sábado, 28 de julio de 2018

La UE se está pudriendo (y sus bancos son insolventes), por Mises Hispano.

La UE es una construcción política en estado de decadencia terminal. Sabemos esto por una razón y solo una: su núcleo principal es que el estado es superior a su pueblo. Un sistema de gobierno solo puede funcionar a largo plazo si reconoce que es el servidor del pueblo, no su amo. No importa qué sistema electoral tenga en vigor, mientras se siga esta idea principal.

El ejecutivo de la UE en Bruselas no acepta la primacía electoral. Por el contrario, comparte con el comunismo marxista una creencia en la primacía estatista. La única diferencia entre ambos credos es que Marx planeaba gobernar el mundo, mientras que Bruselas está en camino de gobernar Europa.

Los métodos para satisfacer sus objetivos son distintos. Marx defendía una guerra civil a escala global para destruir al capitalismo y la burguesía, mientras que Bruselas ha ido asumiendo progresivamente poderes que marginan los parlamentos nacionales. Ambos credos comparten una creencia en un ejecutivo todopoderoso. La comparación con el marxismo no supone una adulación a la UE y sugiere que tiene una vida limitada y podemos estar a punto de ver que la UE empieza a desintegrarse. A pesar de la evolución económica del resto del mundo, como los comunistas marxistas, Bruselas está atascada con un credo económico y político que está fracasando.

No tiene ningún mecanismo para la transacción o la adaptación. Se acabó con una rebelión en Grecia, los británicos votaron a favor del Bréxit, que está resultando imposible de negociar y ahora Italia piensa que puede escapar parcialmente de esta versión estatista del Hotel California. Los italianos están cometiendo errores enormes. Los partidos rebeldes que forman una coalición de gobierno quieren estar en la UE, pero tratan de salirse del euro. Dejando aparte la imposibilidad de un cambio por un momento, están haciendo lo contrario de lo indicado. Si quieren conseguir algo, deberían salir de la UE y mantenerse en el euro. Dejadme que me explique, empezando por la política, antes de considerar la economía.

Como he indicado antes, la UE es cuasi-marxista, poniendo al estado por encima del pueblo. El gobierno italiano ha colaborado con Bruselas para esclavizar a su propio pueblo como vasallos del superestado de la UE. Si hay una revuelta en Italia, es porque el electorado se está rebelando. Los eurócratas sin rostro dicen al pueblo italiano qué hacer y qué pensar. El pueblo está descontento tanto con el superestado como con sus propios gobiernos débiles.

Los dos partidos que forman la última coalición están demasiado asustados como para culpar a la UE y en su lugar proponen pedir que se les perdone la deuda y dicen que están considerando abandonar el euro. Pero sin una visión clara y un entendimiento de por qué está descontento al electorado italiano esta coalición resultará, en una de las expresiones memorables de Boris Johnson, estar compuesta por poco más que gelatina invertebrada protoplásmica supina. Grecia es el precedente. Esto hace fácil a la UE tratar con los italianos. No conseguirán nada.

El argumento económico de que Italia estaría mejor con su propia moneda es absurdo. Con un historial de gobiernos débiles e irresponsables, es mucho mejor para la moneda estar fuera del control de Italia. Sin embargo, los comentaristas keynesianos simpatizan con el argumento de la moneda débil, creyendo que el euro se creó en beneficio de Alemania. Italia, junto con los demás miembros mediterráneos, se dice que está pagando el precio. Alegan que este es el defecto fatal de un euro de talla única. Esta interpretación de la situación monetaria es una bobada. Ignora el hecho de que la deuda de Italia se disparó después de la creación del euro, porque el coste de tomar prestado para Italia se ajusta a los tipos de préstamo para Alemania, gracias a la garantía de una eventual unificación. La diferencia era que Alemania tomaba prestado para invertir en producción, mientras que el gobierno italiano tomaba prestado para gastar. Hoy el problema es que la prodigalidad el pasado ha alcanzado a Italia y su gobierno debe dejar de tomar prestado.

