Como destacaba a menudo Murray Rothbard, el mercado libre y una política exterior pacífica son socios indispensables. No podemos mantener un mercado libre si el gobierno mantiene una política exterior belicosa. Un estado poderoso y agresivo dedicado constantemente a la guerra requiere enormes recursos para sostenerse y el “socialismo militar” es una realidad demasiado presente.
Desde esta perspectiva, es desalentadora una entrevista reciente a Andrew Bacevich y John Mearsheimer sobre el legado de Obama. Ambos, Bacevich y Mearsheimer, son importantes expertos en política exterior: Bacevich, un teniente coronel retirado del ejército, ha sido un crítico mordaz de la militarización de la política exterior estadounidense y Mearsheimer es el principal teórico del “realismo”, una opinión que se opone a las campañas ideológicas y está a favor de limitar estrictamente los objetivos de la política exterior al interés nacional.
Obama asumió el cargo como crítico de la política exterior estadounidense, pero pronto decepcionó las expectativas de aquellos que esperaban un cambio fundamental. Mearsheimer dice: “lo que me decepciona de Obama es que, cuando llegó al cargo, daba la impresión de que iba a reducir los compromisos globales de Estados Unidos, en el sentido de que iba a rebajar las guerras en Irak y Afganistán y reducir enormemente nuestra huella en Oriente Medio”.
Obama resultó en realidad ser un intervencionista. Bacevich resume su historial de esta manera: “Creo que hay que empezar recordando que Barack Obama hizo dos promesas. La primera promesa fue acabar con la Guerra de Irak, de la que se burlaba como ‘la guerra estúpida’, y la segunda promesa era ganar la Guerra de Afganistán, a la que describía como ‘la guerra necesaria’. Así que aquí estamos ocho años después y ha sido incapaz de cumplir ninguna de ambas promesas”.
Bacevich considerar con mayor detalle los fracasos de la política de Obama en Afganistán: “Veamos Afganistán en particular. [Obama] viene y dice que va a ganar la guerra, despide al General al mando en Afganistán y, entre grandes aplausos, elige a Stanley McChrystal para dirigir allí la guerra. McChrystal presenta lo que dice que va a ser una estrategia para ganar la guerra, que equivale a decir aplicar en Afganistán las técnicas de contrainsurgencia que aplicó David Petraeus en Irak, supuestamente exitosas. No creo que funcionaran particularmente bien en Irak, pero indudablemente no funcionaron en Afganistán. En el otoño de 2010 era bastante evidente que el liderazgo militar de EEUU no sabía cómo ganar la guerra en Afganistán y Obama se encontraba empantanado en una guerra que había heredado y que nadie sabe cómo terminar. John [Mearsheimer] o yo podríamos decir que la decisión valiente habría sido tirar del enchufe, pero no es lo que hizo, así que aquí estamos, con la guerra en su decimosexto año y sin ningún final a la vista”.
Por desgracia, como señala Mearsheimer, los errores de Obama no se limitan a Irak y Afganistán. Ha contribuido sustancialmente a desestabilizar todo Oriente Medio y hay que culpar de nuevo al intervencionismo. “Solo por centrarnos en Oriente Medio, (…) creo que está bastante claro que, salvo el tratado nuclear de Irán, hemos ayudado a crear una zona de desastre en esa región del mundo. Obama es principalmente responsable de hacer que los Estados Unidos se implicaran en Siria, aunque no hayamos usado fuerza militar allí, y hemos desempeñado un papel clave en los intentos de derrocar a Bashar al-Assad, en lo que se ha fracasado y se ha creado una situación desastrosa. También desempeñamos un papel clave en el derrocamiento de Muamar el Gadafi en Libia y ayudamos a convertir a ese país en el Salvaje Oeste”.
La situación no es mejor en Europa. Obama continuó la política contra Rusia de las administraciones anteriores, ignorando el hecho de que el comunismo y la Guerra Fría acabaron hace mucho tiempo. El desafío a Rusia provocó a Putin para actuar contra Crimea y Ucrania y, a pesar del papel estadounidense en poner a Rusia a la defensiva, las acciones de Putin se usaron para justificar un mayor intervencionismo estadounidense. Mearsheimer señala: “Creo que la administración Obama es la principal responsable del embrollo en el que estamos ahora con respecto a Rusia, que se refiere principalmente a Ucrania. Creo que la administración Obama estuvo dormida en el cambio, sin prestar atención a lo que la expansión de la OTAN y la UE (y promover la democracia en lugares como Ucrania y Georgia) significaban para los rusos. El resultado final de nuestra constante política de tratar de hacer a Ucrania y Georgia parte de Occidente es lo que nos hizo causar una gran crisis con Rusia, lo que no ayuda al interés nacional estadounidense. Tendría mucho más sentido, desde nuestra perspectiva, que tuviéramos buenas relaciones con los rusos; pero por supuesto no las tenemos y creo que la principal razón es debido a la política exterior occidental y que el impulsor principal de esta ha sido Estados Unidos”.
Bacevich destaca la continuidad con el pasado de la política exterior antirrusa de Obama. “El problema es anterior a Obama y también es anterior a George W. Bush. Si tomamos el ejemplo de la expansión de la UE y la OTAN, es un programa que empezó poco después de que acabara la Guerra Fría. No creo que sea muy cierto que la administración Obama fracasara completamente en apreciar el grado en que esta expansión hacia el este de las instituciones occidentales provocaría una respuesta rusa hostil. Pero indudablemente no fue la única administración en entender incorrectamente las implicaciones”.
El triste historial de la política exterior bajo Obama plantea una cuestión fundamental. Si Obama accedió al cargo como un reformador, ¿por qué fracasó en conseguir un cambio fundamental? Mearsheimer culpa al establishment de la política exterior: “Pero el problema que afrontaba era que el establishment de la política exterior estaba tan profundamente comprometido con una política exterior expansiva en la que corremos alrededor del mundo interfiriendo en los asuntos de todos los países y tratando de hacer cambios de régimen aquí, allí y en todas partes, que le era muy difícil, aunque fuera presidente, cambiar el rumbo y adoptar una política exterior esencialmente diferente. Creo que Obama entendió, muy pronto en su presidencia, que el status quo no era la mejor manera de avanzar con respecto a la política exterior. Pero había poco que pudiera hacer, porque estaba rodeado por personas (dentro y fuera de su administración) que estaban profundamente comprometidas con una política exterior que podría llamarse “imperialismo progresista”.
Bacevich dibuja un paralelismo apropiado entre la incapacidad de actuar de Obama a partir de sus críticas a la política estadounidense y el famoso discurso de despedida del presidente Eisenhower. “Ike fue presidente durante ocho años y pocos días antes de abandonar el cargo aparece en televisión y anuncia al pueblo estadounidense que existe algo llamado el ‘complejo militar industrial’, que es realmente malo y realmente peligroso. Podríamos preguntar a Ike: ‘¿por qué esperaste hasta dejar el cargo para contárnoslo?”.
Por desgracia, a pesar de lo convincente crítica que ofrecen Bacevich y Mearsheimer, ninguno de ambos puede calificarse como completamente no intervencionista. Creen que una implicación indebida en Oriente Medio y Europa Oriental ha impedido que Estados Unidos se enfrente al poder creciente de China. ¿Por qué esa confrontación con un país que no plantea ningún desafío a los intereses estadounidenses que ellos no se preocupan por explicar, salvo una presencia dominante en Asia Oriental, es por alguna razón esencial para nuestra seguridad? A pensar de este defecto, Bacevich y Mearsheimer han presentado un análisis claro y convincente de la política exterior de Obama.
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