martes, 28 de febrero de 2017

Anarquismo de la derecha, por Mises Hispano.

La discusión reciente de Patrick Ford sobre el “problema libertario” señaló cómo la resistencia a los neoconservadores había producido una inusual alianza en la Derecha, entre elementos divergentes como “anarquistas hedonistas y católicos medievales”. Patrick expresó escepticismo respecto si la alianza tradicionalista-libertaria podía perdurar, dadas las marcadas diferencias que se encuentran entre los respectivos fundamentos filosóficos de los dos campos. Las objeciones tradicionalistas al libertarismo generalmente están arraigadas en lo que a menudo se describe como “individualismo atomístico” del libertarismo, donde una concepción ideológicamente construida de “libertad abstracta” se eleva por sobre materias más concretas e inmediatamente tangibles de cultura, historia, tradición, comunidad, familia, religión y tantos otros. Los libertarios son acusados de divinizar la economía como un fin en sí mismo y no como un medio para satisfacer las necesidades humanas, independientemente del impacto de las fuerzas económicas sobre valores no materiales. Los tradicionalistas dirán que mientras que los libertarios pueden negar la igualdad innata de los individuos, implícitamente estarán de acuerdo con un ethos igualitario respecto a los grupos humanos, tales como naciones, culturas, religiones, regiones, razas y géneros. El economicismo libertario simplemente considera estas cosas como bienes intercambiables y no más importantes que las diversas marcas de desodorante o comida rápida. En otras palabras, los libertarios son simplemente liberales [N. del T.: progresistas] que rechazan el Estado de bienestar, según la crítica tradicionalista. Por esta razón, muchos libertarios consideran que la inmigración masiva del Tercer Mundo en Occidente no es gran cosa, ya que las culturas humanas y las poblaciones étnicas son intercambiables, siendo la economía y la ideología política lo que realmente importa.

Esta crítica es bastante precisa, aunque no se aplica a todas las marcas de libertarismo. Murray Rothbard, por ejemplo, rechazó este tipo de perspectiva reduccionista y se convirtió en un abierto crítico de estas tendencias entre los libertarios en la última parte de su vida. Además, no significa que el bebé de la política anti-estatista deba ser arrojado con toda la tina liberal-reduccionista. En la última década, ha habido una proliferación de tendencias radicalmente anti-estatistas que podría describirse colectivamente como un “anarquismo de la Derecha”. Comúnmente etiquetado como “nacional-anarquismo”, este nuevo anarquismo está menos inspirado en Ayn Rand o Milton Friedman y más en fuentes divergentes como De Benoist, Nietzsche, Junger, Evola, Schopenhauer, Belloc y filamentos más viejos del anarquismo como los de Proudhon, Bakunin, Tolstoi, Stirner y Kropotkin. Sus principales proponentes actuales son Troy Southgate, Flavio Goncalves, Hans Cany, Peter Topfer, Andrew Yeoman, Welf Herfurth, Chris Donnellan y, al menos periféricamente, yo mismo. El “Anarquismo de la Derecha” difiere significativamente de otros filamentos ideológicos con la etiqueta “anarquista”. Comparte la política anti-estatista y la oposición a la guerra imperialista con los anarcocapitalistas rothbardianos, pero rechaza sus fundamentos filosóficos neo-lockeanos a favor de una perspectiva “tradicionalista radical” nietzscheana o evoliana. Mientras que los libertarios y anarcocapitalistas tienden a estar orientados a la economía, los anarquistas de la derecha prefieren destacar lo particular y defender la soberanía, la autonomía y la preservación de culturas, regiones, etnias, identidad, religiones y tribus únicas contra la homogeneización y la universalización de las fuerzas de la economía global, la tecnología y el imperialismo. En cuestiones económicas, estos anarquistas probablemente tienen más en común con los distributistas católicos, Southern Agrarians, Proudhon, los anarcosindicalistas clásicos o Kirkpatrick Sale, que con los editores de Reason. Tampoco los anarquistas de la derecha comparten los sentimientos liberales justicieros de las tropas de asalto antifas. De hecho, es más probable que sean un objetivo a atacar por parte dichos elementos indeseables.

Central en esta nueva pero creciente forma de radicalismo anti-estatista son los conceptos de comunidad y tribu. Con este fin, anarquistas de la derecha favorecen el desarrollo de comunidades autónomas que existan independientemente por encima de los sistemas estatales para mantener la identidad y los ideales de la tribu y, por lo tanto, miran con recelo a la inmigración masiva, prefiriendo en su lugar la autodeterminación comunitaria con pleno derecho de exclusión. Asuntos de etnia y raza son sin duda esenciales para esta perspectiva, aunque de una manera no tan exclusiva ni tan reduccionista. Por ejemplo, una “tribu” puede ser un grupo de personas comprometidas con una forma particular de vida, un conjunto de normas culturales o ideales políticos. La “tribu”, por lo tanto, puede ser una comunidad de ascetas sectarios religiosos, ecologistas radicales comprometidos con la no utilización de la tecnología industrial, comunitarios hippies, homosexuales, neopaganos, survivalistas radicales, separatistas raciales o consumidores de drogas. La Derecha Alternativa es un medio realmente diverso de ideas y creencias. Esto está en agudo contraste a la “diversidad” oficial con su énfasis en una diversidad de colores de la piel, órganos genitales y hábitos sexuales, pero con completa uniformidad de pensamiento. Tal vez una de las características más comunes que compartimos es nuestra condición de parias ante los ojos de la clase política dominante de izquierda. Los Estados terapéuticos-multiculturalistas-de bienestar que actualmente rigen nuestras sociedades occidentales son claramente nuestros enemigos. Un anarquismo de la derecha podría ser una parte esencial del arsenal intelectual contra nuestro enemigo, el Estado.


Traducido por Francisco Albanese. El original puede encontrarse aquí.

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Nietzsche y el estado, por Mises Hispano.

El autobús de la discordia

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Lecciones ronpaulistas sobre el intervencionismo militar, diplomático y mediático, por Mises Hispano.

El tema central del Ron Paul Institute for Peace and Prosperity es política internacional, incluyendo defensa y diplomacia, así como la propaganda en medios que rodea estos temas. Constantemente leemos en sus páginas sobre conflictos en el mundo, invasiones, guerras civiles, y también desestabilizaciones de gobiernos democráticos y no tan democráticos por parte de gobiernos extranjeros respaldando oligarquías nacionales.

Algunos de esos gobiernos desestabilizados son de izquierda, algunos tienen algún nivel de autoritarismo, y aunque no nos guste tienen grandes sectores de la población que los apoyan por diferentes motivos. La conmoción social inducida, en la que suelen participar los grandes medios de comunicación, en ninguno de los casos termina bien. Son levantamientos inducidos por poderes en las sombras que producen violencia, tristeza y más pobreza. Obviamente se condena siempre la criminalización de la protesta social desde las páginas del RPI, pero también se advierte de las protestas inducidas por los poderosos desde las sombras que no tienen escrúpulos en incendiar naciones con tal de ganar poder y riquezas.

