sábado, 31 de diciembre de 2016

¿Izquierda y derecha? Estatismo y libertad individual: una discusión necesaria en Venezuela, por Mises Hispano.

El proceso político vivido en Venezuela desde hace 18 años ha generado una profunda discusión sobre las raíces de la política, en la que no está ausente un marcado desconocimiento o distorsión de conceptos.

Entre las propuestas que se escuchan en estos tiempos, como reacción a lo que se ha vivido los últimos años, se propone la necesidad de volcar el país hacia una “derecha radical”. Frente a ello, otros  actores políticos, como María Corina Machado, sostienen que la discusión entre izquierda y derecha ha sido superada, y que más bien debería enfocarse entre las ideas que funcionan y las que no funcionan.

En la discusión producida en el seno de partidos y movimientos políticos, quienes defienden la persistencia de esta diferenciación geográfica entienden que es una distinción de vieja data y ampliamente conocida, lo que permite explicar con claridad a la gente las posiciones de unos y otros. Consideran que sustituir las referencias a la izquierda y la derecha por “estatismo” y “libertad individual” confundiría al votante promedio.

Otros, en cambio, piensan que los conceptos “izquierda” y “derecha” han sido vaciados de contenido, en especial por la propaganda de quienes se autodenominan de “izquierda”, de modo que sería sensato redefinir los términos.

Esta discusión no es solo semántica. Saber de qué se está hablando es el primer paso para poder alcanzar un acuerdo, o al menos sostener una discusión racional. El propio proceso de definir los conceptos es el primer paso indispensable para que cada uno tenga en claro de qué está hablando. Por eso, no es ocioso recordar algunas cuestiones relativas a este asunto.

En primer lugar, no hay que olvidar que los conceptos “izquierda” y “derecha” se refirieron, efectivamente, a una cuestión geográfica, vinculada con el lugar que ocupaba cada bancada en la Asamblea francesa. A la derecha se sentaban los representantes de los sectores vinculados con la monarquía y la nobleza, y a la izquierda los representantes de campesinos y gente común. Los primeros, en general, defendían la protección de la propiedad y de ciertos privilegios que emanaban de ella; los segundos, se centraban en la defensa de las libertades personales e invocaban también la reivindicación de otro tipo de privilegios.

En ambos sectores pueden reconocerse ciertos principios que serían hoy en día defendidos por los liberales, y otros que no. Así, ciertas corrientes liberales hoy en día se reivindican como de izquierda, sosteniendo precisamente que era aquel grupo el que, en la Asamblea francesa, se oponía a los privilegios de la nobleza; otros, en cambio, entienden al liberalismo como representante de la derecha, por su defensa del derecho de propiedad y las libertades económicas en general.

La confusión sobre los conceptos se intensifica cuando, por ejemplo, se identifica como representantes de la “ultraderecha” a personajes de la historia como Hitler, Mussolini, Franco o Pinochet, y como representantes de izquierda a otros dictadores como Stalin, Castro, Mao Tse-tungo, Kim Jong-un. La diferencia entre varios de estos dictadores ha sido solo el folclore alrededor del cual justificaron sus regímenes totalitarios, pero ninguna otra característica filosófica parece distinguirlos.

En definitiva, puede decirse que las categorías históricas de izquierda y derecha remiten a una discusión en el seno del estatismo: dónde pondrá el  gobierno el acento de su intervención, y dónde será un poco más benevolente. Pero fuera de estas discusiones de grado o estilo, parece que a esta altura de la historia estas categorías han quedado desactualizadas y deberíamos hablar en otros términos. Continuar hablando de izquierda y derecha confunde más de lo que aclara.

En segundo lugar, algo que suele verse es que quienes se ubican a sí mismos en alguna de estas dos categorías, consideran que todo lo bueno coincide con su sector, mientras que lo malo se vincula con el opuesto. Es decir, algo es de derecha porque funciona bien, o es de izquierda porque funciona mal. El vacío de contenido de los conceptos lleva a este tipo de generalizaciones que terminan quitando todo sentido a las discusiones políticas. Decir que algo es de derecha porque es bueno y de izquierda porque es malo, en el fondo es lo mismo que no decir nada.

Por el contrario, actualizada la discusión política al siglo XXI, vemos que las dos posiciones antagónicas que se pueden encontrar son: por un lado, la que supone conferir el grueso del poder al Estado, para que este decida a través de sus instituciones cómo resolver los problemas. En este esquema, la persona tiene derecho de participar en las elecciones, y la obligación de respetar las decisiones del Estado. Por otro lado, la que se centra en el reconocimiento, respeto y supremacía de los derechos individuales frente al grupo, que cada persona tenga la libertad de actuar y decidir sobre su propia vida y relacionarse con los demás a través de acuerdos voluntarios. Entre los dos extremos, hay innumerables variantes intermedias.

Eso es lo que vive el ciudadano día a día: una lucha entre los intentos por rescatar su libertad personal para actuar, producir y disponer de lo suyo, y los avances del Estado por regular su vida y obligarlo a contribuir en el mantenimiento del aparato burocrático creado para hacerlo.

Dividida la discusión política en estos términos, es mucho más fácil para un potencial votante entender qué es lo que se está discutiendo. Ya no son los conceptos vacíos y rellenados al antojo del disertante sobre lo que es la izquierda y la derecha, que condena al votante a escoger entre gente que, invariablemente, lo terminará defraudando. Se trata en cambio de escoger entre algo mucho más claro y sencillo: si uno quiere vivir su propia vida, tomar sus propias decisiones y forjar su propio futuro; o si está dispuesto a poner su vida en manos de funcionarios del Estado.

Estatismo y libertad individual, son las opciones.

Se dice que en Venezuela lo que se vive actualmente es un socialismo carnívoro y lo que existió antes de estos 18 años fue un socialismo vegetariano, empleando los términos de Plinio Apuleyo, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa. Esta definición parece acertada, si uno identifica el socialismo con el estatismo. Hace dos décadas Venezuela padeció de un estatismo más moderado; hoy padece de un estatismo reconcentrado y sofocante.

Si esto se entiende así, se alcanzará a comprender sin mucho esfuerzo que el camino para la reconstrucción de Venezuela deberá pasar por abandonar el estatismo, por reconstruir la sociedad a partir del reconocimiento de los acuerdos individuales y los lazos personales que se vayan construyendo en libertad.

El país no está en condiciones de darse el lujo de seguir jugando con las palabras. Los discursos demagógicos de los políticos de “izquierda” y de “derecha” resultan mortales en las actuales condiciones. Es necesario entender de qué se está discutiendo, para saber hacia dónde hay que ir.

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Revista austrolibertaria de prensa: 31-XII-2016, por Mises Hispano.

  • Guillermo García Parra menciona a Bhöm-Bawerk y a Walter Block en El Espectador.
  • “Bastiat es uruguayo”, proclama Hernán Bonilla en El País.
  • Jaime Arimany, en El Periódico, menciona a Mises.
  • Daniel Rodríguez Herrera escribe sobre el jubilado Thomas Sowell y menciona a Hayek en Libertad Digital.

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viernes, 30 de diciembre de 2016

Reseña de “The Ontology and Function of Money: The Philosophical Fundamentals of Monetary Institutions”, por Mises Hispano.

Una guerra ‘nuclear’ contra el efectivo, por Mises Hispano.

atmbdpti_111916105647En este espacio hemos dado seguimiento a la ‘guerra’ global que hay contra el uso de dinero en efectivo, y que forma una parte de una todavía más grande y peligrosa: la que libran contra nuestra libertad individual. Los gobernantes del mundo no sólo no se conforman con robarnos a través de impuestos, sino que nos obligan a usar su dinero para todas las transacciones.

La cosa no para ahí. Bajo el pretexto del combate a la corrupción, la evasión fiscal y el blanqueo de capitales, ese dinero de papel ya también ha comenzado a ser limitado y hasta prohibido, con la intención de que todas las operaciones se realicen de manera electrónica. El problema con eso es que la privacidad y la presunción de inocencia –derechos de toda persona-, quedan por completo anulados. Si tienes ‘mucho’ efectivo según ellos, eres de hecho un delincuente.

El gobierno quiere ser ese ‘gran hermano’ que todo lo ve, que sabe qué comemos, qué ropa compramos, qué libros leemos y sobre todo, cuánto ganamos y poseemos para encajarnos el diente. Nos confiscan así con la ley en la mano nuestra propiedad privada.

