from Fernando Díaz Villanueva https://www.youtube.com/watch?v=KgKawhwpwpw
de nuestro WordPress https://ift.tt/2GDC6YH
https://ift.tt/eA8V8J
videos, fdv, Fernando Díaz Villanueva, fernando diez villanueva, IFTTT
MInarquia. Aquí se difunden ideas liberales y libertarias. Menos estado es más prosperidad.
from Fernando Díaz Villanueva https://www.youtube.com/watch?v=KgKawhwpwpw
de Biblioteca Mises https://ift.tt/2J8EUeG
https://ift.tt/eA8V8J
de Biblioteca Mises https://ift.tt/2GCoooK
https://ift.tt/eA8V8J
de Biblioteca Mises https://ift.tt/2Gdeb2Q
https://ift.tt/eA8V8J
[Publicado originalmente el 24 de noviembre de 2003]
En un artículo anterior, explicaba la defensa de Ludwig von Mises de la soberanía del consumidor. Este principio dice que, a pesar del poder superficial del que disfrutan capitalistas y terratenientes, los verdaderos jefes bajo el capitalismo son los consumidores. Mises argumentaba que una economía de mercado realizaba plebiscitos diarios, por decirlo así, en los que cada penique gastado era un voto para influir en el uso al que se dirigirían los recursos escasos de la sociedad.
A pesar de su defensa por Mises, muchos austriacos modernos rechazan la noción de soberanía del consumidor como metáfora política imprecisa. Aparte de ser una etiqueta equívoca, muchos austriacos rechazan la crítica implícita de los resultados del mercado (como los “precios de monopolio”) que supuestamente no respetan la llamada soberanía de los consumidores.
El alegato austriaco más notable contra la doctrina de la “soberanía del consumidor” fue el tratamiento de Murray Rothbard en El hombre, la economía y el estado. Mi explicación siguiente se basa en buena parte en Rothbard, aunque puedo mostrar algunas cosas de forma diferente.
El defecto más evidente en la doctrina es su propio nombre. Como explica Rothbard:
La expresión “soberanía del consumidor” es un ejemplo típico del abuso, en economía de una expresión (…) solo apropiada para el ámbito político y por tanto un ejemplo de los peligros de la aplicación de metáforas tomadas de otras disciplinas. La “soberanía” es la cualidad del poder político último, es el poder que se basa en el uso de la violencia. En una sociedad completamente libre, cada individuo es soberano sobre su persona y propiedades y por tanto lo que consigue en el libre mercado es su autosoberanía. Nadie es “soberano” sobre la acciones o intercambios de otros. Como los consumidores no tienen poder para coaccionar a los productores en diversas ocupaciones y trabajos, los primeros no tienen “soberanía” sobre los segundos (p. 561, cursivas originales).
Aparte de la imprecisión técnica (es decir, que los consumidores no son verdaderamente “soberanos” sobre los productores), la doctrina es un insulto para la economía de mercado. Debemos recordar que, cuando Mises estaba escribiendo, los pensadores sociales “progresistas” alababan el igualitarismo democrático como el futuro. Para ellos, el capitalismo era un sistema repugnante que parecía ser una reliquia del pasado aristócrata y feudalista. Pensaban que el socialismo como sistema económico como la analogía necesaria para la democracia como sistema político.
En este contexto histórico, es comprensible que Mises argumentara la postura contraria, es decir, la de que el capitalismo era mucho más democrático que una economía planificada centralizadamente. Aun así, esa comparación no hace justicia al mercado: ¡el mercado libre es un sistema mucho mejor de organización social que cualquier democracia!
En unas elecciones democráticas, solo puede ganar un candidato. Necesariamente, quienes votaron por el candidato perdedor se verán frustrados. (Con suerte, una constitución respetada limitará el grado en el que los vencedores puedan explotar a los perdedores). Pero esto no es así en una economía de mercado. En la fabricación de zapatos, por poner un ejemplo sencillo, los capitalistas y terratenientes no consideran a todos los consumidores y luego hacen zapatos que son todos de la talla del pie medio. Por el contrario, los que ocurre es que se producen en masa zapatos de tallas estándar, al tiempo que existen nichos de mercado para consumidores con pies inusualmente pequeños o inusualmente grandes. Realmente sería horrible para esas personas fuera de lo normal que la fabricación de zapatos estuviera sometida a control democrático.
Otro problema de la doctrina de la soberanía del consumidor es que sus defensores (como Hutt) aparentemente vacilan entre una definición tautológica, por un lado, y una referencia normativa, por el otro.
Si todo lo que queremos indicar con soberanía del consumidor es que la producción en definitiva sirve a fines de consumo, entonces, sí, una economía de mercado muestra soberanía del consumidor. Incluso aparentes contraejemplos, en los que el productor renuncia a posibles beneficios monetarios, son mejor ejemplos de consumo del propio productor. (Daba en mi anterior artículo el ejemplo de un dueño de una casa que renuncia a talar el bosque en torno a ella, a pesar de la posibilidad de construir edificios y obtener una mayor renta monetaria).
Pero el defensor de la soberanía del consumidor normalmente quiere decir más que esta simple obviedad. Como explica Rothbard: “Vacilando entre la soberanía de los consumidores como un hecho necesario y el concepto contradictorio de la soberanía de los consumidores como un ideal que puede violarse”, el economista Hutt “trata de establecer diversos criterios para determinar cuándo se viola esta soberanía” (pp. 562-563, cursivas originales).
Una vez seguimos este camino, entramos en problemas. Porque ahora no basta con calificar todas las decisiones de producción como satisfactoras de los deseos de consumo de los consumidores o los deseos de consumo del propio productor. No ahora debemos preguntarnos: ¿está el productor “restringiendo” producción para consumir directamente los recursos él mismo o lo hace solo para aumentar el precio al que poder vender la producción restante a sus consumidores? En el primer caso, Hutt (y Mises) diría que se ha respetado la soberanía del consumidor, mientras que se ha violado en el segundo. Esto plantea la pregunta: ¿realmente quieren los economistas austriacos basar sus criterios de deseabilidad económica sobre las intenciones invisibles de un productor?
Podemos ilustrar este último punto con el supuestamente mejor ejemplo de una violación de la soberanía del consumidor. En mi anterior artículo, ideé un escenario en el que se cosecha un millón de toneladas de café en determinado país. Si el café es propiedad de docenas de productores independientes, suponemos que tienen una importancia mínima en el precio del mercado para el café y por tanto venderían toda la cosecha a 50$ la tonelada.
