martes, 7 de noviembre de 2017

El economista y el dictador, por Mises Hispano.

El fallecido autócrata chileno Augusto Pinochet es responsable por prohibir la oposición política, por hacer “desaparecer” enemigos políticos (“desapareciendo” algunos de ellos incluso en Washington, DC.) por ordenar miles de muertes y transformar estadios de fútbol en sombríos centros polivalentes de detención en que prisioneros políticos eran torturados y asesinados.

El fallecido economista y escritor Milton Friedman es responsable por ideas innovadoras en economía y apoyar la defensa de la libertad de los individuos de elegir como vivir sus vidas, libres de la interferencia del gobierno.

Y, Sin embargo, tanto en la vida como en la muerte, Pinochet y Friedman han sido aceptados por muchos como los dos lados “negros” de una derecha malvada en que el despotismo, la tortura, y el libre mercado irrestricto están íntimamente ligados. El columnista de The New York Times Anthony Lewis declaró en 1975 que “la política económica de la junta chilena es basada en las ideas de Milton Friedman (…) y su Escuela de Chicago (…) si la teoría económica “pura” de Chicago pudo ser realizada en Chile apenas bajo el precio de la represión, ¿deberían sus autores sentir alguna responsabilidad?” Tales actitudes asombrarían a Friedman hasta su muerte y más allá.

La reacción de algunos conservadores usualmente hasta la muerte de Pinochet no ayudó a desenmascarar esta infeliz asociación. Ya que Pinochet era un autócrata pro-americano, que honró un plebiscito y renuncio, parte de la derecha americana siempre tuvo un afecto poco saludable por el general. La revista National Review realizo un simposio y un informe oficial organizado por el ex-editor John O’Sullivan marcando el fallecimiento de Pinochet, sin mucha indignación por los crímenes del dictador. O’Sullivan, dijo explícitamente, en un intercambio de acusaciones morales y extrañas que las disputas partidistas acostumbran a generar, que por supuesto, Pinochet debería sufrir por su villanía — pero solamente si Castro y Allende también lo hacen.

Pero si los comunistas inmorales son hipócritas por solo oponerse a la tiranía cuando se trata de no-comunistas, como la derecha es tan ágil en denunciar, ¿en que se convierten los derechistas cuando hacen eso, cuando solo parecen oponerse a la tiranía tratándose de comunistas (o musulmanes)? Uh, bueno… ¡oye! ¡Mira allá! ¡Castro! ¡No lo dejen escapar!

Sí, es verdad, Friedman dio consejos a Pinochet, Pero no se referían a cómo encontrar el mejor lugar en el océano para verter los cuerpos de los enemigos políticos asesinados. A pesar de las multitudes enfurecidas de estudiantes que perseguirían a Friedman en todos los lugares de Estocolmo (a su ceremonia de aceptación del Nobel de 1976 marcada por la presencia de los estudiantes) a Chicago porque ellos lo consideraban una especie de maestro de marionetas de las siniestras políticas chilenas, la realidad de los “enlaces” de Friedman con Pinochet es mucho menos dramática.

Durante años, la Universidad de Chicago tenía un programa en colaboración con la Universidad Católica de Chile en el cual se concedían becas para que los chilenos estudiaran en Chicago. Los asesores económicos de Pinochet fueron, por tanto, entrenados por la Universidad de Chicago, y conocidos como “Chicago Boys”. Pero el único contacto directo de Friedman con Chile fue cuando él fue invitado por su colega, también profesor de la Universidad de Chicago, Arnold Harberger — que estaba más relacionado con el programa chileno — a dar una semana de conferencias y participar en debates públicos en 1975.

En cuanto estuvo allí, Friedman tuvo un encuentro con Pinochet, por menos de una hora. Pinochet pidió a Friedman que le escribiese una carta acerca de sus puntos de vista sobre como la política económica chilena debería ser gestionada, lo cual  Friedman hizo. Él defendió cortes rápidos y severos en los gastos del gobierno y la inflación, así como instituciones más abiertas al comercio internacional y políticas para “establecer el alivio de cualquier dificultad real y angustiosa entre las clases más pobres”. Él no eligió esto como una oportunidad de censurar a Pinochet por cualquiera de sus políticas represivas, y muchos admiradores de Friedman, incluido yo, me habría sentido mejor si él lo hubiese hecho.

Pero esa fue la dimensión de su participación con el régimen chileno — el que se encasilla como un patrón recurrente en la carrera de Friedman de aconsejar a todos los que lo quisiesen oír — no era una señal de aprobación del autoritarismo militar. Friedman, al defenderse contra las acusaciones de complicidad con, o aprobación del régimen de Pinochet, dijo en una carta en 1975 para la revista de la Universidad de Chicago que él “nunca escucho quejas” sobre haber dado ayuda y confortó a gobiernos comunistas con que se había comunicado, y que “no apruebo ninguno de esos regímenes autoritarios, ni los regímenes comunistas de Rusia o de Yugoslavia, ni los regímenes Militares de Chile y Brasil, pero creo que puedo aprender observándolos y que, en la medida en que un análisis personal de su situación económica les permita mejorar en su desempeño económico, es probable que eso favorezca y no retarde un movimiento en la dirección de mayor liberalismo y libertad”.

Si usted cree que es un deber moral boicotear a los criminales del gobierno, sin restricciones, entonces Friedman hace una cosa errada en hablar con Pinochet y escribirle una carta. No obstante si cualquier chileno tuvo una vida mejor debido a cualquier reforma de libre mercado que Friedman o los consejeros de Pinochet instruidos en Chicago ayudaron a hacer realidad, ese es un precio pequeño a pagar por cualquier daño a la reputación de Friedman.

