La experiencia de Su Alteza Serenísima (S.A.S.) el Príncipe Hans-Adam II, como soberano del Principado de Liechtenstein, lo ha llevado a reflexionar sobre la condición actual del Estado y a proponer un nuevo modelo, el cual recoge en su libro Estado en el tercer milenio, publicado en el 2009. Allí plantea las características que debe tener el Estado del futuro y cómo llegar a él. En entrevista con la Revista RS, S.A.S. explica estos principios, y de qué manera se relacionan con la educación y el sector privado.
¿Cuál es el rol del Estado en un mundo globalizado?
El modelo tradicional de Estado-nación, el cual ha asumido incontables tareas, enfrenta uno de sus más enormes retos en el mundo globalizado. El Estado tiene básicamente que reinventarse; ya no debería preocuparse en lo que el ciudadano puede hacer por él, sino en lo que aquel puede hacer por el ciudadano mejor que cualquier otra organización, ya sea una empresa privada, una comunidad local u otro ente global o regional. Tendrá que convertirse en un proveedor de servicios (a modo de una compañía de servicios), que esté en pacífica competencia con otros Estados y organizaciones.
¿Cómo será el Estado del futuro?
Tan solo podemos especular cómo se verá el Estado del futuro. Un Estado-proveedor de servicios, que le sirva a las personas, tiene que ser, en mi opinión, democrático, y tendrá varias tareas, como la política exterior, la cual permanecería. Otra es el imperio de la ley (la más importante obligación del Estado, y tal vez las más desafiante), sin la cual los criminales regirían y el Estado colapsaría tarde o temprano.
La tercera tarea es la educación. En un mundo globalizado, con una fuerte competencia, no es posible ni poner en marcha una compañía ni un Estado con personas analfabetas. Por lo tanto, un sistema educativo, de primera clase, al alcance de toda la población, es esencial. Dicho esto, no es la tarea del Estado manejar el sistema educativo desde preescolar hasta la universidad, lo cual podría delegar al sector privado o a las comunidades locales. Asimismo, debería financiar a los padres de los niños o a los estudiantes a través de un sistema de vales, para que así puedan escoger cuáles colegios o universidades son las mejores para ellos. Sin embargo, todavía sería labor del Estado supervisar los colegios y universidades donde esos bonos pueden ser canjeados.
En un mundo pacífico, donde los Estados se han convertido en compañías de servicio, que sirven a las personas, ya no habrá necesidad de un presupuesto de defensa.
Y el que ofrece un mal servicio, debido a impuestos elevados, perderá sus clientes, en caso de que se haya introducido el derecho a la autodeterminación en un nivel comunitario. En Liechtenstein, por ejemplo, cada una de nuestras once comunidades o pueblos tiene el derecho a dejar su principado, si una mayoría de votantes en la comunidad lo decide así. Por tanto, el principado está obligado a ofrecer un buen servicio a un precio razonable y asequible, de otro modo las comunidades podrían unirse a otro Estado o volverse independientes.
Por otro lado, si la tarea del Estado es reducida a la política exterior, al imperio de la ley y al financiamiento del sistema educativo, requerirá menos ingresos. Todas las demás tareas serían delegadas ya sea al sector privado o a las comunidades locales. Estas deberían tener la autoridad de elevar sus impuestos directos, ya sea a los individuos, las compañías, bienes raíces, etc., ya que ellos tendrán responsabilidad sobre asuntos como el servicio social o el transporte local. El Estado se financiaría a sí mismo a través de los impuestos indirectos, como el Impuesto al Valor Agregado o impuestos de importación y debería apuntar a producir un excedente para que este pueda ser distribuido a las comunidades locales, de acuerdo con el número de sus habitantes.
¿De qué manera puede el mundo llegar a ese Estado?
Creo que será un proceso muy largo, un proceso que durará varias generaciones. Veremos guerras civiles, cuando un Estado colapse, y guerras de agresión, cuando un Estado crezca. Yo simplemente tuve la capacidad de introducir la autodeterminación para nuestras once comunidades a través de la democracia directa. En democracias indirectas o representativas los poderosos intereses políticos y financieros están en contra de la descentralización política, la democracia directa y el derecho a la autodeterminación a nivel local.