Por el contrario, supongamos que, si un monopolista posee el millón de toneladas, puede obtener el máximo beneficio vendiendo solo 800.000 toneladas a 75$ cada una. Si la demanda del consumidor permitiera esto, indudablemente lo haría. Además, podemos incluso imaginar al malvado monopolista quemar el exceso de 200.000 toneladas de café (tal vez para impedir que sus subordinados lo vendan en secreto). Si se supone que los productores actúan como mandatarios de los consumidores, podemos indudablemente entender cómo Hutt o Mises deplorarían este caso hipotético, en el que el productor en realidad destruye algún escaso bien de consumo.
Pero esperad un momento. Tanto Hutt como Mises argumentan que no hay violación de la soberanía del consumidor si un productor evita vender unidades de un bien para satisfacer sus propios fines de consumo. Así, si un vendedor tiene 100 petardos y solo vende 80 y luego hace estallar 20 en su patio, esto no es una violación de la soberanía del consumidor. Es bastante evidente que lo que ha pasado en este caso es que el vendedor de petardos ha comprado 20 “para sí mismo” y luego los ha “consumido” de la manera habitual.
Pero, aunque aceptemos este caso, ¿qué pasa con nuestro hipotético monopolista del café? ¿Realmente queremos argumentar que sus acciones serían permisibles si le emocionara ver arder el café? (Después de todo, esto es posible: tal vez el tipo es un pirómano). Si queremos aplicar realmente la doctrina de la soberanía del consumidor a situaciones del mundo real, aquí nos encontramos en la posición incómoda de añadir las motivaciones objetivas de la gente. Veamos un ejemplo distinto: si una cantante famosa solo actúa una vez al año, para determinar si está respetando la “soberanía” de sus seguidores tenemos que saber si está produciendo menos solo para aumentar los beneficios o lo está haciendo para consumir más tiempo de ocio. El segundo caso es una violación de la soberanía del consumidor, mientras que el primero no lo es.
El análisis anterior ha mostrado las dificultades propias de la doctrina de la soberanía del consumidor. Pero tal vez el lector siga sintiendo que algo está mal en el caso del monopolista del café: ¿no para él un desperdicio quemar cosechas perfectamente buenas? Es verdad que si se emociona con ello, es un ejemplo de consumo (hay que reconocer que excéntrico). ¿Pero qué pasa con el caso más realista, en el que el productor está quemando cosechas solo para aumentar sus ingresos?
Rothbard señala que esos casos serían verdaderamente raros en un mercado libre. El verdadero desperdicio, argumenta, no está en la quema de las 200.000 toneladas, sino en la decisión anterior de cultivar un millón de toneladas (en lugar de 800.000). Incluso los monopolistas obtendrán más beneficio estimando correctamente sus ventas futuras al tomar decisiones de producción. Así que no tenemos que temer una destrucción habitual del producto, porque el monopolista en cuestión (incluso en el escenario aparentemente peor) tendría todos los incentivos para evitar esa situación en el futuro. Los recursos que se dedicaron originalmente a las últimas 200.000 toneladas serían luego liberados para fabricar otros productos por los que los consumidores estén dispuestos a gastar más dinero.
Finalmente, deberíamos señalar que los ejemplos en el mundo real de destrucción extendida de cosecha se deben a los cárteles públicos. Por ejemplo, durante la Gran Depresión, los granjeros sí destruyeron cosechas mientras otros estadounidenses pasaban hambre. Pero este no fue un resultado del mercado libre. No, fue parte del terrible plan de FDR de aumentar los precios agrícolas restringiendo la producción.
La doctrina de la soberanía del consumidor fue un intento comprensible de los economistas clásicos liberales de justificar el mercado libre ante los socialdemócratas. Sin embargo, la expresión es inapropiada porque implica una condición de sumisión violenta donde no existe ninguna y porque rebaja gravemente el tratamiento de las “minorías” en una economía de mercado. Más en serio, la aplicación de la soberanía del consumidor a los productores del mundo real no puede basarse sus acciones objetivas, sino que debe por el contrario investigar sus intenciones objetivas. Por estas razones, muchos economistas austriacos modernos rechazan la doctrina de la soberanía del consumidor.
El artículo original se encuentra aquí.
de Biblioteca Mises https://ift.tt/2DY3KKf
https://ift.tt/2pHWU7s
La frase en latín “Tu ne cede malis, sed contra audentior ito”, proviene de la Eneida de Virgilio (Libro VI, línea 95) y significa: “No cedas ante el mal, sino combátelo con mayor audacia”. El significado de la palabra “mal” en su contexto original se refiere a la adversidad, por lo que se trata de una frase sobre la resiliencia y la valentía. Ludwig von Mises lo tomó de joven como lema personal.
‘El cómo afronta uno una catástrofe inevitable, es un asunto de temperamento. En el colegio, como era costumbre, elegí como lema un verso de Virgilio: Tu ne cede malis sed contra audentior ito (No cedas ante la desgracia, sino que enfréntala con más audacia). Recordé estas palabras durante las horas más terribles de la guerra. Una y otra vez me he encontrado en situaciones en las que la reflexión racional no encontraba vías de salida, pero luego sucedía lo inesperado y con ello mi salvación’ (Memorias, pg. 55-56).
La frase también es uno de los símbolos más conocidos del Instituto Mises, el cual lo usa en ocasiones como lema institucional alternándolo con otros lemas más contemporáneos.
de Biblioteca Mises https://ift.tt/2utu13Z
https://ift.tt/2pH29nQ
Evolución del PIB Real Per Capita desde 1850 a 2017 para España, Francia, Alemania, Italia, Reino Unido y Estados Unidos.
Según metodologías de agregación Geary-Khamis y GEKS. (Podéis leer más sobre los métodos de cálculo aquí)
Los siguientes gráficos se han elaborado gracias al trabajo de D. Leandro Prados de la Escosura (2017), Spanish Economic Growth, 1850-2015 (Londres: Palgrave Macmillan).
La entrada PIB Per Capita 1850 – 2017 aparece primero en Estado Limitado.
from Estado Limitado https://ift.tt/2pJJpTZ
Evolución de los diferentes sectores de la economía española desde 1850 a 2017.
