Los mercados no han estado lentos para ver a través del hueco del anuncio del Banco Central Europeo (del 8 de diciembre) de reducir el ritmo de impresión de moneda planeado para abril del próximo año. El BCE planea reducir su “estímulo” de 80.000 millones de euros mensuales a 60.000 millones. Pero planea hacerlo durante nueve meses antes de cualquier otra revisión, en lugar del periodo fijo habitual de seis meses hasta la siguiente revisión.
Sesenta mil millones es una cifra enorme y la persistencia del BCE en mantener su política radical sugiere que el Jefe Draghi y en último término la canciller Merkel están profundamente preocupados acerca de los peligros de crisis financieras del futuro que podrían afectar al status quo en Europa. Los posibles detonantes de la crisis incluyen sobre todo a Italia, pero también las inminentes elecciones en Holanda y sobre todo en Francia.
Hasta los perros del mercado se dan cuenta de que una crisis de deuda de la UME (uno monetaria europea) antes de las elecciones alemanas del próximo otoño podría enterrar a la canciller Merkel.
Aquí hay un problema más grave.
Cada vez está más claro que incluso después de la temporada de elecciones de Europa, es posible que nos sea viable una “normalización monetaria”.
Para entender esto, debemos darnos cuenta de que una normalización monetaria en cualquier sentido real (no en el sentido de Bernanke-Yellen-Fischer de realizar aumentos ínfimos de tipos con grandes alharacas mientras se deja todo lo demás sin cambiar) tiene tres componentes principales:
Primero, la restauración de la base monetaria al pivote del sistema monetario, lo que significa disminución del balance del banco central; segundo, una liberalización de los tipos de interés frente a la manipulación del banco central; tercero, la derogación del objetivo permanente de inflación del 2% a favor de precios estables a largo plazo (pero no a corto plazo).
Los mercados se dan cuenta de que EEUU puede seguir este camino bajo la nueva administración Trump, al menos hasta el próximo crash y recesión. El momento exacto de la entrada podría depender que cuándo se retire o dimita Yellen. Pero el punto de partida es solo un detalle y, en todo caso, la nueva administración puede dar una fuerte indicación de sus pretensiones con su elección de dos gobernadores de la Fed a principios del nuevo año y su nominación del que sería su nuevo jefe. Todos esperan un anuncio a mediados de año.
Cómo podría EEUU normalizar la política monetaria
Podría aparecer entonces información acerca de cómo podría producirse la normalización monetaria en EEUU. Lo más probable es que esto incluya a la Casa Blanca intermediando en un acuerdo entre la Fed y el Tesoro por el que la primera cambie su cartera de títulos del tesoro con vencimiento a largo plazo (y posiblemente títulos hipotecarios) con el segundo, a cambio de títulos del Tesoro con vencimiento a corto plazo, que puedan venderse luego rápidamente en los mercados en una operación de mercado abierto que haría disminuir la base monetaria.
Es verdad que Ms. Yellen y Mr. Fischer no aceptarían un acuerdo así, ya que parece ir en contra de la muy proclamada independencia del banco central. Pero es claramente posible un acuerdo entre dos nominados por Trump (en la Fed y el Tesoro respectivamente) y sería ampliamente aprobado por muchos entusiastas del dinero fuerte.
Problema: cualquier indicio de ese trato y vía a seguir empujaría al alza al dólar frente aquellas divisas en donde no se pueda realizar esa normalización, Europa con seguridad. Y por supuesto China es un tema completamente distinto, pero cualquier normalización monetaria en China está a años luz, dados los enormes riesgos financieros de hay allí.
Así que Alemania, con el mayor superávit comercial del mundo (su superávit por cuenta corriente del próximo año podría alcanzar el 9% de su PIB) se convierte en un país candidato para ser nombrado y avergonzado en el reporte semestral publicado por el tesoro sobre manipulación de divisa. Y en el pasado, Alemania ha sido mencionada como posible candidata para esa lista, aunque no ha acabado siendo puesta en ella. China, con su defensa de enormes desequilibrios comerciales está bastante dispuesta, si lo anterior es una indicación para señalar a Japón y Alemania como incumplidores, lo que también debería tenerse en cuenta la discusión.
Pero esta vez Japón está en una situación diferente.
¿Qué pasa con Japón?
Entra dentro del ámbito de lo políticamente posible que el primer ministro Abe y su jefe del banco central Kuroda siguieran el ejemplo de EEUU a la hora de organizar un intercambio para rebajar la base monetaria (las dos partes serían el Banco de Japón y el ministro de finanzas). Pero antes de eso hay una extendida expectativa de que el Banco de Japón dejaría su actual compromiso con los tipos cero a largo plazo (a través de una intervención potencialmente enorme pero volátil, financiada mediante impresión de dinero). Esto probablemente se produciría en dos etapas (moviendo primero el compromiso hacia arriba y luego abandonándolo).
La prioridad primordial para Tokio podría ser consolidar su alianza estratégica con Washington a la vista de los crecientes peligros geopolíticos relacionados con China y el vacío que queda ahora después del colapso del Acuerdo de Comercio Transpacífico.
¿Es posible que el BCE y Berlín puedan pensárselo dos veces acerca de la normalización monetaria en el contexto de una amenaza de guerra comercial con Estados Unidos?
Sí, están seguros de pensárselo dos veces, ¿pero qué pueden hacer?
No hay un ministro europeo de finanzas con el que puedan intercambiarse todos los malos préstamos y bonos del balance del BCE por títulos del tesoro. Y si los ministros alemán, francés u holandés de finanzas fueran encargados de la tarea, los gobiernos tendrían que reconocer las enormes pérdidas hasta la fecha de las intervenciones del BCE para “hacer lo que haga falta para salvar la UME”.
Así que nos son solo las elecciones populares las que ahora ponen en peligro el status quo en Europa. Se avecinan amenazas de guerra comercial. Y esto es un desafío no solo para la moderna canciller Metternich y el status quo europeo, sino también para la prosperidad global.
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