En una democracia, el primer paso es introducir la democracia directa en un Estado, a nivel local y de manera integral, como lo es el caso de Suiza y Liechtenstein. El siguiente paso es instaurar el derecho a la autodeterminación a nivel local, como hemos hecho en Liechtenstein. Solo entonces será posible convertir al Estado en un proveedor de servicio o una compañía de servicios, como se mencionó anteriormente, que sirva a la gente y no que la gente le sirva a él.
Cuando escribí mi libro El Estado en el tercer milenio, tenía también en mente aquellos Estados democráticos como EEUU o algunos europeos, que han intervenido militarmente una y otra vez, en los últimos 200 años, en supuestos Estados fallidos en todo el mundo, con el fin de establecer Estados democráticos, junto con el imperio de la ley y una economía de mercado. Probablemente alrededor del 90% de esas intervenciones fueron un fracaso. Se llevaron a cabo intentos fútiles para instaurar democracias, impuestas desde arriba, con poca consideración por el imperio de la ley, un sistema educativo integral e impuestos eficientes.
Si se mira la evolución de los Estados en los diferentes continentes, es posible darse cuenta de que es un enorme reto erigir un Estado democrático moderno, con el imperio de la ley y una economía que pueda competir de manera exitosa en los mercados mundiales. Según mi experiencia, se ha realizado poca investigación en esta área, razón por la cual intenté con mi libro al menos comenzar la discusión.
¿Cómo debería ser la relación entre el Estado y el sector privado para construir un mundo más equitativo?
Es el Estado el que tiene la responsabilidad de construir un mundo más equitativo, estableciendo las reglas dentro de las cuales el sector privado puede actuar. El primero tiene que asegurarse de que esas reglas sean seguidas y cumplidas, con ayuda, cuando sea necesario, de la policía, la fiscalía y las cortes; sin embargo, debe asegurarse también de que ni el Gobierno, la legislación, la policía, la fiscalía ni las cortes sean corruptos. Una administración del Estado, pequeña y transparente, en diferentes niveles, junto con leyes simples, que sean fácilmente comprensibles, es de mucha ayuda en este aspecto.
Por otro lado, si la responsabilidad sobre los servicios sociales es delegada a las comunidades locales, se desarrollarían amplias áreas de actividades para el sector privado. De hecho, hoy notamos que este lleva a cabo muchas iniciativas sociales, ya sea desde las compañías o desde los individuos. Colegios, universidades, hospitales, museos, servicios de seguridad social, etc., pueden ser financiados por el sector privado y funcionar de manera eficiente. Las comunidades locales con autoridad sobre los impuestos directos pueden apoyar estas acciones por medio de la deducción de impuestos.
El sector privado solo puede contribuir a construir un mundo más equitativo si el Estado tiene la voluntad de darle al sector privado un rol en esa tarea. La mayoría de las personas piensa que el papel del Estado ha sido buscar la equidad del mundo, cuando a lo largo de los siglos ha sido en realidad el mayor obstáculo en los esfuerzos de alcanzar esa meta.
¿Cuál es rol del sector privado en el Estado del futuro?
Si el Estado del futuro se concentra en su tarea principal, el papel del sector privado mejorará enormemente.
El principio global de que no es posible reducir la pobreza y la inequidad sin un compromiso poderoso con el imperio de la ley y con la lucha contra la corrupción aplica en cualquier parte del mundo, independientemente del nivel de los estados o del PIB.
El imperio de la ley y la reducción de la corrupción infunden una sensación de justicia en la sociedad, la cual a su vez provee un poderoso estimulante e incentivo a los ciudadanos, que al mismo tiempo se esfuerzan por controlar y mejorar su bienestar financiero.
Un sistema educativo bien administrado, que otorgue educación de alta calidad a todos los ciudadanos es una condición necesaria, del mismo modo que un Estado comprometido con el imperio de la ley otorga un justo y equitativo acceso a la prosperidad.
Con respecto a la política económica, nuestra experiencia en Liechtenstein ha demostrado que impuestos bajos, así como leyes tributarias simples y fácilmente ejecutables, atraen inversiones, mientras que los impuestos elevados y las leyes tributarias complejas frenan las inversiones.
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