Los líderes políticos europeos se reunieron en Malta el mes pasado para discutir el futuro de la Unión Europea. Durante la reunión, la canciller alemana Angela Merkel se aseguró de denunciar cualquier posible movimiento tras el Bréxit por parte de Reino Unido de rebajar los impuestos a las empresas. (Merkel condenó también los intentos de EEUU de rebajar los impuestos a las empresas). Miquel calificó a ese movimiento como una “carrera hacia el fondo”.
Con estos comentarios Merkel estaba repitiendo comentarios anteriores del ministro alemán de finanzas Wolfgang Schäuble, quien en enero empleó la misma expresión “carrera hacia el fondo” y reprendió a Reino Unido sobre el asunto, afirmando que cualquier intento de rebajar impuestos sería una violación de los acuerdos internacionales. Además, rebajar los impuestos es un pensamiento retrógrado y no progresista, señalaba Schäuble, diciendo que “una economía verdaderamente global debe pensar en una gobernanza global”.
Esta polémica ayuda revelar cómo la Unión Europea ha sido una herramienta útil para impedir la competencia fiscal entre los estados miembros.
Amenazando con represalias desde las instituciones de la UE y recurriendo a afirmaciones de que los acuerdos internacionales se imponen a la política nacional, los burócratas de la UE han usado a esta institución como vara para reducir a la sumisión a potenciales recortadores de impuestos.
¿Qué es la competencia fiscal?
Richard Teather explica:
La competencia fiscal se produce cuando un gobierno usa su sistema fiscal para tratar de atraer capital, actividad empresarial o personas ricas de otros países. En su forma más obvia podría ser un “refugio fiscal” con tipos muy bajos (o incluso cero) pero podría incluir disposiciones más sutiles como desgravaciones fiscales para negocios concretos que se reubiquen en un país. La teoría de juegos sugiere que si los países con bajos impuestos atraen con éxito inversión internacional entonces otros gobiernos responderán, llevando una espiral competitiva de reducciones fiscales para competir por el capital móvil.
En un tiempo Europa fue conocida por su frecuente el uso de la competencia fiscal. Como señalaba Ralph Raico en su ensayo seminal “El milagro europeo”, un fenómeno esencial detrás del crecimiento económico sin precedentes y la creación de riqueza que se produjeron en la primera Europa moderna fue el uso común de la competencia fiscal.
Gracias a la presencia de un número muy grande de pequeños estados en la Europa del momento, muchos gobernantes políticos europeos competían entre sí para atraer a la gente más productiva y a las empresas más productivas. Aquellos príncipes y gobernantes sordos que insistían en aumentar los impuestos a niveles más altos que sus vecinos perdían tanto residentes como negocios rentables a favor de estados vecinos.
Por el contrario, la Unión Europea lleva mucho tiempo intentando acabar con este tipo de competencia fiscal, como señalaba recientemente Louis Rouanet:
Ahora está claro de muchas maneras que la Unión Europea es un cártel de gobiernos con altos impuestos cuyo objetivo es restringir la competencia fiscal. La política comercial supuestamente libre (es decir, regulada) de la UE no es más que una excusa para homogeneizar los regímenes fiscales y regulatorios de los estados-nación.
El objetivo final de los estados miembros con altos impuestos como Francia es usar la UE para extraer tanto como sea posible de los miembros productivos de la sociedad sin perder su base fiscal.
Así que no debería sorprender a nadie que eurófilos como Merkel y Schäuble condenen ahora la propia idea de un gobierno “canalla” como el de Reino Unido rebajando impuestos.
De hecho, mientras la UE incluyó a Reino Unido (uno los estados más grandes y productivos del mundo) esta pudo ejercer un grado de control sobre la política fiscal nacional por encima y más allá de las remesas financiadas por impuestos que el gobierno de Reino Unido debe pagar a la bolsa común de la UE.
Ahora, con Reino Unido saliendo de la UE, esta se enfrenta a la amenaza de un competidor en la puerta de al lado, que podría convencer a empresas y ciudadanos de la UE para que se muden a su país para escapar de los impuestos más altos de la UE. Esta tampoco es una amenaza menor, considerando las ventajas de Reino Unido como una isla de personas que hablan inglés y con fácil acceso a vías de transporte global.
Para los eurófilos es todavía peor el hecho de que ahora EEUU puede ir en la dirección de reducir también algunos impuestos. Trump ha expresado un interés por reducir el impuesto de sociedades del gobierno de EEUU (uno los más altos del mundo) para atraer negocios a Estados Unidos. Esto supondría una ruptura con las políticas de Barack Obama, que prefería tanto altos tipos fiscales como trabajar de acuerdo con sus compañeros intervencionistas en el establishment de la UE.
Ese cambio por parte de Estados Unidos representaría una amenaza adicional para la hegemonía de la UE y por eso Merkel ha pulsado el botón del pánico, declarando que los recortes fiscales son una “carrera hacia el fondo”, cómo se los aumentos fiscales no fueran sino un alabable movimiento hacia la luz.
Además, todo el asunto ilustra de nuevo que uno de los mayores problemas con los estados en el mundo es que hay demasiados pocos. En la medida en que la UE constituye un único estado en política fiscal, la creación de otro estado a través de la secesión de Reino Unido ha creado competencia para aquella y aumentado el potencial para reducir impuestos y crear más competencia fiscal. Solo podemos imaginarnos lo mucho peor que sería la política fiscal si EEUU no tuviera que responder frente a la UE y realizar sus propios recortes fiscales. Para aumentar todavía más el potencial para una mayor competencia fiscal, por supuesto, tanto Estados Unidos como Reino Unido deberían dividirse en estados aún más pequeños, reduciendo así aún más los poderes de monopolio de los que disfrutan actualmente los megaestados que nos gobiernan desde Bruselas y Washington.
El artículo original se encuentra aquí.
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