El “populismo” es un término que al igual que “liberal”, “socialista” o “conservador” puede significar casi cualquier cosa. Es un término que varía de acuerdo a quien lo expresa. Es frecuentemente usado peyorativamente y ligado al término “derechismo”. Sin embargo, como todas las palabras que han sido manipuladas por la prensa o descalificada por los académicos, el “populismo” tiene un significado preciso.
La más exacta definición sería la de un movimiento del pueblo (granjeros, obreros, autónomos y pequeños empresarios) que se oponen al gobierno y a las élites corporativas. Como expresión del pueblo (y no de las élites, sean éstas de derecha o de izquierda), el movimiento es socialmente conservador; que se preocupa por la preservación de los valores “tradicionales”, la familia, la comunidad. El populismo es una filosofía política transversal que desafía las tradicionales dicotomías ideológicas entre burgués/obrero e izquierda/derecha… El capitalismo cosmopolita y las élites burocráticas son vistas como una amenaza para el “pueblo”, es decir, como elementos alógenos que no comprenden sus verdaderas necesidades e intereses. El populismo es también un amplio movimiento que trasciende las divisiones de clase, raciales y geográficas. Está basado en el apoyo voluntario, las ideas políticas nacidas de la cultura autóctona y elementos de ideologías políticas más formales que entran en diálogo con el populismo solo hasta el punto de que estas ideologías han calado profundamente en la cultura popular.
El movimiento populista enfatiza la descentralización en favor de la democracia directa, aunque la intensidad del énfasis puede variar. Un populismo que solo ataque a las grandes corporaciones y sin embargo no se meta con el Estado sería un populismo a medio hacer, mas cercano a la social-democracia. El núcleo del populismo es una actitud critica hacia el Estado, que viene perfectamente expresado en el viejo slogan revivido por la Nueva Izquierda de los años sesenta: “Power to the People!”(1). Un elemento central en la ideología del populismo es la insistencia en que existe un trama de concentración de poder político y económico…el objetivo del movimiento sería una amplia distribución hacia abajo de ese poder, hacia el “pueblo”.
Los medios para lograrlo son: descentralización del poder desde las instancias centrales del gobierno federal hacia las regiones y provincias, la comarcalización, el derecho a veto, legislación por iniciativa directa del pueblo y el uso del referéndum. En los Estados Unidos esto incluye el concepto de gobierno limitado y la vuelta a la Constitución. Los populistas italianos apoyan el “federalismo integral” y los populistas canadienses hacen una aproximación regionalista al movimiento.
Cualquiera que sinceramente desee dar poder al pueblo para quitárselo al Estado no puede ser considerado un reaccionario o derechista. La institución del auto-gobierno y la limitación del papel del Estado son elementos claves de la modernidad: lo que nos separa entre el antiguo régimen esclavista, feudalista y las autocracias, de las nuevas concepciones de gobiernos descubierto en los siglos XVIII y XIX. Los verdaderos reaccionarios son los que pretenden dar más poder al Estado; una vuelta tecnomórfica a la edad del Bronce y del Hierro, al despotismo burocrático de los Estados Babilónicos, Egipcio, Romano y Chino, y a las autocracias mercantilistas europeas del siglo XVII. Como alguien dijo, el Capitalismo de Estado supone una re-feudalización de la sociedad.
Verdadero y falso populismo
El populismo NO es un estilo campechano o una etiqueta que se auto-proclame. El verdadero populismo es de hecho muy difícil de ver, puesto que probablemente ni uno de cada diez de los que se proclaman populistas lo son realmente. ¿Cual es la razón de esta confusión?. Es en gran parte debido al esfuerzo de los “medias” y de los intelectuales liberales por socavar lo que las élites ven como un peligroso adversario. Todos los partidos clásicos, ya sean de línea conservadora, liberal o social-demócrata hacen piña contra cualquier impulso populista que pudiera socavar su capacidad de utilizar al Estado como un medio para enriquecerse ellos y sus seguidores. Las principales figuras de sistema mediático y la intelligentsia se unen entonces en forma de “partido único” de tres ramas de influencia para denigrar a su enemigo a toda costa. Siempre parapetados bajo informaciones “objetivas”, por supuesto. El método de ataque es de doble filo; el populismo es tachado por
lo general de reaccionario, o se dice que su variedad actual es derechista y por tanto que tiene poco que ver con los “populistas de la primera hora” que era “progresista”.
