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MInarquia. Aquí se difunden ideas liberales y libertarias. Menos estado es más prosperidad.
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¿Existe un derecho natural y puede descubrirse? Hubo un momento en mi vida, el cual fue bastante breve, en que respondía que no, hasta que me di cuenta que esa respuesta estaba basada en la pereza intelectual y no en la consistencia teórica. Renegar del iusnaturalismo es muy cómodo, sostener las ideas de libertad y propiedad privada en consideraciones meramente utilitarias también. El problema radica en que la libertad humana requiera ser fundada en una axiología que vaya más haya del mero cálculo de la utilidad social.
Existe una reticencia al iusnaturalismo, se le suele tildar de superchería, de mera especulación metafísica en el sentido actual del término, pero tiene su fundamento real y tangible en la naturaleza humana. ¿Qué hay en la naturaleza humana que sea intrínseca a si misma?
Para poder actuar, satisfacer los requerimientos de la vida y desarrollar un proyecto de vida el hombre requiere libertad. Esta libertad tiene un único limite que es la libertad del otro. El saqueador también actúa, busca satisfacer los requerimientos de la vida y desarrollar un proyecto de vida, pero lo hace interfiriendo con la libertad del otro que pretende lograr los fines citados. Su conducta es disfuncional, no permite la cooperación social que ha a su vez posibilita la civilización. Cuando hablamos de cooperación social y civilización no pregonamos el colectivismo. La cooperación social y la civilización es condición necesaria para que al hombre le resulte posible poder desarrollar un proyecto de vida y satisfacer los requerimientos de la vida.
Vemos entonces que las acciones humanas pueden clasificarse en dos categorías claramente definidas: Las que tienen que ver con la satisfacción de los requerimientos básicos de la existencia (alimento, vestido, albergue) y las que tienen que ver con su proyecto de vida (estudio, búsqueda valores religiosos, formar una familia, asociarse en aras a determinados fines, etc.) podríamos agregar las acciones que tienen que ver con el ocio y el entretenimiento, pero no es imprescindible considerarlas para nuestro estudio.
Ahora la pregunta es: ¿cómo el hombre debe satisfacer los requerimientos básicos del vida y como el hombre debe tratar de lograr su proyecto de vida? ¿A costa de los demás o en base a su propio esfuerzo? La respuesta es obvia. El hombre debe tener libertad para satisfacer los requerimientos de la vida y poder perseguir su proyecto vital pero nunca debe ser a costa de otros. De lo contrario habría dos categorías de hombres: los que pueden desarrollar su proyecto de vida incluso a costa de otros y los que no, pues son usados coactivamente para satisfacer y concretar los proyectos de otros.
Una pregunta que puede surgir que es lo primero ¿Satisfacer los requerimientos básicos de la vida o desarrollar el proyecto de vida? En realidad estamos ante cuestiones que son contemporáneas e inseparables y hay una estrecha relación entre una y la otra. Si muero de hambre no puedo concretar mi proyecto de vida y a su vez satisfacer mis necesidades de alimento no es mi última finalidad, uno busca sobrevivir porque hay algo que lo motiva a ello y ello es el proyecto de vida del sujeto en cuestión.
Podríamos resumirlo de la siguiente forma: Cada ser humano tiene derecho a elegir su propio proyecto de vida y actuar en consecuencia siempre que no se afecte el proyecto de vida de otros.
Este es el axioma básico que surge a priori, sostener lo contrario llevaría al absurdo y a la disfuncionalidad. ¿Acaso el proyecto de vida de cada persona debe ser determinado por otra u otras? Nos encontraríamos con dos categorías de hombres. Los que pueden determinar los proyectos de vida para si y para otros y los que están sometidos al designio de otros.
Otra hipótesis sería que cada uno pudiera intervenir en la vida de los otros y viceversa, lo que sería totalmente disfuncional e impracticable.
Por otra parte ¿quién está en mejores condiciones para determinar su proyecto de vida? ¿quién conoce mejor sus capacidades y limitaciones, características del temperamento, fuerza de voluntad, gustos, inclinaciones etc? ¿Quién conoce lo que es más acorde a su persona? Pues uno mismo.
¿Cuál es la forma de concretar el propio proyecto de vida? Pues a través de la libre disponibilidad de su persona y bienes. ¿Acaso podría hacerlo a través de la disponibilidad de la persona de otro y sus bienes? Pues no, pues estaría afectando los proyectos de vida de esa persona en mayor o menor grado.
Como vemos no se trata de meras especulaciones metafísicas, sino que la naturaleza humana nos da las pautas de conducta adecuadas para nuestro desarrollo personal en el contexto de la civilización.
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Uno de los problemas actuales de nuestra economía es la falta de pequeños empresarios y la falta de creatividad en el mercado. Por alguna razón la idea de pequeños empresarios me hace pensar, y de alguna forma asimilarlo a los niños. Y tomando una taza de cafe me di cuenta, bueno en realidad recordé que cuando niño había solo tres formas de adquirir algo que quería.
