jueves, 31 de enero de 2019

Revista austriaca de prensa: 1-II-2019, por Mises Hispano.

  • Guillermo Dellamary cita a Bastiat en El Informador.
  • Josep María Cortés escribe en Crónica Global sobre Marjorie Grice-Hutchison, con menciones a Hayek.
  • Citas de Hayek (y Alberdi) en el artículo de Pablo Esteban Dávila en Alfil.

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Incrementar la demanda no hará crecer la economía, por Mises Hispano.

Cuando la llamada economía muestra signos de debilidad, la mayoría de los expertos opinan que lo que se necesita para evitar que la economía se convierta en recesión es impulsar la demanda general de bienes y servicios.

Si el sector privado no logra aumentar su demanda, entonces es función del Estado llenar este vacío.

Siguiendo las ideas de Keynes y Friedman, la mayoría de los expertos asocian el crecimiento económico con el aumento de la demanda de bienes y servicios.

Tanto Keynes como Friedman sintieron que la gran depresión de la década de 1930 se debió a una insuficiencia en la demanda agregada y, por lo tanto, la manera de solucionar el problema era aumentar la demanda agregada.

Para Keynes, esto podría lograrse haciendo que el gobierno federal tome prestado más dinero y lo gaste cuando el sector privado no lo haría. Friedman, por otro lado, abogó por que la Reserva Federal extraiga más dinero para reactivar la demanda.

Sin embargo, nunca existe una demanda tan insuficiente como tal. La demanda de un individuo está limitada por su capacidad para producir bienes. Cuantos más bienes pueda producir un individuo, más bienes podrá exigir (es decir, adquirir).

Tenga en cuenta que la producción de un individuo le permite pagar por la producción de otro individuo. (Cuantos más bienes produce un individuo, más bienes puede obtener para sí mismo. Por lo tanto, la demanda de un individuo está limitada por su producción de bienes).

Observe que la demanda no puede mantenerse por sí sola y ser independiente: está limitada por la producción. Por lo tanto, lo que impulsa la economía no es la demanda como tal, sino la producción de bienes y servicios.

En este sentido, los productores y no los consumidores son el motor del crecimiento económico. Obviamente, si él quiere tener éxito, entonces un productor debe producir bienes y servicios de acuerdo con lo que otros productores requieren, es decir, consumir.

Según James Mill,

Cuando las mercancías se llevan al mercado, lo que se quiere es alguien que compre. Pero para comprar, uno debe tener los medios para pagar. Por lo tanto, es obvio que los medios colectivos de pago que existen en toda la nación constituyen el mercado completo de la nación. ¿Pero en qué consisten los medios colectivos de pago de toda la nación? ¿No consisten en su producción anual, en el ingreso anual de la masa general de habitantes? Pero si el poder de compra de una nación se mide exactamente por su producción anual, como indudablemente lo es; Cuanto más aumente el producto anual, más por ese mismo acto extenderá el mercado nacional, el poder de compra y las compras reales de la nación. … Por lo tanto, parece que la demanda de una nación es siempre igual al producto de una nación. Esto ciertamente debe ser así; ¿Para qué es la demanda de una nación? La demanda de una nación es exactamente su poder de compra. ¿Pero cuál es su poder de compra? El alcance sin duda de su producción anual. Por lo tanto, el alcance de su demanda y el alcance de su oferta son siempre exactamente proporcionales.1

Si una población de cinco individuos produce diez papas y cinco tomates, esto es todo lo que pueden exigir y consumir.

Ningún truco del Estado y del banco central puede hacer posible aumentar su demanda efectiva. La única forma de aumentar la capacidad de consumir más es aumentar la capacidad de producir más.

La dependencia de la demanda de la producción de bienes no puede eliminarse mediante el bombeo monetario y el gasto gubernamental.

Por el contrario, las políticas fiscales y monetarias flexibles solo empobrecerán a los generadores de riqueza real y debilitarán su capacidad para producir bienes y servicios, lo que debilitará la demanda efectiva.

Por lo tanto, lo que luego se requiere para reactivar la economía no es impulsar la demanda agregada, sino cerrar todas las lagunas para la creación de dinero desde el aire y frenar el gasto gubernamental.

Esto permitirá a los verdaderos generadores de riqueza reactivar la economía permitiéndoles avanzar en el negocio de la generación de riqueza.

Podemos concluir que al fortalecer la capacidad de la economía para producir bienes y servicios, de hecho estamos fortaleciendo la llamada demanda agregada y promoviendo el crecimiento económico real.


El artículo original se encuentra aquí.

1.James Mill, “On the Overproduction and Underconsumption Fallacies”. Editado por George Reisman, una publicación de la Escuela de filosofía, economía y psicología de Jefferson, 2000.

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Códigos para vivir, por Mises Hispano.

[Nota: Henry Hazlitt consideraba The Foundations of Morality como su trabajo más importante. Las siguientes dos revisiones de ese libro se encontraron en una de las muchas cajas de papeles que Bettina Bien Greaves entregó generosamente al Instituto Mises. Bettina escribió en una carta a Hazlitt: “Me parece que este es su mejor libro y que vivirá a través de los siglos”. Desafortunadamente, The Foundations of Morality nunca recibió el reconocimiento de la audiencia que le hubiera gustado, pero como dijo Bettina, es un libro para todas las edades. Bettina tenía razón porque sigue siendo inmensamente importante en la actualidad.]

“Códigos para vivir” — Rosalie Gordon escribiendo en America’s Future (abril de 1973):

Es particularmente apropiado que ahora sea reeditado (fue publicado por primera vez en 1964) este trabajo seminal por uno de los periodistas, economistas y filósofos más destacados de los Estados Unidos. Henry Hazlitt está tan lejos como se puede obtener de esa generación de analizadores “instantáneos” y aceptadores de los modos actuales, que es simplemente otra forma de decir que piensa: piensa en las cosas. Y en estos tiempos, cuando por fin un gran número de nuestra gente comienza a cuestionar la llamada “nueva moralidad” (que no es ni nueva ni moral), su libro podría proporcionar un refuerzo necesario para ese cuestionamiento. Además, durará por muchas décadas las crisis de los “pensadores instantáneos”.

Como economista, el Sr. Hazlitt es un hombre práctico. Como filósofo moral, entiende la necesidad de una base racional para un estilo de vida ético. Contrariamente a las modernas predicaciones de “nueva moralidad”, el hombre civilizado debe tener códigos para vivir; de lo contrario, todo es caos y barbarie. El Sr. Hazlitt rastrea más interesante la búsqueda del hombre por tales códigos a lo largo de la historia, hasta el día de hoy. Y entre la Scylla de interés propio completo y la Charybdis de altruismo completo, alcanza lo que él llama cooperativismo, no la mal llamada “cooperación social” del estado socialista-comunista que impone la forma de pensar de los dictadores sobre la gente, sino el tipo de cooperación que fluye naturalmente de hombres y mujeres (lo más cercano a lo que se puede esperar de los seres humanos falibles) que viven de acuerdo con un código ético individual que, al ser mejor para ellos, es mejor para toda la sociedad.

