viernes, 6 de julio de 2018

La historia lo deja claro, los bancos centrales han fracasado en asegurar estabilidad económica, por Mises Hispano.

El mundo ha estado plagado de estallidos periódicos de la montaña rusa económica de auges y declives, especialmente durante los últimos cien años. Los principales culpables de estos episodios desestabilizadores y disruptivos han sido los gobiernos y los bancos centrales. Han monopolizado el control de los sistemas monetario y bancario de sus respectivas naciones y los han gestionado mal. No puede decirse otra cosa salvo esa.

Sí, si escuchamos a algunos escritores eminentes y respetados en estos asuntos, el gobierno ha sido el estabilizador y los mercados libres los perturbadores del orden económico. Un ejemplo reciente en esta línea de razonamiento es un breve artículo de Robert Skidelsky en “Why Reinvent the Monetary Wheel?”. El Dr. Skidelsky es en conocido autor de una biografía en tres tomos de John Maynard Keynes y una voz importante en los asuntos públicos de Gran Bretaña.

Skidelsky: Banca centralizada equivale a precios y mercados estables

Argumenta en contra de los que desean desnacionalizar y privatizar el dinero y el sistema monetario. Es decir, critica a quienes quieren quitar el control del dinero y los asuntos monetarios de manos del gobierno y poner en su lugar el dinero y el orden monetario de vuelta en el mercado competitivo privado. Se opone a quienes desean separar al dinero del estado.

Skidelsky considera a los defensores del Bitcoin y otras “criptomonedas” como “charlatanes y extravagantes”. Dice que detrás de cada privatización del sistema monetario reflejada en estas potenciales formas de dinero electrónico pueden verse “los motivos más sórdidos” del “sueño de Friedrich Hayek de un mercado libre en el dinero”. El famoso economista austriaco publicó en 1976 un libro sobre la Desnacionalización del dinero, en el que insistía en que los gobiernos habían sido la causa principal de las devaluaciones de divisas y las inflaciones de papel moneda durante los siglos que han precedido a nuestros tiempos. Y esto no puede terminar sin sacar al gobierno del control del dinero y el negocio de la creación de dinero.

En opinión de Skidelsky, un cambio institucional de este tipo sería un desastre. En lo que a él se refiere, “las sociedades humanas no han descubierto una manera mejor de mantener el valor del dinero prácticamente constante que confiando en bancos centrales para ejercitar control sobre este asunto y actuar directa o indirectamente sobre el volumen del crédito creado por el sistema bancario comercial”.

Robert Skidelsky es un investigador altamente considerado y conoce muy bien muchas de las ideas y acontecimientos políticos y económicos importantes del siglo XX, acerca de los cuales escribe a menudo. Pero uno no puede dejar de preguntarse si sus opiniones sobre los bancos centrales y los gobiernos que los respaldan a lo largo de los últimos cien años no afectan a la vida en algún otro planeta, porque no refleja la realidad de la gestión de los sistemas monetarios y los gobiernos en el planeta Tierra.

El patrón oro anterior a la Primera Guerra Mundial

El siglo XX empezó con todas las grandes naciones del mundo teniendo sistemas monetarios basados en un patrón oro. El oro era dinero, el medio de intercambio a través del cual se compraban y vendían bienes y servicios y por el cual los ahorros de algunos se transferían a las manos de prestatarios interesados y dignos de crédito para fines de inversión a través de la intermediación de bancos y otras instituciones financieras similares. Había sustitutivos del dinero en forma de billetes y cuentas corrientes para facilitar las incomodidades y los costes de transacción de usar monedas y lingotes de metal en muchos intercambios cotidianos. Pero se reconocían y se consideraban como derechos a “dinero real”, es decir, dinero en metálico.

Sí, este era, en general, un patrón oro gestionado por un banco central. Y las “reglas del juego” del patrón oro no se seguían siempre, siendo el principio general esencial que los billetes y cuentas corrientes solo deberían aumentar en el sistema bancario en su conjunto cuando hubiera aumentos netos en la cantidad de oro depositado en cuentas bancarias, por los cuales se emitirían nuevos billetes como derechos adicionales para esa mayor cantidad de oro-dinero. Y viceversa, si había una salida neta de oro del sistema bancario debido a billetes devueltos a los emisores para su redención en oro, entonces la cantidad neta de estos billetes en circulación se reduciría.