Los siguientes gráficos se han elaborado gracias al trabajo de D. Leandro Prados de la Escosura (2017), Spanish Economic Growth, 1850-2015 (Londres: Palgrave Macmillan).
Nota: Aunque el título es a 2015 en las tablas figuran los datos hasta 2017.
La entrada España 1850 – 2017 aparece primero en Estado Limitado.
from Estado Limitado https://ift.tt/2IV8t3e
de Biblioteca Mises https://ift.tt/2pFenwo
https://ift.tt/eA8V8J
from Fernando Díaz Villanueva https://www.youtube.com/watch?v=mSbmGpTcwDM
from Fernando Díaz Villanueva https://www.youtube.com/watch?v=xTHbVX6Fov0
de Biblioteca Mises https://ift.tt/2pAKeyz
https://ift.tt/eA8V8J
from Fernando Díaz Villanueva https://www.youtube.com/watch?v=1wUtJhGVNmI
from Fernando Díaz Villanueva https://www.youtube.com/watch?v=roPGENWJosQ
de Biblioteca Mises http://ift.tt/2FWXX9I
http://ift.tt/eA8V8J
de Biblioteca Mises http://ift.tt/2DHMSat
http://ift.tt/eA8V8J
de Biblioteca Mises http://ift.tt/2FVqFaW
http://ift.tt/eA8V8J
from Fernando Díaz Villanueva https://www.youtube.com/watch?v=_Nh6rYfhzew
de Biblioteca Mises http://ift.tt/2pqyjnN
http://ift.tt/eA8V8J
[Conferencia de Hans-Hermann Hoppe en 2004 en la ciudad de Marrazó. Transcrita y traducida por la Sociedad de Estudios Políticos de la Región Murcia. Sobre los temas de su libro Democracia: El dios que falló.]
Quisiera mostrarles, en un plano de abstracción superior, de qué modo la teoría resulta imprescindible para interpretar correctamente la historia. La Historia -la secuencia de acontecimientos que se desenvuelven en el tiempo- es «ciega». Nada nos dice sobre las causas y los efectos. Podríamos estar de acuerdo, por ejemplo, en que la Europa feudal era pobre, la Europa monárquica era más rica y la democrática lo es aún más. Ahora bien, ¿quiere ello decir que Europa era pobre a causa del feudalismo y que se enriqueció a causa de la monarquía y la democracia o, más bien, que Europa se enriqueció a pesar de estas formas de gobierno?
Los historiadores qua historiadores no pueden responder a este tipo de interrogantes y no hay datos estadísticos, por muchos que estos sean, capaces de alterar este hecho. Toda secuencia de acontecimientos resulta compatible con un número indeterminado de interpretaciones rivales y mutuamente incompatibles.
Para decidirnos por una de esas interpretaciones incompatibles necesitamos, en rigor, una teoría. Por teoría entiendo yo una proposición cuya validez no depende de la experiencia ulterior, sino que puede ser establecida a priori. Ello no quiere decir que cualquiera sin una experiencia general pueda establecer una proposición teorética. Ahora bien, incluso si la experiencia es necesaria, la visión teórica se extiende, trascendiéndola, más allá de la experiencia histórica particular. Las proposiciones teóricas tienen que ver con hechos y relaciones necesarios y, por consecuencia, con ciertas imposibilidades. La experiencia puede ilustrar la teoría, pero nunca la experiencia histórica podrá establecer o refutar un teorema.
La teoría económica y política, sobre todo la desarrollada por la escuela austriaca, es un verdadero tesoro de proposiciones de este tipo. Por ejemplo, que una mayor cantidad de un bien resulta preferible a una cantidad menor de ese mismo bien; que la producción necesariamente precede al consumo; que sin propiedad privada de los factores de la producción no se puede conocer el precio de los factores y que sin el precio de los factores es imposible la contabilidad de costes; que un incremente en la oferta de papel moneda no puede hacer que aumente la riqueza social total, sino únicamente redistribuir la riqueza existente; que ninguna cosa o parte de ella puede ser poseída exclusivamente por más de una persona al mismo tiempo; que la democracia, en el sentido del gobierno de la mayoría, y la propiedad privada son incompatibles.
La teoría, evidentemente, no es un sustituto de la historia, pero sin un firme asidero teórico no se podrán evitar graves errores en la interpretación de los datos históricos.
Pertrechado con una teoría económica y política fundamental, presentaré a continuación una reconstrucción revisionista de la moderna historia occidental: del auge de los Estados absolutistas a partir de los órdenes feudales aestatales; de la transformación de los Estados monárquicos en Estados democráticos, proceso inaugurado en el mundo occidental por la Revolución francesa y concluido al final de la Gran guerra; del ascenso de los Estados Unidos al rango de «imperio universal». Los escritores neoconservadores como Francis Fukuyama suelen interpretar este desarrollo como un progreso de la civilización, proclamando que, con el triunfo de la democracia occidental (al modo norteamericano) y su globalización (para hacer el mundo más seguro para la democracia), ha llegado el «fin de la Historia».
Mi interpretación teórica es radicalmente distinta. Ello implica la demolición de tres mitos históricos. El primero y más importante es el mito de que el desenvolvimiento de los Estados a partir de un orden anterior no estatal ha determinado el progreso económico y de la civilización. En realidad, la teoría dictamina que el progreso tiene lugar a pesar -no a causa- de la fundación del Estado.
Un Estado se define convencionalmente como una agencia que ejerce el monopolio territorial compulsivo de la decisión soberana (jurisdicción) y la imposición fiscal. Por definición, todo Estado, con independencia de su constitución, resulta ser económica y éticamente deficiente. Todo monopolista es «perverso» desde el punto de vista de los consumidores. Por monopolio se entiende la ausencia de entrada libre en un sector concreto de la producción: sólo una agencia, A, puede producir X.
Todo monopolio es «malo» para los consumidores, pues al estar blindado contra la incorporación de potenciales rivales en un sector, el precio de sus productos será más elevado y la calidad más baja que si el derecho de entrada fuese libre. Así pues, un monopolista del poder soberano será todavía más perverso. Mientras que otros monopolistas producen bienes de inferior categoría, un poder jurisdiccional monopolista, además, producirá males, pues quien decide en última instancia en caso de conflicto tiene también la última palabra en todo conflicto que le afecta. Consecuentemente, a pesar de la prevención y resolución de conflicto, un monopolista de la última instancia de la decisión causará y provocará conflictos precisamente para establecer el monopolio en su propio beneficio.
