domingo, 12 de febrero de 2017

La ideología del humanismo totalitario, por Mises Hispano.

Muchos en la Derecha alternativa se inclinan por referirse a la corrección política como “marxismo cultural”. En cierta forma, esta es una metáfora apropiada, ya que la ideología de la corrección política tiene un parecido con el concepto reduccionista del antagonismo de clase que propone el marxismo ortodoxo. Si la dicotomía dualista de clase de “proletarios y burgueses” se reemplaza por una corrosiva dicotomía nueva de mujeres feministas, minorías, gays, inmigrantes, transgénero y otros que han sido o se han creído oprimidos, contra la “hegemonía” de “los heteros, blancos, cristianos, machos”, por lo que las similitudes entre la corrección política y el marxismo comienzan de hecho a emerger. Sin embargo, la corrección política podría de alguna manera ser comparada con el totalitarismo desde el otro extremo del espectro político. Si la dualidad de “arios” (que creemos que están oprimidos y en lucha mortal) y “judíos” se sustituye por la dicotomía mencionada propuesta por la corrección política, se hace evidente un reduccionismo de crudeza parecida. Y me parece que metáforas tales como “marxismo cultural” o “nazismo liberal” no son realmente las mejores caracterizaciones de la corrección política.

La mejor etiqueta que he encontrado para la corrección política es “humanismo totalitario”. No puedo llevarme el crédito por este término. Me lo apropié de un escritor underground anónimo hace algunos años atrás. Aquí está el párrafo particularmente ilustrativo:

Cuando uno ve la palabra ‘Humanismo’ en una enciclopedia, se establece que humanismo es una ideología que se centra en la importancia de cada ser humano, que es una “ideología que enfatiza el valor de cada ser humano y su capacidad de desarrollarse en una personalidad armónica y culturalmente consciente”. Esto suena justo, ¿verdad? De hecho sí, pero creo firmemente que la explicación no coincide con el humanismo de nuestro tiempo.

Los llamados Humanistas que he conocido han estado poniendo un fuerte énfasis en la humanidad como si fuera una gigantesca comunidad, más que en lo individual. A menudo encontraremos incluso presuntos humanistas que insisten en que las opiniones, aspiraciones y felicidad básica de los habitantes de Europa no tienen importancia. En cambio, estos humanistas dicen que los habitantes de Europa deben arrepentirse y olvidar de sus propias necesidades y deseos por el bien superior de la humanidad. Generalmente, el bien superior de la humanidad no parece interesarse por el patrimonio cultural de Europa  y lo integra en una “globalización” uniforme, gris, mundial, con la cultura de Coca-Cola como estrella guía.

El humanismo totalitario es un derivado de la clásica ideología jacobina que ama a una “humanidad” abstracta y universal, tanto que a sus partidarios no les importa lo que haya que hacer a los seres humanos o culturas humanas en particular con el fin de avanzar en sus ideales. Tal vez el mejor resumen de la perspectiva política del humanismo totalitario nos lo proporcione el psiquiatra disidente y crítico del “estado terapéutico”, Thomas Szasz:

En el siglo XIX, un liberal era una persona que defendía la libertad individual en un contexto de economía de laissez-faire, que define la libertad como la ausencia de coerción, y que consideraba al estado como una amenaza omnipresente para la libertad y la responsabilidad personal. Hoy en día, un liberal es una persona que defiende la justicia social en un contexto de economía socialista, que define la libertad como el acceso a los medios para una buena vida y que considera al estado como un proveedor benevolente cuyo deber es proteger a las personas de la pobreza, el racismo, el sexismo, las enfermedades y las drogas.

El Dr. Szasz escribió este pasaje hace casi veinte años. En la actualidad, la lista de “pobreza, racismo, sexismo, enfermedades y drogas” puede alargarse hasta incluir clasismo, discriminación por edad, homofobia, xenofobia, capacitismo, gordofobia, delgadofobia, bellezafobia, transfobia, productivismo, “discriminación por apariencia”, especismo, adultocentrismo, paidofobia, cronocentrismo y otros esfuerzos creativos en un diccionario en expansión. Asimismo, el componente terapéutico del humanismo totalitario se ha ampliado para incluir la supuesta necesidad de acción del estado para salvarnos de los alimentos grasos, de la sal, del tabaco y de las máquinas expendedoras de refrescos en las escuelas públicas. Como todas las ideologías totalitarias, el humanismo totalitario tiene sus contradicciones, hipocresías y absurdos. Por ejemplo, actos públicos, actos públicos de coito anal son considerados manifestaciones virtuosas y valientes de liberación humana y realización personal, mientras que fumar en los bares o incluso en clubes de striptease es una grave amenaza para la salud pública. Los vídeos musicales sugerentes y juegos de vídeo violentos son sintomáticos de una sociedad opresivamente patriarcal y alimentada por la testosterona, mientras que alterar quirúrgicamente la “identidad de género” es algo cotidiano, como hacerse un tatuaje.

Como alguien con algo de gusto por lo retorcido y excéntrico, podría considerar al circo políticamente correcto como un ignorante aunque un poco divertido entretenimiento indignante, similar a la lucha libre profesional o a las viejas ferias de exhibición de fenómenos, si no fuera por el hecho de que estas personas están decididas a imponer sus “ideales” sobre el resto de nosotros mediante la fuerza del estado. El humanismo totalitario es una guerra contra la soberanía. Es una guerra de la soberanía de los individuos contra la autoridad arbitraria y coercitiva, de la soberanía de las instituciones no estatales contra la autoridad política, de la soberanía de las comunidades orgánicas contra un Leviatán centralizado, de la soberanía de las naciones contra las entidades globales, de la soberanía de la historia, la tradición y la cultura contra la ideología preceptiva y prohibitiva. El humanismo totalitario es un esfuerzo por reducirnos a todos al nivel de los esclavos de una plantación gobernada por un celoso ejército de momias preocupadas y trabajadores sociales entrometidos respaldados por el equipo SWAT y por la policía paramilitar. Denme bellecismo o denme muerte.


Publicado por Keith Preston originalmente como The Ideology of Totalitarian Humanism, en Attack The System: A New Anarchist Perspective for the 21st Century (Black House Publishing, 2013). Traducido por F. Albanese. El artículo se encuentra aquí.

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