Investiguemos si existe o no una injusticia cuando el gobierno decide determinar legislativamente qué bienes de los que necesitas puedes comprar -pan, carne, ropa o productos de cama y mesa-, así como los precios artificiales de escala que debes pagar en esas transacciones.
¿Es cierto que el proteccionismo, lo que sin duda encarece los productos que adquieres y, en ese sentido, te impone una pérdida, aumenta proporcionalmente los salarios?
¿Qué es lo que determina los salarios?
Hablando simplificadamente, pero siendo realistas, cuando dos trabajadores buscan a un empleador, los salarios caen; cuando dos empleadores persiguen a un trabajador, los salarios suben.
En aras de la brevedad, permítanme hacer uso de esta fórmula un tanto científica, aunque tal vez no sea muy clara: los salarios dependen de la relación entre la oferta de mano de obra y la demanda por ella.
Ahora, ¿qué determina la oferta de mano de obra?
El número de personas que buscan empleo. Sólo eso. Y, con respecto a este factor, el proteccionismo no tiene ningún efecto. Aumentar o reducir las tasas no cambia el número de personas económicamente activas en la economía.
¿Y, entonces, qué es lo que determina el nivel de los salarios?
Todo el capital disponible en una nación -es decir, la cantidad y la calidad de las herramientas que ayudan al trabajador a realizar su trabajo, haciéndolo más productivo. Cuanto mayor es la cantidad de capital disponible, mayor tiende a ser el salario del trabajador.
¿Pero una ley que dice: “Ya no vamos a adquirir determinado producto en el extranjero, lo vamos a construir a nivel nacional” puede aumentar el capital? Ni siquiera fugazmente. Esta ley puede, a lo sumo, cambiar el empleo del capital, sacándolo de un sector y dirigirlo a otro sector; pero esta ley no puede hacer magia para aumentar la cantidad de capital disponible. En consecuencia, si todo lo que sucedió fue una reorganización de capital, esta ley no puede aumentar la demanda global de mano de obra.
Elija el lector un sector industrial que le de especial orgullo. ¿El capital que utiliza cae de la luna? No. Este capital fue sacado de la agricultura, de la industria naval, de la producción de bebidas. Y es por esta razón por la que, bajo el sistema de aranceles de protección, hay más trabajadores en las minas y en las ciudades industriales, y un menor número de marineros en los puertos y menos agricultores en nuestros campos y viñedos. Yo podría hablar largo y tendido sobre este tema, pero prefiero explicar mi punto con un ejemplo.
Un hombre del campo poseía 20 hectáreas de terreno, en las que trabajaba con un capital de $400. Él dividió su tierra en cuatro partes y estableció el siguiente calendario de rotación de cultivos: 1, maíz; 2, trigo; 3, hierba; 4, centeno. Destinaba a su propia familia sólo una porción moderada de su producción de granos, carne y leche que su granja producía, y vendía todo el excedente para comprar aceite, lino, vino, etc. Todo su capital se gastaba anualmente en salarios, contratación y pequeños pagos para los trabajadores que ofertaban servicios en su vecindario. Pero todo este capital fue recuperado con la venta de su producción. Más aún: crecía año tras año.
Este hombre de campo, a sabiendas de que el capital no produce nada si no se utiliza correctamente, beneficiaba a la clase obrera de su vecindario al contratarla, con sus excedentes anuales, para hacer el mantenimiento en sus tierras, así como para mejorar sus herramientas agrícolas e instalaciones. También tenía unos ahorros depositados en el banco del pueblo más cercano, cuyo director, obviamente, usaba estos ahorros para prestar a otros empresarios, por lo que esto se transformaba en inversiones e ingresos.
Después de mucho tiempo, este hombre del campo murió, y su hijo, que le sucedió, se dijo: “Mi padre fue un tonto durante toda su vida. Él gastaba dinero comprando aceite cuando nuestra propia tierra, con un poco de esfuerzo, puede pasar a producir aceitunas. Él gastaba dinero comprando telas, vino y naranjas cuando podemos cultivar cáñamo, viñas y naranjos con relativo éxito. Él gastaba dinero con los molineros y los tejedores cuando nosotros mismos podemos tejer nuestros linos y moler nuestro trigo. De esta manera él innecesariamente gastó con extraños todo el dinero que podría haber gastado en nuestra propia granja.”