Considerandolo, ahora que soy un adulto las cosas no han cambiado mucho, no solo yo pero todos hacemos lo mismo vendemos nuestra labor, intercambiamos con nuestros amigos o pedimos; pero no pedimos a nuestros padres por que entendemos que ya estamos “grandecitos” para ser independientes. ¿Somos realmente tan independientes como creemos? La respuesta es no, de alguna forma u otra nos enmancipamos de nuestros padres, pero, solo hemos cambiado de tutor ahora se depende de el gobierno, cada vez que papa gobierno no nos da la que queremos cambiamos de tutor, claro que los padres no siempre pueden darnos porque nos darían mal ejemplo y claro esta no se puede sobrepasar el presupuesto. Los padres mantienen cierta autoridad sobre nosotros cuando nos mantienen, claro está nos están dando alojo, comida,vestimenta y quizás algo para divertirnos. Obviamente hace sentido, si se le debe algún tipo de respeto por lo mismo. Imagina si tu mantuvieras a tus padres, y no sólo tú sino todos tus allegados, ¿haría algún sentido mantener a tus padres como figura de autoridad? No, tú eres la autoridad, tu los sustentas, ellos deberían estar agradecidos y respetarte por lo mismo. Este es el caso del Estado, lo sustentamos, pagamos contribuciones (en todo caso nos quitan dinero sin consentimiento), nos obliga a obedecerle y cuando le exigimos algo en la mayoría de los casos se nos niega.
Al igual que la idea de que nuestros padres nos sustenten suena como una bonita opción, una opción que no requiere esfuerzo ni trabajo, pero es una opción que conlleva al detrimento social y económico. La pregunta sin duda es a quien culpar, la respuesta es sencilla, culpemos a nuestros padres por mal acostumbrarnos por hacernos sus dependientes y no sus colaboradores, por vendernos idea de las cosas sencillas. Culparlos por cada vez que queríamos algo e íbamos a cambiarlo por algo que queríamos nos decían “no hagas eso”, y nunca pudimos aprender a hacer un trueque efectivo, por no dejarnos fallar, por no permitirnos ser los negociantes que con inherentemente somos. Nunca aprendimos a tomar malas decisiones, nunca hicimos algo mal por que no se nos permitió y con el tiempo perdimos la oportunidad de aprender el valor del trabajo, del riesgo, el incentivo ni del negocio. Perdiendo así la capacidad para usar la creatividad para generar ingreso, lograr nuestras metas y obtener lo que deseamos. Nos hicieron realidad de un molde para el Estado, para que nos manipularen y nunca lograr verdadera independencia. De la misma forma que nuestro padre quieren mantenernos dependientes para tenernos bajo su regazo, el estado nos quiere mantener dependientes para mantenernos debajo de su puño opresor.
Es cuestión de dejarles un legado a las futuras generaciones, el legado de ser independientes, el legado de la libertad y el trabajo sacrificado. De esta sencilla manera darle comienzo a un futuro en en que todos podamos disfrutar de una sociedad verdaderamente libre y responsable de sus propios actos, la revolución por la libertad no comienza en las calles, comienza en la casa, comienza delante al primer ” Estado” al cual nos enfrentamos en nuestra vida, sin duda, hay que cambiar la estructura familiar con forma de estado y darle forma de una empresa, de una cooperativa en la cual todos trabajan por un bien propia y se manifiesta para un bien común.
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Anarquismo es el nombre dado a toda filosofía política o social que llama a la oposición y la abolición del Estado entendido como monopolio de la fuerza, y por extensión también puede llamarse así al rechazo de todo gobierno político o de toda autoridad social impuestos sobre el individuo, por considerarlos innecesarios o nocivos. Pocas doctrinas o movimientos han manifestado una variedad tan grande de interpretaciones y acciones, que no siempre fueron bien entendidos por la opinión pública. Históricamente hablando, el anarquismo generalmente es crítico de la relación de los individuos con la sociedad presente con el objetivo de promover el cambio social hacia una futura sociedad basada en el libre acuerdo.
En este FAQ (Preguntas Frecuentes) el profesor Bryan Caplan intenta abordar el anarquismo (¿o habría que decir “los anarquismos”?), sin discriminar puntos de vista intelectuales y procurando ser lo más objetivo posible. Este FAQ toma en cuenta las críticas más relevantes de las teorías políticas contrarias al anarquismo, y las responde racionalmente, sin caer en emotivismos ni defensas sectarias. Para dar sus respuestas este FAQ toma como fuentes las perspectivas y autores de los dos movimientos políticos e intelectuales más relevantes, en el pasado y en el presente, que reivindican el ideal de la anarquía: el anarquismo clásico o histórico (tendiente mayoritariamente aunque no exclusivamente a la izquierda política) y el contemporáneo anarquismo libertario o anarcocapitalismo (asociado principalmente a la derecha política). Estas características hacen a este FAQ particularmente confiable.
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Muchos conservadores cayeron en esta trampa de creer que para salvar al capitalismo del socialismo la solución era socializarlo.
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El liberal de Bilbao 1 Los quieren en casa, literalmente. Quieren en sus casas, en la calle, a gente como Txapote, Bienzobas y tantos otros. A los más de 300 miembros de ETA que cumplen condenas por haber participado en alguna de las actividades que cometió la banda terrorista. A ellos se refieren cuando hablan de “presos vascos”, del […]
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[Extraído de Quarterly Journal of Austrian Economics 20, nº 2 (Verano 2017): 194-198]
[The International Monetary System and the Theory of Monetary Systems · Pascal Salin · Edward Elgar, 2016 · 261 páginas]
Este libro es una lograda investigación teórica del funcionamiento del sistema monetario internacional. Como explica el propio autor en el prólogo, el libro pretende proporcionar a los lectores una buena comprensión de los principios y los problemas de la economía monetaria internacional, al tiempo que explica teoría económica general sólida. Salin sale completamente airoso a la hora de mostrar una imagen clara y concisa de los problemas actuales de las raciones monetarias internacionales y de las discusiones teóricas y soluciones propuestas que los rodean.