No se trata sólo de que nadie querría aceptar semejante monopolio jurisdiccional, sino que nadie, en ningún caso, estaría de acuerdo con una provisión de decisiones jurisdiccionales que permitiera al juez determinar unilateralmente el precio que debe pagarse por ese «servicio». Previsiblemente, semejante monopolista destinaría cada vez más recursos (procedentes de la imposición sobre las rentas) para producir cada vez menos bienes y cometer cada vez más infamias. Esta asignación de recursos no atendería a la protección de los ciudadanos, sino a su opresión y explotación. La resultante del Estado no es, pues, la cooperación pacífica y el orden social, sino el conflicto, la provocación, la agresión, la opresión, la depauperación, en suma, la descivilización. Sobre lo cual, después de todo, nos ilustra la historia de los Estados, que no es otra cosa que la historia de los millones de víctimas inocentes del Estado.
El segundo mito se refiere a la transición histórica de las monarquías absolutas a los Estados democráticos. No son únicamente los neoconservadores los que interpretan esta mutación como un progreso, pues existe un acuerdo cuasi universal en reconocer que la democracia representa, frente a la monarquía, un avance y que es la causa del progreso económico y moral.
La teoría contradice esta interpretación, pues si bien todo Estado, sea monárquico o democrático, es deficiente, la democracia es mucho peor que la monarquía.
En términos teóricos, la transición de la monarquía a la democracia implica nada más y nada menos que el «propietario» de un monopolio hereditario -príncipe o rey- es sustituido por el monopolio de los «custodios» o representantes democráticos (caretakers) -presidentes, jefes de gobierno y parlamentarios, todos ellos temporales e intercambiables-. Tanto los reyes como los presidentes producen males, pero como quiera que un rey es el «propietario» de un monopolio que puede vender o legar, se ocupará de las repercusiones de sus acciones sobre el valor de su capital. Como propietario del capital de «su» territorio, el rey, comparado con los curadores democráticos, estará orientado al futuro (baja preferencia temporal). Para preservar o aumentar el valor de su propiedad, el rey explotará moderada y calculadamente su patrimonio. Por el contrario, un representante democrático provisional e intercambiable no es el propietario del país, pero mientras se desempeñe en su cargo podrá usarlo en su propio beneficio. De este modo se dedicará a una explotación a corto plazo del mismo (elevada preferencia temporal), realizada sin tener en cuenta el valor del capital.
Tampoco parece que sea una ventaja de la democracia el hecho de que en estos regímenes exista el derecho de entrada libre al gobierno (mientras que bajo la monarquía la entrada queda sometida a la discrecionalidad del rey). Al contrario, únicamente la competencia en la producción de bienes es una cosa buena. La competencia en la producción de males no es buena; de hecho se trata de una perversión completa. Los reyes, que alcanzaron su posición en razón de su nacimiento, puede que fuesen unos diletantes inofensivos o unos hombres decentes (pues si fueran unos «locos» lo normal es que la gente cercana y concernida por el patrimonio dinástico le contuvieran en seguida o, llegado el caso, le asesinaran). En agudo contraste, la selección de los gobernantes mediante elecciones populares hace imposible que una persona inofensiva o decente pueda llegar a lo más alto del gobierno alguna vez. Los presidentes y los jefes de gobierno se alzan con sus magistraturas como consecuencia de su gran eficacia como demagogos moralmente desinhibidos. Por eso, la democracia es el régimen que asegura que únicamente los tipos peligrosos llegan arriba.
Concretamente, la democracia es vista como la causante de la elevación de la preferencia temporal social (orientación al presente) o de la «infantilización» de la sociedad. Ello se refleja en el continuo aumento de los impuestos, del dinero fiduciario y el papel moneda inflacionario, en la expansión del azote de la legislación motorizada y en la cada vez mayor «deuda» pública. Del mismo modo, la democracia determina la disminución del ahorro, el aumento de incertidumbre legal y la confiscación de los ingresos personales y su redistribución. Implica además la «ocupación» legislativa de la propiedad de unos cuantos -los poseedores (The haves)- y su «transferencia» a los demás -los desposeídos (The have-nots)-. En la medida en que las gentes puedan aspirar a la redistribución de cualquier cosa valiosa -aquello que los poseedores tienen en gran cantidad, pero no los desposeídos-, semejante posibilidad redistributiva se convertirá en un poderoso incentivo para que el valor o la producción de las cosas se reduzcan drásticamente. En otras palabras, la proporción de gente poco recomendable aumentará, así como la de los tratos, hábitos y conductas dudosas, de modo que la vida social se embrutecerá progresivamente.
Finalmente, la democracia puede describirse también como la causante de una profunda mutación en la conducción de la guerra. Dado que las democracias pueden externalizar los costes de su agresión contra terceros (vía impuestos), ello determina que tanto los reyes como los presidentes sean más agresivos y belicosos de «lo normal». Sin embargo, la motivación que hace que un rey vaya a la guerra es típicamente una disputa por la propiedad de una herencia. El objetivo de esa guerra es algo tangible, de naturaleza territorial, a saber: el dominio eminente sobre una región y sus habitantes. Para alcanzar esa meta le interesa distinguir entre combatientes (sus enemigos y objetivos del ataque) y no combatientes y sus propiedades (que quedarán al margen de la guerra los daños que esta inflige). Fue la democracia el régimen que transformó las guerras limitadas de los reyes en guerras totales. En esta nueva etapa, las guerras se hicieron ideológicas, librándose en nombre la democracia, la libertad, la civilización o la humanidad. Los objetivos eran ya, pues, intangibles y difíciles de aprehender: la «conversión» ideológica de los perdedores precedida de la rendición «incondicional» (la cual, dado que nunca se puede estar seguro de la sinceridad de la conversión, puede llegar a exigir medios como el asesinato masivo de civiles). Al mismo tiempo, con la democracia se desdibujó, hasta desaparecer, la distinción entre combatientes y no combatientes; finalmente, la implicación de las masas en la guerra -impulsada por la conscripción militar obligatoria- y los «daños colaterales» se convirtieron en parte importante de la estrategia bélica.
