Nacionalismo y libertarismo
Recientemente ha habido mucho debate y discusión dentro del mundo libertario sobre el “nacionalismo blanco”, probablemente debido a la influencia creciente de la alt-right en los círculos libertarios. Muchos libertarios instintivamente (y erróneamente) asocian cualquier tipo de “nacionalismo” con el estado-nación, y en particular asocian al nacionalismo blanco con linchamientos al estilo del Klan y campos de exterminio nazis. Como tal, suponen que el nacionalismo blanco, junto con el nacionalismo en general, es incompatible con el libertarismo.
Ya ha habido un excelente artículo escrito sobre el propio nacionalismo en relación con la teoría libertaria que discute las diferencias entre la nación y el estado-nación. El ensayo de Murray Rothbard “Naciones por consentimiento” es otra excelente lectura sobre este tema, además de este artículo de Joe Salerno que explica el “nacionalismo liberal” de Ludwig von Mises. Esencialmente, lo que estos escritores han reconocido es que las naciones, a diferencia de los estados, son entidades orgánicas que resultan naturalmente de la libertad de asociación y disociación. Como he argumentado anteriormente en mi artículo sobre la libertad y la cultura común, la gente no se aglutina en torno a proposiciones abstractas como “libertad”, “igualdad” o “democracia”, sino en torno a cosas más concretas como la etnicidad, la cultura, la religión y las costumbres compartidas. De hecho, Merriam-Webster define “nacionalidad” como “pueblo que tiene un origen, una tradición y un lenguaje comunes y es capaz de formar o constituir de hecho un estado-nación”. La frase ejemplificadora proporcionada para esta definición es absolutamente reveladora: “las diversas nacionalidades del Imperio Austro-Húngaro desearon independencia.” Lo que esta frase ilustra es cómo las naciones no se corresponden necesariamente con los estados y de hecho pueden existir independientemente de las fronteras políticamente definidas. Este hecho se puede observar con bastante claridad al considerar todos los conflictos étnicos que surgieron en el continente africano después de que los colonos europeos redibujaran las fronteras de los estados africanos sin considerar las reales nacionalidades. Problemas como estos son una de las mayores razones por las que los libertarios apoyan los derechos de propiedad privada y la libertad de asociación que viene con ella: porque es la única manera segura de minimizar los conflictos sociales.
Por lo tanto, ¿el nacionalismo está reñido con el libertarismo (es decir, la filosofía jurídica de las normas de propiedad privada y la no-agresión)? Ciertamente no si el nacionalismo se define como “lealtad y devoción a una nación”, “sentido de conciencia nacional”, o incluso “exaltar una nación sobre todas las demás y poner énfasis primordial en la promoción de su cultura e intereses en lugar de las de otras naciones o grupos supranacionales”, como dice en el diccionario Merriam Webster. Lo que muchos libertarios olvidan a menudo es que existen las preferencias del endogrupo. A menudo asumen erróneamente que una sociedad de libre mercado con derechos de propiedad privadamente asegurados y libertad de asociación resultaría necesariamente en globalismo, internacionalismo, multiculturalismo y diversidad étnica y cultural en todo el mundo. La realidad, sin embargo, es que los seres humanos son tribales por naturaleza y, por lo tanto, tenderán a priorizar los intereses de sus propios endogrupos por sobre los de otros. Esto no es necesariamente perjudicial o antilibertario, siempre y cuando las preferencias del endogrupo de la gente se expresen a través de la disociación y la exclusión de la propiedad privada, y no a través de la violencia agresiva.
Nacionalismo y libertarismo fuerte
La falla al reconocer la compatibilidad del nacionalismo y el libertarianismo a menudo surge de la incapacidad de definir adecuadamente al nacionalismo. Pero una vez que uno comprende el concepto de la nación orgánica formada a través de preferencias étnicas y culturales endogrupales, no es difícil ver que las naciones podrían seguir existiendo en un mundo de normas de propiedad privada y libertad de asociación.