Crear una lira alternativa o los propuestos mini-BOT es un concepto mal pensado que solo empeora las cosas. La propuesta de mini-BOT parece ser una emisión de certificados respaldados por futuros ingresos fiscales para usarlos para pagar a los acreedores del gobierno. Luego circularían como billetes emitidos por el estado, pero con un descuento para reflejar tanto su valor temporal como el hecho de que no son euros. Parece que a los promotores de planes como estos no se les ocurre que los acreedores del estado insistirán en que se les pague en euros.

Los promotores de planes como los mini-BOT son obsesos monetarios, incentivados por un deseo de eludir la realidad. El gobierno italiano ha estado usando este tipo de trucos mágicos durante años, sobre todo con la titularización de flujos futuros de renta, como la lotería nacional. Los mini-BOT parecen ser una propuesta para tirar una vez más los dados.

Sorprende poco que el pueblo italiano este harto de sus dirigentes y sienta que solo pueden socavar el sistema colectivamente votando contra ellos en las elecciones. Pero es demasiado tarde, porque el estado, y por tanto los bancos, ya están irreversiblemente quebrados, un hecho apenas ocultado por la financiación del BCE al gobierno italiano con tipos de interés cercanos a cero a través de la compra de bonos públicos. No es solo que el BCE niega la situación financiera de Italia, sino que también Italia está firmemente aprisionada.

Los bancos de la UE también son insolventes

La perturbación de la salida italiana del euro sería fatal para el sistema bancario de la UE, al menos en cuatro niveles.

  • El apoyo desde el BCE a los bancos italianos desaparecería, lo que podría ocasionar una cascada de quiebras bancarias en Italia, ya sea por el resultado de malas deudas cristalizando dentro del sistema o debido al deterioro de los balances por la caída en los precios de los bonos públicos italianos.
  • Aparecerán problemas para los bancos cuando préstamos pasados sigan denominados en euros, mientras que sus balances pasan a una nueva divisa que se debilita. A los bancos italianos les faltan los márgenes para capear balances desequilibrados, cuyos activos están denominados en una divisa en declive en relación con la divisa de sus pasivos.
  • Habrá una fuga de residentes en otros países de la Eurozona para reducir y eliminar sus compromisos italianos, lo que equivaldría a una corrida bancaria contra todo el país. La única solución política sería imponer controles draconianos de capital entre Italia y el resto del mundo, incluyendo otros estados miembros de la UE.
  • Finalmente, está la amenaza para el BCE y el propio sistema del euro.

Esto requiere poca explicación, salvo tal vez la amenaza para el BCE y el sistema del euro. El BCE ha estado comprando grandes cantidades de bonos italianos, financiando en la práctica el exceso de gasto público italiano, con intereses ridículamente bajos. En la práctica, el BCE se ha colocado en una posición imposible y al ir empeorando la situación italiana el debate sobre el destino de los desequilibrios del Target 2 está condenado a intensificarse.[1] Estos se aprecian en el gráfico siguiente, que muestra los balances a final de marzo.

Graph_numero_uno.pngMientras se mantenga unido el sistema del euro, se nos asegura que estos desequilibrios no importan. Sin embargo, con el banco central italiano endeuda con el sistema en torno a unos 447.000 millones de euros, cómo se tratarían estos desequilibrios con una salida italiana del euro sin un colapso del sistema resulta ser una pregunta interesante. Y merece la pena señalar que el banco central de España también tiene un agujero de 390.000 millones de euros, solo por si el electorado español, o incluso los catalanes o vascos, tienen ideas de abandonarlo también.

Al Bundesbank le deben 896.000 millones de euros netos y se pondrá extremadamente nervioso con Italia. Al propio BCE se le deben 235.000 millones de euros netos todos los bancos centrales nacionales. Cuando el BCE compra deuda pública italiana, la Banca d’Italia actúa en su nombre. Los bonos italianos se guardan en la Banca d’Italia y se debe el dinero. En la medida en que el BCE haya comprado bonos italianos, se reduce el balance negativo general en la Banca d’Italia, así que sus déficits con oros bancos nacionales en el sistema son realmente mayores que los 447.000 millones de euros mostrados, en la cantidad debida al BCE.

