Basta echar un vistazo a los países más libres para que quede claro que la democracia no es libertad. En el fondo, ya lo avisó Aristóteles: “cuanto más democrática es una democracia, más tiende a ser gobernada por la plebe, degenerando en tiranía”.
La democracia suele tener un problema consigo misma: que votan los tontos. Eso la hace más vulnerable a que venga un populista demagogo y les saque hasta el último céntimo y que todos se queden tan contentos. O que monte una revolución y todos se suban al carro. Adolece de muchos fallos, y de hecho ya dijo Churchill que exceptuando el resto de sistemas, la democracia es el peor creado por los humanos. No olvidemos grandes líderes autoritarios que fueron refrendados por las urnas como Hitler o Chávez. Se cumple la máxima de Aristóteles.
A su vez, los libertarios identifican un problema con la democracia, en esencia aun mayor. El problema real de la democracia es ser una falacia colectivista, que trata a la sociedad como una unidad en vez de como un conjunto de individuos.
En cualquier caso, se suele confundir libertad con democracia. Y la verdad es que es normal, puesto que, por lógica y por lo que el sistema vende, debería de ser el que mayor libertad otorgara. No obstante, no es así y, por desgracia, la democracia hoy en día consiste en tener la libertad de elegir cada cuatro años al encargado de robárnosla.
El sufragio universal no equivale a libertad individual. La prueba evidente es que hoy en día estamos sujetos a los delirios intervencionistas del gobernante de turno, sea de derechas o de izquierdas. La cosa cambiaría si la democracia tuviera un pilar sólido basado en lo siguiente: libertad individual, propiedad privada, mayor autonomía y margen de actuación, todo vía mercado. Pero eso no es así desde que el Estado es Estado y se ocupa de monopolios, adopta las funciones económicas, crea un Banco Central y puede permitirse sobrepasar los límites cuando quiera.
No descarto que esta visión se deba a vivir en una de las peores democracias de Europa Occidental (España), en cuanto a funcionamiento y libertades. No obstante, podemos decir lo mismo de Francia o de Italia, países compañeros de camino en el alto déficit de libertades esenciales.
La que más lo siente, al final, es la gente. Volviendo a Churchill, es curioso que uno de los grandes defensores de la democracia dijera que “el mejor argumento contra ella es una charla de 5 minutos con el votante medio”. Vamos, que con solamente escuchar las quejas de la gente de vez en cuando todos nos cagamos en ella.
Lo más curioso de todo es que algunos de los países más libres del mundo – muy por delante de España, por ejemplo – no son democracias. O lo son, pero no tan democráticas como para que se cumpla lo que decía Aristóteles. Como primer ejemplo siempre hay que poner a Hong Kong, que siendo lo más cercano al libre mercado que existe ha conseguido durante tantos años funcionar bien, tener un alto grado de libertad que ya quisieran muchos en algunas democracias, y tener una prosperidad que le ha llevado a tener el mismo PIB que países enormes como EEUU (en época de bonanza). Y lo mismo de Taiwán o Singapur, esta última ya democracia. Incluso Bahrein tiene un mayor índice de libertad, a pesar de tener una religión oficial probablemente nos doblen en libertad de culto.
No obstante, y obviando que lo mejor sería una sociedad completamente libre y sin trabas (esto es, sin estado), un sistema sin democracia no garantiza que pasen milagros como los de Hong Kong o Luxemburgo, donde hay una élite no elegida por nadie que apenas se mete en los asuntos privados y deja hacer a la gente. Por la contra, es más posible que llegue cualquier loco y monte una dictadura al más puro estilo soviético. Algo que hoy ya no permitirían en ninguna democracia ante el miedo de que se repita lo de Hitler.
Así que finalmente tenemos que mirar a lo que, posiblemente, sea la democracia, con sus múltiples fallos, más modélica del planeta: Estados Unidos. La nación creada por la mejor generación de políticos: los Padres Fundadores. Hoy, alejada ya de aquellos principios constitucionales y liberales, está pervertida y no es lo que se ideó a un principio. Sin embargo, no puedo finalizar esto sin dejar otra de las perlas sobre la democracia que soltó Jefferson: “la democracia no es más que el gobierno de las masas, donde un 51% de la gente puede lanzar por la borda los derechos del otro 49%”.
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