Engañado por este razonamiento, el joven testarudo cambió todo el sistema de rotación de cultivos. La tierra fue dividida ahora en 20 porciones. En una plantó olivos, en otra plantó moreras, en una tercera porción él plantó lino, en una cuarta plantó viñas, en una quinta él plantó trigo, y así sucesivamente. De este modo, se las arregló para abastecer a su familia con todo lo que necesitaba, y así comenzó a sentirse muy independiente. Ya no comprar nada fuera de la finca, lo que significaba que no retiraba nada de la circulación. Del mismo modo, no añadía nada más a la economía.
¿Se hizo más rico por ello? No. La tierra no era apta para el cultivo de la viña, y el clima no era adecuado para el cultivo satisfactorio del olivo. No pasó mucho tiempo para darse cuenta de que su familia estaba menos provista ahora que en la época de su padre, quien, al vender la producción excedente de todo lo que producía, conseguía proveer ampliamente a la familia con todo lo que ella quería.
Y con respecto al barrio de clase trabajadora, tales personas no tenían ahora más trabajo que antes. En realidad había cinco veces más campos cultivados, pero cada uno de ellos era cinco veces menor; ellos producían aceite, pero producían menos trigo; el agricultor ya no tenía que comprar ropa, pero tampoco vendía ya centeno. Además, este agricultor podía gastar en salarios apenas un monto de su capital, y su capital se había reducido considerablemente. Un segmento importante del mismo fue dirigido a la construcción de nuevas instalaciones y para obtener las diferentes herramientas necesarias para los cultivos más diversificados en los que ahora estaba. En resumen, la oferta de mano de obra siguió siendo la misma, pero como los medios de remuneración del trabajo disminuyeron, el resultado final fue una reducción forzosa de los salarios.
En una escala más amplia, esto es exactamente lo que ocurre en el caso de un país que está aislado del mundo mediante la adopción de aranceles proteccionistas. Es cierto que tal medida puede generar una multiplicación de algunos sectores específicos de la industria nacional, pero éstos representan una escala menor. Esta nación pasa a adoptar un sistema, por así decirlo, más complicado de “rotación de industrias”. Pero eso no va a ser productivo, ya que su capital su mano de obra debe luchar contra las dificultades naturales. Una mayor proporción de su capital circulante, el cual se utiliza para pagar los sueldos, se convertirá en capital fijo (maquinaria, equipos e instalaciones). Lo que queda de esta capital podrá ser empleado en diversas funciones, pero el punto es que la masa total no se incrementó. Es como la distribución de agua desde un gran depósito mediante varios pequeños embalses -un área más grande de suelo será cubierta y un área de superficie mayor será expuesta a la luz solar, y la consecuencia inevitable es que toda el agua será absorbida, evaporada y perdida más rápidamente.
La cantidad de capital y de mano de obra siendo constantes, ambos crearán proporcionalmente una menor cantidad de bienes siempre que tengan que hacer frente a más obstáculos. No hay duda de que, siempre que las obstrucciones internacionales fuercen al capital y a la mano de obra a ser canalizados a los sectores en los que hay más problemas como el suelo y el clima, el resultado global será, inevitablemente, la creación de menos productos -lo que significa un menor nivel de vida para todos.
Lo que nos lleva a la pregunta final. ¿Si el nivel de vida en su conjunto se reduce, la proporción de trabajadores aumenta en total? Pero si el nivel de vida de los trabajadores aumenta, como afirman los proteccionistas, entonces significa por definición que el nivel de vida de los ricos -los que crean las leyes- no sólo disminuye, sino que ha tenido que reducirse en un intensidad mayor que el incremento ocurrido en la proporción de los trabajadores. ¿Es esto posible? ¿Es eso creíble? Así pues, aquí es mi advertencia para los trabajadores: rechacen esta dudosa “generosidad”.
El proteccionismo no hace más que encarecer los productos, proteger a los poderosos contra la competencia extranjera, reducir la acumulación de capital y socavar la división del trabajo. Y lo que es más importante: los salarios generales, como se ha demostrado, no serán tan elevados.
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