Existe también un semi-populismo. Consiste en realizar ciertas apelaciones para “pegar un puñetazo en la mesa” y acabar con determinadas situaciones que han llegado al límite, pero sin adoptar el conjunto del programa populista. Los movimientos contra la presión fiscal al ciudadano en el norte de Europa sería un ejemplo. El Partido Reformista de Ross Perot también se ajustaría al caso. Luego hay un pseudo-populismo que tiene estilo, pero le falta contenido, o al contrario, que utiliza ciertos elementos de base populista pero los usa como pie para lanzar consignas racistas y fascistas. David Duke sería un ejemplo paradigmático. El pseudo-populismo es un parásito del sentimiento populista. A cualquier exitoso especulador, demagogo o aprendiz de dictador le gusta ser considerado como un populista. Por supuesto que los “media” liberales no hará nada por quitarles la ilusión.
Luego existe también una diferencia entre el populismo “puro” y el “híbrido”. El populismo puro nace directamente de su base popular y sus líderes son del pueblo: artesanos, maestros, pequeños editores locales, granjeros. La variante híbrida consiste en que políticos profesionales o miembros de la élite adoptan el populismo como estrategia consciente (lo cual tampoco implica que tengan que ser insinceros sobre sus propósitos). Ejemplos de populismo puro sería el Partido del Pueblo del siglo XIX o el actual Movimiento Constitucionalista Americano. Ejemplos de populismo híbrido serían los Narodniks rusos y la campaña electoral librada por Buchanan.
El populismo no debe ser considerado Russoniano o Jacobino. El “Poder para el Pueblo” no significa utilizar el Estado para hacer de todo y cualquier cosa que decida la voluntad popular. Esa sería la tiranía de la mayoría. El populismo significa limitar el poder del Estado para que el pueblo sea libre de decidir sobre sus propios asuntos. Lo que actualmente es gestionado por el Capitalismo de Estado, podría ser conducido por agencias locales de carácter voluntario. El populismo siempre ve al poder estatal como corrupto y corruptor. Dicho claramente, el populismo es la comunidad defendiéndose por si misma contra el estado opresivo o la administración corrupta.
Económicamente, el populismo ataca los intereses de las grandes corporaciones de muchas formas. Aquí se incluyen la promoción de cooperativas y las Cajas de Crédito Populares, la simplificación impositiva, la tierra libre, demandas en favor de una banca social y el crédito social, la abolición de la Banca Central y de la Reserva Federal, la acuñación de plata, la emisión de dinero sin respaldo, la abolición de los privilegios especiales y subsidios, la nacionalización de la banca y el ferrocarril, la creación de tarifas, la anulación de otras… Aunque en ocasiones pueda ser contradictorio, una serie de temas comunes suelen estar presentes. Se trata del mantenimiento de salarios altos para el empleo industrial, la democracia económica, la preservación del modelo de granja familiar y una reducción del poder de los intereses financieros.
Durante el siglo XIX y principios del XX, hubo un claro componente social-demócrata en el populismo que se materializaba en la demanda de nacionalizar la banca y el ferrocarril. Sin embargo, no se pretendía plantear una sociedad socialista sino que se trataba de reaccionar contra los abusos del capitalismo de estado. Puesto que la propiedad del Estado se ha demostrado una nueva forma de tiranía, el moderno populismo ha abandonado las tesis de partida “socialistas”. En consecuencia, a los críticos de izquierda de la forma populista contemporánea les gusta comparar el “populismo de la primera hora” que veían como “izquierdista” y por tanto “bueno”, con su versión moderna, que desecha al capitalismo de Estado, por lo que se habría vuelto “derechista” y por tanto “malo”.
