[Extraído del Capítulo 8 de Mises: The Last Knight of Liberalism]
Nación, estado y economía de Ludwig von Mises es un análisis racionalista-utilitario de las tres manifestaciones del imperialismo alemán:
- El imperialismo pasado alemán en busca de la grandeza nacional.
- La planificación económica centralizada en la Primera Guerra Mundial (socialismo de guerra), que aceleró la introducción del socialismo total, y
- El floreciente imperialismo de los socialdemócratas bajo la enseña del sindicalismo y la dictadura del proletariado.
Aunque Mises no define explícitamente el imperialismo, entiende que es exactamente lo opuesto a “la autodeterminación, la autoadministración, el autogobierno”.[1] La democracia liberal se encarnaba históricamente en “las ideas de 1789”, que reclamaban “la aplicación más exacta y completa” de los principios de “libertad completa de movimiento de personas y bienes, la protección más completa de la propiedad y la libertad de cada persona” y la “eliminación de toda compulsión estatal en el sistema escolar”.[2]
Explicaba que el socialismo de guerra, lejos de apoyar el esfuerzo bélico alemán, fue uno de los cinco errores desastrosos que llevaron a la Potencia Centrales a una derrota aplastante.[3] Para sus defensores, la situación de emergencia a la que se enfrentaba la economía alemana al iniciarse la guerra o las grandes tareas a las que se enfrentaba entonces eran justificación suficiente para una planificación centralizada obligatoria a todos los niveles. Mises reconocía que era verdad que había una emergencia y que la estructura de producción tenía que ajustarse tan rápidamente como fuera posible del tiempo de paz a las condiciones de un periodo de guerra. Pero de esto no se deduce que el gobierno tenga que dirigir la economía. La pregunta correcta era si la planificación centralizada sería mejor que el libre mercado para lograr los ajustes necesarios. Mises procedió a demostrar que no era así.[4]
También demostró que las aparentes bondades del socialismo de guerra eran una ilusión peligrosa, creada por la inflación que la acompaña. El aumento de todos los precios falsificaba los cálculos económicos de los empresarios. Las mayores entradas en sus cuentas falsificaban su contabilidad de pérdidas y ganancias, hasta el punto de que creían que estaban obteniendo beneficios cuando en realidad estaban consumiendo su capital. Igualmente, desmintió el extendido mito de que la financiación bélica a través de deuda pública era una manera de hacer que las generaciones futuras pagara el esfuerzo bélico: Esta opinión, decía, era “completamente errónea”:
La guerra solo puede pagarse con bienes presentes. Solo se puede luchar con armas que ya estén disponibles: solo se puede conseguir todo lo que se necesita para la guerra de la riqueza que ya está disponible. Desde el punto de vista económico, la generación actual paga la guerra y debe asimismo soportar todos los costes materiales de la guerra.[5]
La incomprensión general de las consecuencias económicas de la planificación económica en tiempo de guerra fue esencial en la divulgación acelerada del socialismo total.
Los propios socialistas denunciaban el régimen económico de tiempos de guerra, en parte porque no les gustaba una asociación mental por parte del público general entre socialismo y guerra, pero también en parte por su propia confusión intelectual. Mises objetaba:
Socialismo significa transferencia de los medios de producción de la propiedad privada de las personas a la propiedad de la sociedad. El socialismo es eso y solo eso. Todo lo demás no importa. Es algo completamente indiferente para decidir, por ejemplo, nuestra pregunta de quién tiene el poder en una comunidad socializada, un emperador hereditario, un césar o la totalidad del pueblo organizado democráticamente.[6]
En el tercer capítulo de Nación, estado y economía, Mises explicaba que la confusión acerca de la naturaleza del socialismo derivaba del hecho de que los programas de los partidos socialistas de Alemania y Austria integraban tres elementos distintivos: socialismo centralista marxista, sindicalismo (radical) y gobierno democrático.
Los socialistas habían defendido la democracia porque la teoría de Karl Marx predecía que el socialismo sería el gobierno de la mayoría proletaria.[7] Esta parte de su programa, en la que continuaban la agenda de los antiguos liberales clásicos que los propios liberales alemanes habían abandonado, creó una extendida simpatía por la causa socialista, incluso en círculos burgueses. Pero la regla de la mayoría no era una idea esencial del socialismo. El único elemento esencial es el control de todos los medios de producción a través de una dictadura del proletariado. Y era este precepto del credo socialista el que tenía que aguantar el escrutinio racional o si no el socialismo tendría que descartarse: ¿es el control centralizado obligatorio de la producción más eficiente que la propiedad privada de los medios de producción?[8] Todas las demás consideraciones eran secundarias. Por ejemplo, Mises señalaba que no había ninguna necesidad en 1919 de esperar a que el proletariado se convirtiera en mayoría en Alemania y Austria, porque la mayoría de la población general ya era socialista. Pero si la defensa del socialismo de la planificación centralizada fuera inválida, ningún poder sobre la tierra podría mantener un orden socialista.