Él lo expone de esta manera:

… la cooperación social es la esencia de la moralidad. Y la moral, como deberíamos recordarnos constantemente, es un asunto diario, incluso un asunto de una hora, no solo algo en lo que tenemos que pensar solo en unos pocos momentos altos y heroicos. El código moral por el que vivimos se muestra todos los días, no necesariamente en grandes actos de denuncia, sino en abstenerse de pequeños desaires y mezquindades, y en la práctica de pequeñas cortesías y amabilidad. Pocos de nosotros somos capaces de elevarnos ante el mandamiento cristiano de “amarnos unos a otros”, pero la mayoría de nosotros al menos podemos aprender a ser amables con los demás, y para la mayoría de los propósitos terrenales esto hará casi lo mismo.

Descubrimos especialmente el análisis del Sr. Hazlitt de las bases morales o éticas del capitalismo y el socialismo. Él ve claramente que como el capitalismo promueve la libertad, la justicia y la productividad, tiene mucho más derecho a ser llamado “social” (o “moral”) que el socialismo, que en su despotismo realmente promueve un código de inmoralidad.

Cita, entre otros discípulos del socialismo, a Lenin, quien declaró: “Debemos estar preparados para emplear trucos, engaños, leyes, ocultando y ocultando la verdad. Podemos y debemos escribir en un lenguaje que siembra entre las masas odio, revulsión, desprecio, y similares hacia aquellos que no están de acuerdo con nosotros”.

No podemos comenzar a indicar el amplio alcance de este estudio, excepto para decir que el autor profundiza en la relación de ética o moralidad con la ley, la economía, la igualdad y la desigualdad, la libertad, los derechos e incluso (bendecirlo, ¿podría ser algo más necesario estos días?) ¡a los buenos modales!

The Foundations of Morality — Bettina Bien Greaves escribiendo en The Freeman (junio de 1973):

Las muchas contradicciones entre las diferentes teorías filosóficas han causado mucha confusión en los últimos años. Desafortunadamente, muy pocos maestros y libros de texto explican los principios básicos que podrían ayudar a los estudiantes a discriminar inteligentemente entre ellos y entender el código ético que fomenta la libertad, la moral y la cooperación social. Por lo tanto, Henry Hazlitt merece un crédito especial por aportar lógica y claridad al tema. Su libro, The Foundations of Morality, se publicó por primera vez en 1964. Después de haber estado agotado durante varios años, nuevamente está disponible gracias a Nash y al Instituto de Estudios Humanos.

El autor es ante todo un economista, un estudiante de la acción humana. Como resultado, es un firme defensor de la libertad y la responsabilidad individuales. Durante mucho tiempo ha sido un amigo personal cercano y asociado del profesor Ludwig von Mises, el “decano” de la economía de libre mercado, a quien reconoce un gran endeudamiento intelectual. Con estos antecedentes, está bien calificado para discutir la ética de la cooperación social. Sus muchos años de “aprendizaje” como ensayista, crítico de libros y columnista (New York Times, Wall Street Journal, Newsweek, The Freeman, National Review y muchos otros) lo prepararon bien para explicar asuntos complejos de manera simple. El lector tal vez desee hacer una pausa, reflexionar y reflexionar de vez en cuando sobre las ideas y los conceptos presentados, pero el razonamiento del autor es claro, su prosa es inequívoca y la mayoría de los capítulos son deliciosamente cortos.

La posición del Sr. Hazlitt es que “los intereses del individuo y los intereses de la sociedad”, cuando “entendemos correctamente” están en armonía, no en conflicto. Su objetivo al escribir este libro era “presentar una “teoría unificada” de la ley, la moral y los modales” que pudiera explicarse y defenderse lógicamente a la luz de la economía moderna y los principios de la jurisprudencia. Este crítico cree que la mayoría de los lectores estarán de acuerdo en que el Sr. Hazlitt tuvo éxito. Ha reunido las ideas de muchos filósofos y las ha analizado con cuidadosa lógica. Ha explicado muchas de las contradicciones entre ellas, eliminando así mucha confusión. Ha formulado una filosofía moral coherente basada en una comprensión de los principios éticos, tan frecuentemente ignorada en el clima “permisivo” de hoy en día, que promueve la cooperación social pacífica y la producción de la libre empresa.

El Sr. Hazlitt señala que nuestra compleja economía de mercado requiere una cooperación social pacífica y voluntaria. La preservación del mercado es esencial para la producción a gran escala y, por lo tanto, para la supervivencia misma de la mayoría de nosotros. Por lo tanto, la cooperación social es el medio más importante disponible para los individuos para lograr sus diversos fines personales. Esto significa que la cooperación social también es, al mismo tiempo, un objetivo que vale la pena. Deja que el Sr. Hazlitt hable por sí mismo.

Para cada uno de nosotros, la cooperación social no es, por supuesto, el fin último, sino un medio. … Pero es un medio tan central, tan universal, tan indispensable para la realización de prácticamente todos nuestros otros fines, que hay poco daño en considerarlo como un fin en sí mismo, e incluso en tratarlo como si eran el objetivo de la ética. De hecho, precisamente porque ninguno de nosotros sabe exactamente qué es lo que daría mayor satisfacción o felicidad a los demás, la mejor prueba de nuestras acciones o reglas de acción es la medida en que promueven una cooperación social que mejor nos permita a cada uno de nosotros perseguir sus propios fines.

Sin la cooperación social, el hombre moderno no podría lograr la mínima fracción de los fines y las satisfacciones que ha logrado con ella. La misma subsistencia de la inmensa mayoría de nosotros depende de ello.

El sistema de filosofía descrito en el libro es una forma de utilitarismo, “en la medida en que sostiene que las acciones o reglas de acción deben ser juzgadas por sus consecuencias y su tendencia a promover la felicidad humana”. Sin embargo, el Sr. Hazlitt prefiere un término más corto, “utilismo”, o tal vez “utilismo de reglas” para enfatizar la importancia de adherirse consistentemente a las reglas generales. También sugiere otros dos nombres posibles, “mutualismo” o “cooperativismo”, que a su juicio reflejan más adecuadamente el papel central de la cooperación social en el sistema ético descrito.

El criterio para juzgar la consistencia o inconsistencia de una regla o acción específica con este sistema ético es siempre si promueve o no la cooperación social. El Sr. Hazlitt razona de la tesis de que la cooperación social es beneficiosa para todos. Incluso aquellos que a veces les gusta mentir, engañar, robar o matar para obtener ganancias personales a corto plazo generalmente pueden ser persuadidos de las ventajas a largo plazo de la cooperación social, es decir, de abstenerse de mentir, engañar, robar o hurtar.

