domingo, 25 de diciembre de 2016

¿Los regalos de navidades son solo un gran derroche?, por Mises Hispano.

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The Grinch¿La Navidad es mala para la economía?

¿Los regalos destruyen valor? ¿Son una rémora para la economía, como sugieren muchos economistas?

En “The economist’s guide to gift-giving” en  FT, Tim Hartford recoge la investigación de estos economistas que dicen que “Los regalos normalmente destruyen valor. La pérdida total en peso muerto de las navidades solo en EEUU fue de 1.200 millones de dólares”.

Dicen que los que regalan pagan más de lo que la mayoría de los regalados estarían dispuestos a pagar por el objeto regalado.[1] Esta diferencia en su voluntad de pagar se interpreta como un derroche.

Los mismos economistas señalan todo lo malo de los regalos. Muchas veces, los regalos ni siquiera se usan o disfrutan un portal receptor, acabando finalmente en el ático durante unos pocos años y siendo luego vendidos en una venta de garaje o donados a la tienda local de segunda mano. Del artículo de FT:

Sí regalas a alguien un suéter que no le vale, un libro que ya ha leído o una caja de bombones cuando está a dieta, es un desperdicio de recursos valiosos. Se han quemado combustibles fósiles, se ha trabajado durante horas tediosas, se han talado árboles, todo para producir productos que no se deseaban. Los mismos recursos podrían haberse dedicado en su lugar a bienes que la gente realmente si valora.

Regalos y preferencias demostradas

El error en esta forma de pensar es una medición defectuosa del valor de los regalos. Tanto el que regala como el receptor son partes del intercambio, lo que significa que no se pueden ignorar las preferencias del primero. Asimismo, la voluntad del receptor de pagar por la cosa resulta irrelevante, porque la alternativa es aceptar o rechazar el regalo y ninguna de ambas opciones incluye la voluntad del receptor de pagar un precio de mercado por la cosa.

Hacia una reconstrucción de la economía de la utilidad y del bienestar” de Rothbard es indispensable para analizar correctamente casos como este. He aquí la presentación de Rothbard del concepto de preferencia demostrada:

El concepto de la preferencia demostrada es simplemente este: que la decisión real revela o demuestra las preferencias de un hombre; esto es, que sus preferencias pueden deducirse por lo que ha elegido en la acción. Así, si un hombre decide dedicar una hora en un concierto en lugar de en un cine, deducimos que prefería lo primero o lo ponía por encima en su escala de valores. Igualmente, si un hombre gasta cinco dólares en una camisa, deducimos que prefería comprarse la camisa a cualquier otro uso que pudiera haber encontrado para el dinero. Este concepto de preferencia, arraigado en las decisiones reales, forma la piedra angular de la estructura lógica del análisis económico, y particularmente del análisis de la utilidad y del bienestar.

El que regala demuestra la preferencia por que el receptor posea la cosa por encima de cualquier uso alternativo de esta. Asimismo, al recibir el regalo, el receptor demuestra una preferencia por aceptarlo por encima de rechazarlo. Así, cada regalo (mientras sea aceptado por el receptor, aunque sea con reticencias o sin agradecerlo) representa una disposición mutuamente beneficiosa como cualquier otra transacción voluntaria.

Lo que hace que los regalos sean distintos de cualquier otro intercambio del mercado es que una parte no ofrece nada tangible como pago, tal vez solo una sonrisa y un “Gracias”, que en realidad es todo lo que quiere el que regala. Los que regalan intercambian bienes materiales por sentimientos inmateriales de haber hecho algo bueno para alguien. Los receptores intercambian acciones inmateriales (aceptando y reconociendo el regalo) por el regalo material.

Así que los regalos de navidades representan una gigantesca serie de intercambios mutuamente beneficiosos, que difícilmente pueden calificarse como una “rémora para la economía” o como miles de millones de dólares de pérdidas en peso muerto.

Los efectos de las navidades a largo plazo

Podemos sin embargo decir que los regalos de navidades no estimulan el crecimiento económico. Solo el ahorro y la acumulación de capital proporcionan crecimiento económico futuro.

Como los regalos son normalmente bienes de consumo, no representan un aumento en nuestra capacidad de producir. Las vacaciones de final de año son para festejar y consumir y en ellas disfrutamos de los frutos abundantes de nuestra producción anterior.

Para dejarlo claro: esto no significa que los regalos y las fiestas de navidades con amigos y familia sean malos. Recordemos que toda la producción se dedica al consumo. Todo lo que significa es que estamos utilizando voluntariamente recursos actuales para nuestra satisfacción directa frente a nuestra satisfacción indirecta. Es decir, elegimos tener una fiesta hoy lugar de una fiesta mañana.

Conclusión

Los economistas contrarios a los regalos se equivocan. Los regalos representan una disposición mutuamente beneficiosa para el que da y el que recibe. El único perjuicio económico real de las vacaciones es un poco de crecimiento económico perdido, debido a la decisión de disfrutar con familia y amigos. Pero es un sacrificio que la gente hace voluntariamente y, en todo caso, el consumo es el único objetivo de la producción.

En lugar de buscar maneras cuasi intelectuales de arruinar la diversión de todos, los economistas contrarios a los regalos deberían dejar que la gente disfrutara de sus fiestas.


El artículo original se encuentra aquí.

 

[1] Debe ser realmente así, si un regalo está disponible al mismo precio para ser comprado tanto para el que da como para el que lo recibe. Si el receptor quisiera la misma cosa al precio que paga el que regala, ya la habría comprado. Incluso si el receptor ya tiene una unidad de ese bien, podríamos decir lo mismo para una segunda unidad de dicho bien.

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