El objetivo de este texto es fundamentar el método praxeológico partiendo de la propia filosofía y ciencia del conocimiento. Pienso que aún no están claros esos fundamentos ni siquiera entre buena parte de sus defensores. Las críticas a las objeciones al método praxeológico comúnmente atacan a éstas sobre una base errónea. Se suele argumentar que el método de las ciencias naturales no debe ser aplicado a la economía, cuando la verdad es que ni siquiera es posible hacer tal cosa. Voy a demostrar que los críticos a la praxeología no utilizan en economía el método de las ciencias empíricas, sino el método induccionista. Y la inducción es una falacia. En economía, y en ciencias naturales. Lo cual también voy a demostrar aquí. Al final expondré los fundamentos de la praxeología.
1. Introducción al método deductivo
El falsacionismo popperiano es mucho más que un mero criterio de demarcación1,2. Es una actitud, una filosofía de la actividad científica. Esa actitud consiste en exponer a las pruebas empíricas las teorías que uno maneja, buscando no su confirmación –porque las pruebas empíricas, desde el punto de vista estrictamente lógico, no confirman nada– sino al contrario, su falsación. Es decir, consiste en buscar pruebas empíricas de que la teoría en cuestión es falsa, en exponerlo al método de contrastación deductiva.
Esta propuesta de Popper a menudo no ha sido honestamente valorada por sus críticos. Kuhn sugiere con razón en el hecho de que lo que distingue a la actividad científica de la que no lo es, no puede consistir sólamente en la contrastación. Si toda la actividad científica se tuviera que reducir a buscar pruebas que falseen nuestras teorías, dicha actividad no pasaría de un mero ejercicio teórico, y no podríamos sacar provecho del avance en la investigación científica que permite aceptar nuestras teorías como verdades dadas e investigar en base a ellas, sin cuestionarlas todo el tiempo.
El mismo Popper tampoco sugería eso, y cualquiera que haya leído alguno de sus textos fundamentales, lo puede corroborar. Él mismo aclaraba que el método de contrastación debía terminarse en algún momento, en el que hay suficiente acuerdo entre los investigadores. Pero que no por eso significaba que debíamos aceptar la teoría como dogma. Siempre era posible, cuando se hiciera necesario, seguir con el proceso de poner a prueba nuestras teorías e hipótesis.
Por lo tanto, al contrario de lo que afirman los críticos de Popper, Kuhn no invalidó la propuesta de Popper. Pues siempre que el conocimiento se vuelve problemático y hay desacuerdo, no hay otro camino útil que el método de contrastación deductiva, es decir, poner a prueba las teorías que originan el desacuerdo, buscando honestamente aquellos hechos empíricos que, de darse, las contradicen. Además ninguna tarea tendría la ciencia normal de Kuhn sin las revoluciones científicas que fueron el producto de la actitud de las nuevas generaciones de investigadores que se atrevieron a cuestionar y someter a pruebas las ideas científicas que el conservadurismo de las viejas aún sostenía incluso frente a las contradicciones con la experiencia. Sin embargo, es claro también que la observación de Kuhn relativiza el criterio de demarcación de Popper. Y esto es un problema en que Lakatos y Feyerabend se enfocan, si bien no voy a entrar en detalles aquí, ya que no corresponde al tema que quiero exponer.
Por supuesto, los hechos empíricos –enunciados básicos– también pueden ser objeto de la contrastación. Puede ser que la teoría sea válida y que los hechos empíricos que parecen demostrar que es falsa, se fundamenten en una base teórica problemática. Pues todo enunciado sobre un hecho de la realidad, nunca deja de remitir a conceptos universales que tienen la misma forma lógica que cualquier teoría.
