Desde la perspectiva austriaca, se ve a cada persona empleando los recursos o medios a su disposición para conseguir diversos fines. El uso de recursos no es caprichoso, sino que está de acuerdo con las prioridades de una persona. La persona clasifica diversos fines u objetivos que quiere alcanzar.
La explicación de Menger de cómo se forman las valoraciones
Según Carl Menger, el fundador de la Escuela Austriaca de economía, el núcleo de las valoraciones de una persona es su vida. Una persona asigna valores a bienes de acuerdo con la importancia de esos bienes para el mantenimiento de su vida. Los diversos fines que una persona encuentra importantes para el mantenimiento de su vida se valoran luego de acuerdo con una clasificación descendente.
Sobre esto, Menger escribía:
En lo que se refiere las diferencias en importancia que tienen para nosotros las distintas satisfacciones, está sobre todo el hecho de la experiencia más común de que las satisfacciones de mayor importancia para los hombres son normalmente aquellas de las que depende el mantenimiento de su vida y de que las demás satisfacciones se gradúan en magnitud e importancia de acuerdo con el grado (duración e intensidad) de placer que dependa de ellas. Así que, si los hombres que economizan deben elegir entre la satisfacción una necesidad de la que depende el mantenimiento de sus vidas y otra de la que depende únicamente un mayor o menor grado de bienestar, normalmente preferirán la primera.[1]
Consideremos a John el panadero, que ha producido cuatro barras de pan. Las cuatro barras de pan son sus recursos o medios que emplea para alcanzar diversos fines.
Supongamos que su mayor prioridad o su mayor fin es tener una barra de pan para sí mismo. Esto significa que John guardará para su consumo personal una barra de pan.
El consumo de una barra de pan es de la máxima importancia, ya que afecta al mantenimiento de su vida.
Con respecto a su segunda barra de pan, John la intercambia por cinco tomates, lo que ayuda a John a conseguir su segundo objetivo más importante. Para John los cinco tomates van a mejorar su vida y su bienestar.
John usa luego una tercera barra de pan para intercambiarla por una camisa, su tercer fin más importante.
Finalmente, John decide que usará su cuarta barra de pan para dar de comer a los pajaritos. Dar de comer a los pajaritos se clasifica como el número cuatro en la lista de prioridades de John en lo que se refiere a su vida y bienestar.
El fin determina la importancia de los medios
Observemos que para lograr el segundo y el tercer fin John tuvo que intercambiar sus recursos (barras de pan) por bienes que le servirían para alcanzar sus fines.
Para conseguir el fin de tener una camisa, John tuvo que intercambiar su barra de pan por la camisa. La barra de pan no es apropiada por sí misma para proporcionar los servicios que ofrece la camisa.
La idoneidad de los medios es lo que les da valor con respecto a un “fin” particular.
Por ejemplo, para conseguir el fin de tener una camisa John debe decidir si va a ser una camisa para el ocio o una camisa de trabajo.
John tendrá que seleccionar entre diversas camisas la más apropiada para su fin concreto, supongamos que es tener una camisa de trabajo.
Al ser un panadero, John puede concluir que la camisa debe ser de color blanco y estar hecha de un material fino en lugar de grueso, para estar cómodo mientras trabaja cerca de un horno encendido.
Advirtamos que su selección no es arbitraria, sino que está basada en los hechos de la realidad: para trabajar, necesita una camisa cómoda. En este sentido, la camisa elegida promueve la vida y el bienestar de John.
En lo que se refiere a John, da de comer a pajaritos se clasifica como el más bajo entre los fines que busca llevar a cabo con su existencia de recursos: cuatro barras de pan.
Observemos que la primera barra de pan se emplea para alcanzar el fin más importante de John, la segunda barra de pan para alcanzar el segundo fin más importante, etc.
Aparte de esto, podemos inferir que el fin también asigna una importancia al recurso empleado para alcanzar dicho fin. Esto implica que la primera barra tiene mucha mayor importancia que la segunda, debido al fin u objetivo más importante que permite lograr la primera barra.
Por qué el valor de los bienes está determinado por el fin menos importante
Ahora, como John considera cada una de las cuatro barras de pan en su posesión como intercambiables, asigna a cada barra de pan la importancia imputada al fin menos importante, que es dar de comer a los pajaritos.
¿Por qué el fin menos importante sirve como patrón de valoración de las barras de pan?