Por último, el tercero de los mitos que deben ser erradicados es la presunción de que no existe una alternativa a las democracias sociales occidentales según el modelo de los Estados Unidos. De nuevo, la teoría indica algo muy distinto. De entrada, esta creencia es falsa, pues el moderno Estado de bienestar no es un sistema económico «estable». Esta abocado al colapso bajo el peso de su gravosa estructura parasitaria, lo mismo que socialismo de estilo ruso se desplomó hace una década. Mas existe una alternativa estable a la democracia. El término que yo propongo para esa alternativa es el de «orden natural».
En un orden natural todo recurso escaso, incluida toda la tierra, es poseído privadamente; toda empresa depende de los consumidores que voluntariamente adquieren sus productos o de los donantes privados y el derecho de entrada en un sector de la economía, incluido el de la protección de la propiedad, el arbitraje de conflictos y la pacificación, es libre.
Mientras que los Estados desarman a sus ciudadanos para poder robarles mejor (con lo que les hacen más vulnerables también al ataque criminal o terrorista), un orden natural se caracteriza por una ciudadanía armada. Este es precisamente el rasgo distintivo de las compañías de seguros, que desempeñarían un prominente papel como proveedoras de seguridad y protección en un orden natural. Los aseguradores animarían a la gente a poseer armas de fuego, bajando las primas a sus clientes armados y entrenados en el uso de estos instrumentos. Por su naturaleza, los aseguradores son agencias defensivas. Únicamente los daños «accidentales» son «asegurables», no los autoinfligidos o los causados o provocados por el individuo. En un orden natural, los agresores y provocadores serían excluidos de la cobertura, lo que les debilitaría. Puesto que los aseguradores estarían obligados a indemnizar a sus clientes en caso de ser victimados, tendrían que ocuparse permanentemente de la prevención de las agresiones criminales, del rescate de los bienes expropiados y de la captura de los responsables de los daños en cuestión.
Por otro lado, la relación entre el asegurador y su cliente sería contractual. Las reglas del juego serían mutuamente aceptadas y fijadas. Un asegurador no podría «legislar» o alterar unilateralmente los términos del contrato. Así, un asegurador deseoso de atraerse una clientela, tendría que ofrecer en sus contratos una cobertura para la previsible contingencia del conflicto, pero no sólo en el caso de que este se produzca entre sus propios clientes, sino sobre todo con los clientes de otros aseguradores. La única provisión que cubriría satisfactoriamente esta última contingencia sería que cada asegurador se ligara contractualmente al arbitraje de un tercero independiente. Sin embargo, no valdría cualquier tipo de arbitraje. Los aseguradores en conflicto tendrían que estar de acuerdo en el árbitro y agencia de arbitraje y precisamente para que los aseguradores reconozcan al árbitro, este tendría que producir un producto (un procedimiento legal y un juicio sustantivo) capaz de suscitas el consenso moral más amplio posible tanto entre los aseguradores como entre los clientes. Así pues, en contra de las condiciones impuestas por el estatismo, un orden natural se caracterizaría por un derecho predecible y estable y por una creciente armonía jurídica.
Proceden ahora, como conclusión, unos cuantos comentarios sobre los problemas estratégicos. ¿Cómo puede transformarse un Estado centralista y democrático en un orden natural? Ciertamente, el Estado centralista y democrático no se autoabolirá democráticamente. He aquí la respuesta: mediante la secesión como etapa intermedia y decisiva hacia la meta última de la privatización total.
Un gobierno central que gobierna vastos territorios -y con más razón una superpotencia y, en última instancia, un único gobierno mundial- no puede aparecer ab ovo. Al contrario, todas las instituciones con poder fiscal y reglamentario sobre los propietarios particulares comenzaron a desarrollarse a pequeña escala. Ello supuso cientos de años y guerras interestatales sin cuento antes de que se alcanzara el actual grado de centralización política.
Para sustituir al Estado democrático por un orden natural, el proceso de expansión y centralización territorial, inherente a la naturaleza del Estado, debe ser revertido. El Estado central tiene que descomponerse en sus partes constituyentes. Así, en vez de un «Orden Mundial» (inevitablemente controlado por los Estados Unidos), tendríamos un mundo basado en decenas de miles de diversos países, regiones o cantones y cientos de miles de ciudades libres independientes como las hoy pintorescas Mónaco, Andorra, San Marino, Liechtenstein, Hong-Kong, Singapur, Bermuda, etc.
Los apologetas de un Estado central y de la centralización política (como los Estados Unidos) argumentan que este mundo que yo defiendo conduce a la desintegración y al empobrecimiento. Sin embargo, la reflexión teórica demuestra que esa aspiración no es más que otro mito estatista. Estimo que el resultado sería exactamente el contrario.
Los pequeños gobiernos tienen muchos competidores próximos. Si se nota demasiado que gravan a sus propios súbditos y les complican la vida con reglamentaciones más que sus competidores, quedarán expuestos a sufrir la emigración del trabajo y el capital. Además, cuanto más pequeño es un país, mayor será la presión para optar por el librecambio en vez del proteccionismo. Toda interferencia gubernativa en el comercio internacional causa un empobrecimiento relativo, tanto dentro del país como fuera. Pero cuanto más pequeño sean un territorio y su mercado interior, más dramático será ese efecto. Si los Estados Unidos adoptaran el proteccionismo, el nivel de vida norteamericano se desplomaría, pero nadie perecería. Sin embargo, si una simple ciudad, digamos Mónaco, hiciera lo mismo, desaparecería casi inmediatamente. Supongamos que una hacienda sencilla es la unidad secesionista más pequeña concebible. Si adoptara el librecambio sin restricciones, incluso el más pequeño territorio sería capaz de integrarse plenamente en el mercado mundial, participando de todas las ventajas de la división del trabajo. Sus propietarios serían así la gente más rica de la tierra. Por otro lado, si los propietarios de esta misma hacienda decidieran prescindir del comercio interterritorial, la más abyecta pobreza y la muerte se abatirían sobre ellos. Según esto, cuanto más pequeño es un territorio y su mercado interior, más probable es que opte por el librecambio.
