viernes, 2 de noviembre de 2018

¿Qué es el populismo de derecha?, por Mises Hispano.

[Fragmento de Populismo de derecha: una estrategia para el movimiento paleo. Enero de 1992.]

La derecha populista comprende básicamente que vivimos en un país estatista y un mundo estatista dominado por una élite gobernante, consistente en una coalición de gobierno grande, grandes negocios y varios grupos de interés influyentes. Más específicamente, la antigua América de la libertad individual, la propiedad privada y el gobierno mínimo ha sido reemplazada por una coalición de políticos y burócratas aliados con, e incluso dominado por, las poderosas élites financieras corporativas y monetarias (por ejemplo, los Rockefeller, el trilateralismo), y la nueva élite de tecnócratas e intelectuales, entre ellos académicos de la Ivy League y las élites de los medios, que constituyen la clase que crea opinión en la sociedad. En resumen, estamos gobernados por una coalición “Rey y Dios” actualizada al siglo XX, excepto que el Rey son varios grandes grupos empresariales y el Dios es secular: intelectuales estatistas, aunque mezclados con los secularistas y una infusión del “evangelio social”. La clase dominante siempre ha necesitado intelectuales para justificar su gobierno y engañar a las masas para que sean sumisas, es decir, para que paguen impuestos y para que estén conformes con los designios del Estado. En los viejos tiempos, en la mayoría de las sociedades, el clericalismo o Iglesia de Estado formaba el cuerpo creador de opinión que excusaba el régimen. Ahora, en una edad más secular, tenemos tecnócratas, “científicos sociales” e intelectuales de los medios, que hacen apología del sistema estatal y dotan de personal a su burocracia.

Los libertarios a menudo han visto claramente el problema, pero como estrategas de cambio social han perdido una oportunidad. En lo que podríamos llamar “el modelo de Hayek”, llamado a difundir las ideas correctas, y de ese modo convertir a las élites intelectuales a la libertad, comenzando por los mejores filósofos y luego, en un goteo continuo de décadas, lograr la conversión de periodistas y otros medios formadores de opinión. Por supuesto, las ideas son la clave, y la difusión de la doctrina correcta es una parte necesaria de cualquier estrategia libertaria. Podría decirse que el proceso tarda demasiado tiempo, pero una estrategia a largo plazo es importante y contrasta con la trágica inutilidad del conservadurismo oficial que sólo está interesado en el mal menor para la elección actual y por lo tanto pierde a medio plazo, por no mencionar a largo plazo. Pero el error real no es tanto el énfasis en el largo plazo, como ignorar el hecho fundamental de que el problema no es solo de error intelectual. El problema es que las élites intelectuales se benefician del actual sistema: son parte de la clase dominante. El proceso de conversión de Hayek asume que todo el mundo, o al menos todos los intelectuales, están interesados únicamente en la verdad y que el interés económico nunca se interpone en el camino. Nadie en absoluto familiarizado con intelectuales o académicos puede caer en ese engaño. Cualquier estrategia libertaria debe reconocer que los intelectuales y creadores de opinión son parte del problema fundamental, no sólo debido a un error, sino porque su propio interés está ligado al sistema dominante.

¿Por qué implosionó entonces el comunismo? Porque al final el sistema funcionaba tan mal que incluso la nomenclatura se hartó y tiró la toalla. Los marxistas han señalado correctamente que un sistema social se derrumba cuando la clase dominante se desmoraliza y pierde su voluntad de poder; el manifiesto fracaso del sistema comunista provocó una desmoralización. Pero no hacer nada, o confiar sólo en la educación de las élites en las ideas correctas, significará que nuestro propio sistema estatista no terminará hasta que toda nuestra sociedad, como el de la Unión Soviética, se haya reducido a escombros. Ciertamente, no hay que quedarse quieto para eso. Una estrategia para la libertad debe ser mucho más activa y agresiva.

De ahí la importancia, para libertarios o para conservadores de gobierno mínimo, de añadir acciones ofensivas a su arsenal. No consiste simplemente en la difusión de las ideas correctas, sino también en la exposición de la corrupción de las élites gobernantes y de cómo se benefician del sistema existente; más específicamente, cómo nos están estafando: quitar la máscara a las élites dominantes es “campaña negativa” en su más fina y fundamental expresión.

Esta doble estrategia consiste en (a) formar un cuerpo propio de libertarios y partidarios del gobierno mínimo creadores de opinión con las ideas correctas, y (b) pulsar a las masas directamente y cortocircuitar a los medios de comunicación dominantes y élites intelectuales, para despertar a las masas populares contra las élites que les están saqueando, confundiendo y oprimiendo, tanto social como económicamente. Sin embargo, esta estrategia debe fusionar lo abstracto y lo concreto; no debe limitarse a atacar a las élites en abstracto, sino que debe centrarse específicamente en el sistema estatal existente, en los que ahora constituyen las clases dominantes.

Los liberales siempre han estado desconcertados sobre a quién, sobre a qué grupos dirigirse. La respuesta simple “todo el mundo” no es suficiente porque, para ser relevante políticamente, debemos concentrarnos estratégicamente en aquellos grupos que están más oprimidos y que también tienen la mayor influencia social.