En países como México ese dinero que nos roba el gobierno suele terminar en cuentas de políticos corruptos y en una serie de servicios ineficientes, de mala calidad y que muchas veces no pedimos o necesitamos. El derroche del dinero público es más una regla que una excepción en la actualidad.

Para las autoridades siempre será más conveniente y fácil exprimir a los ciudadanos que garantizarles su libertad, su seguridad y la propiedad de sus bienes.

La novedad es que esta ‘guerra’ global contra el efectivo ha alcanzado proporciones ‘nucleares’, y el primer ministro de India, Narendra Modi, ha tomado el liderato.

El pasado 8 de noviembre su gobierno anunció que los billetes de 500 y 1 mil rupias dejaban de ser moneda de curso legal. Se le pidió a los indios que depositaran o cambiaran sus viejos billetes en bancos y que tendrían para hacerlo hasta el 30 de diciembre. Se emitirán nuevos billetes de 500 y de 2 mil rupias, pero la complicación es que la diferencia de tamaños obliga a que los cajeros automáticos tengan que ser reajustados, lo que tomará meses.

Las imágenes de largas filas y tumultos a las puertas de sucursales bancarias indias, son impresionantes.

Cerca del 90 por ciento de su divisa en circulación está en esos billetes ahora prohibidos, y casi el 98 por ciento de las transacciones de los consumidores se hacen en efectivo. Modi ha creado un verdadero desastre que, como suele ocurrir, afecta a los más pobres. En comunidades rurales reportan el resurgimiento del trueque como medida desesperada de intercambio.

Modi ha dicho que estas afectaciones son temporales, pero lo cierto es que millones de indios no tienen todavía cuenta bancaria, y se estima que unos 300 millones no tienen siquiera identificación oficial.

Lo que está pasando en India es histórico. Esta ‘guerra nuclear’ contra el efectivo va a sentar precedente y ejemplo para otros países, y nos recuerda que –con su monopolio de la emisión de dinero-, el Estado tiene un poder extraordinario sobre nuestras vidas con el que tenemos que acabar.

Hay que quitarle poder a los políticos para empoderar a la gente, no al revés. Mientras ellos tengan el control de la emisión de moneda la corromperán en su beneficio. No puede hacerse a un lado –como ellos quieren- el proceso histórico de discriminación monetaria que ha culminado siempre con la coronación del oro y la plata como el dinero por excelencia.

A propósito, India es el país que tiene más oro en manos de la gente que ningún otro, y con el anuncio de Modi, la desesperación por hacerse del metal precioso es aún mayor. Hugo Salinas Price afirma que “si un país está listo para el patrón oro, es India”. Ese, el sabio camino milenario del oro de aquella cultura es el que debe seguirse, no la estupidez de su primer ministro.


 

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Devaluación del yuan, un sólido fundamento para el oro, por Mises Hispano.

chinese-gold-barChina es el máximo consumidor global de oro bajo estadísticas oficiales, que son las que registra el Consejo Mundial del Oro (WGC, por sus siglas en inglés). Según ellas, en 2015 la demanda de los consumidores chinos continentales alcanzó las 984.5 toneladas (t), aunque los retiros de la Bolsa de Oro de Shanghái (SGE) revelan que ese dato está subestimado.

Dichos retiros sumaron un impresionante total de 2,596 t el año pasado, y las importaciones netas alcanzaron las 1,550 t. Algo no cuadra con las menos de mil toneladas que publican las instancias oficiales.

En este sentido, como ha explicado el analista Koos Jansen, de Bullionstar.com, en su reciente reporte The Great Physical Gold Supply & Demand Illusion, el precio del oro está determinado en mayor medida por la oferta y demanda institucionales de los grandes inversores privados, pero esta información no es registrada por las firmas consultoras especializadas –como Thomson Reuters GFMS o el propio WGC-, debido a la dificultad para contar con ella. La mayoría es confidencial y pertenece sólo a personas y empresas.

Así, la categoría más grande e importante para el registro de las transacciones de oro ya existente sobre la Tierra, queda hecha a un lado. El resultado es que las estadísticas que usan la mayoría de analistas es incompleta.

Como quiera, en China la tenencia de oro entre los ciudadanos es alentada desde el gobierno, como en este espacio le hemos informados desde hace varios años.

En la parte oficial, el oro forma una parte central en la estrategia de Beijing por consolidar la internacionalización del renminbi (yuan) como una divisa de reserva. No olvidemos que de hecho, ya forma parte de la canasta de divisas de los Derechos Especiales de Giro (DEG) del Fondo Monetario Internacional (FMI) desde el 1 de octubre pasado.

China es pues, una potencia en ascenso que consolidará su nuevo liderazgo de la mano del oro conforme avancemos en el Siglo XXI.

Sin embargo, el ascenso a la cumbre no está libre de obstáculos. Producto de la crisis y Gran Recesión de 2008-2009, el gobierno chino comenzó de manera errónea una serie de “estímulos” económicos al más puro estilo occidental: expandiendo el crédito de manera brutal.

El esfuerzo fue tal que superó lo realizado por todos los grandes bancos occidentales más el de Japón, juntos. A causa de ello, han inflado una de las burbujas más grandes de la historia –en especial en bienes raíces-, y las hojas de balance de sus bancos se han llenado de basura disfrazada de “activos”.

China está en serios aprietos y el mercado lo sabe. No es nada casual entonces que desde 2014 el yuan sufra enormes presiones devaluatorias frente al dólar (ver gráfico), que han arrastrado también a otras monedas de países emergentes. A las autoridades de ese país no les queda de otra que ceder y eventualmente liberalizar el mercado cambiario, todavía tan restringido.

 

¿Qué tiene que ver todo esto con el oro, su precio y su demanda? Todo. Al ser el oro el activo refugio por excelencia contra la inflación y las devaluaciones, podemos esperar que el apetito de los chinos por el rey de los metales alcance proporciones inimaginables, pero sin duda, mucho más grandes de lo que ya de por sí son.

Desde luego, me refiero a demanda física, que es la que importa, y es la que da un sólido fundamento al precio del oro en el mediano y largo plazos. Una gran inversión en valor.

Sí, ahora es el turno del yuan, pero tarde o temprano el dólar también sufrirá su propia burbuja que más tarde explotará. Y es que cuando llegue la próxima gran e inevitable crisis y recesión, el público probablemente huirá primero hacia el refugio que conoce, que es la divisa estadounidense.

Decir que el dólar se inflaría en burbuja es lo mismo que decir que todo lo demás se abarataría con respecto a él, incluyendo al oro. En Occidente se le ningunea, pero en Asia estarán más que gustosos de cambiar sus jugosas reservas de dólares por oro a precios de remate, en anticipación a un nuevo sistema monetario post-dólar en el que el metal precioso jugará un papel central.

En suma, el “toro” alcista del mercado oro está más vivo que nunca, y la devaluación del yuan, le dará aún más fuerza.

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Revista austrolibertaria de prensa: 30-XII-2016, por Mises Hispano.

  • Antonio Maestre Entrevista  en La Marea a Yolanda Díaz, de Izquierda Unida, que cita sorprendentemente bien el Camino de Serivdumbre  de Hayek.
  • Manuel Hinds cita a Schumpeter en El Salvador.
  • Jorge Iván Cuervo, en El Espectador, también cita a Schumpeter.
  • Giselle Rumeau entrevista en El Cronista a Javier González Fraga, que menciona a Schumpeter.

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jueves, 29 de diciembre de 2016

Cómo nos hace más pobres la regulación pública, por Mises Hispano.

[Extraído de The Austrian (Noviembre – Diciembre 2016)]

Este año, el investigador asociado del Instituto Mises, Per Bylund, publicó The Seen, the Unseen, and The Unrealized: How Regulations Affect Our Everyday Lives. Hablamos recientemente con el profesor Bylund acerca de su libro  y de cómo los efectos de la regulación pública son de mayor alcance y más dañinos de lo que piensa mucha gente.

INSTITUTO MISES: ¿Por qué es tan importante el concepto de “lo que no se ve” para entender los efectos de la regulación?

PER BYLUND: Es esencial para entender la regulación, pero en realidad “lo que no se ve” es fundamental para la comprensión y el análisis económico en general. “Lo que no se ve” es la piedra de toque apropiada. Tenemos que considerar tanto lo que no pasó como lo que habría pasado.

