martes, 10 de octubre de 2017

Activos sólidos en una época de tipos negativos de interés, por Mises Hispano.

El tiempo es el alma del dinero, la visión a largo plazo: su inmortalidad. Los activos sólidos son eternos, incluso cuando son destruidos por los cataclismos de la historia. Es la perspectiva que perpetuó a las aristocracias más competentes y poderosas de la Europa continental hasta bien pasada la Primera Guerra Mundial y, en ciertos casos prominentes, más allá; es la mentalidad que ha sostenido la república democrática fiscalmente más seria del mundo occidental, la de Suiza (como se demuestra en este artículo). Desde este punto de vista, la administración del dinero, antes conocida como “banca”, es un asunto serio de gestión seria de la riqueza y no un experimento de laboratorio de mala ciencia de inversión de productos pensada en último término para financiar planes de arbitraje fiscal de gestores de fondos de inversión.

Más que nunca, el foco en los activos sólidos es una llamada urgente a las armas dada la cultura deformada del mercado de la magia monetaria de la banca central. A pesar de la primera promesa de la presidencia de Trump de revigorizar la economía, Estados Unidos sigue condenado al estancamiento económico construido sobre muchos años de políticas basadas en deuda, políticas de dinero barato y el fiasco del ZIRP, alimentando una situación de un mundo extraño en el que la economía real funciona mal mientras que el mercado está despegando. En un entorno como ese, el atractivo de lo intentado durante siglos y la verdad nunca ha sido más cautivador.

En una palabra, la visión de los activos sólidos se refiere a crear riqueza fuera del mercado bursátil. Se refiere a tres principales estrategias generales: 1) propiedad de tierras, granjas, bosques y agricultura; 2) oro, otros metales preciosos y ciertos productos de base metálica; 3) el mercado del arte (maestros antiguos y  clásicos modernos). En lo que se refiere este último, nos referimos al arte como inversión y no como comercio del propio arte, como ese que contamina el mundo insípido y sobrevalorado actual del mal arte del “globo del perro”. El mundo de las subastas de Rembrandt y Picasso, de El Greco y Gerhardt Richter ha estado enrachado, batiendo récords y no puede ser ignorado como un recurso de refugio excelente y seguro, como han sido siempre tradicionalmente las obras destacadas de arte.

En primer lugar, el oro y los metales preciosos siguen siendo un enigma de inversión a pesar de haber sido actores protagonistas del mercado durante los últimos diecisiete años. El oro es un activo que hay que tener en cartera en medio de los niveles agresivos de deuda y las devaluaciones monetarias que han hecho tan volátil el mercado. La plata, por su parte, además de su estatus de prestigio, tiene asimismo innumerables aplicaciones industriales y ha despuntado en el pujante mercado de los metales preciosos desde el 2000.

Rusia, en este contexto, lidera la carga de la perspectiva a largo plazo. Durante los últimos tres años, el Banco de Rusia ha sido el primer acumulador mundial de oro y hasta ahora en 2017 ha ocupado el puesto de líder entre los bancos centrales internacionales a la hora de comprar el producto. A su ritmo actual, Moscú desbancará a China del puesto número cinco de las acciones poseedoras de oro en el primer trimestre de 2018. Actualmente, la relación oro/PIB de las principales potencias del mundo es: Rusia 5,6%; la Eurozona 3,6%; EEUU 1,8% y China 1,5%.

Aun así, los países que compran oro frente a los inversores que hacen lo mismo son dos mundos distintos. El 95% del oro mundial se guarda como almacén de valor.

En otras materias primas, el cinc y el cobre han sido los grandes movimientos. El cinc, el agente clave para la globalización, obtuvo el estatus de metal con mejor rendimiento el año pasado. El cobre empezó su resurgimiento en 2017 y, a finales de agosto de este año, varias materias primas salieron de sus patrones multimensuales de consolidación. El níquel y el cobalto están también destacando como metales esenciales para el sector en rápido crecimiento de las baterías de iones de litio.

El mundo del arte no queda muy detrás del de los metales preciosos en términos de almacenaje de valor preferido a lo largo de la historia como protección ante tiempos inciertos. El arte como inversión ha sido durante mucho tiempo una estrategia preferida por la élite europea, desde, en la práctica, la Alta Edad Media y nunca ha dejado de estar de moda. En los tiempos modernos, el fenómeno de una base siempre creciente de coleccionistas y una menor oferta de trabajos de calidad museística se ha aceptado como una manera sensata de proteger el dinero de los inversores mientras hay dificultades económicas. Aunque continuamente eclipsado en los medios por el más atrevido mercado del arte contemporáneo, los maestros antiguos (y los clásicos modernos: las grandes obras del siglo XX) han mostrado resultados estables, a menudo espectaculares, a lo largo de los últimos diez años con ambas categorías batiendo récords históricos.

El arte, para ser un refugio seguro, debe ser una inversión y no un capricho, tal y como fue para la familia Liechtenstein al adquirir la Ginevra de Benci, de Leonardo da Vinci, hace muchos siglos. Tras la Segunda Guerra Mundial, la casi-quiebra del principado epónimo (cuyos monarcas no estaban ni están sostenidos por impuestos), esa pintura fue la primera de las grandes ventas de arte del siglo XX, cuando fue vendida a Paul Mellon y la National Gallery of Art en Washington. Ginevra continúa allí colgada (y hasta ahora es la única pintura de Leonardo en EEUU). Aunque el inversor medio no puede estar en disposición de almacenar riqueza en un maestro del renacimiento o un Picasso, siempre hay joyas infravaloradas o nuevos descubrimientos que pueden aparecer y aparecerán de la manera más inesperada en las próximas décadas.

Finalmente, la tierra de cultivo es vista por muchos como un añadido excelente a una cartera de metales preciosos. Como predecía Jim Rogers a principios de setiembre, se harán fortunas con la agricultura “y cuando un sector consigue una fidelidad completa, incluso agente mediocre obtiene mucho dinero” en ese sector. Los inversores en activos sólidos continúan incluyendo tierra de cultivo en sus carteras “para una combinación de generación de rentas, diversificación y elusión de la inflación”. Históricamente, la tierra de cultivo, como los bosques en Europa continental o Latinoamérica, ha sido una clase única de activos que muestra una baja correlación con las clases tradicionales de activos y que funciona bien cuando aumenta la inflación.

Reservas de efectivo, terrenos como efectivo, las eternas aplicaciones de los recursos de la naturaleza a la industria, el prestigio, privacidad y valor a largo plazo del arte bello: esa ha sido la perspectiva de la filosofía de los activos sólidos. Hoy, ese culto de los inversores con mentalidad independiente reirá el último, evitando las vías establecidas y tan horriblemente deformadas por los bancos.


El artículo original se encuentra aquí.

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