En resumen, es difícil ver cómo puede Italia abandonar el euro sin que el BCE garantice formalmente todos los déficits del Target 2. No es imposible y la garantía ya se da por supuesta, pero el BCE no querrá que nadie cuestione su propia solvencia, así que podemos suponer con seguridad que no se permitiría una salida, por una sencilla razón: el sistema y los bancos solo son solventes mientras no se cuestione el sistema.

En todo caso, puede que no se plantee la cuestión relativa a la pertenencia al euro de Italia, porque la nueva coalición todavía no sabe lo que quiere. Debe asimismo disuadirse a los italianos de su deseo de condonación de la deuda, por las mismas razones por las que no se le concedió a Grecia. Y, como descubrieron los griegos, tratar de negociar con la UE y el BCE era como hablar con una pared. Los italianos experimentarían las mismas dificultades. Podemos rechazar cualquier idea de que como Italia es un problema mucho mayor tiene poder negociador. Una pared sigue siendo una pared.

En lo que se refiere a Bruselas y Frankfurt (la sede del BCE), siempre tienen razón. El proyecto europeo y el euro son más importantes que las naciones miembros individuales y sus electorados no tienen nada que decir. A menudo consideramos esto como arrogancia, lo que es un error. Es peor: como los marxistas, los eurócratas tienen una convicción irrefutable de su lado. Al otro lado de la mesa se sentarán los italianos, sin creencias políticas dignas de mención y absolutamente asustados por las consecuencias de sus propias acciones.

Así funciona la UE. Inevitablemente, en un sistema estatista sin rostro como este, siempre hay problemas que tratar a nivel nacional. Luego están las dificultades localizadas, como el Deutsche Bank, cuyo precio en bolsa nos dice que está quebrando. Pero, en ese caso, indudablemente será rescatado debido a su enorme riesgo derivado, la contención del riesgo sistémico de la eurozona y el orgullo alemán. El BCE ha mostrado una gran capacidad en salir del farol a través de estos y otros problemas y es probable que continúe teniendo éxito al hacerlo, salvo por una circunstancia especial, que es la etapa de la crisis del ciclo crediticio.

El ciclo crediticio será la destrucción de la UE

Hay un error común que tiene el mundo sobre el ciclo económico: acusa al sector privado de los auges y declives periódicos. La verdad es que todo auge y declive tiene su origen en la política monetaria del banco central y la banca de reserva fraccionaria.

Un banco central primero intenta estimular a la economía con tipos bajos de interés, tras inyectar dinero base en la economía para rescatar a los bancos de la crisis anterior. El banco central continúa rebajando los tipos de interés, inflando los activos y facilitando la financiación de los déficits públicos.

A esto le sigue la expansión del crédito bancario, al apreciar los bancos que han mejorado las condiciones comerciales en la economía no financiera. La inflación de precios repunta inesperada pero inevitablemente y los tipos de interés tienen que aumentar. Aumentan hasta el punto en el que anteriores malas inversiones empiezan a liquidarse y se desarrolla una crisis de pago de préstamos en los mercados financieros.

Es esencialmente un ciclo crediticio, no económico. Los banqueros centrales, con muy pocas excepciones, no entienden que son su causa. Y los pocos banqueros centrales que sí lo entienden son incapaces de influir en la política monetaria lo suficiente para cambiarla. Al no entender que crean ellos mismos la crisis, los banqueros centrales creen que pueden controlar todos los riesgos financieros a través de regulación e intervención, y por eso siempre les pilla por sorpresa cuando les golpea una crisis crediticia.

Por estas razones sabemos que es solo cosa de tiempo antes de que el mundo se enfrente a otra crisis crediticia. La próxima probablemente no tenga precedentes en su violencia, incluso excediendo la última de 2008/09, debido a la escala de la reflación monetaria adicional que ha tenido lugar a lo largo de los últimos diez años. La mayor acumulación de deuda en el periodo correspondiente también significa que la disparará un aumento más pequeño de la inflación de precios y por tanto un nivel más bajo de tipos de interés.