Desafortunadamente, el malentendido del nacionalismo no es la única razón por la cual los libertarios lo rechazan. Muchos libertarios también entienden mal la misma filosofía que afirman creer. Ellos no creen que el libertarianismo, tal como lo definen Rothbard y Hoppe, es una filosofía estrictamente legal fundamentada en el principio de no agresión y la ética de la propiedad privada de la que se deriva. En cambio, adjuntan un número de otros valores culturales (usualmente izquierdistas) a la definición de libertarianismo, tales como diversidad, multiculturalismo, inclusión, aceptación de diferentes estilos de vida, hiperindividualismo y el globalismo. Estos conceptos erróneos de la teoría libertaria son evidentes en muchas de las objeciones que he visto al nacionalismo blanco por parte de libertarios, que se centran principalmente en que el nacionalismo blanco es racista, intolerante y colectivista y, por lo tanto, incompatible con libertarianismo. Sin embargo, el libertarianismo no rechaza el mero “racismo” y la “intolerancia”. Al contrario, Hans-Hermann Hoppe escribe en Democracia: El Dios Que Fracasó:
… [una] sociedad que restaurase plenamente la facultad de exclusión de la propiedad privada, sería profundamente desigualitaria, intolerante y discriminatoria. Habría poca o nada de la “tolerancia” ni “apertura de menta” tan querida por los libertarios de izquierda. En cambio, uno estaría en el camino correcto hacia restaurar la libertad de asociación y exclusión implicada en la institución de la propiedad privada, si sólo los pueblos y aldeas pudieran y volvieran a proceder como lo hicieron hasta bien entrado el siglo XIX en Europa y los Estados Unidos. Habría carteles informativos colocados a la entrada de las ciudades advirtiendo de los requisitos de admisión al pueblo y, una vez dentro, de las condiciones de arraigo (por ejemplo, exclusión de holgazanes, vagabundos, pero también, en su caso, de los homosexuales, consumidores de drogas, judíos, musulmanes, alemanes o zulúes), de modo que quienes no se ajustasen a las mismas serían expulsados a patadas como invasores.
Mientras que un libertario determinado puede ciertamente oponerse personalmente al racismo, incluir el antirracismo, la tolerancia, la inclusión, etc., como principios del libertarismo mismo inmediatamente lo pondrían en conflicto con los derechos de asociación/disociación y exclusión implicados en las normas de la propiedad privada. Esto se debe a que la filosofía política se ocupa del uso legal de la fuerza en la sociedad, no de los valores culturales. Sin duda, hay otros tipos de filosofías (es decir, conservadurismo, progresismo, marxismo, e incluso el liberalismo clásico) que están más ampliamente enfocadas, tratando con la filosofía política, además de valores culturales, moralidad holística, opciones de estilos de vida, e incluso epistemología y metafísica. Pero el libertarismo no es una de esas filosofías, y no debe ser tratada como una especie de guía integral para todas las áreas de la vida. Es una filosofía fina que se ocupa estrictamente de la cuestión de cuándo se puede utilizar la fuerza justamente en la sociedad, y promueve la aplicación consistente de las normas de propiedad privada y la no agresión como la respuesta a esta pregunta. La confusión de valores culturales con principios políticos/jurídicos sólo sirve para enlodar las aguas. Sólo manteniendo fino al libertarismo podemos participar en discusiones racionales y claras sobre las implicaciones de la teoría libertaria.
(En lo que respecta al “colectivismo”, revisar mi artículo sobre por qué el “Libertarismo No Está Opuesto A Todas Las Formas de Colectivismo”.)
Un enfoque libertario para un orden social nacionalista blanco
Así que, con nuestras definiciones de nacionalismo y libertarismo aclaradas, podemos ver que uno no puede oponerse al nacionalismo blanco por motivos estrictamente libertarios. Para ser claros, esto no significa que un libertario debe apoyar el nacionalismo blanco o que un libertario no puede oponerse al nacionalismo blanco en sus valores culturales. Pero sí significa que un libertario de principios debe permitir a los nacionalistas blancos perseguir sus intereses siempre y cuando no violen los derechos de propiedad privada de otras personas. Entonces, ¿qué aspecto tendría un orden social nacionalista blanco libertario, y cómo se lograría de una manera compatible con el libertarismo?