De hecho, incluso el individuo más egocéntrico, que necesita no solo estar protegido contra la agresión de los demás, sino que desea la cooperación activa de los demás, tiene el interés de defender un conjunto de morales (al igual que legales) reglas que prohíben romper promesas, hacer trampa, robar, asaltar y asesinar, y además un conjunto de reglas morales que imponen la cooperación, la ayuda y la bondad. …

El código moral predominante en una sociedad se compara con el lenguaje o el “derecho común”. La sociedad no impone un código moral al individuo. Es un conjunto de reglas, que se han establecido poco a poco a lo largo de muchos siglos:

[N]uestras reglas morales están continuamente enmarcadas y modificadas. No están enmarcados por una colectividad abstracta e incorpórea llamada “sociedad” y luego se imponen a un “individuo” que de alguna manera está separado de la sociedad. Los imponemos (mediante elogio y censura, aprobación y desaprobación, promesas y advertencias, recompensa y castigo) unos sobre otros, y la mayoría de nosotros los aceptamos consciente o inconscientemente para nosotros mismos. …

Este código moral creció espontáneamente, como el lenguaje, la religión, los modales, la ley. Es el producto de la experiencia de generaciones inmemoriales, de las interrelaciones de millones de personas y del juego de millones de mentes. La moralidad del sentido común es una especie de ley común, con una jurisdicción indefinidamente más amplia que la ley común común, y se basa en un número prácticamente infinito de casos particulares. … [L]as reglas morales tradicionales … cristalizan la experiencia y la sabiduría moral de la raza.

Pero ¿qué pasa con la religión, dices? ¿No tiene un código moral para descansar sobre bases religiosas? La tesis fundamental de este libro, como se señaló, es que la razón y la lógica son suficientes para explicar y defender el código de ética que fomenta y preserva la cooperación social. Sin embargo, el autor no ignora la religión. Llama la atención sobre las similitudes entre las grandes religiones del mundo y las contradicciones en algunas de ellas. La religión y la moral se refuerzan entre sí muy a menudo, dice, aunque no siempre y no necesariamente. Aquí está su descripción de su relación:

En la historia humana, la religión y la moralidad son como dos corrientes que a veces corren paralelas, a veces se fusionan, a veces se separan, otras parecen independientes y otras interdependientes. Pero la moralidad es más antigua que cualquier religión viviente y probablemente más antigua que toda religión. … [A]unque la fe religiosa no es indispensable [para el código moral] …, debe reconocerse en el estado actual de la civilización como una fuerza poderosa para asegurar la observancia que existe. …

Sin embargo, la creencia religiosa más poderosa que apoya la moralidad me parece … la creencia en un Dios que ve y conoce cada una de nuestras acciones, cada uno de nuestros impulsos y sobre cada pensamiento, quien nos juzga con justicia exacta y quién o no nos recompensa por nuestras buenas acciones y nos castiga por nuestros malos, aprueba nuestras buenas acciones y desaprueba a nuestros malos. …

Sin embargo, no es la función del filósofo moral, como tal, proclamar la verdad de esta fe religiosa o tratar de mantenerla. Su función es, más bien, insistir en la base racional de toda moralidad, señalar que no necesita suposiciones sobrenaturales, y mostrar que las reglas de moralidad son o deberían ser aquellas reglas de conducta que tienden a aumentar. La cooperación humana, la felicidad y el bienestar en esta nuestra vida presente.

El Sr. Hazlitt discute muchas ideas y conceptos desconcertantes, como los derechos naturales, la ley natural, la justicia, el egoísmo, el altruismo, el bien, el mal, la verdad, la honestidad, el deber, la obligación moral, el libre albedrío y el determinismo, la cortesía, las “mentiras blancas”. Cualquiera que haya especulado sobre estos problemas sin llegar a conclusiones satisfactorias, como lo ha hecho este revisor, sin duda encontrará que sus análisis y comentarios son estimulantes y esclarecedores.

El libro contiene numerosas citas de las obras de filósofos antiguos y recientes, que el autor siempre analiza por su coherencia con la cooperación social. Excepto por unos pocos términos filosóficos técnicos, como tautología(repetición de la misma idea en diferentes palabras), eudaemonismo (la doctrina de que la felicidad es el objetivo final de toda acción humana) y teleótico (un adjetivo derivado del significado griego fin, diseño, propósito o causa final): los lectores no deben encontrar nada en el libro que sea realmente difícil de entender. A medida que sigan la línea de pensamiento del autor, descubrirán que la razón y la lógica defienden la moralidad; el orden y un código ético de sentido común evolucionan desde el caos filosófico.

Hazlitt ha sido durante mucho tiempo un destacado economista del mercado libre, uno de los mejores. Su introducción a La economía en una lección es un éxito de ventas desde hace mucho tiempo. The Failure of the “New Economics” una crítica cuidadosa de Keynes, es una contribución real a la teoría económica. Con la publicación de Los fundamentos de la moralidad en 1964, agregó otra pluma muy importante a su gorra como filósofo moral. Es bueno tenerlo impreso de nuevo.

Para resumir, el autor explica una y otra vez, en el curso del libro que se examina, que las reglas de la ética no son arbitrarias ni ilógicas. No son meros asuntos de opinión. Son reglas morales viables, aceptables, desarrolladas durante largos períodos de tiempo. Deben respetarse de forma sistemática y no pueden ser violados voluntariamente sin menoscabo de la cooperación social. En esta era de la permisividad, cuando todos son alentados a “hacer lo suyo” y pocos ven alguna urgencia de respetar los derechos de los demás, es raro que un filósofo reconozca que la adhesión constante a un conjunto de reglas éticas promueve la cooperación social. Beneficia a todos en la sociedad. Quizás un economista de libre mercado, cuyo propio campo de estudio abarque el papel de la cooperación social, sea la persona más adecuada para explicar la lógica de esta posición. Este libro debe pervivir a través de los siglos.


El artículo original se encuentra aquí.

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En defensa de la Edad Dorada, por Mises Hispano.

Los niños que trabajan en fábricas con condiciones de trabajo peligrosas en ciudades plagadas de contaminación son algunas de las imágenes que los historiadores disfrutan cuando cubren la Edad Dorada de la historia estadounidense, el período posterior a la Guerra Civil Americana hasta principios del siglo XX.

Si tomáramos en serio las interpretaciones de los historiadores de la corte, tendríamos la impresión de que la edad dorada era un infierno precario. Para ellos, la intervención del Estado fue el salvador que se abalanzó y rescató a los Estados Unidos de los horrores del capitalismo durante este período.

El análisis objetivo de este período, sin embargo, demuestra lo contrario. De hecho, la llamada Edad Dorada fue una era de prosperidad sin precedentes. Estados Unidos pasó de un país agrario a un país industrializado en cuestión de décadas. Este crecimiento se logró con poca o ninguna intervención gubernamental.

Pero, ¿por qué los historiadores insisten en demonizar esta era y en presentar retratos que pertenecen a una página de un cómic de Marvel, en lugar de un libro de texto de historia seria?

Un mito común

La historia convencional ha hecho de la Edad Dorada una injusticia histórica. Para empezar, este término se origina en la novela de Mark Twain y Charles Dudley Warner La Edad Dorada: un cuento de hoy, que satirizó la expansión económica posterior a la Guerra Civil. Esta novela retrata la expansión económica como un dorado delgado que enmascara los problemas sociales generalizados. Pero cuando se analiza correctamente, la “Belle Époque“ sería una descripción más adecuada para esta época.

Muchas de las maravillas actuales de las que disfrutamos actualmente provienen de las innovaciones que surgieron durante la edad dorada: iluminación eléctrica, saneamiento público, ferrocarriles y telecomunicaciones; sólo para nombrar unos pocos. Al contrario de lo que dicen los libros de historia, un estado administrativo gigantesco no era necesario para lograr todo esto.