Además, y esto es algo que ahora no puedo explicar con detalle, sino tan sólo indicar, la secesión promueve la integración monetaria, conduciendo a la sustitución del actual sistema monetario de moneda papel nacional fluctuante por un patrón de dinero-mercancía totalmente ajeno al control del gobierno. En suma, el mundo estaría constituido por pequeños gobiernos liberales, económicamente integrados gracias al librecambio y a un dinero-mercancía internacional como pueda serlo el oro. Ese sería un mundo de una prosperidad, un crecimiento económico y un avance cultural inauditos.
de Biblioteca Mises http://ift.tt/2tZiXLw
http://ift.tt/2ETQloQ
de Biblioteca Mises http://ift.tt/2tRlsPQ
http://ift.tt/eA8V8J
de Biblioteca Mises http://ift.tt/2FDaX8z
http://ift.tt/eA8V8J
from Fernando Díaz Villanueva https://www.youtube.com/watch?v=v3Vub3hLTF8
de Biblioteca Mises http://ift.tt/2GsG7fR
http://ift.tt/eA8V8J
de Biblioteca Mises http://ift.tt/2FJEI6R
http://ift.tt/eA8V8J
from Fernando Díaz Villanueva https://www.youtube.com/watch?v=MnehD-4Gta0
de Instituto Mises http://ift.tt/2oZerrg
http://ift.tt/eA8V8J
from Fernando Díaz Villanueva https://www.youtube.com/watch?v=Bb5MsicBOaA
de Instituto Mises http://ift.tt/2FpIsuX
http://ift.tt/eA8V8J
de Instituto Mises http://ift.tt/2HlCUhv
http://ift.tt/eA8V8J
Sé que lo que voy a decir a continuación puede sorprender a más de una mujer de las que hoy participan a la huelga feminista en adelante el movimiento paternalista. Mucho me temo que la mayoría de esas mujeres ni siquiera han leído el manifiesto de la Huelga de 8M. Y por eso, yo que sí me he tomado la molestia en leerlo y como no me esperaba menos, algo que siempre ocurre con las ideas y las propuestas del socialismo, una vez más son pura contradicción. Es por eso que invito a todas las mujeres primero leer el manifiesto. Es importante diferenciar entre los falsos mitos y la pura realidad. Espero que mi contribución encienda esa chispa tan necesaria para abrir la mente de muchas mujeres hacia las ideas de la libertad.
Las feministas, que son colectivistas de un movimiento claramente paternalista, reivindican a lo largo de todo el manifiesto la diversidad diciendo y cito “Nuestra identidad es múltiple, somos diversas”. Parecería que sí están orgullosas de esa diversidad. Pues se ve que no. Después, en todo el documento piden actuaciones por parte del Estado cuyo resultado es lo contrario a diversidad. Nos quieren pasar a todas por encima con la apisonadora del pensamiento único socialista y acabar con nuestra individualidad y diversidad. Obviamente quienes llevamos toda la vida cooperando y trabajando en la sociedad real, en la economía real, levantando proyectos empresariales o trabajando en muchos proyectos vitales ya sabemos por dónde va la cosa. Y es que lo que piden las huelguistas del 8M es más regulación, más intervención estatal en nuestras vidas y por supuesto más ingeniería social para que todas las mujeres nos sometamos a ese pensamiento único que lleva el claro sello de la dictadura del movimiento paternalista, un movimiento con una profunda ideología liberticida y anti-progresista: el socialismo.
Pero mira tú por dónde, NO todas las mujeres somos socialistas. Ni queremos que se nos asocie o peor, se nos imponga el pensamiento único de esta nueva ola colectivista. Igual que Hipatia de Alejandría, ni todas elegimos volver a la cueva, ni tampoco queremos andar recogiendo nuestra sangre en copas o peor aun, dejarla por el asfalto de nuestras ciudades porque dicen algunas descerebradas que eso de llevar compresas es fruto del machismo; y por supuesto defenderemos a muerte si hace falta la libertad de educar a nuestras hijas e hijos por nuestra familia, y no por la tribú. Y hablo de Hipatia porque quizás lo que muchas mujeres no saben es que esta filósofa y matemática, según nos cuenta la historia, fue la primera mujer en hacer uso de un trapo como compresa. Esta mujer en el siglo V lo tenía claro y sabía que igual que cualquier otra persona, mujer u hombre, ella debía trabajar mucho y luchar por lo que ella quería ser.
Hoy en la España de la Europa Occidental, hablar de mitos como la brecha salarial o las barreras de acceso al mercado laboral para las mujeres es faltar mucho a la verdad. Tenemos un sinfín de fuentes objetivas donde vemos que la cosa no va por donde quieren llevarnos quienes gritan a favor de los derechos de la mujer pero son las primeras en atacar incluso violentamente a todas las personas que no compartimos su visión. España hoy está en el top 5 de los mejores países para nacer como mujer según nos revela el Índice Mujeres, Paz y Seguridad.
Si tenemos que hablar de brechas, hablemos de brechas reales, las generadas por el propio movimiento paternalista que se alimenta de millonarias subvenciones estatales con cargo a nuestros impuestos. Hablemos también de la terrible ley de cuotas que insulta nuestra inteligencia y levanta barreras al desarrollo normal de las actividades tanto de mujeres como de hombres. Esta ley liberticida perjudica gravemente a las personas y a las organizaciones más débiles, algo que no pareció digno de recoger por el manifiesto del 8M. Hablemos del derecho a la libre contratación que afecta a mujeres y hombres de forma directa. Hoy en las escuelas y guarderías se coarta su capacidad por generar empleo nuevo como consecuencia de estas normativas liberticidas. Resulta que el Estado les impide contratar a mujeres porque deben contratar a un mínimo de hombres, “la cuota”. Y como no hay tantos hombres que busquen trabajo como educadores, a la postre las mujeres paradas somos las perjudicadas. O cojamos el ejemplo contrario, donde la ley de cuotas perjudica gravemente el derecho de sufragio pasivo a los hombres. En España hoy la ley de paridad obliga a dejar de lado a hombres de gran valía para una organización, sobre todo si es una organización más pequeña o joven a la hora de preparar las listas electorales. La ley obliga que haya un mínimo de 40 % de mujeres y en algunas regiones hasta un mínimo del 50 % como ocurre en el País Vasco y Andalucía con la famosa lista cremallera: una mujer, un hombre. Es un escenario complicado incluso para los grandes partidos donde hay más mujeres. Pero ni os podéis imaginar lo demencial que es para las organizaciones pequeñas que son mucho más débiles y que muy a menudo ven como esta injusta ley de cuotas conocida como ley de paridad les impide ejercer el derecho constitucional de presentarse a las elecciones de la supuesta democracia española.