En verdad el populismo es muy complejo puesto que representa la visión de la gente corriente, una visión que a diferencia de la de un intelectual de derechas o de izquierdas, no puede ser encajada entre los estrechos límites de la “chaqueta” ideológica hecha a medida del intelectual. Si un obrero quiere una religión se unirá a una congregación. El mundo de los intelectuales no es el mundo de la gran mayoría y el pueblo llano no comparte su visión racionalista, nihilista, sin raíces ni tradición ni tampoco su estilo de vida. El izquierdista simpatiza con la clase obrera, pero odia al obrero considerado aisladamente al que calificará de racista, machista, homófobo, consumista y supersticioso y por tanto que necesita un líder que le guíe (ellos mismos se ofrecen…). El derechista simpatiza con los de su misma raza, grupo étnico o cultura y sin embargo odia al típico hombre del país porque lo considera ignorante, materialista, inculto, socialmente inferior y que por tanto necesita un líder que le guíe (ellos mismos se ofrecen…).
El pueblo está formado por individuos, cada uno con su historia – un todo que incluye cultura, educación, origen familiar, étnico, religión y una psicología propia con sus prejuicios y sus irracionalidades. Cada individuo es por tanto único y no puede ser encasillado. Mientras que las abstracciones como la clase o la etnia pudieran ser generalizaciones útiles, no describen a una persona real. Las abstracciones intelectuales no pueden llegar a esencializar el populismo, que es la visión “destilada” de cada una de los individuos que forman el pueblo, y que puede llegar a incluir a cada persona considerada individualmente.
Populismo y libertarismo
Los populistas siempre han estado tradicionalmente unidos a la causa anarquista contra la concentración de poder…
Hay una relación directa entre el pensamiento libertario y el populismo. Una de estas fue la influencia de los pensadores libertarios. Proudhon influyó en Herzen, uno de los padres fundadores del populismo ruso. Los anarquistas, como Bakunin fue
otra de sus influencias. Los anarco-individualistas americanos y los contemporáneos anarco-capitalistas han influenciado al populismo americano. En Chile, los Mutualistas (Proudhonistas) ayudaron en la formación de un partido populista. En Canadá, la United Farmers tuvo aspectos social-gremialistas y sindicalistas. Las ligas italianas tienen una deuda con Proudhon debido a sus concepciones federalistas.
El mutualismo y el anarco-sindicalismo de primera hora, como los movimientos populistas, fueron socialmente conservadores. Enfatizaban la responsabilidad, la ayuda mutua, la educación, la moralidad y la preservación de la familia para hacer frente a lo que veían como la decadencia y el libertinaje del sistema capitalista. De todas las ideologías políticas, el Populismo es la más cercana al anarquismo y al libertarismo, puesto que busca debilitar el poder del Estado. El comunismo, la social-democracia, el liberalismo progresista y el conservadurismo Tory, todos ellos buscan bien mantener el estatus autoritario o incrementar la influencia del Estado en nuestras vidas.
La Nueva Izquierda y el populismo
La Nueva Izquierda Americana más temprana (1960-65), se vio como un movimiento de clase media que buscaba animar a la “democracia participativa”, el control del pueblo en los asuntos locales y unos derechos cívicos y democráticos. Sus objetivos eran de naturaleza fundamentalmente ética, provenientes no del marxismo sino del libertarismo. Sus influencias incluían al anarquista Paul Goodman, al libertario Albert Camus y Gandhi. La Nueva Izquierda fue superada y destruida por las ideologías Marxista y Leninista y lo hicieron con métodos que precedieron a la actual tiranía políticamente correcta de la Nueva Clase política. Durante un breve periodo de tiempo, tuvo aspectos decididamente populistas y libertarios.
