Las ideas revolucionarias populistas, en especial el indigenismo y otras variantes del socialismo autoritario, no dejaban de ganar prestigio en América Latina en los años 70. La realidad del régimen comunista de Fidel Castro o de la dictadura izquierdista del general Juan Velasco Alvarado (y, después, de Francisco Morales-Bermúdez) no hacían mella en la buena imagen de esa amalgama de socialismo y nacionalismo que terminaría derivando en lo que actualmente conocemos como socialismo del siglo XXI. Pero todo comenzó a cambiar con un libro de Carlos Rangel.
Eduardo Galeano había publicado en 1971 Las venas abiertas de América Latina, uno de los libros más influyentes de su época y sustento principal de gran parte del pensamiento de la izquierda latinoamericana desde entonces. Cinco años después, Carlos Rangel publicó una obra que muchos consideran el antídoto intelectual a la de Galeano. En Del buen salvaje al buen revolucionario, el venezolano hace frente a muchos de los mitos indigenistas, nacionalistas y socialistas de la región. Rechaza el mito del “buen salvaje”, según el cual las sociedades precolombinas estaban formadas por personas virtuosas que fueron corrompidas por los europeos.
Ese libro le valió ser considerado uno de los pilares del pensamiento liberal contemporáneo en habla española. De hecho, su influencia superó los límites de la comunidad iberoamericana al ser traducido a varios idiomas. La edición en francés fue prologada por el también periodista y escritor Jean-François Revel, uno de los intelectuales europeos más influyentes de la segunda mitad del siglo XX.
Rangel fue crítico con el victimismo latinoamericano basado en el falseamiento del pasado y en culpar a otros de los propios males. Sostuvo que “permanecemos vulnerables a interpretaciones históricas y a ofertas políticas construidas sobre la mentira, o que apelan a la verdad sólo a medias”.
No exculpaba a los intelectuales de este mal. Al contrario, escribió: “Casi sin excepción, los mejor dotados y más cultivados entre los intelectuales latinoamericanos (desde 1960, casi todos ‘de izquierda’ y admiradores casi femeninos del macho Fidel Castro) continúan esquivando cuidadosamente la reflexión crítica profunda sobre nuestra sociedad, y persisten en dedicarse apasionadamente a la empresa contraria: reforzar la idea fija y paralizante de que todos los problemas de América Latina se deben a agentes externos, y que la solución (o el desquite) la encontraremos en la revolución”.
Su propio país era objetivo de las críticas y tristemente certeras previsiones que lanzó. En 1984 dejó escrito: “No nos encontramos, pues, frente a una irresolución incidental debida a incompetencia, sino frente a algo mucho más grave, de mucho más fondo, que es la persistencia en Venezuela, a pesar de evidencias abrumadoras de que es una equivocación, de un clima adverso a la iniciativa privada y favorable al estatismo, y aquellos de nuestros dirigentes políticos que han evolucionado en su pensamiento están dando la impresión de que no quieren correr el riesgo de decirlo con claridad y mucho menos de tratar de conducir al país en el sentido que sus ideas actuales aconsejarían”.
Xavier Reyes Matheus, doctor en Historia Contemporánea de América Latina, es un gran conocedor de la figura de Rangel. En conversación con ALnavío dijo que este autor “significó sobre todo un pensamiento valiente. No tuvo empacho en denunciar al socialismo que se reconocía como tal y a todas las conductas de la política latinoamericana en las que el socialismo se había enquistado. Eran conductas que fomentaban tantos males que hemos visto en América Latina, como el caudillismo y el paternalismo, el querer vivir sin trabajar y la complicidad de los empresarios con el poder político”.
Tres décadas después de la muerte de Rangel, los hechos demuestran lo acertado de su análisis. La dictadura comunista se mantiene en pie en Cuba, casi 60 años después de que Fidel Castro entrara en La Habana. El régimen que Hugo Chávez comenzó a instaurar en Venezuela, pasando por las urnas, en 1999 es cada vez más una dictadura menos indisimulada. Ya con Nicolás Maduro en la presidencia, el antaño próspero país está sumido en la mayor de las miserias y el éxodo que se produce no tiene antecedentes en la historia latinoamericana. En Nicaragua, la represión ejercida por el Gobierno de Daniel Ortega ha provocado más de 450 muertos en pocos meses, según los organismos independientes de derechos humanos.
El fundador honorario y editor en jefe del Instituto Mises Hispano, Mariano Bas, destacó a este diario que Rangel “era un hombre profundamente liberal y un demócrata convencido”. Dijo que el autor venezolano “tenía una perspectiva clara de hacia dónde podía llevar la veneración del indigenismo con el enfoque revolucionario”. Según Bas, “fue prácticamente el único que se enfrenta directamente al indigenismo como una expresión revolucionaria que existía en ese momento en América”.
Rangel fue capaz de prever el avance de lo que después se conocería como socialismo del siglo XXI en América Latina. Vaticinó los populismos de izquierdas latinoamericanos, que estaban germinando intelectualmente en los años en los que ejercía el periodismo y la escritura. Sin embargo, no llegó a predecir un fenómeno como el de Donald Trump en EEUU. Mariano Bas considera que esto se debe a que “murió hace muchos años y la previsión de un populismo no revolucionario quedaba fuera de su época”.
En opinión de Reyes Matheus, “Rangel creía en las instituciones norteamericanas. Y, efectivamente, aún es pronto para saber si van a funcionar o no en una coyuntura como la actual. Creía en la estructura institucional y en el sistema de contrapesos establecido por los Padres Fundadores. Todavía está por ver si eso terminará prevaleciendo frente a una figura como Trump”.
Nacido en 1929, los inicios profesionales de Rangel fueron la docencia y la diplomacia. A esta última se dedicó poco tiempo, pues pronto la cambió por el periodismo. En 1959 asumió la subdirección del semanario Momento de Caracas. Sus dotes como analista político harían de él un colaborador habitual en medios de numerosos países. Escribió en Venezuela para El Universal, El Nacional y La Verdad, pero también para Cambio 16 de España y The Wall Street Journal de EEUU.
En 1960 dio el salto a la televisión, con un programa en Venevisión que llegó a estar entre los más influyentes de América Latina. De haber existido entonces internet, esos espacios hubieran batido récords de audiencia a nivel global. En pantalla no rehuía el debate. Era un polemista convencido, sin miedo alguno a confrontar las ideas con personas que defendieran posturas radicalmente contrarias a las suyas.
Reyes Matheus sostiene que “si por algo se distinguió fue por la valentía, de la que hoy en día América Latina está bastante huérfana. Quizás una de las pocas figuras que es capaz de reivindicarla es el (sociólogo y escritor) argentino Juan José Sebreli”.
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