Pero para el historiador de la corte promedio, el control estatal es el principal motor del progreso. Según ellos, los intereses privados no se preocupan por el “bien común” y deben estar sujetos al control del Estado. La idea de un Estados Unidos con una pequeña burocracia y pocas leyes en los libros parece insondable.

Sin embargo, este fue el caso durante la mayor parte de la segunda mitad del siglo XIX, donde se destacó la ausencia de varias instituciones gubernamentales.

Banca central

La Edad Dorada se destacó por la adhesión del gobierno de los EE. UU. Al patrón oro. Derivado por críticoskeynesianos “tan obsoletos como el caballo y el buggy”, el patrón oro sirvió a América y al resto de Occidente durante toda la Edad Dorada. Ludwig von Mises fue uno de los campeones del dinero sólido y comprendió el papel indispensable que desempeñó en el desarrollo de Occidente:

El patrón oro tiene una tremenda virtud: la cantidad de la oferta monetaria, bajo el patrón oro, es independiente de las políticas de los gobiernos y los partidos políticos. Esta es su ventaja. Es una forma de protección contra los gobiernos derrochadores.

El patrón oro fue un motor para el crecimiento económico que también se duplicó como un cheque en contra de la capacidad del gobierno para ir a atracones masivos de gastos. Con la banca central reapareciendo en los primeros años del siglo XX, los Estados podrían recurrir a las imprentas para ayudar a financiar programas de guerra y bienestar insostenibles.

No hay impuesto sobre la renta

Para muchos, la idea de que no haya una sopa de letras de las agencias gubernamentales sería un desastre que está por ocurrir. ¿No colapsaría la sociedad sin un impuesto sobre la renta?

“Los impuestos son el precio que pagamos por la sociedad civilizada” se ha convertido en una expresión cliché que los estatistas utilizan para justificar sus agendas universalistas. La mayor parte de la población ha tomado el impuesto a la renta como una constante universal. Lo que la mayoría no sabe es que EE. UU. no tuvo un impuesto sobre la renta a lo largo de la mayor parte de su historia hasta el apogeo de la Era Progresista.

Las únicas excepciones fueron la aprobación de la Ley de Ingresos de 1861 durante la Guerra Civil Americana y la Ley de Aranceles de Wilson-Gorman de 1894, que contenían disposiciones sobre el impuesto a la renta. Sin embargo, los impuestos a la renta de la era de la Guerra Civil expiraron a principios de la década de 1870 y la Corte Suprema anuló las estipulaciones de ingresos de la Ley Wilson-Gorman en la decisión  Pollock v. Farmers’ Loan Trust Co.

Antes de que el impuesto sobre la renta se convirtiera en la norma, la infraestructura básica del Estado se financiaba mediante tarifas de usuarios y tarifas relativamente altas. Dicho esto, la carga general de impuestos y gastos fue mucho menor en comparación con los tiempos actuales. Actualmente, los contribuyentes estadounidenses deben soportar un código tributario complejo de ingresos, nómina e impuestos corporativos. Estas son las herramientas de acceso de la clase política para financiar sus programas de gobierno.

La política exterior

Una vez que un país que hizo todo lo posible por seguir el consejo de George Washington de evitar alianzas enredadas, EE. UU. se convirtió rápidamente en el policía del mundo después de la Primera Guerra Mundial.

Esto estaba en marcado contraste con el gobierno de la Edad Dorada como el gobierno de Grover Cleveland. A lo largo de la administración de Cleveland, la cuestión de la anexión hawaiana estuvo a la vanguardia de las discusiones sobre política exterior. La administración anterior de Benjamin Harrison elaboró ​​un tratado allanando el camino para la anexión hawaiana a pesar de la manera cuestionable en que se procuró el tratado. Todo el tratado necesario era el sello de aprobación del Senado. Cleveland, sin embargo, se opuso al valor de este tratado.

En Recarving Rushmore, Ivan Eland amplía la prudencia del presidente Cleveland con respecto a la cuestión de la colonización hawaiana:

Pero Cleveland, de una generación anticolonial más antigua, sabía que la mayoría de los hawaianos no estaban de acuerdo con el golpe de estado asistido por los Estados Unidos y no querían ser parte de los Estados Unidos. Creía que el tratado se había obtenido sin escrúpulos y contravino el derecho a la verdadera autodeterminación como se explica en la Declaración de Independencia.

Esto fue en marcado contraste con el Partido Demócrata de hoy en día, que ha iniciado grandes conflictos como la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Vietnam. El Partido Republicano no es mejor, con George H.W. Bush culminó la intervención en Irak, y su hijo, George W. Bush, luego regresó para desestabilizar aún más el país.

Enormes programas militares permanentes, al igual que sus homólogos de programas domésticos, se han convertido en una característica básica del aparato gubernamental en constante expansión. Cualquier sugerencia de una política exterior no intervencionista es recibida con desprecio y burla de los think tanks de DC.

La ausencia de estas políticas es solo la punta del iceberg. Muchas otras agencias y leyes que parecen ser características permanentes de la política estadounidense, como Medicare y el Seguro Social, no existían durante la Edad Dorada. Sin embargo, de manera industrial, los estadounidenses todavía encontraron formas de proveer a los necesitados a través de sociedades de ayuda mutua. Durante este período de intervención gubernamental limitada, el gasto gubernamental solo representó menos del 3 por ciento de la producción económica total, muy lejos de la actual bomba de tiempo fiscal en Washington.

En cualquier caso, el crecimiento económico de Estados Unidos no perdió el ritmo. El economista Robert Higgs cuenta cómo, desde 1869 a 1908, el capital social de los Estados Unidos aumentó de $ 27 mil millones a $ 165 mil millones. Estos aumentos en el capital social permitieron mejorar la productividad de los trabajadores, lo que hizo que la sociedad fuera más rica. Con el tiempo, los Estados Unidos se unirían a países como el Reino Unido como potencias económicas y liderarían el camino como innovadores durante la Revolución Industrial.

Independientemente de sus fallas y defectos, las enormes ganancias en ingresos y nivel de vida de la Edad Dorada mostraron lo que los individuos eran capaces de crear cuando el Estado estaba encadenado.


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Karl Marx y el gran renacimiento socialista, por Mises Hispano.

La popularidad del socialismo está reviviendo en Estados Unidos.

La socialista Alexandria Ocasio-Cortez obtuvo un escañoen el nuevo Congreso y está pidiendo tasas de impuestos confiscatorias, al mismo tiempo que los candidatos socialistas demócratas están prosperando en muchas áreas de la nación. El Washington Post informó en julio que “ha sido un buen verano para los socialistas demócratas de América”, que “nunca han tenido más adeptos ni más influencia”. Los socialistas demócratas de América abiertamente abogan por la abolición del capitalismo.

Sería gratificante para Karl Marx, nacido hace 200 años en Trier, Alemania. En un tributo del New York Times titulado “Feliz cumpleaños, Karl Marx. ¡Tenías razón!”, el profesor de filosofía Jason Barker declaró que “la opinión liberal educada es hoy más o menos unánime en su acuerdo con la tesis básica de Marx” de que el capitalismo es fatalmente defectuoso. Pero esa presunción es cierta solo si a la “opinión liberal culta” simplemente no le importa la tiranía.