La dictadura del proletariado quiere usar el terror para cortar y agostar de raíz la oposición. Se cree que el socialismo se establece para toda la eternidad una vez la burguesía ha visto expropiada su propiedad y se ha abolido toda posibilidad de crítica pública. Por supuesto, no puede negarse que puede hacerse mucho de esta manera, que, sobre todo, toda la civilización europea puede destruirse así, pero por tanto no hay que crear un orden socialista en la sociedad. Si el orden social comunista es menos apropiado que uno que se base en la propiedad privada de los medios de producción a la hora de producir “la mayor felicidad para el mayor número”, entonces las ideas del liberalismo no pueden morir ni siquiera con medidas terroristas.[9]
Mises señalaba que la defensa socialista se basaba esencialmente en la convicción de que una vez que se llegue a la sociedad socializada, sus miembros estarían guiados por motivaciones completamente distintas de las de sus vidas anteriores. En lugar de buscar su propio interés, ahora pensarían en servir a su comunidad. Pero si es se es escéptico sobre la viabilidad de ese Nuevo Hombre Socialista, si se busca en su lugar un sistema que reconciliaría los intereses de los seres humanos del mundo real con los de la comunidad en su conjunto, entonces el liberalismo ya ha encontrado ese sistema: la propiedad privada.[10]
En su política cotidiana, los socialistas hacía mucho que se habían alejado de la ortodoxia marxista para convertirse en la rama política de los sindicatos, a los que Marx depreciaba por “pequeñoburgueses”. Seguían el programa terrenal de sus electores y proclamaban su herencia marxista solo en los discursos electorales. Pero tanto desde un punto de vista teórico como práctico, el programa sindicalista-laborista era incluso peor que el socialismo marxista. Destruía la división del trabajo y el espíritu de cooperación:
El sindicalismo coloca deliberadamente por delante el interés de productor de los trabajadores. Al hacer a los grupos de trabajadores los dueños de los medios de producción (no tanto de palabra como de obra), no anula la propiedad privada, Tampoco garantiza la igualdad. Sí elimina la desigualdad existente de distribución, pero crea una nueva, pues el valor del capital invertido en empresas individuales o sectores de producción no se corresponde en absoluto con el número de trabajadores empleados el ellos. La renta de cada trabajador individual será mayor cuanto más pequeño sea el número de compañeros trabajadores empleados en su empresa o sector de producción y mayor el valor de los medios materiales de producción empleados en él. El estado organizado sindicalmente no sería un estado socialista, sino un estado de capitalismo del trabajador, ya que los grupos de trabajadores individuales serían los dueños de capital.
El sindicalismo haría imposible todo replanteamiento de la producción: no deja espacio al progreso económico. En todos sus aspectos intelectuales se adecúa a las épocas de campesinos y artesanos, en las que las relaciones económicas eran bastante inamovibles.[11]
Por tanto, el sindicalismo-laborismo es puramente destructivo. Es robo organizado localmente y elevado a principio general. La crítica de Mises no se centra, sin embargo, en su reprensibilidad moral, sino en su incapacidad de mantener la división del trabajo a gran escala característica de la civilización moderna. El sindicalismo-laborismo era un medio completamente inapropiado para lograr la máxima felicidad para el mayor número.
El artículo original se encuentra aquí.
[1] Mises, Nation, Staat und Wirtschaft, p. 37; Nation, State, and Economy, p. 46. [Nación, estado y economía].
[2] Mises, Nation, Staat und Wirtschaft, p. 79; Nation, State, and Economy, p. 96. [Nación, estado y economía]. Por el contrario, el principio de la mayoría era en su opinión solo un medio, en lugar de una parte constitutiva de la democracia: ver Nation, Staat und Wirtschaft, p. 36.
[3] Los otros errores fueron militares y políticos. Los errores militares fueron, (1) esperar que la guerra fueses corta y (2) esperar milagros de las incesantes ofensivas. Los errores políticos fueron, (3) no prever una guerra en todos los frentes y (4) hacer de los intereses de los junkers al este del Elba lo más importante en la política alemana. Ver Mises, Nation, Staat und Wirtschaft, p. 111 y ss.
[4] Sus opiniones sobre la financiación de guerra tuvieron un gran impacto sobre economistas jóvenes orientados al mercado del periodo de entreguerras, como Stefan Possony (Die Wehrwirtschaft des totalen Krieges [Viena: Gerold, 1938]) y Georg Holzbauer (Barzahlung und Zahlungsmittelversorgung in militärisch besetzten Gebieten [Jena: Gustav Fischer, 1939]), pero también sobre intervencionistas como Adolf Lampe (Allgemeine Wehrwirtschaft [Jena: Gustav Fischer, 1938]). Pero Lampe perfería “jugar con los mercados”. Sugería que las actividades empresariales fueran dirigidas centralizadamente.
[5] Mises, Nation, Staat und Wirtschaft, p. 137; Nation, State, and Economy, p. 168. [Nación, estado y economía]. Continúa explicando que la financiación bélica mediante deuda (en lugar de mediante impuestos o inflación) se limita a modificar la distribución futura de recursos.
[6] Mises, Nation, Staat und Wirtschaft, p. 140; Nation, State, and Economy, p. 172. [Nación, estado y economía].
[7] Mises observa que los socialistas alemanes habían respetado la idea de la democracia solo porque hasta 1914 siempre habían estado en la oposición y por tanto no habían asumido ninguna responsabilidad para con sus conciudadanos en los territorios orientales. Con el inicio de la Primera Guerra Mundial, cuando llegaron al poder en Alemania y Austria, cambiaron lentamente sus opiniones y habrían seguido los pasos de los liberales alemanes, pero con la pérdida de las provincias orientales, también desaparecía el problema de las naciones mixtas. Ver Mises, Nation, Staat und Wirtschaft, p. 105 y ss.
[8] Ver Mises, Nation, Staat und Wirtschaft, p. 152 y ss.; Nation, State, and Economy, p. 185 y ss. [Nación, estado y economía].
[9] Mises, Nation, Staat und Wirtschaft, p. 169; Nation, State, and Economy, p. 206. [Nación, estado y economía].
[10] Ver Mises, Nation, Staat und Wirtschaft, p. 157 y ss. En su obra posterior, basada en el argumento del cálculo socialista, demostraría que el problema es la imposibilidad de identificar cuáles son los intereses de la comunidad.
[11] Mises, Nation, Staat und Wirtschaft, p. 163 y s.; Nation, State, and Economy, p. 199. [Nación, estado y economía].
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