Estos aspectos fueron lo suficientemente potentes como para animar a muchos militantes del sector de la Vieja Derecha a unir sus fuerzas con la Nueva Izquierda. Puesto que la Vieja Derecha era una descendiente directa del Populismo de inicios del siglo XX y del Individualismo, esta evolución no sorprendió del todo. Los puntos en común entre ambos grupos eran: la maximización de la libertad y de la descentralización, un gusto por el “revisionismo” histórico y una oposición a la guerra, al liberalismo corporativista, al “big business” y al estatismo. Importantes “Viejos-Derechistas-Nuevos-Izquierdistas” incluyeron al economista Murray Rothbard, al escritor Karl Hess y David Friedman, el hijo de Milton Friedman. Esta síntesis saltó por los aires cuando la Nueva Izquierda se volvió estalinista.
El fascismo y su relación con el populismo y la izquierda
¿Cuáles son las ideas principales del fascismo y como correlacionan con el populismo y con la izquierda?.
1.- El fascismo favorece la centralización y el Estado fuerte. Ideas del tipo “Estado limitado” , descentralización y federalismo son un anatema para el fascismo.
2.- La democracia, y especialmente la democracia directa, derechos democráticos y derechos humanos son “burgueses”, un signo de decadencia y de debilidad. El pueblo necesita ser organizado en forma para-militar con un líder fuerte y carismático que les guíe, puesto que son incapaces del auto-gobierno.
3.- La moral es “burguesa”. La virtud está basada en el poder, el interés nacional, las cualidades del “hombre excepcional” y junto con el Nazi-fascismo, la “sangre” o la “raza”. El fin siempre justifica los medios. La técnica “mentirosa” de la propaganda es usada sin restricciones.
4.- La guerra y la violencia son buenas. Ambas “limpian” y son una prueba de fuerza para el “hombre de acción”. La guerra mata al “inferior”. La sociedad militariza es más “eficiente” y es modelo de la sociedad futura.
5.- El fascismo enfatiza a la élite y la necesidad para este grupo de dominar a la sociedad a través de un partido de vanguardia. En la cúspide de esta élite emerge la persona que está marcada por la Historia: el líder, el caudillo, el ideal de Hombre de Acción.
6.- El fascismo es un movimiento revolucionario que no gusta busca las medias reformas y los compromisos, ya que es tomado como un signo de “decadencia burguesa”.
7.- El fascismo es un movimiento “socialista” que, como mínimo, busca el control de la economía por el Estado. Se opone frontalmente a nociones como “laissez faire” al que califica de idea “burguesa” (y desde los nazis, también judía).
Se observa fácilmente que este conjunto de ideas es lo más alejado posible del populismo como se pueda llegar a imaginar. Ni uno solo de los 7 puntos tiene su eco en el movimiento populista. ¿Pero qué hay de el fascismo y su relación con la izquierda?.
Las similitudes entre el fascismo y la izquierda marxista-leninista-estalinista (comunistas) son más que obvias. Quizás con la excepción del punto 4, ambas ideologías parecen virtualmente idénticas. Los comunistas favorecen la centralización y el estatalismo, siendo su diferencia con el fascismo, que están a favor de un control estatal aun mayor. El estalinismo idealiza a la élite: la vanguardia del partido y a su líder, ya sea Mao, Stalin, Castro o Kim il Sung. Son fervientes nacionalistas, basan su moralidad en la conveniencia, y utilizan las técnicas propagandísticas contra sus oponentes, desprecian la democracia, y glorifican la violencia y la revolución. Como Hitler y los Nazis, han asesinado a sus oponentes, tanto los reales como los imaginarios, por millones. La única diferencia es que el Estalinistas han matado incluso a más gente que los fascistas.