Trier, Alemania, tuvo una gran celebración de cumpleaños destacada por la inauguración de una estatua de bronce de 5.000 libras de Marx donada por el gobierno comunista chino. Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, pronunció un discurso alabando al teórico comunista, declarando que:

Karl Marx fue un filósofo que pensó en el futuro, tenía aspiraciones creativas y hoy defiende las cosas de las que no es responsable y que no causó … Uno tiene que entender a Karl Marx desde el contexto de su tiempo y no tener prejuicios …

Juncker exageró las doctrinas de Marx para afirmar que los gobiernos europeos deben entregar más folletos para cumplir con los “derechos sociales” de los ciudadanos. Daniel Kawczynski, un miembro del parlamento británico cuya familia había huido de la Polonia comunista, denunció la celebración: “Creo que es de muy mal gusto. Debemos recordar que el marxismo consistía en arrancar el poder y los medios individuales lejos de las personas y darlas al Estado. El marxismo … permitió que una pequeña banda de fanáticos reprimiera a la gente”.

Desafortunadamente, a medida que pasaron décadas desde la caída de la Unión Soviética, el romanticismo profundiza en los amargos hechos de la vida que obligaron a vivir los regímenes comunistas. El columnista británico de The Guardian, Paul Mason, elogió la toma soviética de Rusia por proporcionar “un faro al resto de la humanidad”. Pero el marxismo en la práctica no funcionó tan bien. Los regímenes comunistas produjeron la mayor carnicería ideológica en la historia de la humanidad, matando a más de cien millones de personas en el último siglo. Muchos fanáticos creen que es injusto para el legado de Marx que lo consideren culpable de la perversidad de los regímenes que invocaron su nombre. Pero las semillas de la tiranía estuvieron allí desde el principio.

La “Idea Divina”

El esquema de salvación de Marx se construyó sobre una base mística suministrada por el filósofo alemán G.W.F. Hegel. Aunque el elogio del New York Times para Marx promocionaba a Hegel como un defensor de un “estado liberal racional”, Hegel fue ridiculizado en su vida como el “Filósofo de la Corte Real Prusiana” y por promover la idea de que el Estado es “inherentemente racional”. Hegel deificó el Estado, afirmando que “el Estado es la Idea Divina tal como existe en la tierra” y “todo el valor que posee el ser humano, toda la realidad espiritual, que posee solo a través del Estado”. Hegel despreció cualquier límite al poder del Estado: “El Estado es la mente absoluta segura de sí misma que no reconoce ninguna autoridad sino la suya propia, que no reconoce reglas abstractas de bueno y malo, vergonzosa y mezquina, astuta y engañosa”.

Marx, tal vez cegado por Hegel, nunca reconoció el peligro inherente del Leviatán. Tampoco Marx explicó cómo surgiría realmente el comunismo después de la demolición del capitalismo. Igualmente importante, nunca intentó revelar cómo el Estado se “marchitaría” después de que comenzara la “dictadura del proletariado”. La ayuda humanitaria de Marx no hizo nada para disuadir a Lenin de decretar que “la libertad es tan preciosa que debe ser racionada”.

Los marxistas asumieron que un poder gubernamental enormemente creciente era la clave para liberar a la humanidad. Pero los regímenes todopoderosos rápidamente se convierten en fines en sí mismos. En 1932, el dictador soviético Joseph Stalin decretó la pena de muerte por cualquier robo de propiedad estatal. En Ucrania, donde millones de personas se morían de hambre debido a la brutal colectivización de las granjas, incluso los niños que cazaban furtivamente algunas mazorcas de maíz podían ser fusilados.

La historia del comunismo demuestra que nunca faltarán apologistas intelectuales para santificar cualquier atrocidad. En 1936, Sidney y Beatrice Webb, dos prominentes socialistas británicos, justificaron la represión soviética porque “cualquier expresión pública de duda … es un acto de deslealtad e incluso de traición” a la planificación económica central. Por lo tanto, para liberar a las personas con alimentos y ropa, el Estado tenía derecho a ejecutar a cualquiera que criticara el Plan quinquenal para la agricultura y los textiles. Los Webb glorificaron las doctrinas éticas soviéticas: “Lo más importante es el mandato de abstenerse y resistirse a la “explotación”, es decir, cualquier empleo de otros con salario con el fin de obtener un beneficio de su trabajo”. Los Webb observaron que la “abstención de la explotación es el deber ético el que está … más fuerte y frecuentemente impresionado en la mente juvenil”. Supusieron que todos los contratos privados son explotadores y que los políticos nunca abusarían de su poder al explotar a quienes están bajo su control.

El economista John Maynard Keynes calificó a la Unión Soviética en 1936 como “comprometido en una vasta tarea administrativa de hacer que un conjunto completamente nuevo de instituciones sociales y económicas funcionen sin problemas y con éxito”. El eclesiástico estadounidense Sherwood Eddy escribió en 1934, “Toda la vida [en Rusia] está … dirigida a un alto nivel único y energizado por una motivación tan poderosa y brillante … Libera un torrente de actividad alegre y vigorosa”. El filósofo estadounidense John Dewey visitó la Unión Soviética y proclamó a su regreso: “La gente anda como si se hubiera eliminado alguna carga poderosa y opresiva, como si hubieran despertado a la conciencia de energías liberadas”. Jean-Paul Sartre, el filósofo de posguerra más respetado de Francia, declaró: “Los ciudadanos soviéticos critican a su gobierno de manera mucho más efectiva que nosotros. Hay total libertad de críticas en la URSS”. Después de que surgiera una controversia en Francia en 1997 sobre un libro que afirma que los regímenes comunistas habían matado a casi 100 millones de ciudadanos, un portavoz del Partido Comunista francés trató de diferenciar a Stalin y otros líderes comunistas de Hitler: “De acuerdo, tanto nazis como comunistas han asesinado. Pero mientras los nazis mataban por odio a la humanidad, los comunistas mataban por amor”.

Mientras muchos intelectuales occidentales pintaban la Unión Soviética como una utopía, algunos comunistas tenían menos ilusiones. En 1928, Grigori Pyatakov, uno de los seis líderes soviéticos nombrados personalmente en el último testamento de Lenin, declaró con orgullo: “Según Lenin, el Partido Comunista se basa en el principio de coerción que no reconoce limitaciones ni inhibiciones. Y la idea central de este principio de coerción ilimitada no es la coerción en sí misma, sino la ausencia de cualquier limitación: moral, política e incluso física. Tal Partido es capaz de lograr milagros”. Pyatakov fue una de las estrellas de los ensayos de Moscú de 1937, confesando cargos absurdos de sabotaje de minas en Siberia, y fue ejecutado poco después.