Adaptando un punto de vista casi exclusivamente teórico, Salin guía a sus lectores con el estilo de un libro de texto a través de las intrincadas proposiciones esecniales de la economía monetaria internacional. Las primeras dos partes del libro explican los enunciados y análisis clásicos del campo, como la teoría del intercambio, la demanda de dinero, el tipo de cambio y los principios fundamentales del análisis de la balanza de pagos. La parte III trata el tema del equilibrio monetario internacional, tocando los conceptos de inflación y devaluación, formación de precios internacionales y una serie de sistemas de tipo de cambio, que incluyen los tipos de cambio fijos inflexibles. En la parte IV, Salin concluye sus investigaciones con un breve análisis de la política monetaria, las crisis monetarias y la integración monetaria.
Desde el principio, las piezas de construcción de los argumentos de Salin se colocan excelentemente y juntas forman un sistema casi autocontenido y completo de pensamiento acerca de problemas monetarios. Pero la fortaleza del libro proviene principalmente del hecho de que este sistema está basado en la teoría económica general. Aunque algunas explicaciones concretas son especializadas y por tanto algo estrechas, el libro en general añade al panorama general del funcionamiento de la macroeconomía monetaria una base sólida en teoría microeconómica. Cada capítulo llega claramente a una conclusión sobre la que Salin construye argumentos adicionales, pero también constituye una lección valiosa por sí mismo. Al final estos análisis llevan a un comentario globalizador novedoso: “una sorprendente paradoja en teoría monetaria: la gente debate acerca de la mejor política monetaria, aunque la mejor solución sería no tener ninguna política monetaria. Así era en el patrón oro puro (es decir, sin bancos centrales)” (p. 245).
En relación con esta idea bienvenida, tres de las valiosas lecciones que ofrece el pequeño libro de Salin merecen una atención especial. En cada caso, el autor muestra una crítica competente de la extendida malinterpretación que rodea a estos temas en la literatura moderna.
Primero, Salin completa la explicación en la Parte II con un análisis pormenorizado de las políticas de balanza de pagos (o equilibrio externo). Demuestra que esas políticas están “condenadas al fracaso porque [están] basadas en una definición apriorística y arbitraria del equilibrio y el desequilibrio” (p. 100) con respecto a las decisiones de balance de caja individual. En consecuencia, argumenta, tratar de equilibrar las cuentas de la balanza de pagos a menudo llevan al desequilibrio en el mercado, “ya que se está prohibiendo a los individuos asignar sus recursos a lo largo de tiempo de una manera que sería óptima para ellos” (p. 100). Con respecto a la discutida relación entre la balanza de pagos y el tipo de cambio, Salin también señala correctamente que, contrariamente a la creencia popular, “la tasa de cambio no es el precio de la balanza del equilibrio comercial, lo que evidentemente no tendría sentido (…) [y como] un déficit no es un síntoma de desequilibrio, no hay por tanto ninguna razón para que cause un cambio en el tipo de cambio” (p. 102).
Segundo, Salin dedica todo un capítulo (el capítulo 12) a una explicación detallada de por qué la inflación es un fenómeno monetario (pp. 112-118), en el caso de una economía cerrada, así como en una situación internacional con inflación importada. Esta explicación no solo se levante por sí misma, sino que acaba excelentemente apoyando el análisis posterior de Salin de la transmisión internacional de la creación de dinero a través de fronteras nacionales con diversos regímenes de divisa y tipo de cambio (cap. 16, pp. 137-149) y su congenérico impacto sobre el equilibrio monetario internacional (cap. 17, pp. 150-163). Tercero, el mismo capítulo contiene una opinión casi tabú en economía monetaria, que es que la deflación no solo no es problemática, sino que en realidad es beneficiosa (pp. 118–119). Salin vuelve a este punto a lo largo del libro (pp. 41-42; 157-158; 226), reiterando la idea de que “contrariamente a ideas ampliamente sostenidas, la deflación es preferible a la inflación”.
Otros análisis igualmente esclarecedores pueden encontrarse a lo largo del libro y hacia el final del mismo Salim ofrece algunas frases muy citables: por ejemplo, al explicar la integración monetaria en Europa argumenta que “el euro es el resultado de una aproximación que mezcla nacionalismo monetario, politización del dinero, sustitución de la pseudo-independencia por un control externo por competencia y el uso de un proceso obligatorio y constructivista en lugar de uno espontáneo” (p. 241).
No debería ser ninguna sorpresa que este libro tenga resonancias de las teorías monetarias clásica y misesiana y se oponga a menudo a la gran mayoría de los modelos monetarios modernos y sus conclusiones. Y aun así, el sistema de análisis monetario de Salim sí contiene algunas características propias. Algunas se deben a que el autor usa su propia terminología en situaciones tal vez innecesarias, como sustituyendo “coacción” por “intervención pública” o introduciendo “jerarquía” en las explicaciones de la creación del dinero (p. 102) para referirse a la existencia de un banco central.
Otras características propias de mayor peso creo que son reminiscencias de la familiaridad el autor con el análisis económico ortodoxo. Un ejemplo es el capítulo sobre la demanda de dinero, que contiene una explicación de los roles del dinero y la definición de dinero. Diferentes opiniones entre escuelas monetarias de pensamiento se originan desde estos aspectos: los análisis modernos en la práctica rebajan la función del dinero como medio de intercambio en relación con su rol como almacén de valor o unidad de cuenta cuando construyen modelos basados en una economía de trueque en la que se introduce posteriormente un numéraire. Sin embargo, Mises (1953, pp. 30-37), consideraba a los dos últimos papeles del dinero como funciones secundarias que solo pueden derivar de la función primaria de una moneda como medio de intercambio y a menudo alertaba de los peligros de la “ficción del trueque” (Mises, 1998 [1949], p. 202), como la llamaba, para un buen análisis económico.