Creo que nadie duda de las credenciales de Ron Paul como amante de la libertad civil, del libre mercado para prosperar, de sus simpatías por la derecha cultural y religiosa, y que incluso para muchos es una persona de extrema derecha. Su iniciativa nos ha enseñado que el que sea uno liberal, conservador o de derecha no implica lanzarse a apoyar toda protesta inducida o intento de desestabilización por más que sea contra un gobierno de izquierda. Hacer lo contrario a las recomendaciones ronpaulistas en política exterior se puede constatar en las nefastas consecuencias en el largo plazo de las “revoluciones de colores” financiadas por George Soros, la “primavera árabe” en Libia y Siria, y la guerra civil de Ucrania hace muy poco. En vez de buscar la conmoción social uniéndose a la agenda imperialista de desestabilización es mejor buscar la forma de ganarse el corazón de la gente y ganar las elecciones con holgura (allí donde la opción esté disponible), aunque tome más tiempo, esfuerzo personal y trabajo en equipo.

Las lecciones ronpaulistas sobre el intervencionismo militar, diplomático y mediático de las potencias contra gobiernos no alineados con ellas, aun cuando sean gobiernos que no nos gusten, que nos parezcan “populistas” y “autoritarios”, son: estar atentos a si estamos siendo inducidos por la maquinaria de propaganda en los medios de comunicación interesados en generar conflictos, pensar antes de actuar o posicionarse de un lado u otro del posible conflicto, si se ha elegido protestar hacerlo con motivos fundamentados y estar alerta de no ser un títere (involuntario) de las manipulaciones desde “arriba”, y denunciar siempre la manipulación mediática y la injerencia imperialista sobre los países no importa la ideología de su gobierno de turno.

¿Por qué es tan importante esta agenda no-intervencionista y anti-imperialista para los luchadores por la libertad? Porque la paz y la fragmentación del poder a través de la autodeterminación de los pueblos son más saludables para el mundo que el conflicto que genera que unos países intervengan sobre otros convirtiendo a unos en poderes globales agresores y a los otros en víctimas que esperan el momento de tomar represalias contra sus opresores, y en el conflicto tanto el agresor como el agredido se entramparán en una escalada de reducción de libertades civiles y de prosperidad material de sus ciudadanos – aquí podemos ver una coincidencia entre la teoría del blowback de Ron Paul y la teoría de la crisis de Robert Higgs. Que los pueblos del mundo sigan sus propios caminos de aprendizaje, así se equivoquen a nuestro parecer, es más beneficioso para la paz, la prosperidad y la libertad de todos.

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¿Prohibirá Cristina Cifuentes ‘Poli de Guardería’?




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Revista austrolibertaria de prensa: 28-II-2017, por Mises Hispano.

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Joan Tardà: un ‘bocas’ en la Comisión de Secretos Oficiales




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lunes, 27 de febrero de 2017

El fracaso de los kibbutz bajo el modelo socialista, por Mises Hispano.

Uno de los testimonios más interesantes del fenómeno del socialismo y los muros lo presentan los kibbutz israelíes. Originalmente comunidades socialistas, sin los tradicionales muros coercitivos de los estados socialistas, pero con fuertes muros establecidos por los lazos comunitarios inculcados en el seno de tales sociedades, que se fueron debilitando generación tras generación, debido a las frustraciones individuales de los más jóvenes, su necesidad de ver el mundo exterior, y los problemas económicos surgidos. Por otra parte, la inhibición de las aspiraciones individuales y su sumisión a la comunidad tuvo, paradójicamente, el efecto de hacer a unos menos iguales que los demás, creando un sistema estratificado y autoritario:


Para resumir, hemos enfatizado que los kibbutz siempre han enfrentado dilemas y tensiones, y por lo tanto conflicto y cambio. La comunidad de kibbutz es motivada por el igualitarismo y la coparticipación, pero está en constante transformación, y estos principios han sido gradualmente restringidos a un rol menos central en la vida social, dejando incrementalmente más espacio al individualismo y la familia. El endémico principio comunitario binario ha por lo tanto evolucionado hacia un polo individualista y alejado del colectivismo.

Este desarrollo ha sido influenciado por el hecho de que los miembros de un kibbutz también constituyen un empresario colectivo. El emprendimiento ha influenciado profundamente a la comunidad, alentando la diferenciación social que, en los kibbutz se desarrollan sobre la base de la autoridad, el prestigio y la influencia y, como en cualquier lado, forman la base de las distancias sociales, tendencias oligárquicas, la política de camarilla, y otras formas de vida social que son el resultado de la estratificación. Es más, cuando la relación entre los miembros se torna más formal, fría e inexpresiva, el aislamiento y la alienación tienden a extenderse en los entornos marginales. Tales procesos debilitaron la cohesión social de los kibbutz y alentaron su deslizamiento hacia una individualización aún más pronunciada.1

En los 50 se instituyó el intercambio temporario de jóvenes entre los diferentes kibbutz de la federación. En los 60 se permitió la salida temporal fuera de la federación, para trabajar, hacer dinero y financiarse un viaje por el mundo antes de establecerse definitivamente en el kibbutz. Ya en los 70 se empezó a permitir largos años fuera para estudiar en la educación superior:


Es de la convicción de los investigadores que estos diez o más años de estado temporal reflejaban nada menos que la reluctancia de la juventud de pensar en su establecimiento en los kibbutz. Esta moratoria expresa la falta de entusiasmo de los jóvenes de ingresar a la vida de los kibbutz como adultos y, por el otro lado, su resistencia a enfrentar la crucial decisión de separarse definitivamente de sus kibbutz. Es más, en la presente era de transformación, estos jóvenes son una tercera generación, cuyos padres, la segunda generación, les expresaban una actitud hacia la vida en los kibbutz mucho menos clara e inequívocamente comprometida que la que los fundadores, sus abuelos, expresaban hacia sus hijos.2

De esta forma no lograron sobrevivir a los principios socialistas y tras su crisis en los años 80 comenzaron a flexibilizarse y volverse progresivamente capitalistas, al punto que actualmente muchos kibbutz son industrias privadas cuyas acciones se comercian en las bolsas de Tel Aviv, Nueva York y Londres.

En fin, la historia del socialismo es la misma en todos lados, haya o no un estado detrás. Si los experimentos socialistas comunitarios de los inicios de la revolución rusa no hubieran sido desmantelados por el creciente poder de la burocracia soviética y el advenimiento del estalinismo, hubieran fracasado de todas formas. El socialismo, bajo la forma que sea, implica una institucionalidad extremadamente conflictiva, una economía muy costosa, hasta insustentable, y de escasa proyección de desarrollo. Y una sociedad que frustra y limita las aspiraciones individuales bajo el principio o la excusa del colectivismo, de tal forma de crear las condiciones propicias para que el propio igualitarismo sea rápidamente sustituído por un nuevo sistema de verdaderas castas sociales.


