transforma a los hombres en bestias”.

También señala que “bajo condiciones de multitud (…) la agresión pasa del objetivo de la dominación al de la destrucción, debido a una cruel combinación de lo remoto del ataque y la cooperación del grupo”.

Las causas de esta mentalidad son aquello a lo que Grossman se refiere como un sentido de “responsabilidad (para con los amigos) y anonimato (para reducir el sentido propio de responsabilidad personal)”. Grossman argumenta que “cuantos más miembros haya en el grupo, más psicológicamente ligado estará este y cuanto más cercanas esté el grupo, más poderosa será la posibilidad”.[3]

Pero, aunque se refiera a la muerte en combate, esta mentalidad indudablemente es aplicable a la policía. En las patrullas de dos hombres, la propensión a los abusos de poder que generan quejas aumenta drásticamente por encima de los agentes que patrullan en solitario. Aunque solo sea un grupo de dos, este enlace psicológico, difusión de responsabilidades y responsabilidad para con un compañero indudablemente siguen existiendo. Los equipos SWAT proporcionan un ejemplo más claro de la psicología de combate en los abusos policiales, al irse formando grupos militarizados más grandes solo un año después de que se publicara el estudio de la Police Foundation. Por desgracia, sus modestas reformas propuestas (poco libertarias) para acabar con estos abusos y otras ineficiencias resultaban aun así demasiado para el monopolio del estado, que en la práctica no tiene ningún incentivo para ocuparse de estos problemas.


El artículo original se encuentra aquí.

 

[1] Bruce L. Benson, The Enterprise of Law: Justice Without the State (Oakland, CA: The Independent Institute, 2011), 121. [Justicia sin Estado]

[2] Dave Grossman, On Killing: The Psychological Cost of Learning to Kill in War and Society, ed. rev. (Nueva York: Little, Brown and Co., 2009), 152.

[3] Ibíd., p. 153.

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