Trabajemos con el siguiente ejemplo para ilustrar todo lo expuesto. Si yo sostengo la teoría de que todos los cisnes son negros (enunciado de carácter universal), y aquí y ahora me encuentro con un cisne, o en forma más general, en la localización espacial x, en el momento t hay un cisne (enunciado de carácter singular, en este caso las condiciones iniciales a partir de las cuales aplico la teoría), entonces la teoría en principio es falsada si el enunciado “hay un cisne blanco en las coordenadas espacio temporales x,t” es verdadero. Pero la teoría nunca puede ser confirmada si el cisne en cuestión es negro. Pues es sólo una observación –o, en general, una cantidad finita de observaciones–. De una cantidad finita de observaciones que corrobore una teoría, nunca puede deducirse lógicamente que la teoría es verdadera y que ha sido confirmada. De una cantidad finita de observaciones en que cada cisne observado resulta de color negro, no puede deducirse que todo cisne es negro. Es decir, del hecho de que no se hayan observado cisnes no negros, no se puede deducir que todo cisne es negro.
Por lo tanto, de esta manera el método inductivista del positivismo queda seriamente cuestionado. Y a partir de Popper, la tarea científica ya no se considera como el método de pasar de lo particular a lo general, sino a la inversa, de proponer un enunciado de validez general, y ponerlo a prueba o bien aplicarlo deductivamente para predecir y controlar eventos en el mundo real.
Ahora bien, puede suceder que el enunciado falsador –en las coordenadas espacio temporales x,t hay un cisne–, no sea cierto. Es probable que lo que hayamos observado no sea un cisne. De hecho el concepto de cisne es un concepto de carácter universal, que tiene la misma forma lógica que una teoría. Si en la observación a la que nos referimos reconocemos un cisne, es porque el objeto observado tiene todas las características mediante las cuales definimos un cisne: “todos los cisnes tienen tales o cuales características” es un enunciado universal. Es por eso que decíamos que implícitamente todo enunciado de carácter singular remite a alguno de carácter universal.
La propuesta de Karl Popper para resolver este problema, planteado en términos de grados de contrastabilidad, parece simplista y poco satisfactoria. Es fácil ver que más que contrastación de teorías aisladas, lo que se necesita es un planteamiento metodológico en términos de un conjunto de teorías interconectadas, lo que nos lleva a la propuesta, más realista, de los programas de investigación de Lakatos, y su falsacionismo sofisticado3.
La idea es similar a la de Popper, buscando un falsacionismo más sólido a las críticas. Ahora la falsación no opera sobre una teoría aislada, sino sobre un complejo de teorías interconectadas denominado programa de investigación científica, y además el enfrentamiento no es entre una teoría y los hechos, sino entre dos teorías rivales y los hechos, en el marco de dicho complejo.
Notas y bibliografía
[1] Llámase criterio de demarcación al criterio metodológico que define el marco de la ciencia, y permite diferenciar entre lo que es ciencia y lo que no puede serlo.
[2] Karl R. Popper: Logik der Forschung (1934). (La lógica de la investigación científica, The Logic of Scientific Discovery)
[3] Imre Lakatos: The Methodology Of Scientific Research Programmes (1978).
- Predicción, deducción y los fundamentos del método científico
Toda teoría, para referirse a fenómenos de nuestro mundo de la experiencia, debe ser empírica. Como primera aproximación a este concepto, debemos observar que en primer lugar de una teoría deben poder deducirse clases de acontecimientos, es decir, eventos, que sean contrastables por la experiencia. No vamos a profundizar aquí formalmente en los distintos conceptos e ideas implícitamente manejados en esta afirmación, y apelaré a la intuición del lector para comprender que lo que estamos implicando es que una teoría empírica, científica, debe ser predictiva (condición necesaria, no suficiente). Deducir eventos es predecir eventos. Y si esos eventos pronosticados no se observan en el mundo real, bajo las condiciones supuestas, hay algún problema con el programa de investigación en el que la teoría está incluída.
Con esto no quiero decir que deducir y predecir sean el mismo concepto, sino que en una teoría empírica, deducir implica predecir. Mientras que la deducción tiene que ver con la estructura interna de la teoría, la predicción implica que existe la pretención de que los acontecimientos deducidos se van a observar en el mundo de la experiencia.
Toda teoría o conjunto de teorías, al ser predictiva, es por lo tanto deductiva. Es una teoría que consiste en enunciados de carácter universal (leyes, principios, axiomas), del cual a partir de ellos y de condiciones iniciales (enunciados de carácter singular) deduce otro conjunto de enunciados de carácter singular, contrastables empíricamente.
