Hay algunas personas que en su adolescencia fueron normales. Luego hay algunos que fueron tan socialmente inadaptados, tan personalmente patéticos y tan cutres en todo lo que puedan concebir ahora una vez que son adultos, que jugaron a Dungeons & Dragons. Luego hay algunos que realmente fueron aún más inadaptados, patéticos, y cutres que eso, y fueron demasiado socialmente ineptos incluso como para jugar D&D, excepto ellos solos en un ordenador, lo que, según me han dicho, no es jugar de verdad.
Puesto que yo estaba en el grupo C, soy tan cutre que sé un poco, pero no mucho, sobre D&D. Supongo que probablemente podría comprobarlo en La Wik, pero aún tengo algo de dignidad.
Al menos tal como lo recuerdo, había dos versiones principales de D&D. Estaba la original que venía en una caja y la segunda que se vendió como libros. O algo asi. Estoy seguro de que tienen nombres reales. Debido a que tú, lector, también tienes algo de dignidad, voy a llamarlos simplemente “1.0” y “2.0”.
Tanto en 1.0 como en 2.0, el personaje tenía que tener un alineamiento. Este era uno de entre varios valores – si fueras un programador, lo llamarías un “tipo enumerado” – que básicamente te dice el tipo de persona (o elfo o enano, o mi favorito, medio-orco) que eras.
Según recuerdo (juro que estoy escribiendo completamente de memoria – cualquier tipo de comprobación, sobre cualquier tema, está realmente más allá del honor de Unqualified Reservations) en D&D 1.0, el alineamiento era uno de entre tres valores: ley, neutralidad o caos.
Para D&D 2.0, sin embargo, Gygax y/o sus esbirros se habían dado cuenta de que esto no abarcaba el plano de los deseos con los que su base de clientes podría concebir identificarse. Así, añadieron otra dimensión: bueno, neutral o malvado. Y podrías tener uno de entre nueve alineamientos, desde legal bueno a caótico malvado.
Normalmente, por supuesto, el jugador de rol promedio se iba directamente a caótico bueno. Al menos esto es lo que recuerdo. No tengo los números. (Y si los tuviera, los eliminaría inmediatamente).
Yo no tengo un pequeño altar con una figura de peltre de Gandalf en él. Tampoco soy un gran consumidor de incienso. Pero aún así sigo pensando en mí mismo como neutral legal.
(Por supuesto, si caótico bueno es el alineamiento más popular, legal neutral tiene que ser el menos popular. Esto probablemente tiene algo que ver con mi preferencia por él. Es una desafortunada verdad que la impopularidad genuina es siempre de alguna manera intencional).
Como legal neutral, mi sospecha es que el sistema de alineamiento D&D 2.0 no refleja mejor el mundo real. En realidad, creo que el sistema 1.0 podría ser más exacto.
¿Y si suponemos que en realidad no existe tal cosa como “caótico bueno”. ¿Y si suponemos que simplemente la ley es el bien, y el caos es el mal?
Vamos a llamar al sistema de alineamiento D&D 1.0 (tal como lo recuerdo aquí), y a su aplicación no en elfos y enanos, sino en el mundo real y la gente en él, que ciertamente no son idénticos pero deben al menos ser considerados como una sola especie, el “modelo lineal“. Vamos a llamar al sistema de alineamiento D&D 2.0 “modelo planar“.
Obviamente, el modelo lineal es un subconjunto de dimensión reducida del modelo planar. Si crees que el modelo lineal es más preciso, por lo tanto, sólo puedes hacerlo por creer que la dimensión extra de información añadida por el modelo planar carece de alguna manera de sentido, que es ruido, que su único efecto es la confusión.
¿Cómo puede ser suficiente el modelo lineal? ¿Cómo puede no haber tal cosa como caótico bueno o legal malvado?
Bueno, una posibilidad es que “caótico bueno” simplemente conduzca al mal, que conduce nuevamente al “caos”. Es decir, la única definición práctica del mal es que el mal es la misma cosa que el caos.
Dado que el bien es lo contrario del mal como el caos es lo contrario de la ley, esta respuesta también dice que el bien es idéntico a ley. Por lo tanto, “legal bueno” y “caótico malo” son tautológicas.
Bajo esta hipótesis, la razón de que en realidad haya mal en el mundo es que el mal consiste en su totalidad de las acciones de aquellos que se consideran “caótico bueno.” Estos presumiblemente consideran a sus enemigos como “legal malvado”, cuando en realidad son simplemente legales – es decir, el bien.
Aquí está la narrativa “lineal”:
El mal no es lo mismo que la malevolencia. Tampoco el bien es lo mismo que la benevolencia. El mal y el bien son resultados, no voliciones. Hay gente que persigue activamente el mal – psicópatas – pero los psicópatas, como regla casi invariable, actúan solos. La mayoría de las personas pasan la mayor parte de su tiempo persiguiendo el bien, y todas las grandes organizaciones se organizan alrededor de un concepto del bien.
Dado que casi todos los fenómenos a gran escala de la historia reciente que la mayoría de nosotros consideraríamos “el mal”, han sido el resultado de acciones de personas que actuaban dentro de organizaciones, el “mal” debe ser el resultado de acciones que alguien consideraba como el “bien”.
