domingo, 12 de marzo de 2017

Benjamin Tucker, anarquista bostoniano, por Mises Hispano.

La Guerra civil causó un enorme cisma en el movimiento libertario estadounidense del cual no se recuperaría por décadas. Conflictos internos entre abolicionistas que favorecían la guerra y la invasión del sur, quienes veían la guerra como algo inevitable y forzoso para acabar con la esclavitud, y entre aquellos que pensaban que la guerra era un atroz mal moral en sí mismo, innecesario para acabar con la esclavitud; estos conflictos causaron un fraccionamiento del movimiento libertario que lo dividió en otros pequeños movimientos sociales radicales, tales como el de librepensamiento, amor libre y el movimiento obrero. Luego de 1865, la tradición individualista subsistió, no en el seno de un movimiento libertario distinto, sino como una facción radical dentro de estas causas sociales más amplias. Considerando el crecimiento astronómico del estado debido a la guerra y el creciente declive del pensamiento radical individualista, parecía que la llama de la libertad se había extinguido.

Nacido el 17 de abril de 1854 en Massachusetts, Benjamin Tucker creció en una familia cuáquera y radical unitaria. Se matriculó en el MIT, pero tras un ominoso encuentro con tres prominentes anarquistas individualistas (Ezra Heywood, William Greene y Josiah Warren) en la convención de la Liga por la reforma laboral en Nueva Inglaterra en 1872, Tucker habría de convertirse en un activista anarquista, periodista y ensayista. Se alinearía fuertemente con el movimiento obrero y tendría algunas conexiones con los movimientos de librepensamiento y amor libre (al igual que sus colegas radicales). El hilo conductor a lo largo de su pensamiento fue, no obstante, el individualismo.

Tucker construyó su teoría del anarquismo individualista (que él llamó « anarquismo bostoniano  » para distinguirse de los « anarquistas de Chicago », que por lo general favorecían menos los mercados y más la violencia como medio para lograr el cambio social) sobre los principios de la soberanía individual y la teoría del valor-trabajo, la cual era de ordinario aceptada por el común de los economistas remontándose hasta Adam Smith, pero que fue descartada más tarde por el gremio tras la revolución marginal de los austríacos tempranos, tales como Carl Menger y Eugene Böhm von Bawerk. Para los anarquistas del siglo diecinueve, la teoría del valor-trabajo, o « Costo como límite del precio », era la extensión natural de la soberanía absoluta del individuo sobre sí mismo. El trabajo era visto como la fuente de toda riqueza, siendo el trabajador naturalmente dueño de los frutos de su labor como una extensión de su habilidad para ser dueño de sí. La teoría del valor de Tucker estaba íntimamente relacionada con su visión ética basada en el hecho de que cada individuo tiene el dominio único sobre su cuerpo y su propiedad justamente adquirida, la cual requería que se la combinara con trabajo.

Tucker y sus colegas anarquistas individualistas eran anticapitalistas, pero favorecían el libre mercado. Veían el capitalismo como representante de una economía estatista que beneficiaba artificialmente a los capitalistas a expensas de los trabajadores al extraer plusvalías a través de rentas artificiales. Tucker pensaba que los frutos de las clases trabajadoras eran y son sistemática y coercitivamente tomados por las élites bajo el estatismo. Veía al estado como el propagador de la clase dirigente. Tucker identificó los cuatro grandes monopolios: dinero, tierra, patentes y tarifas (Charles Johnson ha identificado aún más). El rol de estos monopolios es la concentración de capital en manos de unos pocos y la creación de un sistema de salarios. Mas el origen de estos monopolios radica, no en el libre mercado, sino en el estado.

En lugar de adoptar retórica procapitalista, pues los anarquistas estadounidenses veían a los capitalistas en gran medida como brazos del estado, estos se mostraban amigables con el « socialismo » (algunos anarquistas individualistas modernos quieren reclamar el término socialismo del monopolio que ahora tienen los estatistas sobre el término). Tucker veía el hilo conductor que ligaba a todos los socialistas, de Warren a Proudhon a Marx, como una óptica donde

            […] el costo es el límite apropiado para el precio. Estos tres hombres realizaron las siguientes deducciones: que el pago natural para el trabajo es su producto; que este pago, o producto, es la única fuente justa de salario (dejando por fuera, por supuesto, regalos, herencias, etc.); que todos aquellos que derivan el salario de alguna otra fuente lo abstraen directa o indirectamente del pago natural y justo del trabajo; que este proceso de abstracción toma generalmente una de tres formas: interés, renta y ganancia; que estas tres constituyen la trinidad de la usura y son sencillamente métodos diferentes para imponer tributos para el uso del capital; que, siendo el capital sencillamente trabajo almacenado que ya ha recibido plenamente su pago, su uso debería ser gratuito, sobre el principio de que el trabajo es la única base para el precio; que el prestamista de capital tiene el derecho a su devolución intacta y nada más; que la única razón  por la que el banquero, el accionista, el rentista, el manufacturero y el marchante pueden exigir usura del trabajo estriba en el hecho de que son respaldados por un privilegio legal o monopolio; y que la única forma de asegurar al trabajo el goce de su producto entero o pago natural es derribar los monopolios.

