Individualismo es hoy una palabra mal vista, y ha llegado a relacionarse con egotismo y egoísmo. Pero el individualismo del que hablamos, contrariamente al socialismo y las demás formas de colectivismo, no está en conexión necesaria con ellos. – Friedrich August von Hayek. Camino de servidumbre.
En un artículo reciente titulado La ley, solo la ley, toda la ley, Juan Manuel López Zafra, autor de Regreso al patrón oro, comenzaba de una forma elegantemente sencilla escribiendo “soy liberal”, pues bien, soy paleo.
Quisiera explicar, en las siguientes líneas, por qué son los postulados del paleolibertarismo aquellos con los que más me identifico ideológica y filosóficamente.
Lo primero que deberíamos comentar es la diferencia básica entre un liberal clásico y un libertario, acerca de la cual he reflexionado mucho, pero quizá no lo suficiente todavía. Desde mi punto de vista es básicamente la forma de ver al Estado: un libertario ve dicho ente como algo negativo, puesto que es un ente de adscripción no voluntaria, que se sustenta en la violencia (solo puedes dejar de pertenecer al Estado si abandonas el territorio al que está adscrito, que considera como una propiedad suya; y este lo sostienen los individuos gracias a su propiedad, mediante medidas como los impuestos, las expropiaciones y las tasas, bajo amenaza violenta, ya que de incumplirlo, supone un castigo administrativo o penal), mientras que, un liberal aprecia como algo positivo siempre que el peso del mismo sobre la sociedad sea bastante reducido (principio del minarquismo, en base al cual, este solo debe limitarse a un mínimo de competencias).
Una vez enunciada esa diferencia, hay que afirmar que, si bien es cierto que hay pensamiento heterogéneo entre libertarios, el “mainstream” de dicha corriente ideológica coincide en cuestiones morales con la izquierda, en cuanto a valores morales e instituciones sociales, entre otros conceptos.
Prueba de esa heterogeneidad es que existe una rama conocida como “paleolibertarismo”. Hablamos de una corriente fundada por Lew Rockwell y Murray N. Rothbard, teóricos libertarios de los que hablaré más adelante.
A continuación, explicaré las diferencias de esta rama con respecto a lo que podemos considerar como “mainstream”.
Autoridades naturales ante autoritarismo estatal
Ciertos libertarios a menudo confunden la batalla contra la autoridad estatal con la batalla contra la autoridad natural. El paleolibertarismo solo cuestiona aquella de carácter estatal, por el hecho de ser un resultado del ejercicio monopolístico de la violencia. Asimismo, reconoce la autoridad natural a la que los individuos se someten voluntariamente. La de Dios para los cristianos, la del empresario para los trabajadores, la del profesor para sus alumnos…, cada una de ellas sin salirse de, lo que Lew Rockwell denomina “su esfera de autoridad”. De hecho, en muchas ocasiones son ellas las que restringen la acción estatal sobre “su esfera de autoridad” (todo esto, además, da razones para que en ocasiones, el individuo se rebele contra la acción estatal).
La propaganda estatal y ciertas legislaciones, en base a lo que Hans-Hermann Hoppe definía como “socialismo de ingeniería social”, son medios mediante los cuales, el Estado puede atentar sin demasiada dificultad contra esas autoridades e instituciones naturales, para imponer cierta moral. Por lo tanto, es sencillo y lógico que cierto colectivo defensor de cierta autoridad moral a la que se somete voluntariamente decida rebelarse contra el Estado por este motivo.
Ahora bien, cabe destacar que no pocos libertarios aplauden la “guerra sucia” contra las instituciones naturales y tradicionales, que responden al orden espontáneo, tales como la Iglesia, la familia, la empresa, la comunidad de propietarios. En cambio, los paleolibertarios entendemos, de acuerdo con lo que señala Rockwell en The case of paleo-libertarianism, que son, precisamente, estas instituciones naturales las que garantizan el orden así como, por ende, la libertad y el respeto a la propiedad privada.
Defensa de los valores tradicionales
Como se ha dicho al principio, ciertos sectores del movimiento libertario desprecian los valores tradicionales (esto podría ser considerado como irrelevante si no hicieran de tal hecho una bandera libertaria). Practican el rechazo a los mismos en base a una estrategia de purismo, esto es, que consideran que por ello serán más libertarios. Sin embargo, esto es absurdo ya que el movimiento libertario tan solo ha de basarse en la defensa de la libertad y del derecho a la propiedad, aunque esto haga que ciertos libertarios defendamos, sin reivindicar ejercicio de coacción alguna sobre terceros, ciertos valores y tradiciones.