Notas
[1] Eliezer Ben Rafael, Crisis and transformation: the kibbutz at century’s end (1997), p.87-88
[2] íbid, p.82

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“Riqueza real” frente a ciclo de auge-declive, por Mises Hispano.

Para muchos, ya es una verdad establecida que la inyección monetaria masiva del banco central de EEUU durante y después de la crisis financiera de 2008 salvó a EEUU y al mundo de otra Gran Depresión. Por lo tanto, al Presidente de la Reserva Federal en ese momento (Ben Bernanke, alias “Helicóptero Ben”) se le considera el hombre que salvó al mundo. Bernanke a su vez atribuye sus acciones a los escritos del profesor Milton Friedman que culpó a la Reserva Federal de causar la Gran Depresión de la década de 1930 al permitir que la oferta monetaria se desplomara en más de un 30%.

Sin embargo, la realidad es bastante diferente. No es un colapso en las existencias monetarias lo que pone en marcha una recesión económica, sino más bien la previa inyección monetaria la que perjudica las existencias de riqueza real de la economía al falsificar las señales del mercado y crear distorsiones masivas que “priman” la economía para cualquier reducción consiguiente del flujo de crédito.

¿Qué es “riqueza real”?

Esencialmente, las existencias de riqueza real son la cantidad de bienes de consumo disponibles en la economía para soportar actividades dedicadas a la producción de bienes presentes de consumo y a actividades que se dedican a la mejora y la construcción de infraestructura. Esa parte de estas existencias de riqueza real que se deja un lado en para proporcionar la construcción de la infraestructura se conoce como ahorro real, mientras que la asignación misma se conoce como inversión. Por tanto el tamaño de las existencias de riqueza real, en igualdad de condiciones, determina el nivel de inversión de capital (es decir, la cantidad de riqueza real dirigida a la mejora y la construcción de infraestructura de inversión) y por tanto al crecimiento de la productividad de la economía.

¿Por qué es esto relevante para las políticas de los comités de política monetaria del banco central que, como “Helicóptero Ben”, anegan regularmente el mercado con efectivo?

La inflación artificial de la oferta monetaria por parte los bancos centrales, magificada través de las políticas de préstamos de reserva fraccionaria de los bancos comerciales en la que se crea más dinero en de la nada, significa que hay un aumento artificial en el consumo actual por parte de los individuos, ya que sus preferencias se ven alteradas y su capacidad de financiar gasto adicional aumenta. Este mayor consumo de bienes no está precedido por producción. En la media en que el consumo está ahora expandiéndose a un ritmo superior al que estaba antes del aumento artificial en la oferta monetaria, este consumo extra está en realidad erosionando la tasa natural de crecimiento de riqueza real.

Pero en paralelo a esta erosión a largo plazo de la tasa de crecimiento de la riqueza real hay un proceso más cíclico. La inflación y distorsión de la asignación de recursos ocasionada por esta inyección monetaria crea una vulnerabilidad, una vulnerabilidad por la que las nuevas actividades que aparecen en respuesta a esta bonanza monetaria dependen ahora de su continuación para su supervivencia. Además, los bancos que han configurado sus cuentas de préstamo (y sus beneficios) sobre el crecimiento de empresas dedicadas estas nuevas actividades se han convertido en más vulnerables a cualquier dificultad que dichas empresas puedan afrontar. Ahora hay una susceptibilidad sistémica genuina a cualquier reducción en el crecimiento del dinero y del crédito.

Mientras las existencias genuinas de riqueza real continúen expandiéndose, las políticas monetarias laxas darán la impresión de que se está estimulando la actividad económica. El hecho de que no sea así se hace evidente tan pronto como las existencias de riqueza real empiezan a estancarse o disminuir. Una vez ocurre esto, la economía empieza su caída. El abaratamiento más agresivo del dinero no invertirá la caída (pues el dinero no puede reemplazar los bienes y servicios físicos de consumo).

Qué pone en marcha el declive

¿Qué puede hacer que se derrumbe este castillo de naipes? Están claras dos series de factores.

La primera es que la erosión de riqueza real hace más difícil para las nuevas actividades de negocio generar los beneficios sobre los que se basan sus préstamos. En cierto sentido este es un proceso endógeno pero puesto en marcha por las políticas de estímulo exógenas y artificiales de los bancos centrales y comerciales. Aquí disminuye la tasa de beneficio (en muchos casos los beneficios se convierten en pérdidas) y los bancos se ven obligados aumentar el colateral del préstamo o reclamar devoluciones. A partir de aquí la escena es muy familiar: empieza una espiral a la baja que se refuerza a sí misma de quiebras empresariales, contracción del crédito y mayor contracción empresarial. Ninguna cantidad inyección monetaria compensará ahora las experiencias viscerales de bancos y empresas.

La segunda es una respuesta contraccionaria del banco central a la inflación percibida o a otras distorsiones que, tragicómicamente, fueron causadas por sus propias actividades para empezar. Aquí se reduce en la tasa de crecimiento de nuevo dinero suministrado al sistema bancario. Aquellas empresas que fueron las últimas en llegar a la fiesta empiezan a ver contraerse sus ingresos y sus costes (a menudo crecientes) empiezan a abrumarlas. De nuevo sus banqueros se echan atrás y el proceso de contracción del crédito empieza a extenderse por la economía, primero como una onda y luego como un tsunami.

En ambos casos hay un declive en la tasa de crecimiento en los agregados monetarios. Pero lo importante es que el declive en la tasa de crecimiento en la riqueza real es lo que está impulsando la crisis económica, y este declive de la tasa de crecimiento de riqueza real comenzó con la expansión artificial original del dinero por parte de los bancos centrales y comerciales.

También es importante señalar que el declive de los agregados monetarios es en realidad un declive en el dinero que fue creado de la nada. La caída en las existencias monetarias es solo un síntoma: revela el daño causado por la inflación monetaria previa. No son la caída en la oferta monetaria y la consecuente caída de precios las que perjudican a los prestatarios, sino el hecho de que hay menos riqueza real.

En lo que parece ser una perspectiva contraria, la caída en el dinero artificial que acompaña a la contracción económica en realidad facilita la destrucción de actividades económicas creadas artificialmente y por tanto permite la supervivencia de aquellas actividades que atendieron las necesidades de los consumidores sin este error monetario. En cierto sentido, la contracción es como un mecanismo de limpieza donde la primacía del mercado (dirigida a atender las necesidades de los consumidores y generar la riqueza real y el ahorro que puedan alimentar el crecimiento productivo genuino) se reafirma una vez más.

Sin embargo, el problema es que los bancos centrales rechazan permitir que esto ocurra completamente y de nuevo insisten en tratar de luchar contra el ajuste volviendo a las imprentas. Por desgracia, siempre hay otro Helicóptero Ben a la vuelta de la esquina.


El artículo original se encuentra aquí.