A menudo la gente, incluyendo los llamados expertos, comparan manzanas y naranjas mirando los datos “antes” y “después” de un acontecimiento, por ejemplo cuando discuten los efectos de aumentar el salario mínimo. Así que pueden decir que el empleo antes de la subida era similar a después de esta y luego concluyen que el cambio no ha tenido ningún efecto. Pero esto es erróneo, porque hay muchos cambios en la economía que tuvieron lugar entre el antes y el después, no solo el salario mínimo. Así que para apreciar concretamente el efecto del salario mínimo debemos comparar la situación “después” con la que habría sido sin ningún aumento de dicho salario mínimo: lo que no se ve.

Por supuesto, esto es aplicable a cualquier cambio en la economía y no solo a la regulación. Bastiat, en su ensayo clásico sobre la mentira del cristal roto, explica los efectos cuando un niño rompe una ventana. Pero en las economías modernas planificadas por el estado, las regulaciones son con mucho el cambio más común y más destructivo, así que ahí es donde también encontramos más análisis. Como el análisis económico se usa para evaluar los efectos de las regulaciones antes de que sean implantadas, es importante usar las comparaciones apropiadas: lo que se ve y lo que no se ve, no lo que se ve en momentos distintos (antes y después).

IM: También emplea usted el concepto de “lo inadvertido”.

PB: Lo inadvertido es en realidad mi propia extensión del famoso análisis de Bastiat y pretende redirigir nuestra atención del nivel macro de la economía a cómo afectan los cambios a los individuos, especialmente qué opciones se les presentan. Lo que intenta el libro es demostrar que regular una parte de la economía tendrá efectos en todo el sistema económico y que este tipo de restricción artificial llevará a algunas personas a perder las alternativas que habría tenido en otro caso.

Pongo como ejemplos de esto los talleres clandestinos, contra los que se argumenta habitualmente utilizando solo “lo que se ve”. Las condiciones de trabajo son terribles en un taller clandestino, especialmente comparados con nuestros confortables trabajos en Occidente. Ben Powell y otros han hecho un gran trabajo señalando que también está lo que no se ve, en el sentido de que sin esos talleres esos trabajadores estarían en una condición todavía peor. De hecho, tienen grandes deseos de conseguir trabajos en los talleres, porque son mucho mejores que todas las demás opciones que tienen.

Sin embargo, con “lo inadvertido” creo que tenemos una imagen más detallada. Argumentó que la razón por la que los trabajadores de los talleres clandestinos optan entre el trabajo duro en un taller y algo que es mucho peor es la regulación. Si hubiera habido en un mercado libre, probablemente habría habido muchas empresas ofreciendo trabajos en talleres y probablemente competirían entre sí ofreciendo pagas más altas, mejores condiciones de trabajo, etcétera. Evidentemente hay dinero a ganar dirigiendo talleres, así que ¿por qué no hacen esto más empresas?

La existencia de un taller clandestino demuestra que el mercado está suficientemente desarrollado para soportarlo: la estructura tecnológica y de capital, incluyendo las cadenas de transporte y suministro, evidentemente están ahí. Las condiciones económicas también hablan a favor de los talleres por encima del trabajo duro en el campo y las otras opciones mucho peores que se les presentan a sus trabajadores. Los trabajadores son más productivos en los talleres clandestinos. Así que realmente no hay ninguna razón por la que no deba haber competencia por su trabajo por parte de diversos talleres. Pero las muchas opciones que deberían estar ahí no están.

Así que es probable que algo esté restringiendo la creación de estas otras opciones. Esos otros empresarios que nunca aparecieron son las alternativas inadvertidas y el argumento del libro es que estas opciones tendrían que haber estado disponibles si no hubiera sido por la regulación.

Además, esas regulaciones pueden en realidad estar muy lejanas de estos trabajadores, de que una restricción lleva a los actores económicos a otras acciones comparativamente menos valiosas. A su vez, las regulaciones tienen efectos ondulatorios (una especie de efecto Cantillon, podríamos decir) a través de la economía, ya que las acciones que se ven reemplazan a las que no se ven o a lo que debería haber existido.

Estas otras cosas ocurren en lugar de lo que debería haber ocurrido si los actores no hubieran sido restringidos arbitrariamente por las regulaciones. Pero estas “otras cosas” son subóptimas y dañan a la gente ya que no son lo que esta habría elegido hacer en ausencia de las regulaciones. De ese sentido, la regulación en cualquier lugar de la economía causa daño y este daño afecta principalmente a quienes tienen poca o ninguna influencia sobre la política o los medios para eludirla. Así que el mayor daño se produce sobre la gente pobre en los países pobres, incluso donde las regulaciones parecen limitarse a las personas relativamente ricas en los países ricos.

IM: En el caso de que el negocio esté regulado, ¿Cuánta de esa carga recae directamente sobre la empresa? ¿Hay otros grupos (como los clientes) afectados también por las regulaciones?

PB: Realmente depende del negocio. Las regulaciones hacen más costoso actuar y por tanto algunas acciones ya no son rentables cuando lo habrían sido en otro caso. Así que, para aquellas empresas que no tengan influencia política o no sean las más eficaces, una regulación puede decidir si hay negocio o no. Al mismo tiempo, las empresas que sobrevivan a la regulación podrían beneficiarse de una situación protegida, porque la regulación crear barreras de entrada. Por eso, por ejemplo, es racional para Walmart apoyar un salario mínimo más alto: daña a su competencia más de lo que le daña a ella.

Los perdedores reales son las personas comunes que, como consumidores, no consiguen los bienes y servicios valiosos que habían obtenido en caso contrario y, como productores, no pueden contar con los trabajos que habrían encontrado en caso contrario. Los ganadores son los supervivientes, al menos a corto plazo, y (como siempre) la clase política.

IM: se refiere a los mercados usando términos como “desordenados”, “aproximados” e “imperfectos”. ¿No es éste un argumento contra los mercados? ¿No puede la regulación pública darnos resultados más racionales?

PB: Por el contrario, el desorden es un argumento a favor de los mercados. La planificación pública racional podría ser realizable en una economía con límites fijados. Es decir donde no haya crecimiento, no haya creación de nuevo valor y por tanto el “grado” de mercado permanezca igual. Pero no existen esas economías en el mundo real y no estoy seguro de que sean siquiera posibles a largo plazo. Una economía es realmente el uso combinado de recursos dedicados a la satisfacción de deseos. Así que es inconcebible tener una economía que no mejore a lo largo del tiempo o que funcione mal y caiga en decadencia. En un proceso del mercado creativo y dirigido empresarialmente, no hay razón para planificar una economía a través de un plan público centralizado. Desarrollo cómo se produce este proceso de expansión del mercado en mi libro anterior de 2016: The Problem of Production: A New Theory of the Firm (Routledge).

Crecimiento y emprendimiento en un mercado no se refieren tanto a la asignación de recursos existentes dentro de este como a especular acerca de cómo pueden crearse y usarse recursos de maneras más valiosas. El mercado es una empresa creativa siempre dirigida al futuro y a la satisfacción de más deseos y deseos recién descubiertos. Así, un regulador planificador central público no tiene datos para usar a la hora de realizar un plan “racional”, porque los datos todavía no existen. Ese es el problema de la planificación centralizada: no puedes planificar teniendo solo cosas desconocidas y desconocibles. También por eso los mercados están desordenados, pero la toma de decisiones descentralizadas dentro de un sistema de pérdidas y ganancias genera la misma estructura necesaria para dicha toma de decisiones.

IM: ¿Pero en una economía puramente no regulada, las empresas no explotarían a los trabajadores?

PB: Concluyo exactamente lo contrario en el libro. Puede hacerse un alegato de explotación de tipo marxista de trabajadores en fábricas, tal vez más en países en los que hay fábricas similares a talleres clandestinos que en otros lugares. Pero la razón para esta explotación es la regulación. Si a los trabajadores no se les hubieran negado sus alternativas (lo inadvertido) no estarían satisfechos con los trabajos en esos talleres en los que están relativamente contentos tal y como están las cosas. La explotación no es tanto el resultado de capitalistas pagando a trabajadores menos de lo que podrían haber pagado en caso contrario. Es el resultado de que se han eliminado las opciones de los trabajadores. Las empresas con un taller clandestino en un país pobre no son las que quitan opciones a los trabajadores. La empresa es la que está dando los trabajadores una opción. No es tan buena como habría sido en caso contrario, pero eso no es necesariamente culpa de la empresa. Lo que daña a los trabajadores (y les mantiene en la pobreza al no poner suficiente presión competitiva sobre las empresas) es la regulación, que restringe la competencia y por tanto da poder a las empresas a costa de los trabajadores.