Tiranía sin límites

La hostilidad de Marx a la propiedad privada garantizaba una tiranía sin límites. Los derechos de propiedad son los guardias fronterizos alrededor de la vida de un individuo que desalientan las invasiones políticas. Los regímenes socialistas desprecian la propiedad porque limita el poder del Estado para regimentar las vidas de las personas. Un estudio de 1975, La imagen soviética de la utopía, observó: “Las comunidades muy unidas del comunismo podrán localizar al individuo antisocial sin dificultad porque no podrá “cerrar la puerta de su apartamento” y retirarse a un área de su vida que es “estrictamente privada”“. El economista húngaro János Kornai observó: “Cuanto más se tome la eliminación de la propiedad privada, más consistentemente se puede imponer el sometimiento total”.

Los regímenes marxistas se sentían con derecho a infligir ilusiones ilimitadas a sus víctimas, por el bien de la gente, o al menos de los proletariados. A los alemanes orientales se les dijo que existía el muro de Berlín para mantener alejados a los fascistas, aunque todos los asesinatos cometidos por guardias fronterizos involucraban a alemanes orientales que se dirigían al oeste. El marxismo prometió una utopía, y esa promesa sin garantía bastó para tratar a los sujetos como siervos obligados a someterse y obedecer sin cesar. Cualquiera que intentara escapar fue tratado como si estuviera robando propiedad del Estado.

El comunismo todavía se presenta a menudo como moralmente superior al capitalismo porque elimina a las corporaciones codiciosas que envenenan a las personas para obtener ganancias. Según la teoría marxista, los problemas ambientales no pueden surgir en los países socialistas porque el hombre y la naturaleza están, por definición, en armonía. Pero los regímenes del Bloque Oriental se convirtieron en un vasto cementerio para la Madre Naturaleza. La contaminación fue generalizada en gran parte debido a la deificación de los planes económicos. Mientras las fábricas rugieran y la producción industrial aumentara, no importaba que la gente y todo lo demás estuvieran muriendo.

Viajé detrás de la Cortina de Hierro muchas veces desde mediados hasta finales de los 80 para estudiar de primera mano los resultados de la filosofía de Marx. Vi miedo generalizado en los rostros de personas demacradas en las calles de Bucarest, Rumania, y vi el terror en los ojos de los jóvenes checos cuando alguien tocó el tema de la política. Me encontré con los guardias de frontera que volaron en un manojo de nervios en cualquier pedazo de papel que podrían contener ideas subversivas. Y fui testigo de legiones de apologistas occidentales que siempre insistieron en darles a los regímenes comunistas más tiempo y más donaciones occidentales para redimirse.

Marx continúa apelando a los guerreros de la justicia social, gracias a axiomas como “de cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad”. ¿Y quién determina la “necesidad”? El Estado presuntamente omnisciente, benevolente. El marxismo prometió terminar la “lucha de clases”, pero lo hizo subyugando a casi todos a la oficialidad. Como observó el disidente yugoslavo Milovan Djilas en 1957, el comunismo engendró a una nueva clase de burócratas supremos con su propio interés personal para perpetuar su poder. La abolición de la propiedad privada dejó a las personas como rehenes de los pequeños funcionarios del gobierno que mantuvieron su trabajo castigando a cualquiera que no se rindiera ante los últimos dictados. Como explicó León Trotsky: “En un país donde el único empleador es el Estado, la oposición significa muerte por inanición lenta … quien no obedece no comerá”.

Independientemente de las intenciones de Marx, sus doctrinas provocaron un temor perpetuo en cientos de millones de víctimas. Pero fue criminalmente ingenuo esperar resultados felices de cualquier sistema que otorgue poder ilimitado a los políticos. Doscientos años después del nacimiento de Marx, nunca olvide que una filosofía que comienza por idealizar el gobierno terminará por idealizar la subyugación.


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Territorios en disputa

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Intentan aprobar ley de cambio de sexo de los niños en EEUU, sin permiso de los padres

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Revista austriaca de prensa: 31-I-2019, por Mises Hispano.

  • Carlos Rontomé escribe sobre Hayek en Ceuta Actualidad.
  • Javier Milei menciona a Rothbard en El Cronista.
  • Connor Blenkinsop cita a Hayek en CoinTelegraph.
  • Irene Hernández Velasco entrevista a Deirdre McCloskey, con menciones a Hayek y Mises en BBC.
  • Enrique Anaya cita a Bastiat en El Salvador.

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miércoles, 30 de enero de 2019

Anthony de Jasay, QEPD, por Mises Hispano.

Anthony de Jasay, un importante economista del libre mercado y filósofo político, falleció el 23 de enero. Nacido en Hungría en 1925, estudió en el Nuffield College, Oxford, donde era un protegido de I.M.D. Little, una autoridad líder en economía del bienestar. Como Little, de Jasay fue un crítico astringente, y con frecuencia asaltó a sus compañeros liberales clásicos, como Friedrich Hayek, así como a opositores del libre mercado. Pensó que casi todo el mundo daba por sentado que el Estado es necesario. De hecho, los que controlan el Estado son actores interesados, no árbitros neutrales. Desde este punto de vista, siguió la escuela de elección pública, pero argumentó que James Buchanan y otros se equivocaron al pensar que el Estado podría ser domado por las restricciones constitucionales. También era escéptico con respecto a las defensas del libre mercado por razones consecuencialistas y de derechos naturales. En cambio, defendió el «minimalismo moral». La carga de la prueba recaía en cualquiera que propusiera limitar la conducta de los demás. Su mejor libro es El Estado, pero también fue autor de muchos otros libros, como Social Contract, Free Ride, una crítica de las justificaciones de «bienes públicos» para el Estado. Se le extrañará.


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Las privaciones del socialismo en la Unión Soviética, por Mises Hispano.

Un hombre entra en una tienda y pregunta: “¿Tienen algo de carne?” “No”, replica el vendedor, “no tenemos pescado. La tienda al otro lado de la calle es la que no tiene carne”.

Escenas de escasez de alimento, largas colas y rusos hartos eran comunes en la Unión Soviética. Moscú creía que podía ofrecer un mundo de prosperidad e igualitarismo instaurando cálculos matemáticos avanzados para gestionar la economía. ¿Cómo fue? Bueno, como cualquier buen economista, cuando las cosas fueron tan mal, los hombres más listos de la sala recurrieron a la única publicación que podía salvar a a humanidad: el Catálogo de Sears.

En lugar de usar el método de precios del mercado, los dirigentes soviéticos copiaron a sus colegas chinos y peinaron el icónico pero ya difunto catálogo para conocer los precios de los bienes de consumo. A pesar del estudio intensivo y el análisis del coste de un par de calzones largos, Moscú no pudo aliviar la miseria.

Utilizando fórmulas para gestionar una economía nacional con las incomodidades de una monstruosidad burocrática decrépita, el gobierno soviético fracasó en prácticamente todo. Al menos crearon una abundancia de chistes, contados a menudo por Ronald Reagan.

Economía soviética

Era habitual entre los camaradas discutir sobre el gulag, Josif Stalin, Nicolai Gorbachov y la Guerra Fría cuando de pensaba en la Unión Soviética con una botella de vodka. Pero es raro llevar a cabo una conversación larga sobre las políticas económicas empleadas por la URSS durante un periodo de 70 años.

