Estoy cansado de los libertarios y de sus críticos que tergiversando mi amado libertarismo insistiendo en que soy parte de algún tipo de culto que enseña que alguna deidad no especificada ha escrito el principio de no agresión en tablas de piedra. He perdido la cuenta del número de veces que he tenido que repetir como loro a los eruditos libertarios más notables – el libertarismo es sólo una teoría del derecho, no un sistema ético entero, completo con mores culturales, las que se deben imponer sobre cada uno. Como lo puso Lew Rockwell, “el libertario se preocupa por el uso de la violencia en la sociedad. Eso es todo. No es nada más que eso. No es feminismo. No es igualitarismo… no tiene nada que decir sobre la estética. No tiene nada que decir acerca de la religión o raza o la nacionalidad o la orientación sexual.”
Así que cuando la gente rechaza al libertarismo porque algunos libertarios son marxistas culturales, lo hacen por ignorancia. El libertarismo tiene una actitud deontológica hacia la ley; es decir, para que haya certeza y seguridad de los derechos de propiedad privada, debe existir el imperio de la ley y no el mandato de los legisladores, esto es, ningún hombre debe estar por encima de la ley. El único sentido en el que los libertarios son igualitarios es que piensan que la ley debe aplicarse por igual a todos en un grupo determinado.
Éste es el gran patrimonio occidental, no originario de los anglosajones ni de los antiguos griegos, sino de las aristocracias libertarias e igualitarias de los indo-europeos, de los que descienden todas las civilizaciones europeas. Por supuesto, reconocemos que no todas las civilizaciones tenían que establecer el imperio de la ley o el NAP para funcionar o evitar una plaga de langostas. Más bien, el libertarismo y el imperio de la ley son parte integrante de la singularidad del Derecho Occidental y, por lo tanto, de la singularidad de la Civilización Occidental. ¿Pero qué es ese derecho?
La actitud occidental única hacia el derecho y su éxito abrumador, según Sinha, la convierten en el rasgo fundamental y central de Occidente. La razón de hacer al derecho el rey de reyes yace en el grado más alto del racionalismo en Occidente; si un derecho tiene que aplicarse a todas las personas en todas las situaciones, ¿qué normas sociales podemos determinar para hacer justamente eso? El único “derecho” que podemos determinar es el derecho negativo a ser dejado solo en tu persona y propiedad – derechos de propiedad privada. La naturaleza de la ley, entonces, exige que rija o, de lo contrario, debemos someternos al capricho no fiable de un individuo o grupo que está siendo legislado e impuesto sobre nosotros, como si fuera por derecho divino.
Naturalmente, las aristocracias libertarias e igualitarias de los indo-europeos produjeron civilizaciones que ya reconocían esto, ya que el rey no podía violar los derechos de propiedad privada de otro hombre libre por temor a represalias de otros poderosos señores y a la pérdida de honor, gloria y respeto de sus parientes. Por lo tanto, esta ley racional y regidora no sólo fue descubierta sino estudiada y refinada en su entorno natural – Occidente.
Así que, la próxima vez que pienses en desdeñar al libertarismo porque sientes rechazo por algún partidario de las fronteras abiertas, por algún feministo manginizado o alguien que insiste en que el mundo debe caer antes que el NAP, recuerda que simplemente puedes rechazarlos por ignorantes sin descartar al libertarismo. Lo que es más, si entiendes que hay una diferencia entre la ley y la moralidad (las costumbres de una cultura) y amas la Civilización Occidental y el imperio de la ley, eres un libertario.
Traducción por Francisco Albanese.
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