Así que el asunto de la explotación, y especialmente de cómo librarse de ella, es un asunto de encontrar la causa real y definitiva de la situación. Normalmente no se trata de que los empresarios tengan “poder” sobre el trabajador. Ese poder no existe naturalmente, sino que es causado por algo y mi argumento sugiere que el poder económico del empresario es un síntoma, pero no la causa. La causa real es la regulación pública.


El artículo original se encuentra aquí.

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Por qué necesitamos menos política y más gobernanza privada, por Mises Hispano.

time for a change[Extraído de The Austrian (Noviembre – Diciembre 2016)]

Hemos vivido otra temporada de elecciones y este año, como todos los años, los candidatos compitieron para decirnos todas las maneras en las que van a usar el poder público en para mejorar nuestras vidas. Por desgracia, muchos votantes parecían simpatizar bastante con la idea de que la acción pública puede mejorar los niveles de vida y en general hacer que los mercados funcionen mejor.

Esa es la mala noticia. Pero también hay tendencias actuando ahora mismo que son más grandes que cualquier ciclo electoral y, aunque los candidatos de este año proporcionaron pocas razones para el optimismo, los propios votantes pueden estar haciéndose más escépticos sobre en qué medida el gobierno puede resolver todos sus problemas.

En todo caso, una de las cosas más importantes que podemos hacer es explicar y entender realmente cómo los mercados, y no la intervención pública, son nuestra mejor esperanza para una sociedad ordenada y próspera.

Para cambiar la política: La opinión pública debe cambiar

Como señalan Ludwig von Mises y Frédéric Bastiat, la política económica, para bien o para mal, está determinada en último término por la opinión pública. Eso puede causarnos pesimismo u optimismo, porque aunque una extendida mala comprensión de cómo funcionan los mercados se traduce en malas políticas, la opinión pública puede cambiar y a menudo lo hace. Hasta hace medio siglo, argumentos como: “Necesitamos más viviendas, por tanto el gobierno debería proporcionar viviendas” o “Necesitamos viviendas más baratas. Por tanto el gobierno debería poner controles de precios a las viviendas”, eran comunes. Hoy poca gente realiza seriamente esas afirmaciones. Cuando incluso al votante mediano de Massachusetts puede entender los problemas con el control de rentas y votar por eliminarlos, hay esperanza acerca de la divulgación de ideas económicas.

Aun así, argumentos como: “Necesitamos reducir el fraude. Por tanto el gobierno necesita más regulaciones” o “El riesgo es un problema. Por tanto el gobierno debería asumir y gestionar el riesgo” están mucho más aceptados de lo que deberían.

Aunque sigue manteniéndose ampliamente en la fe en el gobierno, puede haber pasado su cénit y estar declinando. Las encuestas han descubierto que a finales de la década de 1960 aproximadamente el 75% de los estadounidenses decían que confiaban en “el gobierno en Washington siempre o casi siempre”, mientras que hoy la cifra es solo el 20%. Una encuesta de 2013 de Gallup descubría que un “máximo histórico en EEUU dice que el gran gobierno es la mayor amenaza” para el país y Pew en 2013 informaba de que una “mayoría ve al gobierno como una amenaza para los derechos personales”. El pueblo está también abandonando su fe en los políticos y hoy sólo el 9% tiene una visión favorable del congreso.

¿Una alternativa a la política?

Pero estas dudas acerca de la intervención pública no se traducen necesariamente en apoyo a los mercados voluntarios.

En parte, la razón por la que el público siente escepticismo hacia los mercados es que comprende poco cómo funcionan dichos mercados. Tampoco entiende cómo pueden funcionar los mercados para proporcionar orden y gobernanza en la vida diaria.

Entre muchos votantes hay miedo a que sin gobiernos que intervengan la sociedad no pueda estructurarse y ordenarse.

Nunca ha sido así y en mi libro Private Governance: Creating Order in Economic and Social Life examino cómo puede conseguirse gobernanza sin lo que normalmente llamamos “gobierno”.

La gobernanza privada se crea allí donde instituciones privadas crean orden y aplican normas cuando los gobiernos son incapaces o no están dispuestos a hacerlo. Una y otra vez pueden encontrarse mercados que funcionan incluso cuando el gobierno no los apoya. La creencia habitual de que el gobierno es necesario para aplicar contratos o asignar bienes (por nombrar dos ejemplos) se ve desmentida por numerosos ejemplos a lo largo de la historia.

Por supuesto, gobernanza privada puede encontrarse en las normas impuestas por cualquier club privado. Pero la gobernanza privada también se utiliza para dirigir instituciones complejas, como fue usada por primera vez por los fundadores de las bolsas de Londres y Nueva York. Instituciones y creadores de normas similares se usan hoy para dirigir el comercio electrónico.

De hecho, una vez empezamos a comparar el mercado voluntario con las instituciones públicas, descubrimos que las normas del mercado son mucho más ordenadas, estables y potencialmente resistentes que las normas de una burocracia monolítica.

Además, aunque a los progresistas les preocupe el poder corporativo, las normas y la gobernanza privada basadas en el mercado permiten más alternativas y son notablemente más liberales que las imposiciones y regulaciones públicas.

Permitir a la gente entrar o salir voluntariamente de distintos sistemas, mercados y comunidades le permite encontrar las normas que le benefician. En Los fundamentos de la libertad, Friedrich Hayek explica por qué es así. “Hay una ventaja de obediencia al no obligar a esas normas”, empieza Hayek,” no solo porque la coacción como tal sea mala, sino porque en realidad es a menudo deseable que las normas se observen solo en la mayoría de los casos. (…) Es esta flexibilidad de las normas voluntarias la que en el campo de la moralidad hace posible la evolución gradual y el crecimiento espontáneo, lo que permite una mayor experiencia que lleva modificaciones y mejoras”.

Hayek continúa señalando que la gobernanza no coactiva (como la que se encuentra en el mercado) es más probable que permita el tipo de cambio que lleva el progreso económico:

Esa evolución solo es posible con normas que no sean ni coactivas ni impuestas deliberadamente. (…) Al contrario que cualquier norma coactiva deliberadamente impuesta, que solo puede cambiarse discontinuamente y en su totalidad al mismo tiempo, las formas este tipo permiten un cambio gradual y experimental. La existencia de individuos y grupos observando simultáneamente normas parcialmente diferentes proporciona una oportunidad para la selección de las más efectivas.

Estructuras ampliamente deseables de gobernanza privada se convertirían en rentables y animarían a otros a imitarlas sin ninguna necesidad de “armonización” coactiva. En otros casos, la variedad a través de distintos mercados es algo bueno. Igual que no tiene sentido que la tienda de la esquina cumpla con los requisitos para entrar en la bolsa de Nueva York o que los marineros aficionados cumplan con las normas de la Copa América, un mercado de gobernanza privada permite a la gente seleccionar entre diferentes estructuras que tengan sentido para ellos. Frente a las instituciones públicas que aplican universalmente normas rígidas, el mercado permite a la gente optar por distintos clubes e instituciones con sus propias reglas en distintas áreas de sus vidas de las diversas maneras que prefieran.

Por supuesto, la política representa lo completamente opuesto a la flexibilidad y variedad que se encuentra en la gobernanza privada. Acabamos de dedicar la mayoría del año a escuchar a los políticos hablar acerca de todas las cosas que van a hacer para obligar a los mercados a comportarse. Pero, a pesar de lo que nos dicen los políticos, persiste el hecho de que el orden en los mercados es tan atribuible al gobierno como la buena literatura es atribuible a la oficina editorial del gobierno.


El artículo original se encuentra aquí.

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Revista austrolibertaria de prensa: 29-XII-2016, por Mises Hispano.

  • En las cartas al director de Clarín, Karina Zerillo Cazzaro recomienda la lectura de las obras de Ayn Rand.
  • Alberto Mansueti reseña en Eju! un libro de Alex Epstein, al que califica de “seguidor de las ideas de Ayn Rand”.
  • El artículo de Alberto Benegas Lynch en Informe 21 está dedicado esta semana a Anthony de Jasay.

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miércoles, 28 de diciembre de 2016

Trump podría ser el fin del consenso Bush-Obama, por Mises Hispano.

Decid lo que queráis sobre la economía de Obama, pero debe decirse ante todo un aspecto de ella: Fue el “tiempo feliz” del capitalismo de compinches. Sé que esta declaración se aleja de la brillante narrativa promovida por los medios de comunicación, pero los hechos son los hechos. Tal vez los de Obama fueran compinches de izquierda, mientras que Bush impulsara a los de derechas, pero no importa. Al capitalismo de compinches le ha ido bien desde 2009.