Mientras que hay sectores que consideran el rechazo a dichos valores y tradiciones como algo que simboliza rebeldía, hay otros libertarios que, al confundir el individualismo con el egoísmo, rechazan ciertos valores, también tradicionales, como la solidaridad y la empatía, entre otros. Estos provienen de una sección liderada por los objetivistas randianos (los denomino así ya que el “objetivismo” fue una teoría elaborada por la filósofa ruso-estadounidense Ayn Rand, quien a pesar de ser una gran filósofa y haber contribuido notabilísimamente a la causa libertaria, ha creado una profunda brecha en el seno del libertarismo, algo que, actualmente, supone un gran problema).
Distanciamiento del egoísmo racional
Siguiendo en la línea de lo comentado anteriormente, el paleolibertarismo también marca distancias con el egoísmo racional. Algunos términos de esta teoría filosófica, que se muestran descriptivamente en novelas como La Rebelión de Atlas (cuya autora es Ayn Rand), son plausibles; y podemos considerar como ejemplos los siguientes: la lucha constante por cumplir los objetivos vitales de uno mismo, el enriquecimiento como algo positivo… Pero otros, como el rechazo a la solidaridad, son completamente contradictorios con la moral clásica judeo-cristiana, que es base de la civilización occidental, y que muchos defensores de la libertad y el derecho de propiedad consideramos fundamental en nuestras vidas. A este respecto, los paleolibertarios consideramos dicha moral como apropiada para fundamentar los pilares de nuestra civilización, aunque como libertarios, no deseemos imponérsela al resto de ciudadanos.
Adicionalmente, he de precisar que, la voluntariedad es intrínseca a la solidaridad. Por ello, y como libertarios, consideramos que no puede existir una solidaridad que se base en la coerción por un tercero.
Los libertarios (especialmente los “paleo”) ante los entes supranacionales y el “globalismo”
A menudo, se denomina «globalismo» ó «mundialismo» a la posición partidaria de la consolidación de un único Estado mundial con sus propios tribunales, su propio gobierno y legisladores, y su propio ejército. El mundialismo se refleja en organizaciones como la ONU, aunque actualmente no tiene capacidad legislativa, algo que no pocos reclaman (un caso se da cuando estos reclaman que se debería expulsar de dicho ente a países que rechacen acuerdos adoptados por amplia mayoría de los estados miembros, como puede ser el Acuerdo de París).
Algo similar suele darse respecto a lo que podemos considerar como capacidad legislativa, cuando los mundialistas pretenden que las resoluciones de los consejos tengan “poder coercitivo” como reclamaba El Diario en un artículo sobre la resolución 2334 del Consejo de Seguridad de la ONU contra Israel. Asimismo, cabe destacar que otra reivindicación mundialista para con la ONU es convertir a los Cascos Azules en un verdadero ejército para intervenir en conflictos ajenos a los países que proporcionan integrantes para este “cuerpo militar”.
De hecho, lamentablemente, ya tiene una parte conseguida, relacionada con el ámbito judicial: tribunales internacionales como el de La Haya, cuya función es velar por el cumplimiento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sin contar con verdaderos jueces que puedan aplicar normas claras en concordancia con los fundamentos del Derecho.
Ahora bien, podemos considerar que la corriente mundialista ya ha logrado una primera conquista, gracias a organizaciones supranacionales con poderes completamente efectivos, como la Unión Europea (UE), que tiene poder ejecutivo (ejercido por la Comisión Europea), legislativo (le compete al Parlamento Europeo) y judicial (ejercido por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea). Se está consolidando un mega-Estado europeo, lo cual aleja a los habitantes, más aún, de la consecución de la soberanía individual.
De hecho, cabe recordar que la UE cuenta con una moneda única (euro), controlada por el Banco Central Europeo (BCE), un organismo que, si bien es cierto, se suponía que emitiría moneda de una forma aproximada a la de algunos patrones naturales debido a sus estatutos de funcionamiento (aparte de contrarrestar el fenómeno del nacionalismo monetario), sigue provocando inflación monetaria, aún en momentos en los que parece que nos adentramos en una burbuja. Así pues, hablamos de un mero organismo regulador y prestamista de última instancia para los grandes bancos y los Estados miembro de la Zona Euro, lo cual le hace susceptible de quedar a merced de las élites políticas.
