Hace un siglo, el anarquismo era un movimiento internacional de masas que contaba con millones de adherentes. Los anarquistas dominaban el ala radical del movimiento internacional de los trabajadores. Las comunidades anarquistas que brotaban cerca de las principales ciudades marcaban notablemente la vida urbana, y los anarquistas eran una minoría visible y reconocida entre los varios grupos étnicos y religiosos. Durante un periodo de veinte años comprendido entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, los anarquistas asesinaron a la cabeza del estado en todo país grande e importante. El solo término “anarquista” provocaba miedo en el corazón de los políticos, los reyes y los barones bandidos. La clase dirigente nunca sabía cuándo y dónde los anarquistas podrían golpear una vez más.
Hace unos años encontré un libro sobre el movimiento anarquista histórico (no recuerdo título ni autor), donde se decía que la única característica del anarquismo era su total fracaso en lograr cualquiera de sus metas. Tuve que reírme. La verdad, por supuesto, es que el anarquismo fue siempre uno de los más exitosos movimientos de masas. Sí, el estado todavía tiene que ser abolido. A la fecha ninguna nación ha adoptado la bandera negra como la suya. Sí, la burguesía internacional retiene aún su poder. La clase dirigente sigue aquí con nosotros, igual que siempre. Sin embargo, cuando miramos el estado de cosas del mundo industrializado de un siglo atrás, vemos que en verdad la historia ha cambiado en nuestra dirección.
Los anarquistas estuvieron al frente del movimiento por las ocho horas laborables. Los mártires del Haymarket dieron sus vidas por esta causa. En ese tiempo era ilegal organizar sindicatos. Los trabajadores en huelga fueron normalmente baleados por los agentes del gobierno y los sicarios privados. Era un crimen federal, dentro de los Estados Unidos, el distribuir información acerca de la contracepción. Los niños huérfanos eran confinados en condiciones similares a las de los esclavos, y eran utilizados en la experimentación médica junto con los discapacitados mentales, los delincuentes juveniles, los homosexuales y otros. Frecuentemente, las condiciones en las prisiones eran muy parecidas a las de los campos de concentración nazis. La pena de muerte era normalmente impuesta por hurto y ratería. Las personas de ascendencia africana eran regularmente asesinadas y aterrorizadas por bandas de racistas mientras las autoridades se hacían de la vista gorda.
Los anarquistas estuvieron entre los primeros militantes que se oponían a esas condiciones. La jornada de ocho horas, el derecho a organizar sindicatos, a leer literatura explícitamente sexual, a practicar la contracepción y el aborto y a participar en protestas anti guerra, la reforma en las prisiones y muchos otros derechos y privilegios que hoy consideramos garantizados, no existían en la época clásica del movimiento anarquista. Roger Baldwin se inspiró para fundar la American Civil Liberties Union luego de escuchar a Emma Goldman, anarquista y pionera de los derechos de la mujer. Así también, los anarquistas estuvieron entre los primeros oponentes al mal trato a los homosexuales. De muchas maneras, las cosas han cambiado considerablemente desde los siglos pasados.
El anarquismo declinó como movimiento de masas debido, en gran parte, a la traición de la izquierda estatista. La revolución comunista de 1917 en Rusia fue un triunfo aparente del movimiento radical de los trabajadores. Muchos trabajadores empezaron a dejarse llevar hacia el comunismo, sin darse cuenta de que los bolcheviques habían apuñalado por la espalda a la revolución. La derrota de los anarquistas españoles, por la acción combinada de fascistas y comunistas en los 30’s, sonó como toque de difuntos para el movimiento anarquista histórico. Hoy en día, el anarquismo es en gran medida un puñado de personas dispersas que actúan en los márgenes de la oposición de izquierda pro-estatista.
Éste es precisamente el problema. Los anarquistas todavía tienen que adaptarse a las condiciones del mundo actual, y desarrollar un marco ideológico integral, a través del cual puedan cuestionar los paradigmas políticos, económicos y culturales dominantes. Es típico que los anarquistas operen, tanto política como culturalmente, como si fueran una facción más de la izquierda radical. Hoy en día, el anarquismo es en gran medida una amalgama de nostalgias del movimiento clásico (casi siempre en forma de grupos “revolucionarios”, que generalmente son sólo clubs de historia), junto con elementos de la contra cultura y la política de la Nueva Izquierda de los 60’s, la cultura de la “corrección política” desarrollada por liberales y socialdemócratas entre los 80’s y 90’s, una cierta retórica gandhi-oide de “no violencia”, la glorificación de figuras revolucionarias del Tercer Mundo (incluyendo algunas claramente no anarquistas), la subcultura punk rock, un entusiasmo por la teoría crítica y otras tendencias intelectuales de moda, y en general la entronización de cualquier causa popular izquierdista/liberal que esté aún por inventarse.
