El problema esencial de la última reunión de la OPEP es la evidencia de la división en dos grupos. Uno, liderado por Irán, que quiere precios más altos y mayores recortes, y los dos grandes productores, Arabia Saudita y Rusia, que apoya una postura más diplomática.
Irán continúa aumentando su producción, pero quiere que la OPEP mantenga los recortes del grupo. Irán también se enfrenta a la respuesta negativa de sanciones a las exportaciones. Hoy Estados Unidos exporta más petróleo que Irán.
Arabia Saudita y Rusia tienen los menores costes de producción y es uno de los que tiene más que ganar con un aumento moderado de la producción. Los precios del petróleo no se desplomarían y venderían más petróleo.
El aumento acordado de la producción es un buen movimiento político de Arabia Saudita porque demuestra que no busca dañar a la economía mundial o sus clientes, solo volver a un mercado estable del petróleo. Con esto, Arabia Saudita cimenta su posición como Banco Central del petróleo.
Los ganadores de este acuerdo cuidadosamente diseñado son Arabia Saudita, Rusia y los países del Golfo. Quienes disfrutan de costes más bajos y pueden generar más ingresos de una mejora en las exportaciones. El acuerdo establece una mayor producción, pero no cuotas individuales, así que la mejora en la producción se deja a los países con el mayor exceso de capacidad.
Irán, Ecuador y otros países que tienen problemas geopolíticos y de producción son los que más van a sufrir.
El compromiso probablemente añada 600.000-650.000 barriles diarios al mercado. Se acordó una cifra de 32 millones de barriles diarios, pero el aumento real no será del orden del millón de barriles diarios, sino más bien de los 650.000 mencionados.
Está cifra, en un momento en el que las reservas de petróleo están en línea con la media de los últimos cinco años, alivia las presiones inflacionistas y elimina el riesgo de que la administración de EEUU tome medidas contra los países de la OPEP. Trump ya ha advertido a la OPEP que no podía seguir inflando artificialmente los precios.
Además de mostrar la tensión entre estos dos bandos, la cumbre de la OPEP revela también que el cártel tiene mucho menos control del mercado del que le gustaría tener. El hecho de que el precio solo haya alcanzado los 80 dólares por barril (comparado con los 100-130 dólares de hace unos pocos años) indica que su capacidad de manipular los precios hasta los 100 dólares por barril es muy baja.
Estos recortes han sido un regalo para el petróleo bituminoso. La producción en Estados Unidos ya excede los 10 millones de barriles diarios y las empresas independientes se han fortalecido operativa y financieramente. Por ello, la curve del petróleo a largo plazo está en situación de backward y ya indica una moderación de hasta 15$ por barril en los próximos años.
La razón por la que los precios han estado aumentando recientemente era la oferta limitada artificialmente de la OPEP, así como el riesgo político en Irán. Ahora parece más razonable y la curva del petróleo indica precios más cercanos a los fundamentales. La situación de oferta, demanda y reservas está más alineada con sus niveles históricos.
El desafío ahora para la OPEP y los productores de petróleo es no buscar una inflación artificial de precios, pero mejorar la eficiencia. La OPEP no puede parar las tecnologías innovadoras, como el automóvil eléctrico, y tiene que dejar de pensar en los precios del petróleo mirando al pasado, sino que tiene que buscar la eficiencia en costes y la diversificación de sus economías.
El gran problema de la OPEP es que cuando los precios aumentaron se acostumbraron a un ingreso petrolero injustificado y cuando bajaron se encontraron con enormes déficits de subvenciones insostenibles.
La alternativa diabólica de la OPEP es que no puede detener la mengua en su influencia sobre los precios y, al mismo tiempo, tiene que diversificar sus economías y abandonar la maldición del petro-estado: No desarrollarse porque los ingresos petroleros perpetúan los modelos ineficientes de crecimiento.
El periodo de manipulación de precios fue un fracaso. Los productores de EEUU se reforzaron, la diversificación y la tecnología se aceleraron y los precios apenas llegaron a los 80$. Ahora la OPEP debe pensar en el futuro, olvidando un pasado inflacionista que probablemente nunca vuelva.
Publicado originalmente en dlacalle.com.
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