Por tanto, dada nuestra defensa de la descentralización política y territorial, así como, en particular, del localismo, los libertarios (especialmente los paleo), nos rebelamos contra estas nuevos entes y élites supranacionales.
Los referentes intelectuales y políticos
El primero en exponer detalladamente las ideas de la corriente paleolibertaria es el presidente del Mises Institute, Lew Rockwell, autor del artículo The Case of Paleolibertarianism, en el que manifestaba su rechazo a las nuevas corrientes del libertarismo, que habían empezado a prevalecer en el Partido Libertario estadounidense, además de comenzar a constituir el «mainstream» del libertarismo, considerando muchos que sus posturas son las únicas en la corriente libertaria, lo cual resulta peligroso. Prueba de ello son las múltiples reacciones al artículo de Lew.
Murray Rothbard, por su parte, escribió otro artículo titulado Why Paleo?, en el que defendía lo expuesto por Rockwell y hacía un gran análisis de las nuevas derivas del libertarismo y de las nuevas opciones estratégicas que se presentaban a los movimientos por las libertades ante la nueva situación política a nivel global. En él denominaba al mainstream libertario “nihilolibertarismo”, debido al desconocimiento que les achacaba de sus propias filosofías, insinuando incluso que en el movimiento “nihilo” podía haber muchos paleos desconcertados.
Respecto a la parte política, hablaré primero de lo relacionado con los Estados Unidos, donde nos encontramos con varios ejemplos. El principal es el ex congresista Ron Paul, uno de los políticos libertarios más aclamados en ese país, que ha sido candidato presidencial por el Partido Libertario y, en varias ocasiones, congresista por el Partido Republicano. No pocas veces ha hecho críticas el político texano al Partido Libertario y sus dirigentes (la última la hizo durante la campaña electoral a Johnson, el entonces presidenciable de la formación libertaria, al expresar que el preferiría optar por la candidata del Partido Verde, a quien consideró como la más acertada en política exterior). Además, tiene un blog donde hace análisis políticos nacionales y, ocasionalmente, ha hecho críticas al actual presidente, Donald Trump, de la misma forma que, en otras ocasiones, ha aplaudido algunas de sus medidas y estrategias.
En España, quizás, el mayor representante de estas ideas es el profesor Miguel Anxo Bastos, quien en una conferencia titulada “Libertarismo y Conservadurismo”, expresó de una forma muy descriptiva sus ideas. De su intervención, cabe destacar la siguiente cita: “(…) los paleocons, entre los que me encuentro, paleo, viejo, derecha vieja… me gusta la derecha vieja, no la derecha moderna, me gusta el paleolibertarismo y no el neolibertarismo. Soy paleoliberal, no neoliberal, nos gusta lo antiguo (…)”. Además, es un gran defensor de las tradiciones (como las lenguas tradicionales de las regiones), del aislacionismo (no intervención del Estado en conflictos remotos), etc.
Evolución filosófico-política
En los pocos años que han transcurrido desde que terminé el periodo de adolescencia, he sufrido una evolución político-filosófica algo amplia.
Comencé defendiendo ciertas ideas relacionadas con las libertades por simple pragmatismo, dado que lo contrario no funcionaría, pero con unos principios filosóficos tendentes al estatismo (Estado frente al caos). Posteriormente, experimento un cambio más radical, al descubrir que la ausencia de Estado en ciertas materias no lleva al caos, lo cual me lleva a adoptar otra perspectiva filosófica, pues pasé de defender el estatismo a defender las libertades. Esto no me provocó rechazo a la idea de estado coactivo, pues aún estaba convencido de que si el Estado no proveyese los servicios básicos, estos no se organizarían correctamente, y serían ineficientes y difícilmente accesibles.
Conforme iba profundizando mis conocimientos económicos, iba comprendiendo que las más grandes ineficiencias económicas suelen venir precedidas de una intervención del Estado. Mejor dicho, consideraba que el Estado suele ser la causa de estas mientras que el propio mercado resuelve las generadas en el mismo.
Y, finalmente, madurando en el aspecto filosófico, pasé no solo a pensar que la libertad es el único camino viable (libertad frente al caos), sino que es el fin político mayor, un fin en sí mismo. Esto es, no necesitamos de su valor pragmático para defenderla, sino que hay que defenderla por su propio valor.
El original se encuentra aquí.
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