Sin embargo, Salin es bastante poco convencional en su aproximación: aunque reconoce la importancia de las funciones del dinero, evita diferenciar entre el rol del dinero como medio de intercambio y el de almacén del valor a lo largo del tiempo. Históricamente, argumenta, “es posible que estos roles hayan aparecido gradual y más o menos simultáneamente, así que no es posible considerar que uno preceda claramente al otro” (p. 30) y sugiere que teóricamente, “el rol de patrón de valor [numéraire] no es necesario para que un bien sea considerado dinero, al contrario que los otros dos roles” (p. 30). Sin embargo, a esta explicación le sigue otra bastante confusa de cómo el dinero, si se introduce solo como numéraire, deja a los precios relativos sin cambios comparados con un estado de trueque. Pero Salin no específica si este es un ejercicio abstracto inútil o más bien un supuesto ficticio contrario a la realidad económica.
Más tarde en el libro, este análisis precario parece perjudicar la explicación sobre el crecimiento real y el crecimiento monetario bajo tipos fijos de cambio, para el cual Salin usa el ejemplo de los vasos comunicantes (p. 162). Esta visión hidráulica del ajuste de la balanza de pagos (que también se ve a menudo en teorías del ciclo económico) olvida los efectos Cantillon de la inflación monetaria responsables de los cambios graduales e irreversibles en los precios y la redistribución de riqueza que produce inevitablemente la creación de dinero en una economía cerrada o abierta. Más en concreto, esa opinión en realidad contradice el análisis monetario general de Salin en términos de decisiones individuales de balance de caja. En el mejor de los casos, las opiniones del autor sobre estos puntos son confusas y por tanto fáciles de ser malinterpretadas; en el peor, se alejan del por otro lado solido alegato que hace contra las políticas monetarias y de balanza de pagos.
A pesar de estos asuntos, este pequeño libro es en conjunto un placer para leer. Dominador del lenguaje de la economía monetaria moderna, Salin hace amplio uso de ecuaciones y gráficos de una manera pertinente y amigable para el usuario: unidos a explicaciones claras y concisas, estos elementos matemáticos normalmente proporcionan rigor y estructura al análisis. Aunque puede que no sean indispensables, sí mejoran algunos de los argumentos y están cuidadosamente dosificados para no obstaculizar el flujo general de la narración. Algunos lectores pueden incluso pensar que el enfoque único de Salin sobre la teoría económica tal vez les haya privado de algunas de las explicaciones de su aspecto histórico, en particular en el capítulo 20, que analiza la evolución a largo plazo de los sistemas monetarios. La colección de ensayos monetarios de Joseph Salerno (2010), que se centra en la historia de los sistemas monetarios, el desarrollo de las políticas monetarias y de balanza de pagos y la historia del pensamiento monetario podrían ser una buena compañía para el libro de Salin.
En conclusión, The International Monetary System and the Theory of Monetary Systems está repleto de argumentos bien justificados e ideas provocadoras de pensamientos. Así que es al mismo tiempo un recurso útil y distintivo para investigadores y estudiantes de economía y un viaje intelectualmente emocionante hacia los principios de las monedas nacionales fuertes y a cómo construir sistemas monetarios internacionales sólidos.
El artículo original se encuentra aquí.
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Star Wars: Los últimos jedi es ahora mismo el único tema más polémico que Trump e indudablemente el único que causa un número mayor de debates inútiles. Dada esta dudosa distinción, resulta apropiado que Kate Aronoff, de The Intercept, haya juntado los dos temas en un comentario reciente sobre la película. Los escritores de The Intercept tienden a ser sólidos en temas como la guerra y la supervisión del gobierno, pero defectuosos en economía, y el artículo de Aronoff, que combina ambas cosas, es una mezcla predecible. Aun así, plantea algo importante: en Los últimos jedi, la franquicia Star Wars ha abandonado su narrativa de buenos y malos abstractos y ha adoptado una postura más concreta en una lucha actual de clases.
Buena parte de Los últimos jedi gira en torno a la cuestión de si la orden Jedi como tal era realmente tan buena y tan valiosa como las leyendas acerca de ella habían llevado a creer a la gente. Luke Skywalker niega con firmeza que lo fuera. Aronoff ve correctamente esta crítica y la película en general, como una “refutación de las élites políticas y el gobierno de los expertos, lleven estos hojas Excel o espadas de luz” y también como un rechazo en la práctica del “argumento eugenésico de las precuelas de que el acceso a la fuerza es un destino genético”.
Hasta aquí, bien. El problema es sin embargo que Aronoff ve principalmente la lucha de clases de Los últimos jedi en términos extremadamente simples como una lucha entre el proletariado y el “1%” o, como ella misma indica, entre las filosofías de las administraciones de Obama y Trump, respectivamente.
Este tipo de aproximación a la lucha de clases se basa en una interpretación algo vulgar de Marx, que divide la sociedad en los grandes grupos de ricos y pobres. Pero esta comprensión común de las clases olvida algunas cuestiones vitales acerca de los fundamentos del conflicto, por ejemplo, temas como cómo los ricos se hicieron ricos y exactamente cómo los explotadores son capaces de aprovecharse de resto de la sociedad con impunidad. Sobre estos temas, la visión populista tiene pocas ideas que ofrecer. Por suerte, hay otra tradición más antigua, que sí proporciona algunas respuestas: la visión liberal clásica de la explotación.