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Más (a veces) es menos

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Revista austrolibertaria de prensa: 27-II-2017, por Mises Hispano.

  • Alberto Benegas Lynch (h) dedica un artículo a La economía en una lección  de Hazlitt en Informe 21.
  • Menciones a Rand y Hayek en la recensión de La mente reaccionaria, de Corey Corbin, por Jorge Tamames en Estudios de Política Exterior.
  • Melitón Cardona cita a Bastiat en Periódico de Ibiza.
  • Justo Barranco entrevista en La Vanguardia a Brian Eno, que menciona a Rand.
  • Germán Aranda entrevista a Andrea Levy en PlayGround, que se confiesa admiradora de Hayek. Pero no sabemos por qué.
  • Robert E. Finch menciona a Ron Paul en La Razón.
  • Otro debate de Juan Ramón Rallo, este con Juan Torres, que escribe un artículo en Nueva Tribuna citando a Krugman, que cita a Hayek.
  • Vicente Benedito Francés cita a Ayn Rand en Vozpópuli.
  • Pablo Pardo anuncia en El Mundo la desaparición de los seguidores de Ron Paul en la CPAC.
  • Guillermo Rodríguez González cita a Lord Acton y Hayek en Panampost. También a Huerta de Soto y Cachanosky en otro número de Panampost.
  • Santiago Aparicio menciona a Jouvenel en Diario 16.
  • Joám José Santamaría Conde menciona a Robbins en El Faro de Vigo.

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domingo, 26 de febrero de 2017

Lo prometido era deuda




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La ley de Say: El antídoto para múltiples mentiras económicas, por Mises Hispano.

A mi vulva no le interesa tu política de género, por Mises Hispano.

Hace un par de años llegué a Nueva Orleans para asistir a una pequeña conferencia. Antes de la cena y recepción de apertura, fui a ejercitarme al gimnasio del hotel. Había un hombre usando una de las máquinas de cardio y en la tv estaba puesta una cadena de noticias nacional. Me subí a la banda y empecé a correr.

En la pantalla apareció Hillary Clinton, entonces buscaba la nominación demócrata para la presidencia. El asunto iba en torno a la campaña histórica de Clinton. En particular, los reporteros les preguntaban a mujeres lo que pensaban acerca de Hillary Clinton y de la idea de votar por una mujer. Las entrevistadas respondían que votar por una mujer sería una gran experiencia. No hicieron mención alguna sobre su política, solo su género.

Llegado este punto, el hombre en la otra máquina dijo,

Perdone, ¿puedo hacerle una pregunta?

Sí, seguro.

¿Votaría alguna vez por alguien por su género?

Mi respuesta fue rápida.

Preferiría mucho más saber lo que alguien trae entre oreja y oreja que entre sus piernas.

El pareció complacido con la respuesta. Charlamos un poco más y descubrimos que ambos veníamos a la misma conferencia. Hablaríamos más ese fin de semana sobre la campaña de Clinton, su política y su economía.

Esa rápida conversación en el gimnasio se me quedó grabada. En primer lugar, es una forma muy audaz de empezar una discusión. Pero, más importante aún, creo que es la primera vez que pensé seriamente en la idea de votar por alguien basada en una característica personal o tomar mis decisiones con base en mi género. Tal idea parecía francamente estúpida.

Aparentemente el mundo se volvió loco.

Las elecciones pasadas se centraron en torno a la política de género—la idea de que las posiciones políticas de alguien se basan en los grupos con los que se identifica (por ejemplo, mujeres, negros, gay, incapacitados, blancos, hombres, etc.). En los medios sociales no fue difícil encontrar artículos, publicaciones y comentarios calificando cosas como “como hombre heterosexual pienso que…”, o “como mujer negra pienso que…”, o “como un hispano transexual pienso que…”

Cuando uno ofrece su opinión sobre un tema en particular, a veces es útil articular algo de la propia identidad. Es una forma de dejar a las otras personas saber cómo nuestro trasfondo se relaciona con nuestras opiniones. Por ejemplo, al discutir tendencias en la educación, yo diré a menudo, “como profesora universitaria pienso…”, como una forma de decirle a la gente que lo que voy a decir se basa en mi experiencia en educación superior. Pero la cultura actual de política de género parece tener poco que ver con ayudar al interlocutor a entender perspectivas distintas. En cambio, sirve para dividir y hacer a un lado la opinión de otras personas—en particular la de aquellos que no están de acuerdo con la izquierda progresista. Si no estás de acuerdo, es porque eres (llene aquí el espacio) y tal vez deberías “revisar tus privilegios.”

En ninguna otra parte es esto más evidente que en “problemas de mujeres.” ¿Eres hombre y tienes una opinión acerca del aborto, la planificación familiar, roles de género tradicionales, etc.? En la idea de la política de género, aparentemente tu pene invalida tu opinión.

Pero no te sientas tan mal. Yo tengo artículos contra la suspensión de labores por maternidad pagada y he puesto en duda la veracidad de la supuesta “brecha salarial entre hombres y mujeres.” Podrías haber pensado que mis dos cromosomas X me daban derecho a hablar sobre estos temas en el reino de la política de género, pero estás equivocado. Como no tengo hijos todavía, aparentemente no estoy calificada en algunos círculos para hablar sobre la ausencia por maternidad. Como niego que exista una brecha salarial significativa, o soy una “privilegiada” fuera de todo contacto con la realidad o he caído víctima de retórica de, lo adivinaste, los hombres. Olvida mi doctorado en economía, el hecho de que trabaje en un campo dominado por hombres o que haya crecido en una familia de clase media. Esos datos aparentemente no son importantes.

Ciertamente no soy la única que ha experimentado tal rechazo. En la más reciente “marcha de las mujeres” en Washington, D.C., grupos de mujeres en favor de la vida fueron excluidos de forma deliberada. Las mujeres que expresaron su disgusto o desaprobación por la marcha han sido retribuidas negativamente. Mujeres que argumentan en torno a la idea de que las mujeres estadounidenses no son oprimidas o que no están de acuerdo con varias otras ideas y políticas son acusadas de “tener privilegios.” Se dice que no entienden la situación de las mujeres y que se les olvidan aquellas que lucharon por cosas como tener control de natalidad y el voto femenino.

Este tipo de política de género es realmente venenoso.

Hacer a un lado a una persona o sus opiniones por algunas características, a veces no elegidas, va en contra de prácticamente todo movimiento social en la historia de la humanidad. Cuando las primeras feministas lucharon por el voto, buscaban igualdad y que sus voces fueran escuchadas. Los líderes de los derechos civiles lucharon por la igualdad y para que sus voces fueran escuchadas. Los activistas de los derechos gay han luchado por la igualdad y que sus voces sean escuchadas. Estos grupos lucharon todos por una vida en la que no fueran discriminados, desechados o definidos por causa de una parte de su identidad. Dados estos fines, parece francamente desconcertante que mucha gente dentro de estos grupos y otros busquen despreciar a alguien más basado en su identidad. ¡Es realmente la antítesis de sus supuestos fines!