Como cualquier otro experimento socialista a lo largo de los siglos XX y XXI, los signos distintivos de la ideología (controles de precios, cuotas de producción, planificación centralizada y gobierno totalitario) estaban por todas partes. Y, en consonancia con estos intentos, la extendida miseria y sufrimientos estaban a la orden del día. Despreciando el capitalismo occidental, los soviéticos dependían de la sabiduría de sus nuevos dioses para lograr el éxito económico y el dominio mundial: un antisemita borracho llamado Karl Marx, un tirano cruel llamado Vladimir Lenin y un paranoico, Josif Stalin.

La Unión Soviética empeló todas las políticas con las que fantasean los socialistas y comunistas actuales mientras sorben sus caffe latte, ven la CNN y visten camisetas que muestran la hoz y el martillo: propiedad estatal de los medios de producción, granjas colectivas, vida comunal, nacionalización de los activos industriales y planificación centralizada. Los soviéticos trataron de dirigir la economía sin precios de mercado, confiando en su lugar en la inteligencia del Gosplan, una agencia pública federal que establecía los niveles “correctos” de precios, producción y salarios.

Por ejemplo, el Gosplan determinaba los precios de los bienes al por menor calculando primero la cantidad total de dinero que se gastaba en salarios y cuánto era apto para el consumo. La agencia usaría luego el cálculo y lo igualaría al valor de todos los bienes producidos en ese año de acuerdo con uno de sus muchos planes quinquenales. Para entonces, el Gosplan creía que podía establecer el precio de cada bien utilizando principalmente la falsa teoría marxista del valor trabajo: el valor de un bien o servicio basado en el “trabajo socialmente necesario”.

Los bienes también se clasificaban en dos categorías: el Grupo A, que era la industria pesada, y el Grupo B, que incluía los bienes de consumo. El primero recibía la máxima prioridad: esto era evidente en la baja calidad de productos como neveras, lavadoras y televisores.

¿Pero cuánto pueden ser de buena de calidad cuando los consumidores apenas tienen acceso a estos productos lamentables?

Los efectos de la planificación centralizada

Las escaseces de los productos básicos de consumo (alimentos y similares) estaban por todas partes. Mientras que las escaseces no eran tan graves en los grandes centros de población, como Leningrado y Moscú, eran comunes en el resto del país. O no encuentras nada en las estanterías de las tiendas, o tienes que esperar largas colas. Si incumples el undécimo mandamiento del comunismo (no serás cliente de un negocio privado) seguirás sin tener acceso a una pieza de fruta fresca o a algo de carne, porque los precios serán demasiados altos o las existencias solo durarán una temporada.

En 1982, el New York Times describía lo que se podía encontrar en cualquiera de las tiendas de la nación dirigidas por el estado:

Al mediodía, un día de la semana pasada el mostrador de carne estaba lleno de lamentables cortes de vacuno y ovino, todo grasa y hueso. Después de varias semanas desde finales del año pasado en que desapareció de las tiendas de Moscú, la mantequilla estaba de nuevo a la venta, pero con un límite de medio kilo por comprador. El mostrador de verduras mostraba simétricamente expuestas zanahorias, remolachas y repollos, pero buena parte estaban podridas.

Para aliviar esta triste situación, el gobierno instauró un sistema de racionamiento, conocido también como la “opción por defecto de distribución estalinista”. Las distintas jurisdicciones tenían distintas reglas. Por ejemplo, Moscú estableció límites en la cantidad que podían adquirir los compradores y reguló las horas de apertura. Algunas ciudades tenían cupones, otras impusieron restricciones. Para entender lo grave que era la escasez de comida, los zoos estatales hicieron que sus animales se convirtieran en vegetarianos.

Estas medidas pronto se extendieron a otras áreas de la Cortina de Hierro, incluyendo la atención sanitaria. Los niños no podían comprar leche sin una receta del médico, los cortes de corriente en los hospitales eran habituales y el gobierno empezó una campaña de concienciación pública sobre los peligros de la sobrealimentación. Los funcionarios médicos usaban la anestesia como una forma de extorsión: estaba “indisponible” para las operaciones, pero, si se pagaba un soborno, aparecía mágicamente. La tasa de mortalidad infantil era tan baja que el gobierno no consideraba que los niños habían nacido hasta que sobrevivían al primer mes.

La gente acabó harta de socialismo.

La caída de la “amenaza roja”

Durante décadas, tuvieron que vivir con cuatro personas en un apartamento de una habitación, tuvieron que vivir bajo la bota tiránica de líderes autoritarios, tuvieron que sacrificarse por el estado y, lo peor de todo, tuvieron que ver que su enemigo mortal (EEUU) disfrutaba de las bondades del capitalismo. ¿Sorprende que el gobierno rodeara las torres de radio con guardias militares y alambre de espino, que las fuerzas de seguridad inspeccionaran constantemente a la población y que las burocracias rebuscaran en las oficinas en busca de disidentes? El estado temía a la gente, como tendría que pasar siempre.

La caída de la Unión Soviética es un caso de estudio de esperar a que las leyes de la economía destruyan una nación. EEUU no tuvo que invadir Rusia o lanzar bombas sobre San Petersburgo para acabar con la Amenaza Roja. La disolución de la URSS se debió a una economía fracasada y a la fatal arrogancia de los socialistas.

Es como el viejo chiste:

Una anciana va a al Gorispolkom (las autoridades locales) con una pregunta, pero cuando entra en el despacho del funcionario ha olvidado el propósito de su visita. “¿Se refiere a su pensión?”, pregunta el funcionario. “No, percibo 20 rublos al mes, está bien”, contesta. “¿Sobre su apartamento?” “No, vivo con tres personas en una habitación de un apartamento comunal, estoy bien”, replica. De repente, se acuerda: “¿Quién inventó el comunismo: los comunistas o los científicos?”. El funcionario responde orgullosamente: “¡Bueno, los comunistas, por supuesto!” “Eso es lo que pensaba”, dice la anciana. “¡Si lo hubieran inventado los científicos, lo habrían probado antes con perros!”


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El último dolor de cabeza de la NFL, por Mises Hispano.

Los Raiders están llegando a Las Vegas y la emoción es palpable. Tres cuartos de billón de dólares del dinero de los contribuyentes utilizado como cebo de Raider aparentemente no ha molestado a nadie. La llegada de la NFL después de la primera temporada de la NHL de los Caballeros Dorados tiene vendedores de bienes raíces locales, desarrolladores, dueños de casinos y gente de negocios que sueña con sacar provecho de una bonanza deportiva local.

Los deportes profesionales son vistos como el siguiente paso en la evolución de Sin City. Me han dicho que la construcción del Raider Stadium está programada a pesar de un grave malfuncionamiento concreto. El esquema de estacionamiento eventual es, digamos, no probado. Pero, las entradas se están vendiendo como pan caliente y la ciudad se ha ido colectivamente a favor de los Raiders como lo hizo con los Golden Knights.

¿Qué puede salir mal?

¿Seguro? O, ¿falta de ella? Las aseguradoras están abandonando el mercado del fútbol por temor a que la encefalopatía traumática crónica (CTE) sea el nuevo asbesto.