Imaginemos que John usa el fin más importante como patrón para asignar valor a cada barra de pan. Esto implicaría que valora las barras segunda, tercera y cuarta mucho más que los fines que consiguen. (Recordemos que la segunda barra de pan ayuda a John a alcanzar su segundo objetivo más importante, la tercera barra de pan, el tercer objetivo más importante y la cuarta barra de pan, el cuarto objetivo más importante).
Sin embargo, si es así, ¿qué sentido tiene tratar de intercambiar algo que valoramos más por algo que valoramos menos?
Hemos visto que para satisfacer su segundo fin de obtener cinco tomates tendría que intercambiar una barra de pan.
Sin embargo, si John valora más una barra de pan que cinco tomates, evidentemente no tendrá lugar ningún intercambio.
Como la cuarta barra de pan es la última unidad en la oferta total de John, también se le llama la unidad marginal: la unidad en el margen.
Esta unidad marginal alcanza el fin menos importante. Alternativamente, también podemos decir que la unidad marginal proporciona el menor beneficio en lo que se refiere al mantenimiento de la vida.
Si John tuviera solo tres barras de pan, esto significaría que cada barra se valoraría de acuerdo con el fin número tres: tener una camisa. Este fin está clasificado por encima del fin de dar de comer a los pajaritos.
Aparte de esto, podemos inferir que al disminuir la oferta de pan aumenta la utilidad marginal del pan. Esto significa que cada barra de pan se valorará ahora mucho más que antes de que haya caído la oferta de pan.
Por el contrario, al aumentar la oferta de pan, su utilidad marginal cae, ya que cada barra de pan ahora se valora menos que antes de que tuviera lugar el aumento en la oferta. Advirtamos que la ley de la utilidad marginal decreciente deriva aquí del hecho de que las personas usan medios para conseguir fines.
Los fines no se establecen arbitrariamente
Advirtamos también que los fines no se establecen una manera arbitraria, sino que se gradúan de acuerdo con su importancia para mantener la vida.
Aunque es verdad que las valoraciones son subjetivas, no se forman independientemente de los hechos de la realidad. No se forman mecánicamente mediante alguna escala de valoración, sino que se forman de una forma consciente e intencionada.
Se John hubiera clasificado sus fines arbitrariamente, habría corrido el riesgo de poner en peligro su vida. Por ejemplo, si hubiera asignado la mayoría de sus recursos a la ropa y a dar de comer a los pajaritos y muy poco a alimentarse, correría el riesgo de debilitar su cuerpo y ponerse gravemente enfermo.
Hemos visto que al elegir un fin particular una persona también establece un patrón para evaluar diversos medios. Por ejemplo, si mi fin es proporcionar una buena educación a mi hijo, investigaré diversas instituciones educativas y las clasificaré de acuerdo con mi información con respecto a la calidad de educación que están ofreciendo estas instituciones.
Observemos que mi patrón de gradación de estas instituciones es mi fin, que es ofrecer a mi hijo una buena educación.
También hemos visto que otra limitación para alcanzar diversos objetivos es la disponibilidad de medios apropiados. Así que para calmar mi sed en el desierto necesito agua. Los diamantes en mi posesión no servirán de anda a este respecto.
No existe una utilidad total
La utilidad marginal no es, como presenta la perspectiva ortodoxa, una suma a la utilidad total, sino la utilidad del fin marginal.
No existe una suma de la utilidad total debida a una unidad adicional de un bien. Como hemos visto, la utilidad no trata cantidades, sino prioridades o la clasificación que establece cada persona con respecto a su vida.[2] Evidentemente, no se pueden sumar aritméticamente prioridades como tales. Como la utilidad total no existe como tal, los diversos modelos en economía que se basan en la visión de que existe dicho total son cuestionables. Según Rothbard:
Muchos errores en las explicaciones derivan del supuesto de que hay algún tipo de cantidad medible, al menos en principio. Por ejemplo, cuando nos referimos a una “maximización” de la utilidad del consumidor no nos estamos refiriendo a una existencia o cantidad concreta de algo a maximizar. Nos referimos a la posición mejor clasificada en la escala de valores de la persona. Igualmente, está el supuesto de que lo infinitamente pequeño, unido a la creencia en la utilidad como una cantidad, que lleva el erro de tratar la utilidad marginal como la derivada matemática de la integral de la “utilidad total” de varias unidades de un bien. En realidad, no existe esa relación y no existe una “utilidad total”, solo la utilidad marginal de una unidad de mayor tamaño. El tamaño de la unidad depende de su relevancia para la acción concreta.[3]
El artículo original se encuentra aquí.
[1] Carl Menger, Principios de economía política, capítulo 3.
[2] Murray Rothbard, El hombre, la economía y el estado.
[3] Ibíd.
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