Tucker distinguía entre socialismo de estado y socialismo de Mercado. Su programa socialista individualista consistía « […] en la destrucción de estos monopolios y la substitución de estos por la más libre competencia […] la cual reposaba sobre un principio muy fundamental, la libertad del individuo, su derecho a la soberanía sobre sí mismo, sus productos y sus asuntos, y la libertad a la rebelión contra el dictamen de cualquier autoridad. » Abolir los monopolios (esto es, la reforma económica) se convirtió en la tarea central de Benjamin Tucker, mientras que su misión se convirtió en « abogar por la justicia del trabajo. » De sus dos más grandes influencias, Warren y Proudhon, Tucker escribió:

[…] al proceder en su búsqueda por la justicia del trabajo, se encontraron cara a cara con el obstáculo de los monopolios de clase, observaron que estos monopolios reposaban sobre la autoridad y concluyeron que lo que había que hacer era, no fortalecer esta autoridad y así volver el monopolio universal, sino arrancar de raíz a la autoridad y darle pleno dominio al principio opuesto, la libertad, al volver la competencia, la antítesis del monopolio, universal.

Tucker rechazaba la visión de Marx y del socialismo de estado como « la doctrina según la cual todos los asuntos del hombre deberían ser administrados por el gobierno independientemente de las elecciones individuales », y en su lugar siguió a los individualistas (principalmente a Warren y a Proudhon):

Tal como la idea de arrebatar el capital a los individuos y dárselo al gobierno encaminó a Marx en un sendero que termina volviendo al gobierno todo y al individuo nada, asimismo  la idea de arrebatar el capital a los monopolios protegidos por el estado y ponerlo a fácil alcance de todos los individuos encaminó a Warren y a Proudhon en un sendero que termina volviendo al individuo todo y al gobierno nada. Si el individuo tiene el derecho a gobernarse a sí mismo, todo gobierno externo es tiranía. De allí la necesidad de abolir el estado.

Son precisamente las barreras al acceso creadas por el estado y las regulaciones económicas las que previenen la competencia y por lo tanto concentran el poder económico y los recursos en las manos de unas pocas élites políticamente arraigadas. Es sobre la autoridad del estado, que Tucker objetó, que reposa la explotación capitalista, la cual Marx objetó legítimamente. Rechazar esa autoridad significa acoger « el anarquismo, el cual podría describirse como la doctrina según la cual todos los asuntos de los hombres deberían ser administrados por individuos y asociaciones voluntarias, y según la cual el estado debería ser abolido. »

Tucker y su « impertérrito Jeffersonismo » dieron lugar a un nuevo movimiento libertario en 1881, cuando fundó Liberty: Not the Daughter but the Mother of Order, una publicación periódica que sirvió como canal para lo que Tucker llamó Anarquismo filosófico en la escena política radical estadounidense, imprimiéndole específicamente su propio sabor, el cual incorporaba un pensamiento egoísta a favor del trabajo y del mercado y que recoge elementos de Josiah Warren, Pierre Joseph Proudhon (el autor del subtítulo para Liberty), Herbert Spencer y Max Stirner. La publicación sirvió asimismo como una plataforma para un discurso que moldearía la tradición individualista y el movimiento libertario para siempre.

Los individualistas entre los movimientos de librepensamiento, amor libre y el movimiento obrero convergieron en la publicación Liberty de Tucker, la cual publicó a radicales tan importantes como Lysander Spooner, Auberton Herbert, Joshua K. Ingalls, John Henry Mackay, Victor Yarros y Wordsworth Donisthorpe. El magazín registró y creó todos los debates y controversias de la tradición individualista radical por cerca de tres décadas y, de acuerdo a Wendy McElroy, « proveyó un centro en torno al cual un movimiento revitalizado podía brotar y crecer. » Al lograr la convergencia de las facciones individualistas restantes tras el cisma de la guerra civil, Tucker y Liberty fueron instrumentales en el avivamiento del movimiento libertario estadounidense y fueron vitales para su éxito y crecimiento durante el siglo veinte.

El periódico librepensador Boston Investigator dio la bienvenida al primer número de Liberty en 1881 diciendo « el señor Tucker es habilidoso e industrioso, muestra radicalismo e independencia; la suya será una gaceta interesante y sugestiva. » El diario claramente sobrepasó las expectativas.

Para 1908, sin embargo, Liberty había llegado a su fin y, para 1930, mi radical bostoniano preferido pensaba que la libertad misma había llegado a su fin:

 […] el insalvable obstáculo para la realización de la anarquía ya no es el poder de los consorcios, sino el hecho indisputable de que nuestra civilización está agonizando. Puede que duremos aún un par de siglos; por otro lado, una década podría precipitar nuestro final. […] Seguramente la edad oscura. El monstruo, El Mecanicismo, está devorando a la humanidad.

Nueve años después, Benjamin Tucker falleció creyendo que la llama de la libertad se había extinguido permanentemente. Tengo la esperanza de que, cien años más tarde, el movimiento libertario que debe su renacimiento y existencia a la chispa interna de Tucker en 1881 no permita que su llama radical e independiente se extinga.


Artículo original publicado por  el 22 de abril de 2015

Traducción del inglés por Mario Murillo, tomado de

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