Aunque esta “regla” esencial del patrón oro no se obedecía siempre rígidamente por parte de los bancos centrales nacionales y su consecuencia eran crisis financieras ocasionales y “pánicos”, el sistema funcionaba de una manera asombrosamente suave, en general y en su conjunto, a la hora de proporcionar un entorno monetario relativamente estable para estimular y ayudar al comercio nacional e internacional y la inversión global. Cuando el sistema monetario sufría perturbaciones periódicamente, la mala gestión del gobierno y sus bancos centrales podía verse normalmente como la causa principal de ellas, o indudablemente una importante.

 Locura monetaria durante y después de la Primera Guerra Mundial

Esto llegó a su fin con el inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914. Todas las naciones beligerantes en Europa abandonaron el patrón oro, por lo que los billetes y otras cuentas bancarias ya no eran legalmente redimibles en oro. Los gobiernos usaron diversos métodos directos e indirectos para hacer que sus bancos centrales financiaran una creciente cantidad de préstamos en forma de papel moneda para cubrir los costes de sus respectivos gastos de guerra. Por usar el modo de expresión algo colorido del economista británico Edwin Cannan con respecto a la situación de la divisa de su propio país, Gran Bretaña iba a sufrir pronto una “diarrea” de papel moneda para cubrir los costes de la maquinaria bélica británica.

Esto culminó en las catastróficas hiperinflaciones que atenazaron a muchos países en el continente europeo en los años inmediatamente posteriores al final de la Primera Guerra Mundial en 1918. Los peores casos se experimentaron en países como Alemania y Austria. Especialmente en Alemania, el papel moneda se había convertido en prácticamente sin valor en el momento en que acabó la hiperinflación en noviembre de 1923, cerrando las imprentas de dinero e introduciendo una nueva divisa que se prometía que iba a estar ligada al oro.

Sin embargo, los nuevos sistemas monetarios de posguerra que un país tras otro intentaron introducir no fueron como el patrón oro que había existido antes de la guerra. Nominalmente, las divisas estaban ligadas al oro a nuevos tipos de redención oficial de tantos billetes a cambio de una unidad de oro. Pero las monedas de oro raramente circulaban en las transacciones diarias, cómo había sido habitual antes de 1914, el oro solo era redimible en grandes cantidades de lingotes (barras de oro) y ya pocos países mantenían cantidades importantes de oro en depósito en las arcas de su propio banco central. (Ver mis artículos “War, Big Government, and Lost Freedom” y “Lessons from the Great Austrian Inflation”).

La red federal y la llegada de la Gran Depresión

El corto retorno a una aparente “normalidad” económica con crecimiento y estabilidad a mediados y finales de la década de 1920 llegó sin embargo a su fin con el crash de la bolsa estadounidense de octubre de 1929, que creó la bola de nieve de la “Gran Depresión” en 1930 y 1931. ¿Pero por qué ocurrió esto? En Estados Unidos, una causa importante fueron los intentos de la Reserva Federal de “estabilizar” el nivel general de precios en un momento de crecimiento económico y ganancias de productividad que en caso contrario probablemente habrían producido una lenta caída general del nivel de precios, reflejando mayores producciones de bienes y servicios con costes menores, lo que habría posibilitado que se vendiera un número cada vez mayor de estos bienes a precios más bajos. En otras palabras, lo que a veces se ha llamado una “deflación buena”. Es decir, aumentar los niveles de vida mediante una caída en el coste de la vida, lo que no tiene que ser perjudicial para la rentabilidad de muchas empresas, ya que su capacidad de vender a precios más bajos se debe a su capacidad de producir más con menos costes de producción.

La política monetaria “activista” de la Reserva Federal para contrarrestar este proceso deflacionista “bueno” en nombre de la estabilización del nivel de precios requería un aumento en la oferta del dinero y del crédito en el sistema bancario, que impulsó los tipos de interés por debajo de los niveles determinados por el mercado y por tanto produjo un desequilibrio y una distorsión entre el ahorro y la inversión en la economía estadounidense. Cuando la Reserva Federal paró la expansión monetaria en 1928 y principios de 1929, el escenario estaba listo para un desplome del castillo de naipes de una inversión insostenible creada por patrones de inversión fuera de sintonía con el ahorro real en la economía para sostenerlo.

