lunes, 21 de agosto de 2017

Mises y Hayek, por Mises Hispano.

A partir de Mises y Hayek, las relaciones entre economía austriaca y liberalismo se hacen intensas y generalizadas, ya que los dos investigadores eran al tiempo los principales economistas austriacos y los más eminentes pensadores liberales del siglo XX.

Debe apuntarse sin embargo que hay una clara diferencia en el grado de liberalismo de los dos grandes prensadores. Mientras que Mises era un defensor a ultranza de la economía de mercado del laissez faire (Mises 1978a; Rothbard 1988, p. 40; Hoppe 1993), Hayek estuvo siempre más abierto a la posibilidades útiles de la acción del estado. Había sido alumno de Wieser y, como reconocía (Hayek 1983, p. 17): “me atraía (…) porque al contrario que la mayoría de los miembros de la Escuela Austriaca, tenía bastante simpatía por el atenuado socialismo fabiano al que estuvo inclinado cuando era joven. De hecho se enorgullecía de que su teoría de la utilidad marginal había proporcionado la base para los impuestos progresivos”.

En un momento temprano de su carrera, Hayek (1933) decía que las lecciones de economía crearían una presunción contra la interferencia del estado, añadiendo:

Sin embargo, esto en modo alguno elimina la parte positiva del trabajo del economista, la delimitación de campo dentro del cual la acción colectiva no solo no es objetable, sino que es en realidad un medio útil de obtener los fines deseados (…) los escritores clásicos olvidaron demasiado la parte positiva del trabajo y dieron así la impresión de que dar más especio al laissez faire era su conclusión definitiva y única. (pp. 133-134)

De hecho, Hayek evitó siempre utilizar la expresión “laissez faire” para describir su propia opinión, muy al contrario que Mises, que se vanagloriaba de ello. Provocativamente, Hayek decía (1933, p. 134) que la supuesta conclusión del laissez faire de la economía clásica, “por supuesto, habría sido invalidada por la demostración de que, en cualquier único caso, fue útil la acción del Estado”.

De hecho, Hayek mostró continuamente una inclinación por cierto grado de Sozialpolitik.[1] Mientras Mises destacaba las posibilidades de atender las necesidades de los pobres mediante caridad privada y atacaba los programas de seguro social del estado bismarckiano (1949, pp. 829-850, especialmente 832-836), Hayek declaraba (1960):

Aunque unos pocos teóricos han reclamado que las actividades del gobierno deberían limitarse al mantenimiento de la ley y el orden, esa postura no puede justificarse por el principio de la libertad. (…) Difícilmente puede negarse que, al hacernos más ricos, ese mínimo de subsistencia que ha proporcionado siempre la comunidad para los incapaces de ocuparse de sí mismos y que no puede proporcionarse fuera del mercado, aumentará gradualmente o que el gobierno puede, útilmente y sin hacer ningún daño, ayudar o incluso liderar ese objetivo. Hay pocas razones por las que el gobierno no debería también desempeñar algún papel, o incluso tomar la iniciativa, en áreas como el seguro social y la educación o subvencionar temporalmente ciertos desarrollos experimentales. Nuestro problema aquí no afecta tanto a los objetivos como a los métodos de acción del gobierno. (pp. 257-258)

El estado, insistía Hayek, no es únicamente “un aparato coactivo”, sino también “una agencia de servicios”,[2] y como tal “puede ayudar sin dañar en el logro de fines deseables que tal vez no puedan alcanzarse de otra manera”. Esta apertura a un estado social bastante extenso en casos en que “no implique coacción, salvo para la obtención de medios mediante impuestos” (Hayek 1978, p. 144), ha sido criticada por Anthony de Jasay (1991, pp. 15-16). De Jasay destaca que Hayek presente su propuesta “un poco ingenuamente” y dice:

Aquí hay una clara llamada, o lo que uno debería ser perdonado por tomar como una, a recrear algo como el “modelo sueco” bajo la bandera liberal. Horrorizado como estaría Hayek por la acusación de tal propuesta, su exposición es completamente coherente con ella y debe clasificarse como “poco liberal” por esa razón.[3]

Como es predecible, el apoyo de Hayek al activismo del estado en la esfera 2social” ha proporcionado a los opositores a la postura del laissez faire un argumento retórico en forma “incluso Hayek reconocía” (por ejemplo, Battisti 1987, pp. 264-265, donde el autor usa a Hayek para atacar la postura de estado mínimo de Wilhelm von Humboldt).