Esta teoría, que Marx y sus seguidores adaptaron posteriormente para servir a sus propias necesidades, se origina en las obras de los liberales franceses del siglo XIX. Los liberales veían al poder político y sus privilegios como las principales fuentes de distinciones de clase. La sociedad puede dividirse entre la clase productiva y la clase política: la primera crea riqueza mediante cooperación pacífica y comercio, mientras que la segunda redistribuye sistemáticamente la riqueza por la fuerza. En último término, algunos grupos en la sociedad son beneficiarios netos de esta explotación, mientras que otros son perdedores netos de ella. Sin embargo, la clase política no se limita a los cargos públicos. De hecho, los liberales destacan el daño particular que los poderes que otorgan los estados a sus productores favorecidos. Los privilegios de monopolio introducen una cuña entre consumidores y empresarios y hacen posible que haya empresas que exploten mercados restringidos artificialmente a costa de la sociedad. Así el estado establece e institucionaliza las distinciones de clase e inevitablemente los conflictos.
Una de las formas más destructivas en las que se usa el privilegio político es en apoyo del estado en sus actividades bélicas. Como señalaba Mises, la guerra toma la eficiencia del mercado y la dedica a un uso inhumano en la creación de tecnologías cada vez más devastadoras que los estados están encantados de usar, pero que tienen poco o ningún valor para una sociedad pacífica. Esto es especialmente relevante para Star Wars.
La teoría liberal de la lucha de clases se muestra en todo su esplendor en Los últimos jedi. Es particularmente evidente durante las escenas del planeta casino Canto Bight. Durante una breve visita, Rose Tico se toma un momento para explicar al antiguo guardia de asalto Finn cómo se hicieron tan ricos exactamente sus habitantes: “Solo un negocio en la galaxia puede hacerte así de rico: vender armas a la Orden Primera”.
Décadas de conflicto galáctico han destruido la posibilidad para la mayoría de los empresarios de beneficiarse de alguna manera que no sea inventando máquinas de guerra cada vez más devastadoras. Un pensamiento más profundo y liberal es que los jerarcas de Canto Bight no son malos simplemente porque son ricos: son malos porque se hicieron ricos vendiendo armas de destrucción masiva a los distintos estados de la galaxia: el Imperio, la Orden Primera y, sí, también a la República y la Resistencia. Hay un momento especialmente eficaz en el que el rebanador DJ mira los registros de ventas de un vendedor de armas y descubre una orden de X-Wings entre el inventario. En otras palabras, incluso la Resistencia, supuestamente luchando por la verdad y la justicia, se enreda en la misma red destructiva de la política galáctica como sus enemigos más evidentemente malvados.
Por cierto, que este no es el único aspecto perturbador de la Resistencia. Como han observado otros, la participación en la Resistencia no es asunto de decisión personal: a Finn y otros, por ejemplo, se les impide por la fuerza abandonarla. Puedes considerarte a ti mismo como un noble líder de la Resistencia tanto como quieras, pero, al final, si estás obligando a otros a morir por tu visión política galáctica, eres uno de los malos. La guerra es mala, sin que importe cómo se llame a sí misma tu organización política, y aunque esta implicación de la película es sin duda inintencionada, aun así es instructiva y tiene que repetirse.
Así que la lucha de clases en Los últimos jedi no trata solo de la Orden Primera y la Resistencia, sino que también existe dentro de cada organización. Tal vez esta sea una razón por la que tanto la capitán Phasma como la vicealmirante Holdo tienen tantas ganas de dar ejemplos frente a la subordinación en las tropas inferiores.
Aronoff está cerca de señalar estas cosas, pero sin la teoría liberal, nunca llega al núcleo del problema: los estados son las fuentes principales de luchas de clase, así como de guerras. Sin embargo, su artículo sí concluye con una idea útil: añorar los días pasados y tratar desesperadamente de recrearlos es una vía al desastre (es vanidad, por usar la palabra de Luke Skywalker). Ansiar la época de Obama o la Vieja República (que no puedo resistirme a señalar que Aranoff identifica constantemente de forma errónea como la Nueva República) es básicamente nostalgia por un mundo que nunca existió (también es una metáfora que los seguidores enfurecidos de Star Wars podrían asumir por completo). El problema real es mucho más que limitarse a decidir quién va a estar en el poder: es si el poder y sus privilegios deberían existir en absoluto.
Como señala DJ: “Todo es una máquina, socio. Vive libre y no te unas”.
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Rodríguez tiene razón en sus críticas a las políticas europeas, profundamente intervencionistas, pero la solución no debería ser aún más intervencionismo sino menos.
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La acumulación de riqueza que genera la libertad económica le sienta extraordinariamente bien al medioambiente.
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Ninguna parte de la economía parece más enrevesada que el sector de la atención sanitaria. Esta comprende una enorme variedad de servicios y Procedimientos y normalmente se incluye en un marco legal complejo, influido por poderosos grupos de interés y monopolios estatales. La experiencia médica, obtenida a través de años educación y formación, aparentemente invalida la elección del consumidor. Las complejidades de los desórdenes de salud y su terminología aumentan Esta falta de conocimiento para que el individuo en tienda y tome decisiones de forma autónoma.