Lo que pudo haber sido una recesión y un proceso de recuperación “normales” y relativamente cortos se vieron interrumpido primero por las políticas fiscales y regulatorias de la administración de Herbert Hoover (incluyendo un aumento asesino del comercio en los aranceles de EEUU que produjo pronto las represalias de otros países). Esto se magnificó hasta un grado nunca visto antes en la historia estadounidense con la llegada a la presidencia de Franklin Roosevelt y el New Deal en 1933; la imposición de un sistema de tipo fascista de planificación económica en la industria y la agricultura; aumentos en los impuestos excedidos con mucho por crecimientos masivos en el gasto público a través de déficits presupuestarios para “obras públicas” y proyectos federales relacionados, que aumentaron la deuda nacional; el abandono de lo que seguía siendo nominalmente el patrón oro, seguido por una inestabilidad en el tipo de cambio y una expansión del papel moneda.

Junto a esto estaban las rigideces en salarios y precios debido a la resistencia de los sindicatos a los ajustes de salarios monetarios en un entorno posterior a un auge y los precios de los bienes paralizados debido a las regulaciones de la National Recovery Administration (NRA), que seguía un modelo fascista; hubo asimismo una espiral decreciente en el comercio internacional resultante de la reaparición del proteccionismo global y hubo una contracción monetaria exacerbada por un sistema de reserva fraccionaria creado por el funcionamiento de la Reserva Federal, que puso en marcha un descenso multiplicador en el dinero y el crédito dentro y fuera del sistema bancario, al generarse morosidad en los préstamos bancarios y con los depositantes entrando en pánico, lo que llevó a corridas bancarias. Todo esto trajo la tragedia de la Gran Depresión, que se arrastró durante la mayoría de la década de 1930.

Cómo las inflaciones perturbadoras durante e inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial o las erróneas políticas monetarias de la década de 1920 que llevaron a la Gran Depresión, cuya gravedad se debió a la mala gestión de la Reserva Federal y las intervenciones y controles antimercado del gobierno puedan atribuirse al “mercado libre”, como afirma Skidelsky, es algo que no puedo entender.

La mala gestión monetaria y pública tras la Segunda Guerra Mundial

Pero tal vez se refiera a las políticas más “ilustradas” de la banca centralizada de las principales naciones del mundo en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Los años inmediatamente después de 1945 vieron “escaseces de dólares” debido a la manipulación pública de los tipos de cambio, experimentos en la nacionalización de sectores, formas de planificación “suave”, crisis periódicas de divisas y a menudo políticas fiscales erróneas. ¿No recuerda Mr. Skidelsky cómo en la década de 1980 Gran Bretaña era considerada el “enfermo” de Europa debido a las políticas fiscales, monetarias y regulatorias del gobierno o las crisis de la lira en una Italia que parecía tener un nuevo gobierno cada semana? ¿Todo esto es culpa del “mercado libre”?

¿Qué pasa con la era de la “estanflación” en la década de 1970, con su aparente anomalía de aumentar precios y aumentar desempleo al mismo tiempo y que confundió tanto a la comunidad keynesiana del momento? En Estados Unidos esto lo inició la acomodación de la Reserva Federal que empezó en la década de 1960 para crear dinero para financiar los programas de “cañones y mantequilla” de la Guerra del Vietnam y la “Gran Sociedad” de Lyndon B. Johnson. ¿No fueron las manos sabias y fiables del Consejo de Gobernadores de la Reserva Federal las que, con sus políticas monetarias, crearon a finales de la década de 1970 y principios de la de 1980 una de las peores inflaciones de precios experimentadas en la historia estadounidense, con tipos nominales de interés en el rango de los dobles dígitos? ¡Claramente otro “triunfo” para la continua planificación monetaria centralizada de la Reserva Federal!

¿Qué pasa con la burbuja de la alta tecnología de finales de la década de 1990 que acabó estallando o la reciente crisis financiera e inmobiliaria de 2008-09? ¿Qué las causó? Alan Greenspan (el “maestro” de la banca centralizada) preparó el escenario para estas con sus políticas “antideflación” en un momento en el que los precios no estaban cayendo, pero que creó desequilibrios insostenibles de ahorro-inversión no muy diferentes de la desastrosa política monetaria seguida por la Reserva Federal en la década de 1920.