La contrastación empírica es el proceso por el cual se comparan los eventos lógicamente deducidos de esta manera, con los eventos que ocurren, que podemos medir, observar en los hechos, en el mundo de la experiencia. Para esto, es necesario entonces que se pueda imaginar un conjunto de eventos falsadores, es decir, que son prohibidos por los principios teóricos bajo cuestionamiento. Si yo sostengo la teoría de que todos los cisnes son negros, entonces la observación de un cisne que no sea negro es un falsador de la teoría. Todos los eventos particulares deducibles de la teoría (enunciado general) “todos los cisnes son negros”, son de la forma “el cisne observado en las coordenadas espacio-tiempo x,t es negro”. De esta manera se ve que la observación “el cisne observado en las coordenadas espacio-tiempo x,t es blanco”, es un falsador de la teoría, pues dicho enunciado está prohibido por la teoría. Si se constata en los hechos ese enunciado, entonces se está violando la teoría, y ésta queda falsada, o al menos, cuestionada en el marco de su programa de investigación científica. Ésta última afirmación se comprende si pensamos por ejemplo en que tal vez lo que estamos observando no sea un cisne.
Entonces, todas las ciencias son deductivas. Parten de leyes y condiciones iniciales, y deducen eventos contrastables en el mundo de la experiencia. Y todo proceso que conduce de enunciados de mayor nivel de universalidad, a enunciados de menor nivel de universalidad, es un proceso deductivo en el pleno sentido lógico del término.
En sentido contrario a la deducción podemos hablar de la inducción: ir desde enunciados de menor nivel de universalidad a enunciados de mayor nivel de universalidad. No existe justificativo o medio lógico para una metodología semejante.
La ciencia no es inductiva. No puede serlo. Afirmar esto lleva a contradicciones y callejones sin salida. El induccionismo positivista ha sido claramente refutado, en primer término por Karl Popper.
Popper descubre en el induccionismo una confusión entre la psicología del conocimiento y la lógica del método. Es decir, entre el proceso psicológico que lleva a un individuo a elaborar un enunciado universal, y el método por el cual se distingue la actividad científica de la que no lo es.
Ciertamente, un científico puede imaginar una teoría a partir de una serie de observaciones que busca explicar, es decir, reducir a leyes. Pero dicha serie de observaciones no conduce a la teoría imaginada. La caida de los cuerpos no conduce a la teoría de la gravitación de Newton. Ésta última es un invento, una construcción, que pretende ajustarse a los hechos observados, y predecirlos. Y si los eventos predichos, es decir, deducidos a partir de la teoría y las condiciones iniciales, no se corresponden con la realidad, entonces la teoría se vuelve problemática en el marco de un conjunto de teorías que asumíamos como válido.
Es decir, es claro que no es lo mismo el método científico, que consiste en contrastar deductivamente una teoría o un conjunto de ellas, con el proceso psicológico por el cual se elabora dicha teoría, que puede ser totalmente arbitrario. Una teoría puede ser producto de un sueño o de una visión. Hay muchos testimonios de esto en la actividad científica. Incluso nuestro sistema nervioso central viene equipado con estructuras innatas para comprender el mundo que nos rodea. Pero nada de eso quita que las teorías y las estructuras innatas puedan resistir las pruebas de contrastación.
Además, afirmar que una ley o teoría se elabora o se descubre a partir de la generalización de varias observaciones de hechos singulares no sólo se limita a algunos casos, sino que se enfrenta al problema que todo enunciado singular necesita de conceptos universales para ser expresado, con lo cual nunca podría existir una verdadera inducción. Este problema lo vamos a investigar en detalle en la sección siguiente.
- Del induccionismo al constructivismo
Hemos establecido que es necesario diferenciar lo que distingue a la actividad científica, del proceso de descubrimiento en sí. Lo primero consiste esencialmente en la contrastación deductiva, mientras que lo segundo no tiene reglas, y sólo eventualmente una ley podría ser descubierta mediante inducción. En esta sección, vamos a ir más lejos aún, y mostrar la falacia de la inducción incluso como proceso de descubrimiento.