Por otro lado, también las emociones intensas actúan como fuerza motriz. El temor a sufrir y a una atención inaccesible llevan a una demanda de seguridad en manos de los expertos que idealmente actuarán siguiendo una ética médica. Probablemente sea nuestro temor más profundo como humanos enfermar y no recibir atención, deteriorarse, afrontar la pérdida de empleo o incluso la exclusión social. Y por supuesto, ante el sufrimiento uno no quiere estar a merced de expertos con ánimo de lucro. Finalmente, los economistas neoclásicos utilizaron los argumentos del fallo del mercado (asimetría de formación, incertidumbre de resultados, el problema del agente principal, riesgo moral, etc.) para afirmar que la atención sanitaria es inapropiada para los mercados. A esto le siguieron pronto las demandas de controles públicos.
Y eso ha pasado también en Suiza. A finales del siglo XIX, demandas de responsabilidad sobre accidentes relacionados con el trabajo generaron la demanda de un seguro obligatorio. La introducción simultánea del seguro sanitario y de accidentes en su gran vecino Alemania (bajo el canciller Bismark) en 1884 sirvió como modelo para sindicatos y organizaciones empresariales. En 1914, un referéndum popular llevó a la introducción del seguro obligatorio de accidentes para ciertos sectores. Además, las aseguradoras de salud se pusieron bajo supervisión federal y a los 26 cantones (o estados federados) del país se les dio autoridad para subvencionar y organiza instituciones de atención sanitaria. Sin embargo, aparte de los subsidios, el gobierno tenía poco que decir en atención sanitaria. De hecho, aparecieron 26 sistemas distintos de atención sanitaria. A lo largo del siglo XX varios referéndums de los socialdemócratas fueron derrotados por una mentalidad liberal tradicional, pero evanescente. El gobierno del país, el Consejo Federal, normalmente defendía la responsabilidad individual y la competencia como sellos distintivos de este sector. Finalmente, en 1994, bajo la presión de los costes y primas en constante crecimiento, una mínima mayoría de votantes (51,8%) aprobó una ley nueva, más colectivista e intervencionista, llevando a una típica “tragedia de los comunes” al mutualizar políticamente la mayoría de los gastos de atención sanitaria. Fue el punto de inflexión de la atención sanitaria suiza. La nueva legislación incluía seguros sanitarios obligatorios (antes el 97% con trataba voluntariamente seguros de salud), primas iguales por cabeza, con subvenciones para las familias de rentas bajas, la libre elección de un proveedor de seguro sanitario y un plan de tarifas nacionales de servicio (llamado el “Tarmed”). El paquete básico obligatorio de seguro se determinaba políticamente y solo estaba limitado por una cláusula que indicaba que los servicios médicos debían ser “eficaces, económicos y apropiados”.
Llevó casi diez años desarrollar el introducir el Tarmed en 2004, que comprendía unas 4.500 “posiciones” codificadas, definidas por tiempo o procedimiento, para todo tipo de servicios ambulatorios.[1] A partir de entonces, este plan definía qué servicios eran rentables y cuáles no. Determinaban los procesos del trabajo diario sobre la base del reembolso del seguro y por tanto condicionaban a sus usuarios. Perjudicaba la innovación al mirar hacia atrás y a la eficiencia por la necesidad de facturar tiempo. Solo dos estrategias llevarían a una renta creciente, la expansión de la cantidad de servicio y/o centrarse en las tarifas más rentables. Pero, por supuesto, se supone que los médicos no actúan en busca de lucro. En la vida real, entre ciertos profesionales sanitarios, se burlaban del Tarmed llamándolo una “tienda de autoservicio” para ganancias, limitada solo por la creación de barreras de entrada, como las etiquetas de certificación y calidad. Este plan también atrajo la atención más allá de sus fronteras. De 2003 a 2015, el número de doctores en ejercicio por cada 1.000 habitantes creció de 3,7 a 4,2 (la media de la OCDE es de 3,3) con una parte creciente de ellos (el 32,9% en 2016) formados en el extranjero. Como la facturación es complicada y en parte se paga directamente por las aseguradoras, hay poco control por parte del paciente. Un creciente control por parte del tercero pagador fue la respuesta, alineada con sus propios intereses.
Dadas las imperfecciones del Tarmed, como los costes cambiantes de las infraestructuras, el progreso tecnológico y los incentivos inapropiados, todos pasaron a tener claro a lo largo del tiempo que se necesitaba una adaptación. No es sorprendente que varios intentos de revisión fracasaran debido a que los grupos de interés que estaban negociando (la asociación médica, las aseguradoras y los hospitales) no podían ponerse de acuerdo. ¡Qué sorpresa! Entretanto, las primas de seguro aumentaban anualmente un 4% de media y aproximadamente un tercio de los residentes suizos reciben ahora subvenciones para pagar dichas primas.
La propuesta más reciente de revisión en 2016, elaborada por un grupo de unos 150 “expertos” fue rechaza en votación por la asociación médica y llevó a la intervención del Consejo Federal para imponer una serie de correcciones. Así se llegó a una completa centralización. A partir del año siguiente, por ejemplo, las operaciones de cataratas generarán un 44% menos de ingresos, los stents cardiacos un 25% menos y una consulta con el médico de cabecera un 4,8% más.
La idea de precios administrados centralizadamente, basada e el teoría del coste del valor sigue prevaleciendo en las mentes de la mayoría de la gente.
Otro movimiento único suizo se produjo en 2009 cuando se aprobó un referéndum sobre la inclusión de atención alternativa (acupuntura, medicina antroposófica, fitoterapia, homeopatía) en la cobertura básica del seguro. Un médico de familia con un grado en una de estas terapias podía tener ahora sus tratamientos cubiertos por el seguro básico. En otras palabras, siendo un médico certificado, se puede tratar la “energía vital” de cualquiera con agujas o globuli, financiado por el colectivo. Como ejemplo de la vida real, el otro día hablaba con una joven médico alemán que me explicaba que su motivo para mudarse a Suiza era exactamente ese. Facturar seguro básico con acupuntura. A ella le parecía inmoral que en Alemania solo los seguros privados cubrieran la acupuntura. Todos deberían tener ese privilegio de atención sanitaria, en línea con la tradición de Bismarck.