Al confundir el mal con la malevolencia, el planarismo deriva la consecuencia lógica de que el mal puede ser extinguido mediante la erradicación de la malevolencia. Así los planaristas se esfuerzan en todas partes y en todo momento en pensar buenos pensamientos, y en persuadir a otros a hacer lo mismo.
Cuando los planaristas leen y escriben la historia, pasan demasiado tiempo en el paisaje de los apegos emocionales y creencias místicas etéreas y no lo suficiente en la causa y el efecto práctico. Como en el caso de la religión, nuestro sentido de la clasificación está siendo alimentado por información superflua que no tiene sentido y es desorientadora.
En nuestra sociedad planarista, toda acción humana se torna envuelta en una vasta nube de algo que se llama “ética”, que nadie puede definir con precisión, pero a nadie se le permite cuestionar. Unas sagradas escrituras en realidad serían una mejora seria. Los planaristas de hoy piensan que han abandonado la religión en favor de la razón. De hecho, en su interminable jihad contra la malevolencia, se han convertido en fanáticos y pedantes moralistas, y sus acciones a menudo hacen más para promover el mal que para disuadirlo.
En cualquier caso. Esto es flagrante propaganda linearista. Pido disculpas, amigos, por la inclusión de estas cosas. Si te resulta ofensivo, vete hacia la parte superior de la página y haz clic en “Reportar a este Blog.”
Como planaristas, simplemente hemos ido más allá del linealismo. El 20 ha sido, ante todo, el siglo en el que el hombre triunfó sobre el hombre. El autogobierno ha sido omnipresente en esta época, en la que la ciencia y las artes han alcanzado su ápice y llegado más allá, y la diversidad ha mostrado todos los signos de convertirse en universal.
También se ha visto progreso en la palabra “justicia”, que adquirió un nuevo significado más correcto. Esta palabra, derivada originalmente de la palabra latina para la salsa, “jus”, había sido pervertida por déspotas medievales, pedófilos jesuitas y explota-siervos en serie, hasta que había llegado a significar algo así como “la aplicación precisa de todas las reglas oficiales.” Como si la gente fuera, como robots o algo así.
Hemos acondicionado la palabra sustituyéndola por un nuevo concepto, que ha sido reconstruido totalmente a su exacto significado original. A veces, para diferenciarlas lo llamamamos “justicia social”. La justicia social se trata de hacer que la salsa llegue a todas partes, que es, por supuesto, el significado romano original. Observa que Roma sobrevive hasta nuestros días.
Por ejemplo, nuestro principal tratado filosófico es un libro que se llama “Teoría de la justicia“. Este augusto tomo no tolera la corrupción medieval en que la “justicia” no tenía más sentido que el de “aplicación exacta de la ley.” Por “justicia” su autor quiere decir “justicia social” y nada más. Y este uso es ahora general en el idioma Inglés. Es una suerte que se pueda expresar este concepto crítico de manera tan meliflua y sucinta. Sin duda, no hay necesidad de su predecesor – que nunca tuvo mucho sentido, de todos modos.
Justicia social, por supuesto, es la misma cosa que “caótico bueno”. Así que cualquiera que esté en contra de lo caótico bueno debe estar en contra de la justicia social. Que es simplemente justicia, por lo que los linearistas son enemigos de la justicia. Está claro que debemos estar alerta sobre esta gente…
De todos modos. Obviamente, soy un condenado linearista. Probablemente voy a ir al infierno. Si eres un planarista, prometo dejar de tratar de tirar de tu cadena. No es cortés por mi parte.
Dado que los planaristas son benevolentes, la mayoría de la gente quiere ser caótico bueno, no caótico malvado, porque son benevolentes, no malévolos.
El problema es que las relaciones entre benevolencia y el bien, y entre maldad y el mal, no son fuertes. Así mediante el uso de las palabras el “bien” y el “mal” para significar “benevolente” y “malévolo”, los planaristas se distraen de los problemas y soluciones reales.
En el Reino Unido entre 1900 y 1989, a medida que el concepto de justicia social pasaba de ser el programa de una facción política a ser un ideal universalmente compartido, la tasa de criminalidad (número de delitos denunciados a la policía, por habitante) aumentó en un factor de 46. Es decir, no es que la delincuencia, per cápita, aumentara un 46%. Es que aumentó en un 4.600%. (La cifra está ahora de vuelta a 37).
Nadie pretendía este resultado. Nadie decía en 1900: seguid nuestro programa, construyamos la Nueva Jerusalén, y sucederán cosas maravillosas, ¡Oh!, salvo que los delitos se multiplicarán por un factor de 46.
No soy un gran fan de las estadísticas. La historia no proporciona experimentos controlados, y esperar que los datos de un experimento incontrolado te digan algo es el equivalente epistémico de la marcha atrás como anticonceptivo. Pero sospecho que la tendencia en la delincuencia tiene algo que ver con el mercado alcista del planarismo. El caos, después de todo, es el caos.
El artículo original se encuentra aquí.
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