Ya hemos visto que los enunciados singulares que son las premisas de la inducción, necesitan, para expresarse, de enunciados generales o teorías previas. Si una de mis premisas es: “el cisne que estoy observando es negro”, existe implícito en ella un enunciado de carácter general que me permite identificar al objeto que estoy observando como un cisne, con lo cual la inducción no es pura, pues se fundamenta en conceptos generales previos. Y es que jamás observamos los hechos desnudos, tal cuales son, sino a través de nuestros conceptos previos.
Esta observación justifica también lo que dijimos antes: que no podemos hablar de teorías aisladas, sino de un complejo de teorías interconectadas. Ahora bien, se nos podría objetar que, ciertamente, la inducción no es pura, pero dado el marco del programa de investigación, igualmente estamos descubriendo un nuevo patrón por inducción. Nada nos obliga a restringir el concepto de inducción a uno que incluya todo el proceso científico histórico. Podemos simplemente restringirlo a cada proceso de descubrimiento en particular, y de hecho eso es lo que es la inducción y no tiene por qué ser otra cosa. Admito que la objeción es válida. Sin embargo, no es suficiente, y la situación se pone aún peor para el induccionismo.
Volvamos al ejemplo de los cisnes, sin entrar en el cuestionamiento de nuestro marco general que nos conduce a reconocer los objetos observados como cisnes. Hemos observado una serie de cisnes, negros cada uno de ellos, y de ese hecho elaboramos la hipótesis de que todos los cisnes son negros. Formalmente:
- El cisne A es negro
- El cisne B es negro.
…(etc)
Hipótesis: todos los cisnes son negros.
Ahora, replanteemos el asunto:
- El cisne A cumple la regla “todos los cisnes en este lago son negros, mientras que en resto del mundo son blancos”
- El cisne B cumple la regla “todos los cisnes en este lago son negros, mientras que en resto del mundo son blancos”
…(etc)
Hipótesis: todos los cisnes en este lago son negros, mientras que en el resto del mundo son blancos.
Mediante inducción descubrimos dos patrones opuestos, llegando a un absurdo. Peor aún, es fácil ver que podríamos descubrir infinitos patrones, todos incompatibles entre sí. ¿Qué sucedió? Pues, que el patrón en realidad no lo hemos descubierto por inducción, sino que la inducción no hace más que conducirnos al mismo lugar del que hemos partido. En efecto, en ambos casos, y en cualquier caso que nos planteemos, el patrón ya está implícito en las premisas: el patrón no es resultado de la inducción, sino que lo hemos establecido antes en nuestra mente, para elaborar las premisas! Es decir, depende de cómo elaboremos las premisas, la conclusión va a ser diferente. Esto se ve aún más claro si observamos que las premisas no las elaboramos de la siguiente manera:
- El cisne A es negro
- El cisne B cumple la regla “todos los cisnes en este lago son negros, mientras que en resto del mundo son blancos”
sino que elegimos las premisas para que se ajusten al patrón que queremos concluir. Es decir, la inducción empírica no hace más que conducirnos a aquello a lo que de antemano queríamos llegar.
Queda de esta manera refutada entonces toda utilidad de la inducción. No sólo no puede caracterizar a la actividad científica formal, sino que ni siquiera nos sirve para descubrir nuevos patrones, puesto que tal descubrimiento fue un hecho anterior a la inducción. Y es que en realidad, utilizamos la excusa de la inducción para justificar un patrón que no sabemos cómo justificar. De alguna manera, nuestra mente necesita asirse a algo sólido con lo cual justificar formalmente el descubrimiento, pero al hacerlo se engaña a sí misma.
Si el lector es programador o sabe del tema, le propongo que intente desarrollar un programa que descubra patrones en una serie de datos. Verá que le será imposible hacerlo sin recurrir a alguna función preestablecida –de las infinitas posibles– en el que a lo más el programa debe ajusta sus parámetros para ajustar la curva a los datos. Y sin ser programador y aún haber recibido alguna educación científica, de hecho eso es lo que hace en los análisis de regresión donde a priori se establece el uso de alguna función –una de entre muchas posibles– cuyos coeficientes y exponentes son las incógnitas a determinar mediante los datos provistos. Y si los parámetros de la función no son ajustables a los datos dentro del margen de error que nos proponemos (y aquí hay otra conjetura más!), debemos elegir otra función. En definitiva, si alcanzamos una función satisfactoria, es simplemente porque partimos de esa función. Y sus parámetros ni siquiera se establecieron por inducción, sino al revés, por deducción matemática: no hicimos más que resolver un sistema de n ecuaciones con n incógnitas, o bien utilizamos una función de distribución estadística también previamente elegida para caracterizar el error en las mediciones.