No es difícil entender por qué. Cuando el ambiente político en una época se define por Dodd-Frank,  la Affordable Care Act, alimentar al monstruo de la seguridad nacional, la planificación central inspirada por el cambio climático, Elizabeth Warren y Bernie Sanders, van aumentar los costes de hacer negocios. Las empresas grandes y bien conectadas se beneficiarán, aunque sólo sea porque las empresas grandes y bien conectadas pueden permitirse cumplir con las leyes. Todos los demás quedarán fuera del negocio, se convertirán en empresarios, harán consultorías, se unirán a la economía de los pequeños encargos o cualquier otra cosa que sea necesaria solo para ir tirando.

Esa es la conclusión de la captura regulatoria y no es una sorpresa. El santificado Franklin Roosevelt inició una ronda similar de regulación sin precedentes durante el llamado primer New Deal. A las grandes empresas de su tiempo les fue muy bien (de 1933 a 1937) y trabajaron duro a favor de su reelección. Si trabajabas para una de estas afortunadas organizaciones, no tenías ni siquiera que saber que había una depresión. La economía de FDR era una en la que aumentaba las rentas reales, algo magnífico para cualquiera que tuviera una renta en ellos tiempos.

Así que la temprana calificación de Obama como un nuevo FDR debería haber dado una pista de lo que iba a venir. ¿Recordáis Cash for Clunkers? Eso y los rescates de GM y Chrysler detuvieron el flujo de capital y mano de obra desde Detroit a manos más capaces. ¿Recordáis la aprobación del Obamacare tras el comentario de Nancy Pelosi de que los políticos escépticos podrían leer la legislación después de aprobarla? Se supone que tuvieron oportunidad después de perder el cargo en las siguientes elecciones y de que el partido de Obama perdiera su estatus mayoritario. ¿Recordáis cómo el Área Estadística Metropolitana de Washington-Arlington-Alexandria lideró al país con un crecimiento económico del 3,3% en 2010, gracias a la llegada de cabilderos a la región? Realmente fueron tiempos felices, al menos para los compinches.

Pero este no es un artículo acerca de la economía de Obama. Es un artículo acerca de mis preocupaciones con respecto a la inminente de Trump. Mientras escribo esto, tengo cerca el número del personaje del año de la revista Time, lleno con imágenes oscuras de Trump y encomios para Clinton y otra gente del establishment. Es como si Time tomara su número del hombre del año de 1979 y cambiara al Ayatolá Jomeini por Donald Trump y las buenas referencias a Jimmy cárter por las de Barack Obama.

Time culpa a trump de las divisiones profundas que aparecieron y fueron azuzadas a lo largo del año pasado, pero Trump no creó las divisiones. Si George W. Bush fue un personaje extremadamente divisivo en 2008, lo mismo pasó con Barack H. Obama en 2016, ya que, después de todo, simplemente recalificó y luego expandió el mismo crecimiento del gobierno que causa división. En este sentido, Obama se limitó a dirigir el tercer y cuarto mandato de Bush. Fue todo esperanza, pero no cambio.

Esto me resultó más evidente este pasado junio cuando estaba haciendo una presentación a un grupo de pequeños empresarios en Bonita Springs, Florida, y había desesperación en el aire. Sus empresas no iban a sobrevivir otros cuatro años. Trump tenía que ganar. Obama tenía que irse. Me vino entonces a la mente uno de los lemas de Fidel Castro: “¡Socialismo o muerte!” Solo que ahora tenemos una versión estadounidense en la que la muerte habría sido el negocio familiar que estaba siendo llevado a la tumba por la regulación.

Así que la división es real, y profunda. El propio Trump trató de comunicarlo cuando dijo (justo antes de las primarias de Nueva York del año pasado) que “podría estar en el medio de la Quinta Avenida y disparar alguien y no perdería votantes”. Lejos de ser una fanfarronada absurda, era una referencia a la división que habían creado nuestras clases políticas y había hecho que las odiasemos, proclamando a cualquiera que tuviera orejas que su lado de la división era más grande, estaba más motivado para votar, más enfadado e iba a ganar.

Es una división sobre la que escribió Rothbard en su importante ensayo al estilo de Bastiat, “Anatomy of the State”, donde explicaba el análisis de John C. Calhoun de contribuyentes netos y consumidores netos de impuestos resultante de cualquier sistema de redistribución coactiva. No es nada nuevo. La historia económica de EEUU registra influencias de compinches desde su inicio, pero algunos años han servido como puntos de inflexión para su intensificación. Estos incluyen 1791 (cuando se creó el primer banco de EEUU), 1861, 1913, 1933, 1971 y ahora 2008.

Pero también ha habido años en los que se ha resistido a la influencia de los compinches, ya sea la Era Jacksoniana de la década de 1830, el Retorno a la Normalidad en la década de 1920 o finales del siglo XX, cuando una población cansada de la Guerra Fría y la Gran Sociedad obligó a un presidente en el cargo a decir que se había acabado la época del gran gobierno. Siempre se producen cuando los contribuyentes netos ser reafirman, las necesidades de la calle se consideran tan seriamente como las de Wall Street y la élite del poder se ve avergonzada.

Está pasando de nuevo. Lo que hace diferente nuestro periodo es que, durante épocas anteriores de reafirmación de normalidad, la clase política normalmente ofrecía un presidente para pacificar y unificar a una nación enfadada. Ese es el legado real de Reagan al liderar un país harto de guerras, redistribuciones de riqueza y estanflación en las décadas de 1960 y 1970. A este respecto, Trump, que se presentó contra una clase política en bancarrota y a menudo se burló de ella, no es Reagan.

Lo que también hace diferente nuestra época es que Trump será un hombre rico entrando en la presidencia, haciendo de él el primer Presidente desde JFK que tiene pocos incentivos para utilizar la presidencia para contribuir a su riqueza personal después de abandonarla. Igual que JFK, será más difícil de comprar y por tanto más difícil de controlar. Así podéis apreciar la sorpresa y la preocupación expresada acerca de cómo podría aproximarse al imperio. ¿Qué pasará con la “lista de la muerte” secreta de Obama? ¿Hará amistad con Rusia, rebajará la tensión en Oriente Medio y dejará que arraigue el comercio (y la paz que este fomenta)?

Si eres un compinche, no temas. Las ridículas intenciones de Trump de aumentar el gasto en infraestructuras (cuando el gasto público de infraestructuras en 2015 ascendió a 32.000 millones de dólares al mes) y reconstruir el ejército llevan escritos en la frente el capitalismo de compinches. Esos planes tienen el apoyo de representantes cuya reelección depende de mantener los niveles existentes de gasto público en sus distritos, pero no es que sequen el pantano exactamente.

Mi preocupación es que la Fed pueda decidir perjudicar a Trump aumentando drásticamente los tipos, generando una corrección muy necesaria y normalizando la política monetaria, un trío que podría hacer a cualquier presidente no conseguir la reelección. No penséis que esto no ha sido discutido durante largo tiempo por parte de los keynesianos monetarios de la Fed, a los que nada le gustaría más que producir eso

Sin embargo, si los poderes fácticos que han estado dirigiendo el país sienten pánico acerca de Trump, esto debe ser algo bueno. Incluso yo diría que es un tiempo feliz, solo que ahora para los productivos y los que quieren ser productivos y que fueron los que más sufrieron por la economía cartelizadora impuesta al país tras el 11-S.

Su dividendo de la paz les fue robado ese día y quieren recuperarlo, igual que muchos millones de personas en todo el planeta. Porque una lección importante de la economía que es que hay mejores alternativas que socialismo o muerte.


El artículo original se encuentra aquí.

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Cómo afectan los tipos de interés a la preferencia temporal y viceversa, por Mises Hispano.

Revista austrolibertaria de prensa: 28-XII-2016, por Mises Hispano.

  • Luis Christian Rivas Salazar menciona a Nozick en Eju!
  • Juan Vázquez Rojo, en Rebelión, incluye referencia a Huerta de Soto en su pie de página.
  • Jorge Sánchez Tello menciona a Hayek en El Sol de México.
  • En la jubilación de Thomas Sowell, Víctor Gago menciona a Bastiat en Actuall.
  • Dardo Gasparré menciona a Hayek en su artículo en El Observador.
  • María Marty menciona a Bastiat en Panampost.

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martes, 27 de diciembre de 2016

Mises sobre el mito de Marx, por Mises Hispano.