¿Y qué hay de la izquierda moderada?. Los liberales progresistas y social-demócratas también les gusta el estatalismo y la centralización. La diferencia entre un izquierdista moderado, un estalinista y un fascista en estos temas es una mera cuestión de grado. Los izquierdistas moderados se afirman demócratas, pero en realidad temen al pueblo al que consideran ignorante, y a menudo rechazan la democracia directa. Contra sus oponentes, ya sean los populistas, los conservadores, los anarquistas o los libertarios, la izquierda moderada no duda en utilizar las técnicas propagandísticas. Esta misma gente, afirmándose a favor de la democracia y los derechos humanos limpian el curriculum de dictadores y apoyan la opresión. Esto último es cierto tanto para los liberal-conservadores que favorecen a los dictadores “derechistas” como para los liberales izquierdistas que adoran a los tiranos “izquierdistas”. La izquierda moderada es la primera en la labor de desarmar al pueblo: acción idéntica a la que adoptó Adolfo Hitler cuando subió al poder. Si bien es excesivamente injusto pretender igualar a la izquierda moderada con los Nazis, tienen sin embargo más puntos en común con el fascismo que los populistas.
El patriotismo contra el nacionalismo
Un verdadero “populista” tiene que ser “anti-nacionalista” puesto que el populismo es ante todo y principalmente una “protesta” contra el control ejercido desde fuera de los asuntos del pueblo.
El patriotismo esta basado en el orgullo y el deseo de preservar un arraigo, unas costumbres, modos, historia, cultura y tradiciones. Todos hemos nacido en algún sitio y compartimos una cultura e historia, por lo que el patriotismo sería algo natural y se encuentra por todas partes desde las tribus “primitivas” a la moderna sociedad industrial. Solo los intelectuales, las gente más rica y los más pobres sientes verdaderamente el desarraigo, la alienación, tan desposeídos que no tienen esa sensibilidad. Fundamentalmente local en su origen, el patriotismo está centrado en el pueblo, el barrio, la comarca o la región, ya que incluso en la era del automóvil y del avión para la mayoría de la gente el mundo no va mucho más allá de un radio de cincuenta kilómetros.
Pero el patriotismo no solo se expresa localmente. También se extiende a las provincias, regiones, estados e incluso la nación en su conjunto. Aunque un tejano es muy distinto de uno de Rhode Island, y un burgundio lo es de un normando, hay un sentimiento genuino de que todos son americanos o franceses. Decir que esta sensibilidad se ha formado a través de la acción política y la conquista y que por tanto es artificial, a diferencia de los pueblos y los barrios, es pasar por alto el hecho de que estas unidades han llevado una vida propia a lo largo del tiempo. También está el factor de que una entidad más grande puede ayudar a una más pequeña a existir (la unión hace la fuerza), así la Confederación Canadiense de las antiguas colonias británicas podrían haber sido absorbidas por los Estados Unidos. Las Trece colonias actuando separadamente pudieran haber acabado dominadas por las potencias europeas.
El patriotismo no está basado en el Estado o el gobierno, sino en la gente y sus costumbres. Los patriotas americanos no glorifican a la capital Washington o la burocracia federal, sino que creen en la Constitución que garantiza la pluralidad y el gobierno local. El Patriotismo es pluralista, puesto que está basado en el localismo. Uno es patriota en un número diferente de niveles. Pensemos en los suizos que son miembros de su comarca y cantón, que son suizo-germanos, suizo-franceses, italo-suizos o romance-suizos, pero también simplemente suizos. Cuanto mayor es el grupo, más difícil es distinguirlos. Cualquiera que haga del Estado Nacional su causa existencial está poniendo el carro delante de los bueyes.
El nacionalismo supone la centralización jacobina, una glorificación romántica del Estado Nacional. El patriotismo local acaba ocultado por este culto obsceno. El jacobinismo, la versión dieciochesca del centralismo y el estatalismo, fue el padre del moderno nacionalismo y a través del ultra-jacobino, Babeuf, el padre del comunismo. El fascismo y el comunismo, los gemelos colectivistas, son descendientes del jacobinismo. El nacionalismo tiene una buena ejemplificación en uno de sus máximos exponentes, Mussolini, que dijo, “Todo para el Estado, todo por el Estado, nada contra el Estado”.
