Richard Thaler, de la Universidad de Chicago, ha ganado el premio Nobel de economía de este año. Thaler es un importante seguidor de la economía conductista, la aplicación de la psicología a problemas de valoración, decisión, intercambio y precios. Siguiendo a Mises, la mayoría de los economistas austriacos han distinguido claramente entre la praxeología, el análisis lógico de la acción, y la psicología, las motivaciones y afectos conductistas que preceden y siguen a la acción (1,2). (Por ejemplo, los austriacos dicen que la acción humana es intencionada, indicando que está orientada a objetivos, no racional, indicando éxito en alcanzar sus objetivos). Sin embargo, la economía neoclásica ha seguido la otra vía, con una creciente tendencia a mezclar las dos, esperando llegar algún explicación más rica y robusta del comportamiento humano. Después de todo, si la gente se modela como “maximizando su utilidad” y la utilidad se entiende como un estado psicológico de bienestar, ¿por qué no introducir la psicología en el análisis?
La teoría de la valoración y la decisión de Carl Menger, desarrollada en las obras de Böhm-Bawerk, Fetter, Wicksteed, Mises, Rothbard y otros economistas austriacos, es un concepto lógico, no conductista, y la mayoría de las supuestas “paradojas” identificadas por los economistas conductistas no son aplicables. (He aquí un ejemplo algo técnico). Thaler destacaba hoy: “Para hacer buena economía hay que tener en cuenta que la gente es humana”, es decir, los actores humanos no son las máquinas supercalculadoras encarnadas en los modelos neoclásicos. De hecho, no lo son. Pero añadir la psicología al aparato de la teoría neoclásica de la decisión puede que no sea una mejora. Por supuesto, una comprensión de la psicología es importante para emprendedores, historiadores y economistas aplicados. Pero la teoría económica, tal y como la entendía Mises, es un ejercicio lógico independiente de las motivaciones psicológicas concretas de los actores.
Aparte de sus contribuciones más técnicas, Thaler es un gran popularizador de la economía conductista, especialmente a través de sus colaboraciones con Cass Sunstein. Thaler y Sunstein argumentan que como la gente se comporta “irracionalmente” (es decir, de maneras que no maximizan su utilidad, entendida en el sentido de la economía neoclásica), los gobiernos pueden intervenir, no prohibiendo ni ordenando comportamientos particulares, sino “empujando” a la gente, amablemente, en la dirección correcta. (Por ejemplo, las leyes podrían ordenar que los supermercados colocaran comida sana en la parte de delante de la tienda, que los empresarios contrataran automáticamente fondos de jubilación para sus empleados, salvo que estos renunciaran a ellos específicamente, y otras ideas). Thaler y Sunstein incluso llaman a esto “paternalismo libertario” para distinguirlo de las variedades más duras de intervención pública.
David Gordon ha reseñado su muy popular libro Nudge y (como cabía esperar) identifica varios problemas graves en el libro. (Ver también aquí, aquí y aquí). Un problema evidente es que los actores que diseñan e implantan los “empujones” conductistas son ellos mismos “irracionales”, como todos los actores humanos, así que ¿por qué tendríamos que esperar que estos empujones mejoraran los resultados sociales? (Mario Rizzo y Glen Whitman llamaban a esto agudamente “El problema del conocimiento del nuevo paternalismo”). He comentado que, más en general, la economía conductista a menudo reagrupa ideas sencillas conocidas por economistas aplicados, hombres de negocios, historiadores y otros y las trata como descubrimientos de laboratorio novedosos y entusiasmantes. Un fascinante ensayo de 2014 de Steven Poole señala que la mayoría de estos descubrimientos no son aplicables al mundo real porque, entre otras cosas, la gente se comporta de maneras particulares en el laboratorio, maneras que son en realidad bastante “racionales”. (Incluso algunos economistas neoclásicos siguen sin estar convencidos).
En conjunto, los economistas austriacos pueden agradecer que el premio Nobel de Thaler abra la puerta a conversaciones acerca de las ideas básicas de valoración, decisión e intercambio y a cómo deberíamos tratar de entender el comportamiento humano. Es muy importante recordar a la gente que la praxeología ofrece una crítica paralela, pero distinta, de la microeconomía neoclásica.
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