De vez en cuando, incluso The Economist tiene razón. En una reseña de una biografía intelectual de Marx (Karl Marx: Greatness and Illusion), publicada el pasado otoño, argumenta que “el mito es más impresionante que la realidad”. Repitiendo, de hecho, varios argumentos del libro (escritos sorprendentemente por un investigador con inclinaciones marxistas), señalan lo poco al día que estaba Marx con respecto a los desarrollos teóricos de la economía del siglo XIX y lo densos y a menudo insensatos que eran sus escritos.

Por muy refrescante que pueda ser, esta perspectiva sobre Marx no es nueva. Sabemos que a lo largo de su obra, Ludwig von Mises ha desenmascarado muchas de las mentiras de la escuela marxista de pensamiento, particularmente aquellas concernientes al funcionamiento del sistema socialista y la idea de la lucha de clases. Pero Mises, en varias de sus publicaciones, también había criticado el mito de Marx, señalando incoherencias y errores en su investigación, así como criticando su estilo de escritura.

En La acción humana (p. 78), Mises explicaba que el trabajo no finalizado de Marx en El capital no se debió a la enfermedad, sino a la incapacidad de su autor para resolver los problemas de su sistema teórico:

Sus propias [de Marx] ideas económicas apenas son más que una versión confusa del ricardismo. Cuando Jevons y Menger inauguraron una nueva era de pensamiento económico, su carrera como autor de escritos económicos ya había llegado a su fin; el primer tomo de El capital ya había sido publicado varios años antes. La única reacción de Marx a la teoría marginal del valor fue que retrasó la publicación de los posteriores tomos de su principal tratado.

En Socialismo, Mises lanzaba una crítica más extensa sobre el intelectual Karl Marx:

Los entusiastas extáticos ven en Marx una de las figuras heroicas de la historia mundial y le clasifican entre los grandes economistas y sociólogos, incluso entre los filósofos más eminentes. El observador imparcial ve la obra de Karl Marx con otros ojos. (…) los últimos tomos de El capital, desde el día en que fueron publicados, estaban muy poco al día con respecto a la ciencia moderna. (…) Como escritor científico, Marx era seco, pedante y pesado. El don de expresarse inteligiblemente le había sido negado. Solo en sus escritos políticos produce efectos poderosos y esto solo por medio de antítesis deslumbrantes y frases que son fáciles de recordar, oraciones que jugando con las palabras esconden su propia vacuidad.

El que Mises era el mejor escritor de los dos es difícilmente debatible. Pero tal vez la diferencia más importante entre los autores sea su visión (económica) del mundo: donde Marx veía clases de personas enfrascadas en una lucha, Mises describía ventajas comparativas. Donde Mark veía explotación, Mises veía una red floreciente de intercambios mutuamente beneficiosos y una acumulación de capital cada vez más productiva. Donde Marx veía conflicto, Mises veía cooperación. También en Socialismo, Mises escribía:

Marx predica una doctrina de salvación que racionaliza el resentimiento [del pueblo] y transforma su envidia y deseo de revancha en una misión ordenada por la historia mundial. Les inspira una conciencia de su misión alabándoles como aquellos que albergan en sí mismos el futuro de la raza humana. (…) siempre hay beneficios en despertar la maldad en el corazón humano. Pero Marx ha hecho más: ha engalanado el resentimiento del hombre común con el halo de la ciencia y así lo ha hecho atractivo para aquellos que viven en un plano superior intelectual y ético. Todo movimiento socialista ha tomado prestado en éste aspecto algo de Marx, adaptando la doctrina ligeramente a sus necesidades especiales.

Aunque lleve mucho tiempo desmantelar el mito marxista, me gustaría pensar que será la visión del mundo de Mises la que prevalecerá.


El artículo original se encuentra aquí.

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Los banqueros centrales están perdiendo la fe en su propia alquimia, por Mises Hispano.

The End of Alchemy 2[Extraído de The Austrian (Noviembre – Diciembre 2016)]

[The End of Alchemy: Money, Banking, and the Future of the Global Economy · Mervyn W. King · W.W. Norton & Co., 2016 · xv + 431 páginas]

Mervyn King es el Ben Bernanke británico. Un eminente economista académico, que ahora enseña tanto en la Universidad de nueva York como en la London School of Economics, King fue de 2003 a 2013 gobernador del Banco de Inglaterra. En resumen, es un pez muy gordo. Curiosamente, en The End of Alchemy suena frecuentemente como Murray Rothbard.

King identifica un problema básico en el sistema bancario que ha llevado una y otra vez a crisis financieras. “La idea de que el papel moneda podía remplazar al oro y los metales preciosos con un valor intrínseco y de que los bancos podían tomar depósitos seguros a corto plazo un y transformarlos en inversiones de riesgo a largo plazo aparece con la Revolución Industrial en el siglo XVIII. Era al tiempo revolucionaria  e inmensamente atractiva. Era en realidad alquimia financiera: creación de poderes financieros extraordinarios que desafiaban la realidad y el sentido común. La búsqueda de este elixir monetario ha llevado a una serie de desastres económicos, desde la hiperinflación a las quiebras bancarias”.

¿Cómo se supone que funciona exactamente esta alquimia?  “La gente creía en la alquimia porque, se argumentaba, los depositantes nunca decidirían retirar todos su dinero al mismo tiempo. Silas solicitudes de los depositantes para hacer pagos y obtener liquidez fueran, después de hacer una media sobre un gran número de depositantes, un flujo predecible, entonces los depósitos podrían proporcionar una fuente fiable de financiación a largo plazo. Pero si un grupo importante depositantes retirara fondos al mismo tiempo, el banco se vería obligado, o a reclamar una devolución inmediata de los préstamos que haya hecho (…), o a dejar de pagar las solicitudes de los depositantes”. Los lectores de ¿Qué ha hecho el gobierno de nuestro dinero? de Rothbard reconocerán un tema familiar.

Muchos han tratado de salvar la alquimia de la banca recurriendo a un banco central. Al actuar como prestamista de último recurso, un banco central puede rescatar bancos que necesiten fondos para atender a depositantes nerviosos y así evitar el riesgo de una corrida bancaria. La alquimia de transformar depósitos en inversiones puede ahora llevarse a cabo.

Aunque él fue uno de los principales banqueros centrales del mundo, King encuentra defectos en esta “solución”. Un banco local puede rescatarse consiguiendo de dinero del banco central, pero el proceso genera nuevos problemas. Thomas Hankey, un gobernador del Banco de Inglaterra del siglo XIX, señalaba algunos de estos en respuesta a Walter Bagehot, un defensor clásico del banco central como prestamista de último recurso:

Si los bancos pasan a confiar en el Banco de Inglaterra para que lo rescate cuando tengan dificultades, tomarán excesivos riesgos y abandonarán los “principios sólidos de la banca”. Se desharían de sus activos líquidos, confiando en su lugar en la garantía barata del banco central, y eso es exactamente lo que ocurrió antes de la reciente crisis [de 2008]. La provisión de garantía sin un cobro apropiado es un incentivo para tomar riesgos excesivos (en la jerga moderna, crea un “riesgo moral”).

Dados los peligros de la alquimia financiera, ¿qué deberíamos hacer con ella? De nuevo King lanza algo rothbardiano. Escribe con gran simpatía hacia la banca de reserva 100%.

Aunque hace cincuenta años el grado de alquimia del sistema bancario era mucho menor del que es hoy, es interesante que muchos de los economistas más distinguidos de la primera mitad del siglo XX creyeran que había que obligar a los bancos a tener suficientes activos líquidos como para respaldar el 100% de sus depósitos. Recomendaban acabar con el sistema de “banca de reserva fraccionaria” bajo el cual los bancos crean depósitos para financiar préstamos arriesgados y por tanto tienen insuficientes reservas de efectivo para respaldar sus depósitos.

Como Rothbard, King llama la atención sobre las ideas del jacksoniano del siglo XIX, William Leggett. King cita un artículo de 1834 en el que Leggett dice:

Hagamos que la ley [actual] sea derogada en; hagamos que se sustituya por una ley que obligue sencillamente que a cualquier persona que entre en el negocio bancario se le obligue a consignar con algún oficial designado por la ley, un inmueble u otra garantía aprobada por la cantidad total de los billetes que pueda desear emitir.