La izquierda estatista es en gran parte un fiasco vergonzoso. La socialdemocracia burguesa ha llegado a ser ampliamente la ideología dominante del ala izquierda de la clase dirigente, y, fuera del mundo académico de los neo-marxistas, no interesan ni el comunismo ni otras formas de oposición izquierdista. Mientras tanto, el resurgimiento de la derecha libertaria atrae fuertemente a aquéllos que buscan un movimiento opositor al estado. Sin embargo, por penetrantes que sean las críticas al estado hechas por la derecha libertaria, su carácter decididamente burgués le impide desarrollar una crítica integral de las relaciones de clase y del rol del poder corporativo en el sostenimiento de los modernos sistemas de tiranía.
Lo que falta es un anarquismo nuevo y mejorado, uno que recobre las intuiciones del movimiento clásico, que corrija sus fallos, que expanda su agenda y que, a la vez, aproveche los avances en estudios históricos y ciencia económica que han tenido lugar en las décadas recientes. Éste sería un anarquismo que rechazaría con igual fervor a la izquierda estatista y a la derecha corporativista, y se ubicaría a sí mismo en una posición diametralmente opuesta al paradigma “izquierda/derecha” que predomina en el pensamiento y discurso contemporáneos. Esto implicaría un gran número de cambios claves en la ideología y estrategia anarquistas al día de hoy.
La primera tarea para cualquier forma de anarquismo serio deberá ser, por supuesto, oponerse al estado mismo. Muchos anarquistas contemporáneos parecen haber perdido de vista esto. No es infrecuente que muchos anarquistas contemporáneos tomen posiciones sobre el rol del estado en la sociedad que son virtualmente indistinguibles de las posiciones de los socialdemócratas o, incluso, de los comunistas. Hasta un pensador anarquista tan perceptivo como Noam Chomsky ha caído en esta trampa. Por ejemplo, el aparente entusiasmo de muchos -así llamados- anarquistas por el welfare state burgués indica que no han desarrollado ninguna crítica del estado más allá de las críticas ordinarias de los teóricos de izquierda, para quienes el estado es simplemente una expresión más del poder económico de la clase capitalista. Esta visión ignora la posición bakuninista clásica, según la cual el estado es una clase social en sí misma y por sí misma, con poderes y privilegios que incluso van más allá de los que tienen las élites económicas. Las únicas críticas serias a este rasgo del estado parecen ser hoy en día las de los teóricos “anarcocapitalistas”, que han hecho una crítica del estado y de las grandes corporaciones mucho más radical y penetrante que cualquiera de las realizadas por la izquierda contemporánea. Que tantos de los actuales pobres de las ciudades hayan sido esclavizados y convertidos en defensores o pupilos del estado mediante la siembra de welfare operada por la izquierda socialdemócrata, mientras los anarquistas miran eso con total descuido o falta de memoria, es en verdad algo trágico. Éste es un tema donde los anarquistas deberían tomar el liderazgo ideológico, pero en lugar de eso lo han dejado en manos de los conservadores negros, la derecha corporativista o las minorías nacionalistas como la Nation of Islam.
Es preciso que los anarquistas realicen una oposición coherente y fundada en principios a todos los aspectos o manifestaciones del estado, desde el welfare system hasta las escuelas “públicas”, el complejo militar-industrial o el aparato represivo llamado “justicia criminal”. Las formas más centralizadas y poderosas del estado deben ser los primeros objetivos de la cólera anarquista. Esto quiere decir que debe existir un cierto orden en las prioridades de aquéllos que llevan en sus manos una agenda antiestatista. Las formas del estatismo global deben ser el primer enemigo a vencer. El actual proceso de “globalización” (la conversión regida por conglomerados internacionales a través de agencias internacionales), o el New World Order, como la derecha populista quiere llamarlo, amenaza con subyugar, tanto a las clases trabajadoras como a las naciones-estado tradicionales y a las culturas nacionales, bajo la bota de la burocracia corporativa global y la monocultura. Por consecuencia, todos los enemigos del proceso de globalización vienen a ser aliados naturales en la lucha. Esto incluiría a nacionalistas, separatistas, tradicionalistas y conservadores religiosos de la derecha, y a sindicatos, ambientalistas, socialistas, marxistas y otros “progresistas” radicales de la izquierda.