Todavía peor, que uno base sus opiniones y sus preferencias políticas con base en una parte particular de su identidad no es una señal de dedicación o de autoconciencia. Es una señal de completa y llana ignorancia y de incapacidad de reflexionar sobre temas complejos, en un mundo complejo, con personas con muchas y complejas facetas. La política de género pone a todo el mundo en una caja. Si alguien está en desacuerdo contigo, no es la hora de reflexionar acerca de tus propias prioridades y opiniones. Es hora de desechar sus ideas. Es alguien diferente a ti. Debe de estar equivocado.

Voto por Hillary Clinton porque es mujer.

Voto por Donald Trump por su peinado.

Ambas declaraciones son igualmente absurdas pero a una se le ve como una forma razonable en la que uno puede basar su política.

Aquí estoy esperando que los próximos días marquen el inicio del regreso al pensamiento crítico y de la salida de la ideología de género. Como le dije al hombre en la banda del gimnasio, juzgo a la gente con base en su cerebro, o sus genitales. Prefiero que se me trate igual. Mantén tu política de género lejos de mi vulva.


Publicado originalmente el 26 de enero de 2017. Traducido del inglés por Edgar Carlos Duarte Aguilar. El artículo original se encuentra aquí.

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El correísmo se tambalea

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Benéfica coacción por Carlos Rodríguez Brown.

La “autonomía individual” es mala, es sinónimo de “abuso”, y el recorte de dicha autonomía a cargo del Estado está bien, porque el Estado no puede abusar.

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La fórmula Morgan Freeman para acabar con el racismo




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Cuando el dinero no vale ni el papel en el que está impreso (I)

Fronteras

Es común considerar que la inflación es el aumento del costo de la vida, o del valor de las cosas que se compran con dinero. En realidad, si bien es cierto que la inflación hace que la vida sea más cara, no se trata de que las cosas valgan más, sino de que el dinero vale menos. Es decir, que la inflación es la pérdida de valor real del dinero. Lo que se considera una inflación “normal” varía según el país y la época, y lo que se denomina hiperinflación, también. Así, se menciona como hiperinflación una tasa del 100% anual pero también una tasa, mucho mayor, del 50% mensual, cifras absolutamente inimaginables en la mayor parte del mundo desarrollado, pero que se han multiplicado con creces en algunos lugares y en algunos momentos históricos. En la entrada de hoy (y la siguiente, en un par de días), veremos…

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sábado, 25 de febrero de 2017

La ContraRéplica (15)

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Dolores Agenjo: “Lo volvería a hacer”.




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viernes, 24 de febrero de 2017

El anarquismo individualista en los Estados Unidos, en Inglaterra y en otras partes, por Mises Hispano.

[El anarquismo individualista en los Estados Unidos, en Inglaterra y en otras partes. Los antiguos intelectuales libertarios americanos. Capítulo 3 del libro Historia de la anarquía sobre la historia del anarquismo clásico, que también ha sido publicada con el nombre La anarquía a través de los tiempos, del año 1934.]

La gran lucha por la independencia norteamericana, comprometida por la parte liberal de los coloniales contra la potencia central inglesa había adquirido desde 1775 a 1783 todas las formas de protesta constitucional, de insurrección cambiada pronto en guerra (1775); de la declaración de la independencia (4 de julio de 1776) al tratado final de paz, en 1783, siguieron otros siete años de campañas. Esto ocurría enteramente entre los patriotas americanos y los que habían acudido de Europa en su apoyo, y los ejércitos a sueldo de Inglaterra; la mentalidad más estrictamente gubernamentalista tuvo la primacía y no se tocó ni a las condiciones sociales ni a la esclavitud de los negros, ni fueron escuchados los votos de los que abogaban por un mínimo de gobierno, por la descentralización, por libertades reales. Lo que se estableció como constitución, fue una maravilla comparado con las monarquías europeas y fue un cuadro en el cual ciertas autonomías locales podían desenvolverse y fueron al comienzo toleradas, pero fue al mismo tiempo un aparato gubernamental formidable, casi inalterable, equivalente, por sus garantías sutiles reservadas al poder, al absolutismo abierto de las antiguas monarquías.

Eso fue bien reconocido por algunos, por hombres de Estado incluso, como Thomas Jefferson, y los mejores luchaban contra esa nueva tiranía velada; pero el aparato constitucional está construido tan ingeniosamente que es fácil agregar autoridad e interpretar lo que existe en un sentido más autoritario, pero es imposible reducir esa autoridad seriamente. El pueblo es conducido como en las monarquías; hay amplitud o sus movimiento son circunscritos según la voluntad del amo; en el caso presente, según la voluntad gubernamental controlada por los intereses de la propiedad.

Esta situación produjo pronto el descontento de espíritus audaces, y Voltairine de Cleyre y C. L. James han esbozado esas primeras protestas de hombres que, ciertamente, no fueron anarquistas en el sentido presente, pero que tuvieron horror al estatismo y a la dominación insolente de los monopolistas sobre las riquezas naturales de medio continente. En las ciudades del Este, sobre la costa del Atlántico, hubo no poca efervescencia democrática vertida en un socialismo laborista que, precisamente al ver a los políticos llenarse la boca de libertad, retóricamente, fue autoritario, riguroso, estatista. Se reimprimió el gran libro de Godwin (Filadelfia, 1796), el irlandés John Driscol (Equality, or A History of Lithoconia, 1801-2), y J. A. Etzler (en Pittsburgh, en 1833) compusieron una utopía y un ditirambo sobre la liberación del hombre por la máquina, tratando de ser lo menos posible autoritarios; pero, en suma, de esas ciudades tan rápidamente industrializadas y convertidas así en focos de la política y en centros de las finanzas, no salió jamás una verdadera vida socialista integral, y los trabajadores se organizan paralelamente a los capitalistas. De igual modo los inmensos territorios agrarios, nuevamente roturados, contienen poblaciones absorbidas por el trabajo, poco accesibles todavía a las ideas, dejándose alimentar o condenar al hambre intelectualmente por lo que los curas, la prensa y los políticos les entregan.

Es entre esos inmensos medios autoritarios y conservadores, donde ha florecido, en el gran territorio, una vida socialista y anarquista muy variada, muy activa, muy abnegada, numerosa relativamente, pero sin embargo casi al margen de la sociedad, de donde se recuerdan de esos hombres algunas veces para simular que les admiran, muy a menudo para perseguirles, pero que, con frecuencia también, sobre todo antiguamente, se les dejaba hacer, como se deja a las sectas religiosas o a hombres de vida privada, tranquila en general. Tales me parecen las proporciones de los hombres y de su ambiente por alrededor de un siglo después de 1776. Porque había entonces sobre todo espacio, latitud, condiciones para fundar una vida nueva, tierra todavía relativamente libre, en el territorio de los Estados Unidos, lo que Europa no ha conocido desde hace 1,500 años, desde la caída de los romanos. Y eso tuvo una influencia psicológica vigorizante sobre muchos hombres, y en aquellos que tenían un fondo altruista produjo el anarquismo individualista americano; en otros, con un fondo religioso, se produjo un espiritualismo libertario: dos fenómenos que las condiciones de vida creadas desde hacía cincuenta años, al reforzar el autoritarismo, el mecanismo, la brutalización, han reducido mucho, pero que son bellas páginas de la historia de la anarquía.