La realidad del sistema actual es que constituye una alianza profana de “liberales corporativos” de las grandes empresas y la élite de los medios de comunicación, quienes, gracias a un gobierno grande, ha privilegiado y formado una subclase parasitaria, que, entre todos, están saqueando y oprimiendo a la mayor parte de las clases medias y trabajadoras de Estados Unidos. Por lo tanto, la estrategia adecuada de los defensores de las libertades y paleos es una estrategia de “populismo de derecha”, es decir, exponer y denunciar esta alianza profana y hacer un llamamiento para que esta alianza pija-parasitaria-progre mediática nos deje en paz al resto: la clase media y trabajadora.

Un programa populista de derecha

Un programa populista de derecha, por tanto, debe concentrarse en el desmantelamiento de áreas cruciales del Estado y de la élite dominante, y en la liberación del estadounidense promedio de las características más flagrantes y opresivas de ese régimen. Brevemente:

  1. Reducción drástica de impuestos. De todos los impuestos, a las ventas, a las empresas, a la propiedad, etc., pero especialmente del más opresivo política y personalmente: el impuesto sobre la renta. Debemos trabajar hacia la derogación del impuesto a la renta y la abolición de la IRS.
  2. Desmantelar el Estado de Bienestar. Deshacerse de la subclase parasitaria mediante la eliminación del sistema de bienestar, o, antes de su abolición, reducirlo severamente y restringirlo.
  3. Abolir privilegios raciales o de grupo. Suprimir la discriminación positiva, eliminar cuotas raciales, etc., y señalar que la raíz de estas cuotas es toda la estructura de “derechos civiles” que pisotea los derechos de propiedad de todos los estadounidenses.
  4. Recuperar las calles: triturar a los criminales. Y con esto quiero decir, por supuesto, no “delincuentes de cuello blanco” o “agentes con información privilegiada”, sino delincuentes callejeros violentos: ladrones, agresores, violadores, asesinos. Los policías deben ser liberados y autorizados para administrar castigo inmediato; sujeto, por supuesto, a responsabilidad cuando se equivoquen.
  5. Recuperar las calles: deshacerse de los vagos. Una vez más: dar rienda suelta a la policía para despejar las calles de vagos y vagabundos. ¿Dónde irán? ¿A quién le importa? Con suerte, van a desaparecer, es decir, pasarán de las filas de vagos consentidos y mimados a la clase de miembros productivos de la sociedad.
  6. Abolición de la Reserva Federal, atacar a los banqueros criminales. El dinero y la banca son cuestiones recónditas. Pero hay realidades que pueden ser palpables: la Reserva Federal es un cartel organizado de banqueros, que están creando inflación, estafando al público y destruyendo los ahorros del americano medio. Los cientos de miles de millones de dinero del contribuyente dirigidos a los bancos hipotecarios seránpecata minutaen comparación con el próximo colapso de los bancos comerciales.
  7. Primero América. Un punto clave, y no pretende ser séptimo en prioridad. La economía de Estados Unidos no sólo está en recesión; se ha estancado. La familia promedio está peor ahora de lo que estaba hace dos décadas. Vuelve a casa, América. Dejemos de apoyar a los vagos en el extranjero. Paremos la ayuda externa, que es la ayuda a banqueros, sus bonos y sus industrias de exportación. Paremos la tontería globalista, y resolvamos los problemas de casa.
  8. Defender valores familiares. Lo que significa: sacar al Estado de la familia y reemplazar el control del Estado mediante el control parental. A la larga, implicaría poner fin a las escuelas públicas y su sustitución por escuelas privadas. Pero debemos darnos cuenta de que los sistemas de becas e incluso créditos fiscales, no son, a pesar de Milton Friedman, reivindicaciones transitorias en el camino hacia la educación privatizada; en cambio, van a empeorar las cosas mediante la fijación de control gubernamental más estricto de las escuelas privadas. Dentro de las buenas alternativas está la descentralización y la vuelta a lo local, al control de las comunidades sobre las escuelas.

Además. Debemos rechazar de una vez por todas la noción libertaria típica de que todos los recursos gestionados por el gobierno deben ser pozos negros. Hay que intentar, previamente a la privatización definitiva, gestionar las instalaciones del gobierno de una manera más empresarial, o dejarlas al control local. Eso significa que las escuelas públicas deben permitir la oración y deben abandonar la absurda interpretación ateo-izquierdista de la Primera Enmienda según la cual “el establecimiento de la religión” significa no permitir la oración en las escuelas públicas, o en una guardería o en una escuela o una plaza pública en Navidad. Hay que volver al sentido común y la intención original, a la interpretación constitucional.

Por ahora. Cada uno de estos programas populistas de derecha es totalmente coherente con una posición libertaria fuerte. Pero toda la política del mundo real es política de coalición, y hay otras áreas en las que los libertarios bien podrían comprometerse con sus socios paleos o tradicionalistas u otros en una coalición populista. Por ejemplo, en los valores familiares, en problemas controvertidos tales como la pornografía, la prostitución o el aborto. Aquí, los libertarios a favor de la legalización de alguna de éstas deben estar dispuestos a ceder en una postura descentralizadora; es decir, poner fin a la tiranía de los tribunales federales y dejarlo en manos de los estados o, mejor aún, de las localidades y los barrios, es decir, a las “normas de la comunidad”.

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