Fundamentalmente xenófobo y chauvinista (a pesar de sus aclamaciones en contrario), el nacionalismo necesita enemigos y por eso lleva irremediablemente a la guerra y la conquista imperial. Los patriotas son en cambio aislacionistas que creen en la máxima “ocúpate de tus asuntos” y “no te metas en política exterior”. Los nacionalistas atizan las llamas del resentimiento y del odio. Esto es especialmente cierto en los denominados movimientos de liberación nacional o las pequeñas dispuestas entre un pequeño Estado y su poderoso vecino. Todas las viejas heridas, reales, exageradas o imaginadas son expuestas para hacer del Estado adversario o su gente que parezcan lo más malvadas posibles. El resentimiento es un sentimiento primario relacionado con la envidia. El resentimiento es infantilizador, que trasforma a todo un pueblo en agente colectivo de envidias propias de adolescentes, de igual forma que una persona inmadura culpa a sus padres o a la sociedad por su fracaso en la vida. Este sentimentalismo es una energía que no termina cuando el “enemigo” es liquidado. La energía se introyecta, en vez de ser gastada en formas más constructivas. Las élites nacionalistas siempre “encuentran” nuevos enemigos para que sea odiado por el pueblo: minorías, anarquistas, “reaccionarios”, “agentes imperialistas”, etc. El resultado es que el nuevo régimen puede llegar a ser más cruel que el predecesor régimen colonial.
El nacionalismo es autoritario. Las minorías nacionales tienen que ser forzosamente asimiladas dentro del Estado Nacional. La autonomía que el nacionalismo desea para su propio pueblo nunca es permitida para sus propias minorías, la autodeterminación es ejercida solo a su nivel. Su actitud es propiamente avariciosa, egoísta y de perro del hortelano.
El nacionalismo es romántico, está basado en un idealización emocional enraizada en abstracciones; es una pseudo-religión secular. El patriotismo también es emocional, pero está basado en el sentido común, en la realidad del enraizamiento personal a una comunidad o un lugar. El nacionalismo es también muy reciente, naciendo en el siglo XIX, mientras que el patriotismo es tan viejo como la humanidad.
El nacionalismo siempre requiere de un estado centralizado. Es inevitable que si la conciencia de tu grupo se encapsula en un Estado esto llevará a un incremento del poder estatal. Si el país y sus gentes son reducidos al estado y la nación es algo positivo o bueno, entonces el Estado Nacional tiende a absorber ese bien a los ojos del nacionalista. Debilitar el poder del Estado, por ejemplo, proponiendo la descentralización, se identifica con una falta de patriotismo e incluso traición. El aumento del Estado también conlleva un fuerte intervencionismo exterior y la guerra. El nacionalista denuncia a cualquiera que no quiere que su país se involucre en una guerra exterior como cómplices del enemigo. Esto lo vimos en ambas guerras mundiales cuando los Populistas Americanos fueron culpados de pro-alemanes.
El nacionalismo es enemigo de la cultura, ya que la cultura nunca es estática o puramente auto-orientada, sino que siempre está en formación y siempre pide prestado de influencias externas. Consideremos alimentos tan “americanos” como la pizza, perritos calientes, rollitos de primavera o burritos. Estos ejemplos tan corrientes nos muestran como van evolucionando las culturas. A los nacionalistas siempre les gustaría parar este proceso y de esta forma momificar la cultura. Como elitistas que son, no tienen fe en el pueblo por lo que utilizan el poder estatal para forzar la uniformidad con sus visiones “puristas” limitadas y chauvinistas. El patriota no tiene miedo de lo externo, ya que sabe que su sociedad es lo suficientemente fuerte como para asimilar nuevas influencias. El patriota está preocupado solo cuando algo es impuesto por encima de él por un invasor extranjero o mediante la ingeniería social de las élites.
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