Había desde el siglo XVIII un pequeño mundo que vivía aparte en comunidades cooperativas de emigrados reunidos por un sectarismo religioso especializado, de tendencia social, como mucho antes en los primeros conventos. Después se introdujo la experimentación socialista, por Robert Owen mismo (New Harmony) , por otros después que fueron influenciados por las ideas de Fourier y otros. Inevitablemente, las empresas en que los espíritus no estaban nivelados o quebrantados por la disciplina o la devoción religiosa, tuvieron una existencia azarosa, y New Harmony, una colonia de 800 personas, en el curso de varios años mostró mucha desarmonía, lo que indujo a uno de los colonos, Josiah Warren (1798-1879) , un americano de carácter resuelto y tenaz, a deducir la imposibilidad de la convivencia social desinteresada a causa de la diversidad natural de los hombres, y concluyó en la individualización completa de la vida social, es decir, en las relaciones de cambio igual, de reciprocidad estricta entre los hombres, y consideró el tiempo que requiere un producto o un servicio como medida de su valor de cambio, según la conciencia de cada uno.

Warren concluyó igualmente en el repudio de todo lo que una colectividad impusiera a los individuos en servicios públicos; compete a los individuos, si quieren, arreglarse para hacer ejecutar esos servicios por personas empleadas y pagadas por ellos según el tiempo que dediquen a esos trabajos. Aplicó sus ideas concebidas de acuerdo a su experiencia a partir de 1825 en New Harmony, en Cincinnati primero, a partir de mayo de 1827, en su Time Store (tienda donde vendía y compraba él mismo sus mercancías según la medida del tiempo) e hizo propaganda de ese sistema por su acción personal, por los escritos, por el periódico The Peaceful Revolutionist, en 1833, en Cincinnati – el perimer periódico anarquista, según toda apariencia – y entró en correspondencia con los cooperadores en Inglaterra; en una palabra, atrajo el interés y sus libros Equitable Commerce (1846) y Practica! Details in Equitable Commerce (1852) .(Detalles prácticos en el comercio equitativo), fueron muy difundidos. Sobre todo en 1851-52, en New York, Stephen Pearl Andrews (1812 – 1886) dio a esas ideas una forma ruidosa por conferencias y su gran libro The Science of Society (1851; dos partes, VI, 70 y XII, 214 páginas), cuya primera parte es: La verdadera constitución de un gobierno en la soberanía del individuo, y la segunda: Los gastos como límite del precio: una medida científica para la honestidad en el comercio como principio fundamental para la solución de la cuestión social. Andrews tomó parte en esa discusión, con motivo de una Free Love League, con Henry James y Horace Greeley, en The New York Tribune hacia 1852, publicada como Love, Marriage and Divorce (Amor, matrimonio y divorcio). Muchos adeptos de esas ideas vivían desde 1851 hasta una decena de años más tarde en Trialville (ciudad de ensayo) , más conocida como Modern Times, en Long Island, a no muy larga distancia de New York, cada cual a su modo, haciendo localmente el cambio entre ellos, empleando notas de trabajo. Fue sobre todo una comunidad de vida independiente, sin autoridad oficial, que atrajo buenos elementos y demostró que la libertad une y la coacción desune a los hombres. La guerra civil en los Estados Unidos (1862-65) con sus consecuencias económicas dispersó esa comunidad.

Estas ideas fueron especializadas por otros hombres y mujeres de pensamiento lógico y de gran tenacidad; tales fueron W. B Greene, Lysander Spooner, Ezra M. Heywood, Charles T. Fawler, Benjamin R. Tucker, Moses Barman, E. C. Walker, Sidney N. Marse, Marie Louise David, Louis Waisbrooker, Lillian Harman y muchos otros. Hubo periódicos notables como The Social Revolutionist, The World, The Radical Review, Liberty (de B. R. Tucker; Boston, luego New York, 1881-1907); Lucifer, Fair Play y muchos más.

Estos anarquistas individualistas combatían todos el estatismo, la intervención de colectividades y de sus mandatarios en la vida de los individuos, los poderes económicos dados al monopolio (emisión de notas, los Bancos), la sumisión por el matrimonio y la familia y fueron también hostiles a lo que debía hacerse en nombre de un socialismo de Estado y de un socialismo anarquista. Muchos de ellos se especializaban sobre todo en el dominio de las finanzas, otros en el de la libertad personal y en la vida sexual liberada de todas sus trabas. El único movimiento social que inspiró simpatías a algunos de ellos, fue el del impuesto único creado por Henry George (Progress Poverty) y al respecto hubo y hay todavía cierto matiz de ellos que llega a una fusión de ideas. Son los anarchist single taxers, (los anarquistas del impuesto único), de los que The Twentieth Century, redactado por Hugh O. Pentecost, fue la cuna, hace alrededor de cuarenta años. Los hombres de ese matiz, aparte de ciertas defecciones, han entrado a menudo desde entonces en relaciones de buena vecindad con los comunistas libertarios y con todas las buenas causas de los movimientos de los obreros americanos. Pero por otro lado B. R. Tucker fue feroz en su anticomunismo (contra Kropotkin, Most, etc.) , en 1883, y ha hecho accesibles así una parte de las ideas bakuninianas en Estados Unidos y en Inglaterra.

Ese movimiento de 1827, un siglo después, se encuentra frente a una América enormemente cambiada, y si queda él mismo sin cambiar, es de un siglo atrás, y si cambia es difícil decir lo que quedaría de él o si no se engaña en la dirección de ese cambio a operar. En los ambientes sencillos de territorios recientemente poblados, las condiciones sociales de los hombres se parecen, y si el cambio honesto es proclamado frente a la codicia y al fraude de algunos, ese principio moralizador puede triunfar, pero no ha triunfado siquiera entonces y el monopolio se ha vuelto cada vez más fuerte, hasta acaparar el Estado completamente después de la gran guerra civil, durante y después de la cual el capital puso mano sobre la tierra y sus riquezas y fundó en sesenta años el Imperio de la plutocracia más poderoso que se conoce. Warren murió en 1879 conservando sus ilusiones, que Tucker (nacido en 1854) defendió entonces contra toda evidencia, propiciando esa reciprocidad entre gentes honestas frente al monopolio que, al regimentar a todo el pueblo en su servicio, destruye la independencia personal, la primera base de la reciprocidad. Otra base de ésta es el sentimiento social, el deseo, el placer de obrar socialmente por tanto honestamente, con desinterés. Al presuponer ese sentimiento esos antisocialistas son en realidad muy sociables y muchos malentendidos no se habrían tenido si hubiesen dicho claramente que su acción procede de su voluntad de no pasar por el socialismo autotitario. Ir más lejos, preconizar un sistema único, como lo hicieron con encarnizamiento desde Warren a Tucker, es sectarismo que corresponde mal a la amplitud de miras de algunos de ellos.