King puede que hasta cierto punto se parezca a Rothbard, pero desgraciadamente no es Rothbard y los lectores atentos habrán apreciado una importante diferencia entre la idea de King de banca de reserva 100% y la de Rothbard. La idea de King, al contrario que la de Rothbard, sigue permitiendo a los bancos expandir la oferta monetaria. Los “activos líquidos” no tienen que ser idénticos a los depósitos: solo tienen que ser fácilmente convertibles en dinero por si apareciera la necesidad de hacerlo.

El plan de King para “acabar con la alquimia” permite una importante expansión monetaria. Llama a su idea la aproximación “casa de empeño para todas las estaciones”. Es una forma de garantía de “liquidez”. Los bancos tendrían que adelantar como colateral al banco central parte de sus activos. Esto actuaría como una “forma de seguro obligatorio, de forma que en caso de una crisis un banco central estaría libre para prestar en los términos ya acordados”. Así que, mientras su seguro se haya pagado, el banco central seguiría rescatando a dicho banco en una crisis dándole más dinero. Comparemos esto con el plan sugerido en la cita de Leggett, en el que si un banco no pudiera redimir sus billetes, los depositantes podrían proceder directamente contra los activos del banco. Esto no permite ningún expansión monetaria y el plan de Rothbard, por supuesto, es todavía más restrictivo.

Habiendo llegado tan cerca de Rothbard, ¿por qué no se atreve King a dar el paso final? ¿Por qué sigue dejando la posibilidad de una expansión monetaria? Porque teme a la deflación.

Cambios agudos en el equilibrio entre la demanda y la oferta de liquidez pueden causar un caos en la economía. La ventaja clave del dinero fabricado por el hombre es que su oferta puede aumentar o disminuir rápidamente en respuesta a un cambio súbito en la demanda. Esa capacidad es una virtud, no un defecto, del dinero electrónico o de papel. (…) La capacidad expandir la oferta de dinero en tiempos de crisis es esencial para evitar una depresión.

¿Pero y si la demanda de liquidez aumenta repentinamente, cuando las existencias molestaría son constantes, no pueden los precios de bienes a la baja satisfacer la demanda? King, siguiendo aquí a Keynes, es escéptico. “La flexibilidad de salarios y precios sí ayuda a coordinar planes cuando existen todos los mercados relevantes para decisiones futuras. Pero en la práctica no lo hace y bajo esas circunstancias los recortes en salarios y precios pueden rebajar las rentas sin estimular la demanda actual”. Los precios pueden seguir cayendo indefinidamente.

También preocupan a King otras posibilidades de fallos de coordinación y por debajo de ellas hay un argumento importante. Siguiendo a Frank Knight, distingue entre riesgo e incertidumbre.

Los riesgos se refieren a eventos como que tu casa se incendie, en los que es posible definir exactamente la naturaleza de ese resultado futuro y asignar una probabilidad a la ocurrencia de dicho evento basada en experiencias pasadas. (…) La incertidumbre, por el contrario, se refiere a eventos en los que no es posible definir, o siquiera imaginar, todos los posibles resultados futuros y a los que por tanto no es posible asignar probabilidades.

Vivimos en un mundo de incertidumbre radical y por tanto no podemos estar seguros de que para evitar una catástrofe baste  con confiar en los precios del mercado para ajustarse a cambios en la demanda de tenencia de dinero. Por esta razón se necesita a veces recurrir a la expansión monetaria.

Este argumento se desarrolla demasiado rápido. No se deduce del hecho de que prevalezca en general la incertidumbre knightiana que se tenga que tomar en serio la posibilidad de que precios y salarios caigan indefinidamente. En una situación de incertidumbre, no podemos, por hipó tesis, calcular probabilidades; pero esto no implica que tomemos posibilidades extravagantes como posibles ocurrencias que deban ser evitadas por el gobierno. Tiene que darse alguna razón para suponer que los precios continuaron cayendo indefinidamente. ¿Por qué no podrían los empresarios ser capaces de corregir la situación sin recurrir a la expansión monetaria? No afrontamos una dicotomía entre cálculo matemático exacto, al estilo de un equilibrio de Arrow-Debreu, y tantear ciegamente la oscuridad.

El propio King reconoce que en la depresión estadounidense de 1920 a 1921 no hizo falta recurrir al gobierno.

El hecho sorprendente es que a lo largo del episodio no hubo ninguna política activa de estabilización por parte del gobierno ni el banco central y los precios se movieron de una manera violenta. Fue, en palabras de James Grant, el periodista y escritor financiero de Wall Street, “la depresión que se curó a sí misma”.

Es estimulante que King cite al economista austriaco James Grant, pero saca de su trabajo un mensaje insuficiente. “La lección clave de la experiencia de 1920-21 es que es un error pensar que todas las recesiones tienen causas similares y requieren remedios similares”. En vista de las muchas consecuencias ingratas, completamente reconocidas por King, de la intervención pública, ¿no deberíamos destacar en su lugar la necesidad de confiar en el mercado no intervenido? King sin embargo merece ser alabado por acercarse, a su manera, a muchas ideas austriacas.


El artículo original se encuentra aquí.

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Revista austrolibertaria de prensa: 27-XII-2016, por Mises Hispano.

  • Hayek “neoliberal” en un artículo de Roberto Regalado en La Tercera.
  • Borja Negrete, en El Mundo, indica los aspectos liberales de “Vive como quieras” y menciona a Hayek.
  • Agustín Laje menciona a diversos libertarios en Eju!.
  • Luis Alfonso Herrera Orellana cita a Hayek en El Nacional.
  • Rodolfo Segovia, en El Universal, cita a Bastiat.
  • Alfredo Bullard pide a Papá Noel en El Comercio, que le traiga una libro de Ayn Rand a Martha Chavez.
  • Ricardo Valenzuela cita a Hayek en Opinión Sonora.
  • Mario Silar cita profusamente a Mises en El Muro.
  • En un editorial de El Día, se cierra con una cita de Ayn Rand.
  • Otra Hayek “neoliberal” en El País, por parte de Manuel Rodríguez Rivero.
  • La redacción de Diario de la Marina recomienda a Antonio Escohotado leer a Huerta de Soto.
  • Tomás Gómez cita a Schumpeter en La Razón.

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España sigue cayendo en el Índice de Libertad Humana, Roxana Nicula

lunes, 26 de diciembre de 2016

El Senado de EEUU extiende las estúpidas sanciones a Irán, por Mises Hispano.

iran-sanctions-300x169Olvidad que el Plan Común de Acción Global (JCPA) acordado entre Irán y el llamado P5 + 1 compuesto por Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Gran Bretaña y la Unión Europea ha sido, sin lugar a dudas, uno de los pocos éxitos de los ocho años de política exterior de la administración de Obama, dominada por la guerra. Olvídaos de la promesa de que la normalización de las relaciones comerciales con Irán producirá una cantidad de riqueza y empleos incalculable tanto para Estados Unidos como para Irán. Olvídad que los europeos se están uniendo en masa para reanudar las relaciones comerciales lucrativas con Irán, pese a la inexplicable iranofobia del presidente electo Trump. Olvidaos de que como la “Alemania de Oriente Medio”, Irán ponía sobre la mesa a “80 millones de personas, una fuerza laboral instruida y con una orgullosa tradición manufacturera” y una potencial bonanza económica para sus socios.

Nope. El Senado de los Estados Unidos es la prueba de que ingerir de manera habitual las “noticias falsas” de los medios de comunicación es extremadamente perjudicial para tu salud mental.

La Ley de Sanciones a Irán, aprobada en 1996, habría terminado, si el Congreso lo hubiera permitido, a finales de este mes. Con el éxito del acuerdo nuclear con Irán no habría ninguna razón en absoluto por la que no debería haberse permitido que expirase. Pero los verdaderos aislacionistas son los intervencionistas del gobierno estadounidense, que no pueden soportar la idea de que es posible negociar y ser amigos de otros países sin estar de acuerdo con todos los elementos de su sistema político.

Pero no. Hoy el Senado de los Estados Unidos votó por 99-0, unánimemente, para continuar el régimen de sanciones estúpidas, contraproducentes, económicamente desastrosas y anacrónicas contra un gobierno iraní que ha demostrado estar dispuesto a hacer negocios con Estados Unidos.

Es una pena, Senadores. ¡Cada uno de ustedes votó a favor de continuar las sanciones!

Por cierto, ha habido un héroe. En la Casa de Representantes, el representante Thomas Massie (R-KY) -miembro del Consejo del Instituto Ron Paul- hizo un “Ron Paul” y se opuso valientemente a votar en contra de extender las sanciones contra Irán. ¡Déle al Rep. Massie la alabanza que se merece – hágale saber que usted lo apoya!