Si finalmente hubiera que celebrar un día especial en el que hagamos huelga, ese habría de ser el día en que por fin consigamos divorciarnos del hiper-Estado clientelar, despilfarrador y liberticida que es la socialdemocracia. Esa bola gigantesca que se traga todos nuestros recursos y escupe como resultado un millón de páginas de nueva normativa al año. Hagamos huelga porque hoy por hoy el Gobierno bajo al protección de un Estado grande y poderoso viola constantemente nuestro derecho fundamental a la libertad y a la propiedad. Plantémosle cara porque nos recorta nuestra libertad económica impidiéndonos destinar nuestros recursos de forma directa a la educación de nuestros hijos —sean en centros educativos, sea en el hogar—; al plan de jubilación que cada uno quiere, puede y necesita para una vejez digna; a disfrutar de los mejores servicios para cuidar de nuestra salud mediante el acceso a la sanidad privada de nuestra elección; a poder cotizar para nuestro paro y para cualquier otra situación imprevista en nuestra vida laboral mediante sistemas de ahorro y capitalización, y no estar bajo la bota estatal a merced de la estafa piramidal actual llamada seguridad social que en realidad queda más que demostrado que es INSEGURIDAD social. Nos quita mucho y nos devuelve más bien poco. Estos sí son aspectos esenciales para la vida de las mujeres y de los hombres y merecería la pena hacer huelga todo el año hasta conseguir ese divorcio del hiper-Estado.
from Internet Libre 100 % http://ift.tt/2FkNUPn
via Roxana Nicula
de Instituto Mises http://ift.tt/2FycpId
http://ift.tt/eA8V8J
de Instituto Mises http://ift.tt/2oN3Akl
http://ift.tt/eA8V8J
de Instituto Mises http://ift.tt/2oJsCRd
http://ift.tt/eA8V8J
from Fernando Díaz Villanueva https://www.youtube.com/watch?v=JlgMg2AvTRs
En la portada de ‘El País’ vi una foto y un texto que aludía a los niños de la llave, es decir, los niños cuyos padres no pueden recogerlos al salir del colegio.
from Libertad Digital: Carlos Rodríguez Braun http://ift.tt/2Fk9Dq2
via Carlos Rodríguez Brown en Libertad digital.
de Instituto Mises http://ift.tt/2tdvM4t
http://ift.tt/eA8V8J
from Fernando Díaz Villanueva https://www.youtube.com/watch?v=eV-dR9R7E0s
de Instituto Mises http://ift.tt/2FczxsE
http://ift.tt/eA8V8J
de Instituto Mises http://ift.tt/2FPkyGd
http://ift.tt/eA8V8J
El premio Nobel, Paul Krugman, dio una vuelta al ruedo en la páginas del New York Times delante de todos los que advertían acerca de una inflación desatada por la expansión monetaria masiva de la Fed. Hizo más que declararlos equivocados: (a) los calificó sus análisis como “porquería poco profesional”, (b) se identifica como uno de los pocos que “predijo correctamente” que la Fed no estaba causando inflación desbocada y (c) identificó la trampa keynesiana de liquidez como la culpable de haber mantenido apagada la inflación.
Con el debido respeto al profesor Krugman, sus declaraciones son inteligentes y equívocas. Esta es una calificación apropiada dada el tono de su vuelta al ruedo. Uso uso peyorativo de “tipos austriacos” y agrupación de los “tipos austriacos que echan espuma por la boca del estilo Glenn Beck/Ron Paul” con monetaristas en una gigantesca masa homogénea de seguidores “poco profesionales” de una “ideología de derechas” se parece a su fusión de la inflación de precios del consumo con el concepto austriaco de inflación.
Ludwig von Mises señalaba que el dinero recién imprimido no se distribuye por igual a todos los miembros de la sociedad. Se acredita primero en las cuentas bancarias de gobierno y bancos. Luego fluye a los contratistas de defensa que venden bombas y barcos al Departamento de Defensa o a la clase de los inversores que toman prestado para apalancarse en inversiones en acciones, inmuebles o bitcoins. Por tanto, los aumentos masivos de la base monetaria inflan acciones, viviendas y bitcoin mucho antes de inflar los precios del consumo.
Los precios de acciones, inmuebles y bitcoin aparecen en los gráficos siguientes con la base monetaria. La correlación de la base monetaria con el S&P 500 y el bitcoin es muy acusada. La correlación entre precios de viviendas y base monetaria es acusada antes de 2008 y después de 2012.
La inflación de precios de los activos podría haber sido mucho peor durante la recuperación tras la crisis. Se ha contenido, pero no por una trampa keynesiana de liquidez. Una trampa de liquidez es la situación en la que la oferta de reservas ha aumento hasta el grado de que se toca con la sección de demanda que se ha aplastado justo por encima de cero. La trampa implica que la tasa de los fondos federales no puede caer por debajo de cero. El problema de esta forma de pensar es que supone que las decisiones de inversión y ahorro se basan en los tipos nominales, no en los tipos reales.
Como los tipos reales negativos no son infrecuentes y los bancos centrales en Europa y Japón han llevado a los equivalentes al tipo de los fondos federales por debajo de cero, algún otro factor está creando la montaña de reservas excesivas mostrada en el gráfico siguiente. Este gráfico siguiente implica a la última herramienta monetaria de la Fed, el interés sobre reservas (ISR) como culpable. La implantación del ISR en octubre de 2008 se indica con la línea negra vertical del gráfico inferior.
Aunque el ISR se adoptó en 2006, se suponía que se mantendría en la caja de herramientas hasta finales de 2011. Con los mercados bursátil e inmobiliario tambaleándose en 2008, el Congreso autorizó a la Fed la herramienta en octubre de ese año. Antes de que la Fed empezara a usarla, las reservas extraordinarias eran prácticamente cero. En los siete años que han pasado desde su puesta en marcha, han explotado hasta los 2,7 billones de dólares en 2015.