Hayek y Mises pueden también compararse en otros aspectos. Por ejemplo, J.C. Nyiri (1986) apunta que la filosofía social de Hayek se parece no solo a la tradición whig británica (liberal moderada), lo que reconocía explícitamente Hayek, pero también a la del Aitliberalismus (viejo liberalismo) austriaco, que tenía muchas características comunes con los whigs brit´çanicos. Como dice Nyiri (1986, p. 104): “Hay un tradicionalismo, o conservadurismo, persistente en la postura de Hayek”.

El Aitliberalismus austriaco tenía una marcada atracción hacia las instituciones heredadas y un escepticismo hacia el concepto de los derechos individuales (ya sea entendidos como naturales o positivos). Muchos de sus representantes eran “definitivamente adversos a una movilidad social sin restricciones” (1986, p. 106), lo que significaba, en Austria-Hungría, la mejora en la situación de los judíos.

Mises, por otro lado, era más radical en esta como en otras áreas. (Sobre el radicalismo de Mises, ver Rothbard 1981). Aunque era un fuerte defensor de la cultura “burguesa” (no aristocrática) tradicional, que consideraba en muchos aspectos en armonía con lo que conocemos como naturaleza humana, Mises entendía que la cultura ha de encontrarse en un compromiso con la razón como modo de vida. Hay homenajes a la facultad de la razón humana esparcidos por toda su obra, por ejemplo, la razón es “la señal que distingue al hombre de los animales y ha producido todo lo que es específicamente humano” (1949, p. 91); “El hombre solo tiene una herramienta para luchar contra el error: la razón” (p. 187). Esto contrasta completamente con el desdén de la razón de Hayek en sus últimas obras (ver especialmente Hayek 1988).

Respecto de la tradición, la actitud de Mises se expresó quizá de la mejor manera en Teoría e historia (1957):

La historia mira atrás al pasado, pero (…) no enseña un indolente quietismo: empuja a los hombres a emular los hechos de generaciones anteriores. (…) La lealtad a la tradición significa para el historiador observar la regla fundamental de la acción humana, que es la lucha incesante por la mejora en las condiciones. No significa la conservación de instituciones antiguas inapropiadas ni aferrarse a doctrinas desacreditadas hace tiempo por doctrinas más sostenibles. (pp. 294, 296)[4]

Los economistas austriacos contemporáneos, siguiendo los pasos de Mises, han adoptado en buena medida una forma más radical de liberalismo. Al menos uno de ellos, Murray N. Rothbard (1970, 1973), ha llegado aún más lejos en su antiestatismo. Es en buena medida debido a la “investigación y defensa libertaria” (Kirzner 1987, p. 149) de Rothbard por lo que el austricismo se asocia en las mentes de muchos a una defensa del mercado libre y la propiedad privada hasta el punto de misma abolición del estado y por tanto del triunfo total de la sociedad civil.

También debería señalarse que Rothbard se ha ocupado por extenso de cuestiones de relaciones internacionales, política exterior y guerra y paz, una dimensión ne buena parte olvidada por otros austriacos (p. ej, Rothbard 1972, 1978; pero ver también Mises 1944). También en esta área, Rothbard ha tratado de implantar el ideal liberal de minimizar el poder del estado.


[1] Ver también Streissler 1987, p. 10: “los liberales declarados, al menos en los siglos XVIII y XIX, eran bastante opuestos a una función de redistribución [del estado]. Por otro lado, Friedrich von Hayek, por ejemplo, ya no sigue esa opinión. Solo cree que  no debería intentarse seguir una Sozialpolitik con la ayuda del mercado sino mediante transferencias independientes del mercado”.

[2] Cf., por ejemplo, Mises 1949, p. 149: “El estado o gobierno es el aparato social de compulsión y coacción. Tiene el monopolio de la acción violenta (…) El estado es esencialmente una institución para la conservación de las relaciones pacíficas entre humanos. Sin embargo, para la conservación de la paz debe estar dispuesto a aplastar las arremetidas de los que perturban la paz”.

[3] Hans-Hermann Hoppe (1994, p. 67) ha llegado a afirmar que “La opinión de Hayek respecto del papel y el estado  no puede distinguirse sistemáticamente de la de un socialdemócrata moderno”. Pero ver el ataque a Hayek por este rechazo del concepto de justicia social por un escritor socialdemócrata, Plant 1994.

[4] Un examen completo de lo que Hayek criticaba como “racionalismo extremo” de Mises (prólogo a Mises 1981, p. xxiii) se explica con una crítica implícita de la postura de Hayek en Salerno 1990.

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