¿Será que algún chileno tuvo de hecho una vida mejor por causa de las políticas de libre mercado? Es una cuestión de fe entre la izquierda decir que Chile tuvo su economía destruida por el “Friedmanismo” galopante. En un excelente artículo (no disponible online) que apareció en 1983 en la edición de agosto de la revista Inquiry, — durante la primera recesión grave en Chile después de algunas reformas de mercado iniciales — titulado “¿Realmente Milton Friedman arruinó Chile?”, Jonathan Marshall subrayó que tanto Friedman, que fue muy rápido en declarar la victoria definitiva del libre mercado en Chile, y sus detractores, que creían que sus políticas habían llevado a la nación a la ruina, estaban olvidando algunos detalles importantes: “Los propios protegidos de Friedman abandonaron la economía de tendencia laissez-faire en ciertas coyunturas, y fueron estos desvíos, no un monetarismo enfermo, lo que produjo el sufrimiento de Chile”.

Marshall hizo hincapié en la gran insistencia “no Friedmaniana” de Chile en lo que se refiere a la fijación del precio del peso chileno en dólares estadounidenses en inicios de los años 80, acarreando en una sobrevalorización del peso que devastó el mercado exportador chileno. Él también señaló la continuación del sistema capitalista de compinches en Chile, en la cual aquellos que contaban con influencias tenían crédito especial del gobierno, así como rescates cuando los riesgos del libre mercado los perjudicaban. Ese tipo de política, así como un colapso mundial en los precios del cobre, la principal exportación de Chile, fueron responsables por la recesión de Chile en los inicios de los años 80, no una carrera loca en favor del libre mercado.

De cualquier forma la tendencia de reformas de libre mercado — especialmente cuando se incorporan con intervenciones continuas de varios tipos — no es garantía de resultados inmediatos. Muchas de las críticas (denuncias) populares de la idea de que las reformas de mercado ayudaron a Chile residen en buscar puntos fijos en el pasado, como si ellos resolvieran la cuestión sobre cualquier beneficio en el largo plazo. Si Friedman fue demasiado rápido en etiquetar la economía de Chile como un milagro instantáneo, como hizo en una columna en la revista Newsweek en 1982 (Subrayando que es un “mito” que “solamente un régimen autoritario puede implementar con éxito una política de libre mercado”, ya que un libre mercado es “lo contrario” del autoritarismo militar), sus adversarios fueron mucho más rápidos en condenarlo como un desastre.

Algunos de ellos tuvieron puntos fuertes, particularmente sobre las tasas de crecimiento en los años 70 y 80 que eran, posiblemente, resultados tanto de recuperación del terreno perdido debido a las recesiones como producto del nuevo y sostenible crecimiento de largo plazo. Pero las estadísticas de la última década y media mostraron un Chile que, en el largo plazo ha superado, desde el punto de vista económico, la mayoría de América Latina — inflación más baja, mayor crecimiento real per cápita del PIB, una menor incidencia de Pobreza extrema y menos dependencia del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Ningún éxito económico de Chile sirve de disculpa o minimiza los crímenes de Pinochet. Incluso los defensores libertarios férreos de Friedman pueden cuestionar la conveniencia de su asociación, por más breve o tenue, con el dictador. El economista austríaco Peter Boettke me dijo una vez que, muchos economistas de su generación — muchos de los cuales son libertarios en su esencia — tienen la noción de que trabajar en algo inocuo cómo las finanzas públicas es de mal gusto — como una “ayuda para la mafia”. Friedman no sentía tal repugnancia visceral por el gobierno o por quienes gobiernan. Él era realista sobre la política, y trato de lidiar con el mundo tal como era — lubricando con su radicalismo político los engranajes del poder de la manera que era posible.

Friedman estaba listo y dispuesto a decir a las personas responsables por todas las políticas erradas del mundo lo que ellas necesitaban hacer para arreglar las cosas, lo que significa que él tenía que dialogar con ellos, hacer ataques abiertos a sus crímenes no era prudente. Él intento mover el mundo en una dirección más libre del punto en que la realidad se presentó.

“No tengo nada bueno que decir sobre el régimen político que impuso Pinochet”, dijo Friedman en 1991. “Fue un terrible régimen político. El verdadero milagro de Chile no es lo bien qué le fue económicamente, el verdadero milagro de Chile es que una junta militar estaba dispuesta a ir contra sus principios y apoyar un régimen de libre mercado proyectado por seguidores de los principios de un mercado libre… En Chile, el impulso para la libertad política que fue generado por la libertad económica y el consecuente éxito económico al final resultó en un referendo que introduciría la democracia política.

Podría haber sido más gratificante moralmente no tener ninguna relación con Pinochet, simplemente condenarlo de lejos. Pero optando por dejar sus consejos económicos por encima de la revolución política, Friedman casi seguramente ayudó a Chile a largo plazo — aunque es importante recordar que los “Chicago Boys” fueron más responsables de lo que el propio Friedman, y que ellos no estaban siguiendo sus órdenes implacablemente o bajo su instrucción directa.

Indudablemente, la decisión de Friedman de interactuar con los funcionarios de gobiernos represivos crea tensiones incomodas a sus admiradores libertarios; Podría, y a menudo pasa, preferir que él no lo hubiera hecho. Pero dado lo que probablemente significó para la riqueza económica y la libertad en el largo plazo para el pueblo de Chile, esta es una reacción egoísta. Las políticas económicas de Pinochet no suavizan sus crímenes. A pesar de aquello que sus admiradores de derecha dicen. Pero Friedman, como consejero económico para todos los que quisieron escucharlo, no cometió los crímenes de ninguno, ni admiró a ningún criminal.


Traducción por John Alejandro Bermeo, el original en inglés aquí.

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