viernes, 9 de noviembre de 2018

La atención médica es un bien económico, no un derecho, por Mises Hispano.

El filósofo político Richard Weaver correctamente declaró que las ideas tienen consecuencias. Tomemos, por ejemplo, el debate que opone bienes a derechos. El derecho natural afirma que las personas tienen derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad. Un bien es algo por el cual usted trabaja y, con los provechos de ese esfuerzo, adquiere. Este bien puede, por ejemplo, ser una necesidad básica, como comida. Pero, en nuestra actual cultura de la dependencia, cada vez más los “bienes” se están convirtiendo en “derechos”, algo que genera consecuencias dañinas.

En principio, puede parecer algo bastante inocuo decidir que las personas tienen derecho a cosas como la educación, el empleo, la vivienda y el tratamiento médico. Pero, si analizamos más detenidamente las consecuencias, veremos que el funcionamiento de la ética del trabajo y de la frugalidad será violentamente desbalanceado si las personas aceptan esas ideas.

Primero, si decidimos que algunas personas tienen derecho a recibir atención médica gratuita, eso significa que otras personas tendrán que pagar para que ese servicio sea ofrecido a terceros. Y esas personas también tienen cuentas para pagar y familias para sostener, así como usted. Si hay un “derecho” a la salud, entonces usted estará obligando a esas personas a pagar ese servicio para usted.

Es obvio que si aquellos obligados a pagar por la salud de terceros fueran abiertamente tratados como esclavos de éstos, las facultades de medicina rápidamente se vaciarían, pues la inmoralidad sería explícita. Sin embargo, como el gobierno hizo un buen trabajo en convencernos de que la salud es un derecho en vez de un bien económico, él generosamente se dispuso a actuar como el intermediario, diluyendo la noción de la esclavitud. Los políticos son muy buenos en hacer parecer que los tratamientos médicos serán gratuitos para todos. Pero nada podría estar más lejos de la realidad. El gobierno no quiere que usted piense mucho sobre cómo los hospitales serán financiados, o como usted, mágicamente, ganará algo a cambio de nada en la arena médica. Sólo nos piden que confiemos en ellos, los políticos, pues, de alguna forma, todo va a salir bien.

La salud pública es algo que nunca funciona de la manera en que las personas fueron engañadas a creer que funcionaría antes de ser implementada. Los ciudadanos de los países en los que la salud la da el Estado nunca habrían aceptado este sistema pues habrían sabido por adelantado acerca del racionamiento y las largas colas .

Cuando los burócratas asumen el control de la medicina, los costos aumentan y la calidad cae, pues los médicos pierden cada vez más tiempo revolviendo con el papel y dedican cada vez menos tiempo a la atención de los pacientes. A medida que los costos se van disparando -como siempre ocurre cuando burócratas asumen las riendas de cualquier emprendimiento-, el gobierno tiene que confiscar cada vez más dinero de una economía ya sobrecargada para de alguna manera conseguir pagar las cuentas.

Como hemos visto otra vez y otra vez en aquellos países que han adoptado la medicina estatal, cuando más es el dinero y el poder que el gobierno tiene, mayor es el abuso y la depravación. El aspecto más estresante de esta política de salud pública es que, en algún momento, inevitablemente habrá la necesidad de recortar costos. Y, como todos ya estarán obligados a recurrir a tales servicios (por pura falta de opción), esto puede significar la cancelación de servicios vitales. Adicionalmente, como la participación en el sistema de salud estatal acabará siendo obligatoria, ninguna alternativa legítima estará disponible.

Será el gobierno (es decir, el contribuyente) quien pagará todas las cuentas, obligando a los médicos y los hospitales a bailar de acuerdo con la música estatal. Tener que someter nuestra salud a esa locura burocrática es posiblemente el mayor peligro que enfrentamos actualmente. La mayor ironía de todo es que, al transformar el bien ‘salud’ en un derecho, nuestra vida y nuestra libertad serán puestas en peligro.

Es cierto que toda persona tiene derecho  a buscar  cualquier tipo de asistencia médica, sin estar limitada por las políticas gubernamentales. Pero esto no es el sistema que tenemos hoy. El actual y confuso sistema de salud está repleto de interferencias gubernamentales en el proceso. La reglamentación federal, la inflación, las leyes fiscales y las normas federales dictando qué servicios deben ser proporcionados obligatoriamente por los planes de salud, la interferencia estatal en el mercado de planes de salud, los licenciamientos para el ejercicio de la profesión, que no son más que una la manera de cartelizar la profesión de médico – todo ello genera efectos negativos en la prestación de servicios médicos.

Los fanáticos que ahora reivindican una mayor implicación del gobierno en el sistema de salud no perciben que los más necesitados y las personas que exigen tratamiento más cuidadoso son las mayores víctimas de esa política irracional. Cuando los programas humanitarios bien intencionados se basan en premisas falsas y nociones económicas insensatas, el resultado inevitable es que dejan de producir beneficios deseados.

¿Puede alguien imaginar lo que ocurriría si, por razones de seguridad nacional, el gobierno hubiera tomado para sí la función de garantizar que cada persona-hombre, mujer y niño- tuviera un teléfono celular, lo llamara ‘derecho’, y justificara tal “medida como teniendo la finalidad de la seguridad nacional? Estaríamos viviendo una pesadilla. La calidad del servicio nunca habría mejorado, los precios serían estratosféricos y la distribución sería un desastre. Sin embargo, hoy en día tenemos móviles a la voluntad y los precios siguen cayendo, incluso con el mercado de las telecomunicaciones estando bajo fuerte reglamentación gubernamental.

Es de la naturaleza del gobierno producir y prestar servicios de baja calidad a precios extremadamente altos. Los sistemas económicos socialistas, burocráticos e intervencionistas inevitablemente causan daños a la mayoría de las personas que deberían ayudar, y a costos muy altos.

Hace muchas décadas tenemos una gran disponibilidad de tecnología moderna y esto se ha comprobado un beneficio real para todos los sectores económicos, además de ayudar a mantener los precios a la baja ya la vez mejorar la calidad de los productos y servicios. Esto ocurrió especialmente en el sector de los electrónicos, representado por los celulares, televisores y ordenadores. Aunque la medicina se ha beneficiado enormemente por las nuevas tecnologías, el costo de la medicina, en lugar de caer, ha aumentado significativamente. Y hay una razón para que esto haya ocurrido.

Las corporaciones médicas que encarcelan el mercado, la interferencia del gobierno en los planes de salud-llevando a su encarecimiento- y la enorme cantidad de dinero público inyectado en el sistema sólo consiguieron aumentar los precios y empeorar el suministro de todos los servicios médicos. La salud administrada por el gobierno llevó a que los médicos, compañías de seguros de salud, hospitales y principalmente pacientes se desconectaran con el sistema. Incluso los muy ricos, aquellos que pueden pagar por un trato privado y exclusivo, están insatisfechos con la situación, pues saben que están pagando un precio mucho mayor de lo que podrían pagar si hubiera un genuino libre mercado en el sistema de salud.

En vez de retirar los servicios de salud del mercado, lo racional sería implantar un genuino libre mercado en los servicios de salud – un mercado que fortalezca a los individuos, no a los burócratas.

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