En la práctica, la rama principal de ese movimiento, antes extendido, se ha restringido al cambio directo (mutualismo) o se pierde en la reforma monetaria. Las ramas de libertad personal y de libertad sexual, tan exuberantes en tiempos de Heywood y de Harman, han tenido una cierta satisfacción por la creciente libertad de las costumbres y sobre todo por el derecho de ciudadanía que supo conquistar el neo-malthusianismo bajo el nombre de birth control. Los antiguos militantes han muerto, a veces hasta en suicidio frente a persecuciones sistemáticas, y la juventud se contenta con las mayores facilidades que halla ahora y no promueve ya esas cuestiones de libertad y de dignidad como hicieron los antiguos. Cuando el anarquismo individualista debía afirmarse más en nuestro tiempo de estatismo desenfrenado, no está ya en acción o sólo se presenta en forma pequeña y anodina.

Estas ideas fueron muy pronto conocidas en Inglaterra por la correspondencia de Josiah Warren, que trató de hacer una brecha en el movimiento. No logró más que muy poco; se puede nombrar ante todo a Ambrose Caston Cuddon, el alma de un pequeño grupo en los años antes y después de 1850 a 1870 y hasta su muerte en edad avanzada. El libro de Stephen Pearl Andrews y la colonia Modern Times daban un nuevo interés a esas ideas, y ese grupo tomó por nombre la London Confederation of Rational Reformes (agosto de 1853) , publicando sus principios y un folleto explicativo, que debe ser de Cuddon (octubre) .Estos hombres venían de los matices socialistas de Robert Owen y de Bronterre O’Obrien, y William Pare, que se interesó también por esas ideas ( 1855), había estado ligado con William Thompson. Se puede nombrar todavía al Coronel Henry Clinton. Allí se encuentra ese individualismo penetrado de espíritu socialista, y por lo poco que se sabe de lo sucesivo, se puede suponer que en ese ambiente inglés las ideas de Warren – si se exceptúa a Cuddon -, tal vez fueron reabsorbidas por un socialismo de acción popular directa que desconfía del Estado.

Es un hecho extraño, por cierto, que hasta 1885 aproximadamente ese anarquismo individualista americano pasó desapercibido en el mundo socialista europeo, aparte de esas repercusiones en Inglaterra, que a su vez no han debido ser conocidas en el continente. Hago excepción de Stephan Pearl Andrews y de Modern Times. Sus ideas y la fundación de la colonia fueron discutidas en particular en el semanario The Leader (Londres), en 1851, entonces un órgano democrático muy difundido, por Henry Edger, que vivió en Modern Times, un positivista que desde allí mantenía correspondencia también con Augusto Comte. Si The Sovereignity of the Individual es tan afirmada por Andrews (1851) ¿es por puro azar que Pí y Margall escribe en La Reacción y la Revolución (Madrid, 1854): Nuestro principio es la soberanía absoluta del individuo; nuestro objeto final, la destrucción absoluta del poder, y su sustitución por el contrato; nuestro medio, la descentralización y la movilización continua de los poderes existentes …? No hay duda que Pí y Margall ha debido conocer los dos famosos libros libertarios de 1851, la Idea general de la Revolución en el siglo XIX, de Proudhon, y las Social Statics, de Herbert Spencer. ¿Por qué no habría tenido conocimiento del libro de Andrews discutido en el Leader, órgano que tenía tantas noticias sobre el movimiento avanzado en España? Incluso en 1854 apareció en Cádiz una traducción española de un gran libro relativamente poco importante del mismo Andrews (The Basic Outline 01 Universology). De Modern Times se tiene conocimiento generalmente por un artículo de Moncure D. Conway en una gran revista inglesa (Fortnightly Review, julio de 1865) de que se habla incluso de Rusia en el Sovremennik, la antigua revista de Chernishevsky. Elías Reclus ha debido ver a algunos de esos anarquistas americanos en ocasión de su viaje a los Estados Unidos y ha colaborado en The Radical Review, en 1877, redactada por Tucker. Tucker mismo ha hecho en 1874 un viaje a Londres, donde vio todavía a Cuddon, de 83 años de edad, y viajó por Francia e Italia. Se puso a traducir grandes volúmenes de Proudhon, entonces las primeras ediciones americanas. Se sabe también que Elías Reclus, en 1878, conoció a Tucker y The Radical Review, como Tucker, en 1889, en París, por medio de Elías, conoció a Eliseo Reclus. Pero los hermanos Reclus se han sentido tan distantes, en su comunismo generoso, de la meticulosidad del cambio igual de esos americanos, que no han creído necesario o importante hablar de esas concepciones en su ambiente europeo.

Hubo probablemente algunos de esos individualistas en la famosa sección 12 de la Internacional, compuesta enteramente de americanos de matices diversos, en New York, que causó tanta tristeza a Marx, porque no se puso bajo la tutela de uno de sus hombres de confianza. No le quedó más recurso que tratar de hacerla expulsar. Uno de sus miembros asistió al Congreso de La Haya (1872), sin ser reconocido delegado; se hizo a la sección el reproche de contener también espiritistas y partidarios del amor libre, y con eso se contentó la mayoría marxista del Congreso para rechazar a ese delegado.

Por los acontecimientos de huelga violenta en Pittsburgh, en 1877, algunos jóvenes individualistas de Boston fueron removidos, como Morse, que escribió entonces un folleto vehemente (Los reyes de los ferrocarriles desean negar a un Imperio) y de ese medio de jóvenes surgió la revista The Anarchist (Boston) en enero de 1881, cuyo primer número fue muy difundido, mientras que el segundo, en preparación, fue impedido por la policía. Allí, según la opinión y el deseo de un joven de espíritu aventurero, esas ideas americanas habrían tenido puesto junto a las socialistas revolucionarias entonces de Most y del anarquismo comunista francés. Ese esfuerzo fue quebrantado, pero también en Liberty, que Tucker fundó en agosto de 1881, a pesar de la rigidez teórica, había al comienzo un soplo de solidaridad con los revolucionarios internacionales, los nihilistas rusos, etcétera.

Es verdaderamente todo lo que me recuerdo haber apercibido del contacto entre esos anarquistas americanos y los de Europa durante más de cincuenta años, hasta 1881. Ni Proudhon, ni Bakunin, ni Elíseo Reclus, ni Déjacque, ni Coeurderoy han hablado de ellos, aunque tres de esos cinco han vivido o pasaron algún tiempo en los Estados Unidos, y Cuddon, en Londres, había sido el 10 de enero de 1862, presidente de una delegación obrera inglesa que saludó a Bakunin de regreso de Siberia.