Las discusiones actuales entre los grupos de interés son principalmente en torno a cómo ajustar el sistema, en otras palabras, corregir el “fracaso del sistema” de arriba abajo. Por ejemplo, sobre qué sistema de pago es mejor, tarifa por servicio, pago por cabeza, presupuesto global o grupos relacionados con el diagnóstico. Pacientes y contribuyentes quedan fuera de esta discusión. Las reclamaciones de más competencia han llevado a un sistema “regulado”, pero muy distorsionado. Solo es privado en el sentido de que el lado de la oferta (hospitales, profesionales de la medicina, aseguradoras) puede ser de propiedad privada. Pero el ofertante compite por unas tarifas administradas centralizadamente bajo un estrecho corsé regulatorio, impuesto por el gobierno, el derecho federal y la asociación médica suiza. Las empresas de seguros se han convertido en simples instituciones para repartirse los costes.
Por desgracia, el término “económico” fue secuestrado con éxito por economistas neoclásicos y políticos. La naturaleza de la economía de la salud es una de medir resultados sanitarios y calcular con precios fijos. Hasta hora, nadie se atreve a cuestionar sus fundamentos, que son el dogma del “fallo del mercado” para esta enorme multitud de servicios. Tristemente, los profesionales de la salud habitualmente se resisten a las discusiones económicas. Junto con éticos y sociólogos, igualan economía con ansia de lucro, explotación y una amenaza a la profesión médica y la autonomía ética. ¿Pero no tienen ellos mismos intereses a costa de las primas de los seguros cautivos y los contribuyentes? De hecho, los derechos en ambos bandos entran en conflicto entre sí. El seguro obligatorio creó un derecho a atención, el progreso científico creó un derecho a ser curado. Las asociaciones médicas crearon un derecho a un monopolio en la provisión de atención sanitaria. Y finalmente, la larga y ardua formación médica creó un derecho a un estatus de experto y una renta apropiada.
El colmo del absurdo se alcanza con el hecho de que no existe realmente el “sector” de la atención sanitaria. Igual que el concepto de nación, solo existe en nuestras mentes. Está constituido por innumerables decisiones individuales dirigidas por incentivos y la subjetividad intrínseca de la medicina y el propio concepto de salud.
¿Cómo podemos resolver este rompecabezas? Podríamos tener que explicar las cosas al revés y preguntarnos dónde empezó este lío, aunque se basare n buenas intenciones.
Para eso es necesario cuestionar primero el dogma del fracaso del mercado, l concepto académico de medicina y las asociaciones médicas monopolistas, así como la idea de un tercero pagano para todos los servicios, lo que no es un seguro real, sino un politizado “bufet con todo incluido” una vez se ha pagado la entrada.
El artículo original se encuentra aquí.
[1] En la ley, cada servicio o procedimiento tiene una “posición” igual a un número o código.
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Muchos de nuestros lectores puede que recuerden el final de los 80. Había cientos de películas, canciones y libros acerca de la inevitable invasión económica japonesa. Quienes no hayáis vivido ese periodo podéis ver que no ocurrió.
¿Por qué? Porque el milagro de crecimiento japonés se construyó sobre una burbuja masiva de deuda y, una vez estalló, el país cayó en el estancamiento durante la mayor parte de dos décadas. Todavía no se ha recuperado.
China presenta muchas similitudes en su modelo económico. Deuda masiva, exceso de capacidad y objetivos de crecimiento planificados centralizadamente.
Muchos economistas e inversores se sienten aliviados por que China siga creciendo al 6,8%. Deberían pensarlo dos veces. Por un lado, el nivel de crecimiento está claramente sobrestimado. Con cualquier medición realista del crecimiento, el aumento anual del PIB de China es notablemente menor del que muestran las cifras oficiales. Patrick Artus, economista jefe global en Natixis Global Asset Management, así como otros economistas han señalado que ha habido una escisión importante desde mediados de 2014 entre el cálculo oficial del crecimiento del gobierno y los indicadores más fiables. Por un lado, incluso si estamos de acuerdo con las lecturas oficiales, este crecimiento se ha logrado utilizando un nivel de deuda preocupantemente alto.
El crecimiento chino del 6,5% vino con un crecimiento anual de más del 14% de la oferta monetaria. La deuda total se ha cuadruplicado desde la crisis financiera y los mensajes oficiales de “medidas para controlar la deuda” ha mostrado una realidad diferente. China ha añadido más deuda en 2017 que en la Unión Europea, Estados Unidos, Reino Unido y Japón juntos. El FMI estima que la deuda en proporción al PIB puede aumentar del 235% a casi el 300% para 2022.
Este aumento de la deuda no debería ser una preocupación si generara retornos económicos sólidos, pero las últimas cifras muestran que más del 40% de los componentes del Índice Hang Seng están añadiendo deuda para pagar intereses y China necesita ahora cuatro veces más deuda para generar el mismo crecimiento que en 2007. Ahora los rendimientos de los bonos están aumentando, lo que ha disparado un aumento en las cancelaciones de bonos. Las empresas pospusieron o cancelaron un total de 71 emisiones de bonos por un valor combinado de 13.420 millones de dólares en noviembre, según Reuters. Aunque los rendimientos de los bonos no están a niveles excesivos, con el bono chino a diez años todavía por debajo del 4%, la mayoría de empresas y familias no pueden absorber un aumento modesto en los rendimientos debido a los bajos retornos e ingresos que tienen. Una burbuja masiva de vivienda ha creado un aumento en la deuda de alto riesgo.