La siguiente tarea es oponerse a las naciones-estados más poderosas. El primero entre ellos sería el actual régimen de los Estados Unidos, el más poderoso imperio político y militar en la historia. Todos los enemigos del imperialismo de EU serán aliados en esto, desde el EZLN hasta Sendero Luminoso, el Talibán o Fidel Castro. Esto no significa que abracemos sus políticas o sus sistemas. Sólo significa que trabajaremos juntos para debilitar a nuestro enemigo más grande. El siguiente grupo de naciones-estado a los que debemos oponernos es el de aquéllas más estrechamente alineadas en la globalización o con el imperialismo estadounidense. Esto incluye a las naciones de la OTAN, el Grupo de los Siete y los regímenes racistas, teocráticos y zionistas impuestos sobre palestinos, árabes, musulmanes, judíos y cristianos, así como los poderes imperiales de occidente. Lo siguiente en este orden es oponernos a los estados donde se dan los más extensos y grotescos abusos de los “derechos humanos” -Rusia, China, Irán e Irak, Cambodia, Indonesia y otros. Finalmente, trabajaremos para terminar con todos los estados juntos.
Dentro de los Estados Unidos, es preciso aplicar los mismos principios. Esto significa que nos opondremos, primero, al gobierno federal, y luego a los gobiernos estatales y locales. Cualquier transferencia de poder desde los más altos niveles de gobierno hasta los más bajos debe ser apoyada. Cualquier transferencia de funciones desde el estado a instituciones no gubernamentales debe ser apoyada. Toda institución, organización o individuo que operen en oposición al estado deben ser apoyados, desde los opositores a los impuestos y los home schoolers hasta las milicias armadas, las bandas callejeras, los okupas, los presos en rebelión, los movimientos de protesta, los operadores de radios piratas o lo que sea.
A lo primero que debemos oponernos es a los aspectos más predativos de los estados. Lo primero es la policía, las prisiones y la llamada “justicia criminal”. Cualquier medida que reduzca el número de leyes, los poderes de la policía y las cortes, y la facultad de los administradores de prisiones para ejercer la autoridad arbitraria sobre los internos, debe ser apoyada. Aquellas personas más perseguidas por el estado deben ser los primeros en ser defendidos. En la situación actual, estos serían los presos, las víctimas de la guerra anti-drogas, los homeless, los jóvenes, los trabajadores de bajos ingresos, los pobres urbanos, los rancheros despojados de sus tierras, los microempresarios callejeros, las prostitutas y otros proscriptos. Siempre me siento desanimado cuando los anarquistas gastan más tiempo en protestar contra circos y restaurantes de comida rápida que contra los agentes y policías de narcóticos, los inspectores de zona, las autoridades escolares y la industria de las prisiones.
Debe resistirse a todo control del estado sobre la vida social. Esto significa que debemos aliarnos con anti-globalistas, anti-militaristas, anti-imperialistas, separatistas y secesionistas, tanto de izquierda como de derecha. Junto con la izquierda, debemos oponernos a la brutalidad policiaca, al racismo y el sexismo, a la destrucción del ambiente, a la pena de muerte, a las violaciones de la libertad sexual y el derecho al aborto, a la explotación de los trabajadores y a la censura. Junto con la derecha, debemos oponernos a las escuelas controladas por el estado, a las gun laws (increíblemente, muchos llamados anarquistas avalan los controles estatales de armas de fuego), a los impuestos, a las zoning laws que son en gran medida una manera de controlar a los pobres, al welfare system, a la represión contra las minorías religiosas, los speech codes y otras formas de censura izquierdista y de restricciones a la libertad de asociación.
Estos principios deben ser aplicados, de igual manera, en el campo económico. Debemos resistir a todo apoyo estatal a las corporaciones. Debemos apoyar todo esfuerzo por “democratizar” o permitir a los trabajadores mayor participación en las organizaciones industriales. También el desarrollo de empresas de trabajadores debe estar en la agenda, junto con la oposición a todo hostigamiento estatal a las pequeñas empresas y al autoempleo. Como los gobiernos, a diversos niveles, son dueños de más de la mitad de la tierra en EU, debemos contemplar una reforma integral de la tierra. Esta reforma debe enfatizar los derechos de “uso-posesión” de los ocupantes, rancheros y pequeños empresarios, familias, cooperativas e individuos.
Por estrategia, tenemos que seguir el ejemplo de las más exitosas fuerzas anarquistas de todos los tiempos: los revolucionarios anarquistas españoles. Nuestra agenda revolucionaria debe contemplar una alianza de organizaciones comunales, sindicatos, cooperativas, empresas, organizaciones de servicios, clubs de jóvenes, grupos de estudio y otras asociaciones populares, respaldadas por nuestras guerrillas, milicias y fuerzas paramilitares, armadas con el propósito de tomar el control ciudad por ciudad, región por región, estado por estado, para la total erradicación del poder centralizado estatal-corporativo y la eliminación del control en manos de nuestros enemigos. Así como América fue la primera nación liberal clásica, deberá ser también, e irónicamente, la primera nación socialista libertaria.
Traducido por William Gilmore. El artículo original se encuentra aquí.
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