El 6 de agosto de 1881 apareció Liberty, redactada por Tucker, un órgano muy combativo, que se puso a negar el derecho a llamarse anarquista a los colectivistas y comunistas libertarios, a Kropotkin mismo, y se replicó no considerando anarquistas a esos individualistas, por el hecho de reconocer eventualmente la propiedad privada, etc. En mi opinión, se conocían mutuamente muy poco, no se sabía nada en Europa del pasado anarquista americano de cincuenta años entonces, y muy poco en América también del mismo pasado europeo desde hacía cincuenta años. Había bastante espacio para las dos corrientes que hasta entonces se habían estorbado tan poco una a la otra, que ni siquiera se habían apercibido la una de la existencia de la otra.

Liberty circulaba un poco en Londres, y un tipógrafo inglés, Henry Seymour, fundó allí, en marzo de 1885, The Anarchist; en Melbourne (Australia), apareció Honesty, en abril de 1887. En Inglaterra el pequeño movimiento se perdió algunos años después en esas especializaciones financieras sobre la emisión libre de papel – moneda y sobre panaceas semejantes, que en ese país han absorbido el esfuerzo de gran número de socialistas que, entonces, no volvieron a encontrar el camino hacia las ideas. También en Alemania, más tarde, antes ya de la guerra, fueron iniciadas tales especializaciones infructuosas (los nuevos fisiócratas, Silvio Gessel, Freigeld). Son cosas que no se pueden hacer sin tener el poder, y si se tuviese ese poder, no habría necesidad de hacerlas y se haría algo muy distinto.

Enteramente independiente de esas corrientes de buena fe, el burguesismo antisocialista, que es también antiestatista, en tanto que es enemigo de toda intervención social del Estado para proteger a las víctimas de Ia explotación (horas de trabajo, higiene, etc.), esa avidez de la explotación ilimitada había creado en Inglaterra una agitación por un pseudo – individualismo, el burguesismo ilimitado, con una pseudo – literatura mercenaria. Hablo de la Liberty and Property Defense League de los años 1880-90, etcétera. A ella se refieren, por grados doctrinarios y fanáticos de un individualismo siempre absolutamente estéril, de ese no-intervencionismo que dejaría morir de hambre a un hombre por no herir su dignidad al mezclarse en sus asuntos y al darle de comer. De ahí, por otros grados, se llega al voluntarismo absoluto, la doctrina de Auberon Herbert hacia 1880, idea benévola y vigorosamente antiestatista; pero todo eso, en fin, es diletantismo, medios ineficaces que no han impedido acrecentarse terriblemente el mal autoritario en estos cuarenta años que siguieron.

El anarquismo, como fue elaborado estrechamente por Tucker (cuyo libro lnstead of a book, New York, 1893, 512 páginas, reproduce las partes más significativas de sus artículos y notas en Liberty), se vuelve a encontrar en el periódico alemán Libertas (Boston, 1888; 8 números) y fue aceptado durante mucho tiempo después por el joven poeta alemán John Henry Mackay, fascinado desde 1888-89 por las ideas de Max Stirner, de Proudhon y las de B. R. Tucker; sus libros Die Anarchisten (1891), Der Freiheitssucher (1920) y un tercer tomo lo muestran inspirándose en esas tres concepciones. Su esfuerzo fue secundado por una propaganda en algunos periódicos y folletos en Alemania. Mackay murió en 1933.

Fuera de esto, el individualismo anarquista americano fue presentado en Francia y en Bélgica en algunos periódicos y por autores que, sin embargo, no lo han aceptado o conservado ellos mismos integralmente. Hubo también pequeñas repercusiones escandinavas. Es llamado mutualismo por la propaganda americana presente y ha encontrado también algunos aficionados italianos. En suma, me parece que nos debe una explicación clara con la situación mundial presente, que es mucho más complicada que cuando Josiah Warren, en 1827, fundó su primer Times Store. Si hay que superar las primitividades del comunismo, hay que superar también las del individualismo.

No tengo que hablar aquí de lo que se llama individualismo en los movimientos socialistas libertarios francés, italiano y otros, pues no tienen relación alguna con la corriente americana.

Lo que he llamado espiritualismo libertario americano, es el pensamiento y el sentimiento de un pequeño número de intelectuales concienzudos que en los Estados Unidos, sobre todo en los años 1830-1860, más desde 1840 a 1850, se dedicaban a vivir y a obrar como hombres libres. Sobre una base religiosa deísta vivía en ellos el espíritu humanitario del siglo XVIII, el espíritu social que tomaban de los escritos de Fourier y de Owen, un espíritu crítico que les hizo ver el mal hecho por la autoridad a través de la historia y tenían una causa viviente ante ellos, la de la esclavitud vergonzosa de los negros, institución legal, que todos estaban forzados a ver erigida ante sus ojos. Yo sé que los esclavistas respondían cínicamente demostrando los horrores de la esclavitud de los blancos en las fábricas, pero no disminuye nunca un mal el hecho de presentar otro; entonces hay que combatir los dos, y los abolicionistas se decían muy lógicamente que una sociedad brutalizada por la esclavitud de los negros no poseía la fuerza moral para poner remedio a la esclavitud de los blancos. Para la burguesía, los hombres peligrosos eran entonces los que querían destruir inmediatamente la esclavitud, y mucho menos los que hablaban de un socialismo del porvenir lejano, o los que, entre ellos, en pequeñas comunidades, practicaban hábitos sociales. Los hombres en cuestión fueron de los unos y de los otros, abolicionistas del tipo de William Lloyd Garrison, y socialistas de Brook Farm. Había hombres y mujeres como Emerson, W ..E. Channing, Margaret Fuller, Frances Wright, Nathaniel Hawthorne y otros. Se puede decir que lo que hay en América del Norte de civilización, se liga de cerca o de lejos a ese ambiente cultivado de la antigua Massachussetts, tan diferente del Estado presente de ese nombre que ha dejado matar durante siete años a los dos anarquistas italianos que sabemos.

La más bella figura de ese ambiente es, desde el punto de vista libertario, Henry David Thoreau (1817 – 1860) , el autor de Walden: my Lile in the Woods (1854) y del famoso ensayo On the duty ol civil disobedience (1849) (Del deber de la desobediencia civil). Walt Whitman es un tipo muy diferente, según mi impresión. Tiene las expansiones libertarias más bellas, pero su culto entusiasta a la fuerza le acerca, para mí, a los autoritarios.

Hubo algunos otros americanos de verdadero valor conquistados para las buenas causas y para la de la humanidad libre ante todo; Ernest Crosby, fue uno de los mejores.

Nota del autor. Este capítulo resume las páginas .103-132 del libro Worfrühling y remito también a mi artículo Anarchism in England fifty years ago, en Freedom (Londres), noviembre diciembre 1905, que se ocupa sobre todo de Ambrose Caston Cuddon, caído en olvido completo entonces; fue reimpreso por Tucker, en Liberty (1906).

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