Los enormes saltos en las reservas extraordinarias de los puntos 1 a 2, 3 a 4 y 5 a 6 muestran cómo afectaron a dichas reservas los tres periodos de flexibilización cuantitativa (QE, por sus siglas en inglés) indicados como QE1, QE2 y QE3 en el gráfico siguiente. Durante la QE1, las reservas extraordinarias aumentaron en 1 billón de dólares del punto 1 al punto 2. Es menos que los 1,45 billones de las adquisiciones de la QE1 porque la Fed compró las obligaciones de Empresas Patrocinadas por el Gobierno (GSE, por sus siglas en inglés), los Títulos Hipotecarios Respaldados (MBS) y los Bonos del Tesoro no solo de los bancos. Entre los puntos 3 y 4, reservas extraordinarias aumentaron en 0,56 billones de dólares, los Bonos del Tesoro que adquirió la Fed durante la QE2. Dos años de QE3, que acabaron en octubre de 2014, aumentaron las reservas extraordinarias en 1,2 billones desde el punto 5 al punto 6.
En los días anteriores al ISR, las reservas extraordinarias eran aproximadamente cero. Los bancos prestaban las reservas extraordinarias a consumidores y empresas. Aunque la Fed podía rebajar la tasa de los fondos federales comprando títulos del Tesoro a los bancos o aumentarla vendiendo títulos del Tesoro a los bancos, el mercado se liquidaba, sin generar ningún exceso de demanda u oferta.
En octubre de 2008, el tipo de los fondos federales era del 1% y la tasa de descuento era 25 puntos básicos más alta. Sin el ISR, las compras de la QE1 de la Fed eran lo suficientemente grandes como para impulsar potencialmente el tipo de los fondos federales por debajo de cero.
Para protegerse contra un tipo negativo en los fondos federales, la Fed usó el ISR como precio mínimo obligado para inducir una trampa de liquidez y que los bancos prefirieran prestar a la Fed al tipo del ISR a prestar a otros bancos con un tipo negativo de fondos federales.
El ISR y el salario mínimo son ejemplos de precios mínimos que crean desempleo. En el caso del ISR, hablamos de reservas no empleadas. Como estas nuevas reservas no están prestándose a consumidores y empresas, están desempleadas y la relación entre este valor y las reservas totales es la tasa de desempleo de reservas.
Si la Fed estableciera el tipo del ISR por debajo de cero, algunas reservas desempleadas fluirían en la economía. Si la Fed aboliera el ISR mañana por la mañana, las reservas desempleadas fluirían en la economía los tipos de los fondos federales disminuirían. Esto implica que el mercado de los fondos federales no es una trampa keynesiana de liquidez.
Después de que acabara la QE3 a finales de 2014, las reservas extraordinarias empezaron una tendencia a la baja que aparece dentro de la larga barra amarilla del gráfico superior. Después de disminuir a 2,3 billones de dólares, el gráfico inferior informa de que la Fed aumentó el tipo del IRS en pequeños aumentos desde el 0,25% al 1,5%. Es difícil vender una trampa keynesiana de liquidez cuando el tipo de interés es del 1,5% y las reservas extraordinarias exceden los 2 billones de dólares.
Una aceleración en el crecimiento económico indica que los bancos empiezan a dar más préstamos. Al dar más préstamos los bancos, más reservas extraordinarias se convierten en depósitos a la vista. Las áreas amarilles del primer gráfico de la FRED muestran caídas de reservas extraordinarias de Bancos entre las QE. Estas caídas se aceleran con crecimiento económico, que se ve en el gráfico superior del tipo de ISR. Este gráfico muestra que la Fed está aumentando el tipo del ISR para que siga el ritmo del crecimiento económico. Hacer esto ralentiza que las reservas extraordinarias fluyan en la economía. Si la Fed no hace esto, suponiendo un multiplicador M1 de 1, el préstamo bancario podría convertir los 2,6 billones de dólares de reservas extraordinarias en M1. Como un aumento de ese tamaño representaría un aumento del 72% en la M1 desde su actual existencia de 3,6 billones de dólares, bajo la teoría cuantitativa del dinero la inflación de precios de consumo podría llegar al 72%.
Antes de la crisis financiera, acciones monetarias como la QE se conocían como deuda pública monetizada porque los bancos centrales solían imprimir dinero para comprar bonos públicos. En el pasado, monetizar acabó en hiperinflaciones en Venezuela, Zimbabue, Yugoslavia y las naciones europeas en el periodo de entreguerras. Esta historia explica por qué a economistas e inversores les preocupa una inflación desbocada en los precios del consumo. Sin embargo, al contrario que las monetizaciones de deuda del pasado, los banquero centrales actuales pueden inducir trampas de liquidez pagando intereses sobre reservas para restringir la inflación de precios de activos y consumo.
En relación con otros bancos centrales, la lucha contra la inflación de la Fed es menos difícil. La QE de la Fed vino acompañada por QE en otras naciones. Si la QE solo se hubiera realizado en EEUU, el dólar habría tenido problemas en mantener su título como divisa menos mala. A pesar de las preocupaciones sobre el dólar, mantuvo su estatus de reserva. Si hubiera perdido su estatus, su demanda mundial se habría desplomado y los mercados de EEUU se habrían visto inundados con dólares. La globalización mantiene bajos los precios del consumo al intensificar la competencia entre empresas aquí y en el extranjero. Los avances tecnológicos reducen los costes de producción y distribución que empujan a la baja los precios del consumo.
Para mantener el estímulo monetario masivo que está inflando los precios de los activos para hacer lo mismo con los precios del consumo, la Fed necesitaría potenciar la conversión de las reservas extraordinarias en depósitos a la vista aumentando el tipo del ISR. Sin embargo, esto podría exprimir los tipos a corto y largo plazo, invertir la curva de rendimientos y disparar una recesión.
Si la Fed optara por mantener el tipo del ISR en el 1,5% y la economía continuara reforzándose, debido en parte a la reforma fiscal y la reducción regulatoria, los banqueros prestarían reservas desempleadas a consumidores y empresas. Esto podría preparar el escenario para una repetición de la situación de inflación de los años 70.
La Fed está entre la espada y la pared. Está condenada si normaliza los tipos y está condenada si no lo hace. Si no lo hace, después de su masiva expansión monetaria que ha inflado los precios de los activos, empezará a inflar los precios del consumo. Cuando la Fed finalmente normalice los tipos, los precios de los activos se desplomarán, se apreciarán retornos negativos em activos fuertemente apalancados, las inversiones apalancadas tendrán rendimientos negativos, aumentarán los préstamos en morosidad, estallarán las burbujas de activos y el auge se convertirá en declive.
El artículo original se encuentra aquí.
de Instituto Mises http://ift.tt/2F8EVNk
http://ift.tt/2FiWdur