Pero entonces ¿cómo descubrimos el patrón, si no es por inducción? Esto nos conduce directamente al constructivismo4, una epistemología biológica que parte de la investigación de cómo funciona nuestro sistema nervioso. Y es que nuestra mente funciona conjeturando, no induciendo. Nuestra mente organiza y clasifica nuestra experiencia de forma innata. Y los patrones que descubre el observador dependen de sus estructuras previas. Jean Piaget describe este proceso como un ciclo de etapas de asimilación de la experiencia en nuestras estructuras previas, innatas o no, y de acomodación de esas estructuras a las experiencias nuevas5.
Ahora bien, el hecho de que generalmente se crea que las ciencias empíricas descubrimos por inducción, no ha limitado su éxito, puesto que cómo vimos el científico puede poner a prueba sus programas de investigación, con lo cual realmente no importa cómo descubrimos o elaboramos las hipótesis. Lo importante es que el marco teórico sea falsable (en el sentido sofisticado de Lakatos) y podamos aplicar el método de contrastación deductiva.
Pero hay áreas del conocimiento en que esto es imposible, ya que como vimos quienes aplican la inducción no hacen más que concluir aquellas reglas generales de la cual partieron, pero no tenemos las ventajas de las ciencias empíricas y no es posible la contrastación en sentido empírico. Y esto hace que el induccionismo, en esas áreas sea un vicio terrible con el cual se justifica cualquier hipótesis o teoría. Y en particular esto es válido para la economía. No es casualidad que en economía y en ciencias sociales tengamos tantas teorías tan diversas como opuestas, al punto que las defensas terminan siendo más ideológicas que otra cosa. De hecho, las ideologías económicas son esas estructuras mentales previas que determinan los patrones que cada uno encuentra en los hechos económicos mediante el viciado uso de la falacia inductiva.
Notas y bibliografía
[4] Paul Watzlavick y otros: The Invented Reality: How Do We Know What We Believe We Know? (Contributions to constructivism)1984. (La Realidad Inventada: cómo sabemos lo que creemos saber). Uno de sus capítulos lo transcribí hace unos años y está disponible online: Ernst von Glasersfeld: Introducción al constructivismo radical.
[5] Jean Piaget: Six Études de Psychologie (1964). (Seis estudios de psicología)
- Induccionismo en economía
(en construcción)
- Praxeología y ciencia
Hemos visto que un método empírico debe consistir esencialmente en un proceso de contrastación deductiva: se parten de principios generales y condiciones iniciales (enunciados particulares). Se deducen eventos particulares, y éstos se comparan con los datos de la realidad, todo en el marco de teorías consideradas no problemáticas.
Hemos considerado también el hecho de que una teoría de carácter empírico puede tener cualquier origen, hasta la simple inspiración si se quiere. Lo que importa, para que una teoría sea considerada empírica, no es cómo se elabora, cómo se llega a ella, sino que seafalsable.
No tenemos acceso directo a la realidad, con lo cual todo conocimiento de nuestro entorno está condenado a no ser más que de carácter conjetural, si bien no arbitrario. Pues no cualquier teoría es capaz de sobrevivir la prueba de los hechos6. Es decir, no cualquier construcción mental encaja en la realidad, sea cuál sea. Ahora bien, no tenemos acceso directo a la realidad, pero sí podemos eliminar muchas conjeturas por no corresponderse con ella. El proceso de selección en el mundo del conocimiento es pues un proceso de selección negativa, nunca positiva. De aquí surge esencialmente la lógica del falsacionismo popperiano, y la crítica popperiana alpositivismo.