Bajo la mano directora adicional de Ben Bernanke en la Reserva Federal, los tipos de interés entre 2003 y 2008 fueron en términos reales cero o negativos y las instituciones públicas de vivienda subvencionaban con decenas de miles de millones de dólares préstamos vivienda a prestatarios indignos de crédito, a través de expansión monetaria y préstamos con costes artificialmente bajos respaldados por garantías hipotecarias avaladas por el gobierno. ¿Todo esto fue culpa del “mercado libre”? No. Las huellas dactilares de la Reserva Federal y las instituciones del gobierno federal están por todas partes en este “delito económico”.

El abandono del gobierno de la imprenta monetaria

Aun así, según Robert Skidelsky, es en el libre mercado en el que no puede confiarse para integrar y coordinar competitiva y privadamente el sistema monetario. ¿Qué historial mucho peor podría crear un sistema bancario privado y competitivo comparado con los desastres monetarios de los últimos cien años bajo el control de los bancos centrales, incluyendo la Reserva Federal estadounidense?

No se trata de si el Bitcoin u otras formas de criptodivisas acaban o no siendo el dinero o los dineros elegidos por el mercado para el futuro. El dilema esencial es: planificación monetaria centralizada (con su embarazosamente terrible historial de cien años con papel moneda) o hacer que el gobierno abandone directa o indirectamente la palanca de la imprenta monetaria.

No puede confiarse a los gobiernos este poder y autoridad, ya los ejerzan directamente o a través de sus bancos centrales. En 1986, Milton Friedman publicaba el discurso presidencial de la Western Economic Association. Declaraba que después de décadas de defender una “regla monetaria”, que era un aumento manual constante o “automático” del 2% o 3% en la oferta monetaria en lugar de una aproximación keynesiana más discrecional, había concluido que todo esto era escupir al viento. La teoría de la elección pública (la aplicación de razonamiento económico para analizar el funcionamiento del proceso político) le había convencido de que los intereses propios a corto plazo de políticos, burócratas y grupos de intereses especiales siempre se impondrían al objetivo de la estabilidad monetaria a largo plazo, con las consiguientes presiones sobre aquellos a cargo de los supuestamente “independientes” bancos centrales.

En este artículo y otros escritos por él aproximadamente al mismo tiempo, Friedman nunca llegaba a reclamar la abolición de la Reserva Federal o una vuelta a un patrón oro. Pero sí decía que, mirando atrás, viendo la historia monetaria del siglo XX, habría sido mejor no haber tenido nunca una Reserva Federal ni haber abandonado el patrón oro. Las críticas tradicionales de los costes de un patrón oro, decía (minería, acuñación, almacenamiento del oro, cuando los recursos que iban a todo esto podrían haber sido usados más productivamente otras maneras) palidecían hasta casi la insignificancia comparados con los costes de las inflaciones de papel moneda y las recesiones y depresiones resultantes que había sufrido la sociedad.

El hombre de paja y las evasiones de Skidelsky

Robert Skidelsky crea un hombre de paja cuando trata de dar miedo a la gente sobre las criptodivisas no reguladas que amenazan la estabilidad monetaria y de precios del mundo. Ni siquiera podemos entender del todo su argumento. Por un lado, dice que Bitcoin tiene un límite final incluido sobre cuánto puede minarse y nos advierte de que un dinero Bitcoin llegará por tanto a un máximo que no tendría “elasticidad” como para atender las necesidades monetarias crecientes del futuro. Y en la siguiente frase nos advierte de que una divisa similar al Bitcoin podría no tener un control incluido en contra de la inflación. Bueno, ¿qué es: el peligro de deflación de precios de Bitcoin o de inflación de precios de Bitcoin?

En las últimas tres décadas ha aparecido una literatura extensa y detallada acerca de las posibilidades y potencialidades de un sistema de banca libre, privada y competitiva. Los economistas que se han dedicado al análisis serio y la exposición de ese sistema de banca libre, gente como Lawrence H. White, George Selgin y Kevin Dowd, por nombrar solo a los tres más importantes, han demostrado que un dinero material basado en el mercado y un sistema bancario completamente basado en el mercado funcionarían con éxito con una mayor capacidad de coordinación y con mucha menos probabilidad de cualquier inestabilidad monetaria y de precios experimentada con la banca centralizada a lo largo de los últimos cien años.

Es triste que un investigador tan cuidadoso como Robert Skidelsky haya decidido rebajar la realidad histórica del fracaso de la banca centralizada y no trabajar sobre la literatura serie real de la alternativa de la banca libre, privada y competitiva.

 


El artículo original se encuentra aquí.

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