El principio político más importante que los nacionalistas blancos deben abrazar es el principio de autodeterminación, que en la práctica estaría expresado a través de movimientos secesionistas. Esto se mantiene en consonancia con las normas de propiedad privada, ya que cualquier tipo de descentralización política trae consigo la toma de decisiones más cercana a los individuos poseedores de propiedad privada y necesariamente disminuye el tamaño y el alcance de los monopolios territoriales de agresión existentes (es decir, estados). La secesión también es necesaria para que los nacionalistas blancos concreten su objetivo de tener sociedades racialmente homogéneas, ya que en un futuro previsible probablemente resultará imposible que el establishment globalista sea desalojado de sus posiciones de poder en los gobiernos centrales. Así, los nacionalistas blancos que verdaderamente desean liberarse del mandato de estos monopolios territoriales deben afirmar sus derechos a la autodeterminación política. Esto se podría hacer en Estados Unidos, por ejemplo, a través de un desplazamiento masivo de nacionalistas blancos a un cierto estado en los Estados Unidos que ya tenga una población mayoritariamente blanca, y que preferiblemente también esté escasamente poblado. Esto facilitaría a los nacionalistas blancos la adquisición de propiedades y la formación de comunidades homogéneas dentro de ese estado. Tal estado podría entonces separarse y convertirse esencialmente en un etnoestado blanco. Un plan como éste podría incluso llevarse a cabo dentro de una determinada región de un estado particular, como en el Norte de California, por ejemplo.
Pero, ¿qué tal si lográramos de alguna manera una sociedad sin estado? ¿Qué sucedería si se aboliera el estado de bienestar, las leyes contra la discriminación, la democracia y todas las demás infracciones a los derechos de propiedad privada? ¿Se convertiría el mundo de repente en una comunidad global de multiculturalismo, diversidad y tolerancia para todas las personas y estilos de vida? Tal como cité previamente a Hoppe, es irreal esperar que éste sea el caso. La propiedad privada implica el derecho a excluir, y la realidad del tribalismo humano y las preferencias endogrupales hacen que sea muy probable que este derecho se utilice muy ampliamente. Las comunidades de vecinos, por ejemplo, serían un método muy eficaz por el cual un grupo de poseedores de propiedades privadas vecinas podrían mantener una comunidad homogénea a través de medios no agresivos.
En cuanto a si la mayoría de los nacionalistas blancos estarían de acuerdo con estos enfoques es otro debate (aunque basado en los 16 Puntos de Vox Day, parece ser que por lo menos algunos prominentes alt-righters apoyan el uso de medios pacíficos para alcanzar sus metas). El punto de este artículo, sin embargo, no es ofrecer una defensa global de todos los nacionalistas blancos (así que, por favor, no citar a algún blogger alt-right al azar que quiera invadir Somalia para plantar una colonia blanca allí), sino, más bien, demostrar que el nacionalismo blanco no es inherentemente incompatible con el libertarismo. De hecho, se podría argumentar que el libertarismo sería realmente propicio para los intereses nacionalistas blancos, dado lo importante que es la autodeterminación y la libertad de asociación (es decir, la aplicación práctica de las normas de propiedad privada) a la realista consecución de patrias y comunidades blancas soberanas. Mientras que un libertario de principios puede tener valores culturales que los llevan a discrepar con los objetivos de los nacionalistas blancos, sería una antítesis a los principios libertarios el impedir a los nacionalistas blancos, mediante la fuerza, que traten de alcanzar sus metas a través de medios pacíficos como la secesión y comunidades de vecinos (por supuesto, como cualquier otra persona, también tienen el derecho de defenderse enérgicamente de los agresores). Los libertarios que creen que no debe permitirse a los nacionalistas blancos usar estos medios pacíficos para sus fines deseados demuestran que tienen un mayor compromiso con los valores culturales izquierdistas como el globalismo, el multiculturalismo y el “liberalismo social”, que con los reales valores libertarios de los derechos de propiedad privada y la no agresión. Precisamente por eso es tan importante mantener fino al libertarismo.
Traducido por Francisco Albanese. El artículo original se encuentra aquí.
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