Las elecciones alemanas son dentro de un mes y con ellas hay una verdadera rareza: un partido entrando en el parlamento que está a la “derecha” de la CDU de Angela Merkel y su socio bávaro, la CSU. A lo largo de las últimas décadas, esta ha sido una zona impracticable en la política alemana, muy severa con los recuerdos de la época nazi. Pero cuando llegue septiembre, la Alternative für Deutschland (Alternativa por Alemania) o AfD marcará un hito, superando el umbral del 5% para entrar en el parlamento con toda probabilidad (actualmente en las encuestas tiene entre un 7 y un 10% de los votos).
Como hemos visto a lo largo de los años, los considerados como “populistas de derecha” en la corriente principal no son en modo alguno un grupo homogéneo, desde los “brexiters” del UKIP y la periferia de los conservadores como ejemplos algo más favorables a otros más aterradores como Marine Le Pen en Francia. ¿Pero qué tipo de partido es la AfD?
La AfD se fundó en 2013 por parte de un grupo de profesores de economía (al principio se la llamó burlonamente “Professorenpartei” —“Partido de los profesores”—) que estaban hartos de la crisis en Grecia y reclamaban a Alemania salir de la Eurozona. Entre ellos estaban economistas como Joachim Starbatty y Roland Vaubel, conocidos en Alemania por sus ideas de libre mercado. El objetivo era fundar un partido que reconciliaría el conservadurismo cultural que se había perdido en la conservadora CDU y las políticas económicas liberales que se habían perdido en el partido liberal clásico, la FDP. Sin embargo, la AfD se centró cada vez más en los refugiados en lugar del euro, lo que llevó a que muchos de sus miembros fundadores la abandonaran en 2015, incluyendo el líder hasta ese momento, Bernd Lucke.
A pesar de su abandono, la influencia de los ordoliberales puede sentirse hasta hoy. En el programa del partido para las próximas elecciones, la AfD sigue reclamando abandonar la Eurozona y, hasta que esto pase, acabar con la política monetaria excesiva del BCE. Se oponen a los rescates de bancos, quieren abolir el impuesto de sucesiones y rebajar los impuestos a las ventas y la renta. Deberían relajarse las subvenciones, se critica el control de rentas y la política sobre cuotas y leyes contra la discriminación es no tener ninguna. La postura es que la libertad de contratación debería por el contrario estar en primer lugar.
Es verdad que hay algunos puntos débiles: Quieren luchar contra el terrorismo islámico con prácticamente cualquier medio (a pesar del efecto represalia que realmente causan dichas acciones) y, en general, sobre el islam, sus posturas son bastante excesivas: “El islam no es parte de Alemania”, escriben y con ello llegan a propuestas como la prohibición de burkas y nicabs en espacios públicos, sermones obligatoriamente en alemán en las mezquitas y una eliminación de todas las cátedras de teología islámica en las universidades. Además, el partido ha adaptado posturas que afirman que “la protección del consumidor debería ser una tarea nacional” y de mantener el salario mínimo. Tratando de ser amigables con las familias, prometen realizar numerosos desembolsos a los padres. Tal vez lo peor de todo es que quieren reinstaurar el servicio militar.
Sin embargo, en general, el programa sigue siendo un documento poco extremista para los patrones alemanes. Lo que hace problemático al partido de la improbabilidad de que se implante alguna de las partes buenas, mientras que las partes malas es mucho más probable que sean adoptadas. Así llegamos al personal de la AfD. Sí, es verdad que quedan algunos liberales clásicos. Beatrix von Storch, miembro de la sociedad Hayek y uno de los dos representantes de la AfD en el Parlamento Europeo, se ha opuesto a cualquier colaboración con el Frente Nacional de Francia… porque son demasiado socialistas. Además, uno de los dos principales candidatos en las elecciones, Alice Weidel, se considera una “libertaria conservadora” y trata de que la AfD vuelva a hablar más acerca del euro y el BCE y menos acerca de lo malos que son los refugiados.
Sin embargo, la gran mayoría de los miembros y seguidores no tienen relación alguna con las ideas liberales, que se demuestra por el hecho de que muchos votantes de AfD votarían por Die Linke (La Izquierda), el partido socialista, como segunda opción. Alexander Gauland, el otro candidato principal junto a Weidel, ha calificado como “anticristianas” las teorías de Adam Smith y ha culpado a los mercados de la crisis financiera de 2008: “La mano invisible resultó ser exactamente lo que es realmente: ideología. El interés privado ha evolucionado hasta una completa catástrofe”.
Björn Höcke, probablemente el miembro más locuaz del partido, piensa que “El liberalismo [clásico] materialista ha llevado a una cooptación cultural de este país”. Es conocido por su nacionalismo radical en numerosos discursos, por ejemplo: “Los sirios que han llegado siguen teniendo su Siria. Pero si nosotros (a través de los sirios) perdemos nuestro Alemania no tendremos nunca más una patria”. Y en referencia a un monumento de memoria del holocausto en Berlín tuvo que decir: “Los alemanes somos el único pueblo en el mundo que ha colocado un recuerdo vergonzoso en el corazón de su capital”. Esto solo pudo ser superado por el presidente del estado de Sajonia-Anhalt, André Poggenburg, que se ha preguntado si será posible aumentar el territorio alemán en algún momento del futuro.
La deriva de la derecha colectivista también se advierte en el programa. Hubo un tiempo en el que la AfD quería privatizar de seguro de desempleo. Ahora se defiende la postura de que esas prestaciones para los desempleados deberían desembolsarse durante un periodo más largo. Ya no se oyen declaraciones desde el partido acerca de reducir las barreras económicas. Por el contrario, escuchamos llamadas a más acciones públicas si “el libre comercio está fracasando”. Las explicaciones sobre planes de desregulación y recortes fiscales son mucho más vagas (por ejemplo la afirmación de que los impuestos a las empresas deberían ser “justos”). Frases como “solo un gobierno pequeño puede ser un buen gobierno” o menciones a Wilhelm Röpke y Ludwig Erhard, que todavía se encontraban en el programa anterior, hoy se echan de menos.
Es verdad que la AfD está lejos de parecerse a un partido nazi. Ni siquiera es la Alt-Right de Alemania, a pesar de tener algunos miembros como Höcke que definitivamente pueden ubicarse en este bando. Pero, en general, las personas de mentalidad libertaria no deberían esperar gran cosa con respecto a la Alternativa para Alemania.
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