Ahora, observemos que los principios desde los cuales parte un conjunto teórico son de carácter conjetural, pero los eventos particulares deducibles de ellos no. No son conjeturas en sí mismos sino la consecuencia lógica de los principios en los que se fundamenta aplicados a ciertas condiciones iniciales hipotéticas. Y ya dijimos, es a través de éstos eventos que contrastamos los principios teóricos (pues un enunciado de carácter general no puede ser directamente contrastable)
¿Cómo enlazamos todo esto con la reflexión praxeológica, es decir, acerca de la acción humana? Pues que ésta no es más que otro sistema deductivo que parte de ciertos principios generales y que, a partir de ellos y de determinados eventos particulares (enunciados singulares) iniciales que caracterizan el caso concreto, deduce otros eventos particulares (enunciados singulares) que pueden ser comparados con los hechos, a la luz de un marco teórico de fondo. Es decir, en principio es un sistema teórico empírico, deductivo, como cualquier otro.
Los principios de carácter general de la praxeología son el resultado de una reflexión sobre la naturaleza de la acción humana. Y los enunciados singulares iniciales de un problema particular son el conocimiento y creencias sobre el mundo externo, y las motivaciones subjetivas del individuo acerca de cuya acción estamos reflexionando.
Surge entonces que las diferencias entre las ciencias naturales y las praxeológicas son cómo se llega a los enunciados generales, y el hecho de que los enunciados singulares iniciales no son afirmaciones sobre un mundo objetivo, sino que provienen de la subjetividad del individuo en cuestión. En cuanto a los enunciados singulares deducidos, son acciones en el mundo externo, es decir, eventos particulares objetivos, que representan el conjunto de eventos de interés, y al mismo tiempo el conjunto de eventos con los cuales podemos contrastar, o bien, los enunciados generales, o los singulares de los que partimos. En efecto, si alguno de los eventos deducidos no se corresponde con la realidad, entonces o bien los enunciados generales no son válidos, o bien los singulares iniciales no son válidos, o bien necesitamos replantear la teoría de fondo con la que representamos o interpretamos la realidad con la cual comparamos los eventos deducidos. O bien, hemos cometido un error en la cadena lógica que conduce desde los enunciados singulares iniciales hasta los eventos deducidos.
¿Cuáles son entonces los enunciados generales que constituyen la base deductiva de la praxeología? Es decir, ¿cuáles son los principios de la praxeología? A lo largo de los párrafos anteriores ya los hemos presupuesto de forma implícita. Vamos a formalizarlos.
El primer principio, o principio fundamental de la praxeología, establece que el ser humano actúa, es decir, toma decisiones con un propósito, de acuerdo a sus motivaciones y conocimiento del mundo externo. De hecho este principio es el que define el objeto de estudio de la praxeología: la acción humana.
El segundo es el principio del individualismo metodológico. Este principio establece que toda deducción praxeológica se refiere al individuo. Esto no significa que no se puedan deducir eventos en relación a una colección de individuos, sino al contrario, que cuando nos vamos a referir a ellos, debemos considerar que son una colección de individuos, cada uno de los cuales actúa de acuerdo a sus propias motivaciones y conocimiento del mundo que lo rodea (aunque eventualmente todos los individuos de un grupo determinado puedan tener motivaciones y conocimientos muy similares).
El principio del individualismo metodológico nada tiene que ver con el individualismo como ideología. Es una herramienta analítica, no una prescripción moral, que parte de las motivaciones y conocimientos individuales, y no de fantasmales agregados colectivos con una mente, motivaciones e inteligencia propias.
De esta manera, nada puede deducirse en término de agregados de individuos sin previamente considerar la acción de los individuos por separado. Cualquier principio o ley que se refiera a las manifestaciones de un agregado, no son válidas si no pueden reducirse a acciones singulares de individuos particulares.
Y aquí en realidad estamos hablando ya de un tercer principio: el principio del singularismo metodológico. La praxeología no se refiere a la acción humana en forma vaga y general, sino a acciones concretas que un individuo definido (aunque eventualmente hipotético) realiza en un momento definido en un lugar definido.
Notas
[6] Reitero, con hechos no me refiero a algo indiscutiblemente comprobado, pues tal cosa no tiene lugar en el marco del método científico, sino a un conjunto de enunciados básicos considerados no problemáticos.
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