El exceso de capacidad ha aumentado y la industria se enfrenta a la tarea imposible de mantener capacidad y empleos al tiempo que se desapalanca. Y salir del exceso de capacidad mediante la exportación no es fácil. En 1992, solo dos países del G20 tenían a China como uno de sus cinco primeros destinos de exportación, ahora son quince. Sin embargo, en 1992 China tenía un déficit de capacidad productiva, ahora tiene un exceso de capacidad del 60% y (como no puede destruir ese exceso en una economía planificada centralizada) trata de exportarla. Pero esto es casi imposible de lograr cuando el exceso de capacidad es un problema endémico en todo el mundo.
Es verdad que los desequilibrios chinos están sobre todo denominados en moneda local, que la tasa de ahorro familiar es saludable y que los sectores de alta productividad están funcionando bien, pero también eso pasaba con Japón a finales de los 80. Y ninguno de estos factores compensa los grandes riesgos creados por la burbuja inmobiliaria y el exceso de deuda tomada por conglomerados de propiedad estatal y negocios privados. Estos riesgos son altamente desinflacionistas y probablemente van a impactar globalmente en el crecimiento a largo plazo y las expectativas de inflación. Como China trata de salir de la burbuja mediante exportación, no debería infravalorarse el impacto sobre los precios del comercio en todo el mundo. No deberíamos ignorar tampoco los riesgos financieros. Aunque las preocupaciones financieras de China se concentran sobre todo en su propio sistema y moneda, esto no significa que puedan descartarse efectos contagio mundiales.
China es un gran riesgo y el mejor resultado para todas las economías del mundo sería que el gobierno olvidara objetivos imposibles de crecimiento y se centrara en reducir los crecientes desequilibrios financieros. Todos preferiríamos una tasa modesta de crecimiento chino en lugar de una crisis inevitable.
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Los libertarios defienden la tolerancia radical. El Libertarismo es una doctrina exigente, exige que nos ocupemos de nuestros propios negocios, incluso si la mayoría de nosotros preferiría no hacerlo. En una sociedad libre, algunos elegirán estilo de vida tradicionales. Otros elegirán nuevas maneras de vivir. Algunos elegirán comunidades unidas. Algunos elegirán comunas. Algunos elegirán una vida en soledad. Algunos serán malvados. Algunos serán virtuosos. Siempre y cuando una persona viva en paz y respete la Libertad de los demás, ella podrá utilizar su vida como lo prefiera. Los Libertarios dicen, “Vive y deja vivir”. Nadie debe ser forzado a compartir la visión de otra persona de lo que es la buena vida. Incluso cuando vemos que otros llevan vidas perversas, imprudentes, autodestructivas o estúpidas, debemos dejarlos, siempre y cuando esas personas respeten los derechos de los demás. Podemos tratar de persuadir a otros a cambiar sus formas. Podemos establecer buenos ejemplos. Pero no podemos obligarlos a hacerlo mejor.
Los libertarios defienden un voluntarismo radical. Los Libertarios quieren que todas las interacciones humanas se basen en el consentimiento, no en la fuerza. Cada persona debe ser soberana sobre su propia vida.
Los libertarios defienden el respeto radical. Todo adulto normal tiene el poder de desarrollar y actuar bajo la concepción de la buena vida y un plan para llevar a cabo dicha concepción. Las personas son agentes de sus propias vidas. Este asunto es importante, es lo que diferencia a los humanos de otras criaturas sensibles. Para respetar a los individuos como agentes, debemos otorgarles una esfera de libertad personal, civil y económica lo más amplia posible, en consonancia con que otros tengan una igual esfera de libertad.
Los libertarios defienden la igualdad radical. Ninguna persona o grupo de personas tiene alguna autoridad especial sobre otras. Ningún derecho. Cada persona, independientemente de sus habilidades, virtudes o clase social, tiene fundamentalmente el mismo estatus moral. Todos somos igualmente soberanos sobre nosotros mismos e igualmente no soberanos sobre otros.
Los libertarios defienden la paz radical. Muchas personas parecen creer que los gobiernos pueden tratar a los ciudadanos de otros países como si no fueran completamente humanos. Los libertarios creen que cada persona, sin importar dónde haya nacido, tiene la misma posición moral. Ninguna nación puede sacrificar los intereses de los extranjeros para impulsar su propia economía. El imperio y la conquista nunca están justificados. Los gobiernos no pueden hacer la guerra solo por buscar ventajas para sus ciudadanos. Los gobiernos pueden hacer la guerra solo en legitima defensa.
Los libertarios defienden la responsabilidad. En una sociedad libre, la gente debe tener responsabilidad por cada una de sus decisiones. No deben externalizar hacia otros los costos de sus malas decisiones. Los libertarios también creen que una persona libre y responsable se juntara con otros para solucionar problemas.
Por lo tanto, los libertarios abogan por la libertad radical. Cada persona puede decidir cómo irá su propia vida. No necesitamos justificarnos ante los demás. Cada uno de nosotros posee una inviolabilidad fundamentada en la justicia, que prohíbe el sacrificarnos para lograr una mayor estabilidad social, eficiencia económica o fines culturales deseables.
Traducido del inglés por Dakar Parada
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