Mis expectativas actuales son que no está lejana una liquidación de deuda global y una crisis crediticia que se producirá al final del primer trimestre de 2019, tal vez incluso al final de este año. El problema es global y no sabemos dónde estallará. Pero, cuando lo haga, el BCE y el euro probablemente tengan que enfrentarse a la deflación más violenta de la historia moderna, excediendo incluso la recesión global de la década de 1930. Sabemos por adelantado cuál será la supuesta solución: hiperinflación monetaria para rescatar a bancos, gobiernos y endeudados.

Los efectos sobre los precios en la Eurozona es improbable que se retrasen tanto como en el ciclo actual, en parte debido a la enorme escala de la emisión de nuevo dinero y crédito requeridos para estabilizar el sistema financiero, en parte porque el euro está subordinado al dólar como divisa de refugio seguro y en parte debido a su corta historia como medio de intercambio.

Bréxit

Si solo tengo la mitad de razón acerca de los plazos de la próxima crisis crediticia, será aproximadamente al mismo tiempo en que Gran Bretaña esté a punto de salir de la UE en marzo de 2019. Lógicamente, el Bréxit no debería verse afectado por la crisis crediticia ni la catástrofe de la Eurozona, pero los instintos estatistas del gobierno británico podrían paralizar todo el proceso del Bréxit a favor de la unidad pública global, al menos mientras no se trate la mayor crisis crediticia. La coordinación de políticas al nivel G20 parece condenado a tomar la preferencia por encima de problemas políticos potencialmente perturbadores como el Bréxit.

Así que, a pesar del compromiso del referéndum, incluso Gran Bretaña puede continuar atrapada en el pudridero del superestado de la UE durante cierto tiempo, en contra de los deseos del electorado. Como se anticipaba en Camino de servidumbre de Hayek, la UE y el gobierno británico aprovecharían la oportunidad de la crisis para aumentar su control sobre las personas individuales, erosionando todavía más las libertades limitadas que les quedan.

Mientras tanto, los británicos encontrarán en una posición similar a la de los italianos. La UE sencillamente rechaza aceptar el mandato electoral británico, porque, en lo que a ella respecta, no es un asunto para los votantes británicos. Bruselas se reafirma en que hay poderosas fuerzas en la comunidad británica que socavarán la posición negociadora de Gran Bretaña. Confían en que Gran Bretaña nunca abandonará la UE, porque no se lo van a permitir. Consecuentemente, el equipo del Bréxit británico descubrirá qué está tratando de negociar con una pared no dispuesta a transigir.

La certidumbre de tipo marxista de la postura de la UE tiene que compararse con la falta de compromiso británico con alguna postura sólida. El gobierno conservador solo defiende de boquilla los mercados libres, sin estar dispuesto a argumentar una defensa de estos. Tampoco puede basarse en el principio de la supremacía democrática del electorado británico, que, a pesar de la letanía de actuar siguiendo las instrucciones de referéndum, parece dispuesto a negociar. Resulta que, a pesar de los esfuerzos de los seguidores del Bréxit como Boris Johnson, el gobierno británico, como el gobierno italiano, resulta ser una gelatina invertebrada protoplásmica supina, que pone sus instintos de supervivencia a corto plazo por encima de sus responsabilidades electorales.

En este momento, solo podemos conjeturar que, igual que en la antigua Unión Soviética, el control político de la UE es más firme que nunca. El problema es que la negación de los mercados libres y la supremacía del superestado están pudriendo gradualmente a la UE desde el interior. El instinto euroescéptico de abandonarla en busca de un mundo con más progreso fuera de la UE sin duda es correcto. Pero la precariedad de la UE solo quedará completamente al descubierto en la próxima crisis crediticia y en la respuesta monetaria del BCE a esta, que acabará haciendo colapsar el euro.


El artículo original se encuentra aquí.

[1] El sistema Target 2 es el sistema de liquidación en la Eurozona.

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