Publicado originalmente el 01/12/2016.

Traducido del inglés por Verónica Santamaría, editora de la revista Libertario.es. El artículo original se encuentra aquí.

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El libervencionismo cabalga de nuevo, por Mises Hispano.

stromberg-290x300El árbol torcido de la libertad – ¡en efecto!

Algún tiempo atrás acuñé el término “libervencionismo” como una abreviación de “intervencionismo libertario”. Este último lo tomo como una contradictio in adjecto. Sin embargo, hay algunos que aseguran ser libertarios—y que se ha observado que lo son—que adoptan una línea a favor de una u otra iniciativa del imperio estadounidense. Tal vez no apoyen todos y cada uno de los fuertes bombardeos para escoger, pero su apoyo a cualquiera de esas filantropías es un tanto problemático.

No hay nada como una buena crisis para revelar las fallas en cualquier movimiento ideológico. La postura actual de un número de fundaciones y publicaciones oficiales libertarias ha sido más instructiva que miles de pequeños y congestionados seminarios sobre des-municipalizar los servicios de recolecta de residuos (parafraseando uno de los anatemas del Buckley de los años 60). La revista Reason(Razón en español), nunca especialmente buena en temas de política exterior, ha sufrido un gran relapso hacia el libervencionismo, mientras el Cato Institute(Instituto Cato o El Cato), reposando en el vientre de la bestia, ha tomado vengativamente una visión imperialista de “defensa”.

Muchos auto-denominados libertarios y liberales clásicos han tomado últimamente el papel de belicistas a tal punto que no sería una sorpresa si relativamente pronto comenzarían a galardonar con premios y medallas a la libertad a cada belicista exagerado que haya “servido” en el más alto cargo público. Aún peor, han comenzado a sermonear a aquellos que todavía advierten sobre los riesgos de la constante intervención sobre sus pecados que describen como “libertarianismo anti-estatista”, falta de realismo, adherencia excesiva a dogmas y posiciones de “credo”, etc.

El CATO no lee sus propias cartas

El libervencionismo es sintomático de los textos de Brink Lindsey, cuyo trabajo enCato Institute involucra promover el comercio global. Su visión sobre política externa, insiste, puede que no sea la misma que la de sus empleadores—y todo bien hasta ahí—sin embargo, es algo raro que alguien tan interesado en el comercio global tome las posiciones que él toma. El libertarianismo “aislacionista”, argumentó el nueve de abril, descansa en “una falla para entender el rol esencial de la coerción para salvaguardar la libertad.” Aún peor, aquellos libertarios son precipitados anti-estatistas que se inclinan hacia un anarquismo de libre mercado y que “contienden que crear una guerra fuera de las propias fronteras es inconsistente con la defensa de la libertad.”

Bueno, me disculpo, pero siento que sí tenemos una comprensión del rol de la coerción en el mundo y hemos concluido que tiene muy poco que ver con salvaguardar la libertad. De hecho, sucede lo contrario. Las analogías elaboradas entre la protección de las personas y la propiedad mediante ejecución de la ley, de una mano, y mercantilismo imperial global, en la otra, están determinadas a fallar. La contradicción, por no decir la futilidad e inmoralidad, de imponer el orden mundial mediante misiles de crucero para que el comercio pueda entonces florecer no precisa de mucha elaboración. Las personas de Cato deberían leer más los trabajos de sus compañeros. Los autores Christopher Layne y Benjamin Schwarz han hecho muy buenos trabajos con respecto a estos temas, al igual que Ted Carpenter anteriormente.

Algunos libertarios, argumenta Lindsey, fallan al “observar la importancia del contexto” y tengo que estar en desacuerdo. Podemos leer un poco de historia, tal vez un poco más de lo que él ha leído, y encontrar que el contexto difiere mucho de lo que él imagina. Propone algunas preguntas retóricas interesantes en cuanto la historia.

“¿Es el mundo menos libre…”, pregunta, “…porque el poder militar ha visto y repudiado la expansión del Islam?” Yo respondo que aquellas partes de Europa amenazadas por el Islam tienen todo su derecho a la auto-defensa y, sí, estarían mejor si lo hubiesen hecho. Es difícil ver como el mundo, como tal, entra en este tema. Pregunta si el mundo es “…menos libre porque los británicos desafiaron y eclipsaron el poderío marítimo español.” Aquella es difícil de responder. Sería difícil dar una respuesta definitiva sin adoptar la Leyenda Negra de que la España católica se considera que llevó a cabo un imperio maligno, mientras Gran Bretaña solamente entró al contexto global para propagar la common law (derecho común) y el buen desarrollo. Sólo un pie de página a estas ideas, una cosa que los británicos obtuvieron de estas filantropías fue el asiento—el monopolio del intercambio de esclavos transatlántico, lo cual es terrible de su parte y odio tener que señalarlo.

Después pregunta si el éxito británico en perseguir a los imperialistas franceses fuera de Norteamérica dejó al mundo “menos libre”. Los problemas son similares y mientras haya una fórmula fija que determine que el imperialismo británico y el mercantilismo siempre son liberadores, yo preferiría no decidir entre estos bloques imperialistas rivales. Han tenido demasiados problemas con esto en el siglo XVIII. Incluso, contraargumentos a los beneficios del régimen británico son lejos de ser escasos—se podría mencionar Irlanda—y si el régimen británico es tan maravilloso… ¿Por qué hubo una Revolución Estadounidense?

Otros casos son aducidos, que de alguna forma se agregan al argumento de que el mundo es más libre precisamente por el resultado de cada situación nombrada. Ciertamente, si el presente es el mejor de todos los posibles mundos o de hecho el único mundo que podría existir, entonces todo lo que ha llevado a este punto hubiese sido necesariamente bueno. Realmente, eso no tiene coherencia alguna. No da lugar al accidente, insensatez, estupidez, y al quedar impune frente a actos criminales, todo lo cual ha pasado en la historia. Quizás el grupo de Cato/Reasonquiera poner en marcha una defensa sistemática de todas las atrocidades, crímenes de guerra, y otras locuras que han contribuido a la construcción global del mundo como existe actualmente. Quizás este no sea el caso.

Bueno, es demasiado difícil resolver, mucho menos responder al Mundo. Sería demasiado mantener libre el propio país. Hay razón para creer que la cruzada de la libertad mundial debilita la misma en el propio patio trasero. Un asunto complicado. Con frecuencia mata grandes números de personas, con quienes hubiésemos tratado de otra manera, pero dejo esto aparte como una mera inconveniencia del arte de la forma.

¿Por qué hubo un movimiento libertario en primer lugar?

Murray Rothbard y sus asociados no buscaron arbitrariamente crear un movimiento libertario solamente para buscar algo que hacer. Tenían en cuenta el compromiso del movimiento conservador con el imperialismo de la Guerra Fría y el intervencionismo y decidieron que la libertad merecía mejores defensores. Ellos hicieron un análisis sistemático sobre cómo la política exterior refleja la sociedad que la aplica, cómo fortalece el estatismo doméstico, como se puede arriesgar hasta llegar a una guerra sinsentido, y así sucesivamente. No se enfocaron mucho en las “glorias” de la guerra y del imperio.

Si el grupo Cato/Reason –y existen otros aliados con ellos en esta materia—dejan de aceptar dicho análisis, por todos los medios permítanlos unirse al Partido Republicano, permítanlos agasajar a grandes belicistas del pasado. ¿Pero deben mantener la premisa de creer en el libre mercado, el reduccionismo, la paz, y otros puntos del liberalismo clásico? Permítanlos “reinventar” el liberalismo, nuevamente. Se ha hecho antes, y los resultados son deplorables, pero fueron lo más cercanos para que el gobierno funcione.

Que no os preocupen los pelotudos de Washington

Después de todo, sentado aquí en la Ciudad Madre del Imperio, nombrada en honor a George Washington, sería fácil olvidar lo que Washington realmente aconsejó a sus compatriotas que hagan con respecto a sus relaciones exteriores. Ya saben…la parte sobre tratar a todos justamente, no desarrollar parcialidad frente a naciones en particular, comerciar con todos sin ninguna conexión policía con ellos.

Discutiblemente, esto era mejor para los estadounidenses, y—aunque indirectamente—para el mundo. Pero supongo que este tipo de cosas es una causa anticuada para los dinamistas y capitalistas de libre mercado.


Publicado originalmente el 13/04/2002

Traducido del inglés por Diego Freire. El artículo original se encuentra aquí.

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