Steve Fainaru y Mark Fainaru-Wada escribieron en un espectacular artículo «fuera de las líneas» para ESPN+,

Para un número cada vez mayor de operadores, el fútbol es una represa construida sobre una falla de terremoto. Puede que nunca ocurra un desastre, pero el espectro de enormes pérdidas potenciales está asustando a muchas compañías.

«Dentro de treinta años, podría estar en el gancho, y esa es una situación muy difícil para una compañía de seguros», dijo James Lynch, actuario jefe del Instituto de Información de Seguros de Nueva York a Fainaru y Fainaru-Wada. «Esta es la razón por la que la industria está preocupada por eso. Desea poder reducir ese riesgo».

Después de haber jugado fútbol americano en la escuela secundaria y en la universidad, y ahora lidiar con una variedad de problemas neurológicos, el siguiente párrafo me resonó.

«No es solo CTE. CTE no va a ser la parte costosa», dijo un ejecutivo de seguros que habló con Fuera de las líneas bajo condición de anonimato. «La demencia y todos los casos de Parkinson y Alzheimer serán acusados ​​de fútbol. Habrá un grupo de médicos en California y otros estados, y dirán: “Estoy seguro de que fue porque jugaste al fútbol”».

Hubo un momento en que las aseguradoras se alinearon para proporcionar a la NFL la cobertura de Responsabilidad General y Compensación del Trabajador. Ahora solo hay un operador que está escribiendo este negocio, sin una exclusión por traumatismo craneal, Berkeley Entertainment & Sports. No es exactamente un nombre familiar.

«No quiero usar la palabra “fusión”, pero hay un pánico en el mercado», dijo el consultor de seguros Lee Gaby.

Las aseguradoras siguen pagando 1.800 millones de dólares al año en reclamos de asbesto décadas después de que se estableciera el vínculo entre el material de construcción y el cáncer de pulmón a mediados de los años sesenta.

Al igual que las enfermedades relacionadas con el asbesto, el CTE puede tardar años en desarrollarse, lo que aumenta la posibilidad de décadas de litigios. El grupo de reclamantes potenciales es de millones, teóricamente, cualquier atleta, con una variedad de posibles objetivos legales.

«Hay paralelos, y son paralelos muy reales», dijo Lynch a ESPN.

Los jugadores de fútbol americano de High School y Pop Warner participan en más juegos de contacto completos que los jugadores universitarios y profesionales. En 2016, Real Sports informó que 17 jugadores habían muerto durante los tres años anteriores debido a lesiones en la cabeza por jugar al fútbol.

No solo están en riesgo los participantes de fútbol americano de la NFL, la universidad, la escuela secundaria y Pop Warner. Real Sports de HBO destacó los riesgos que corren los jugadores de hockey de la NHL. NHL Brass ha negado cualquier conexión entre CTE y hockey. Los propietarios de la NFL se comprometieron en las mismas denegaciones durante años.

Varios ex jugadores han demandado a la NFL. La demanda colectiva se resolvió, pero desde entonces, escribe Fainaru y Fainaru-Wada,

Las demandas relacionadas con conmoción cerebral que involucran al menos 18 deportes y actividades se han presentado en al menos 29 estados, según muestra la investigación Fuera de las Líneas. Se dirigen no solo a los deportes profesionales, sino también a las ligas juveniles, distritos escolares, asociaciones deportivas, fabricantes de equipos, proveedores médicos, entrenadores y entrenadores deportivos.

Se han presentado más de 100 demandas contra la NCAA durante los últimos cinco años. En un caso, «En junio pasado, el primer ensayo que involucró fútbol y CTE terminó después de tres días. La NCAA se estableció bruscamente con la viuda de un ex apoyador de la Universidad de Texas y un tackle defensivo a quien se le diagnosticó la enfermedad después de su muerte en 2015, 44 años después de la última vez que jugó».

Eso se llama riesgo de cola, y las compañías de seguros lo odian. Se reportan 300.000 conmociones cerebrales relacionadas con el fútbol por año, y probablemente miles no se reportan. Esos cientos de miles de conmociones pueden llevar a millones de reclamaciones por un total de miles de millones de dólares. No es de extrañar que la industria de seguros se haya escapado.

Las Vegas puede ver poco de la magia de la NFL.


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El cierre nos muestra cuán poco confiable y perjudicial realmente puede ser un gobierno, por Mises Hispano.

A medida que el cierre parcial del gobierno ha continuado hasta su récord, cada vez más personas se encuentran desconcertadas, incomodadas o dañadas de alguna manera por las consecuencias. Esto ha llevado a un creciente coro de quejas contra nuestra actual forma de estancamiento. Con esto ha surgido una forma interesante de optimismo de la izquierda política: la esperanza de que los problemas debidos al cierre convencerán a las personas de lo valioso que es el gobierno para cada uno de nosotros, lo que moverá a las personas hacia su lado del pasillo político.

Esto se ilustra en un artículo reciente del Daily 202 de James Hohmann y Joanie Greve en el Washington Post. Escriben que «los efectos están listos para ser peores y más obvios para más personas. Un resultado duradero podría ser que los estadounidenses aprecien colectivamente el valor que el gobierno proporciona en su vida cotidiana en mayor medida». Luego contrastan el «momento de enseñanza sobre lo que hace exactamente el gobierno y lo importante que es para la vida de las personas», haciendo referencia a la declaración de Ronald Reagan de que, en lugar de brindar soluciones a los problemas, «el gobierno es el problema».

Ellos documentan algunos de los problemas debido al cierre del gobierno. Sin embargo, los largos tiempos de espera en la seguridad del aeropuerto, los problemas con la entrega de cupones de alimentos, las dificultades con los vencimientos de los contratos de vivienda asequible, el cumplimiento de las nóminas, etc., no refutan que «el gobierno es el problema».

Para ilustrar esto, recuerde que hay muchas cosas que hace el gobierno que no tiene ninguna actividad. Digamos que uno de ellos estaba creando una burocracia que tenía el poder de decidir sobre la expedición de permisos de «libertad de expresión», que vendían a los aprobados para hablar sobre temas públicos particulares (podría pensar que eso nunca podría suceder, especialmente dada la Primera Enmienda, pero no es tan diferente de los efectos de la doctrina de imparcialidad para la radio de difusión antes de que la administración de Reagan la eliminara) o que administrara los abusos de confiscación de activos civiles de sus ciudadanos. Tampoco avanza nuestro bienestar general. Ninguno se relaciona con la lógica o los documentos centrales de la fundación de Estados Unidos. Sin embargo, las personas se adaptarían a las reglas a las que se enfrentaban y sus expectativas vendrían a incorporarlos. Si en ese momento, un cierre del gobierno cerrara los fondos a esas burocracias, esas expectativas decepcionadas causarán dificultades a las personas. Sin embargo, las quejas con ese puntaje no demuestran que tales funciones gubernamentales se considerarán más valiosas que antes como resultado.

Desplazando al sector privado

Una lógica similar se aplica a las funciones que habrían sido (y han sido en el pasado) proporcionadas por el sector privado (por ejemplo, educación y servicios ofrecidos por aseguradores privados y sociedades amigas), pero que el gobierno ha excluido en gran medida debido a su tratamiento especial (p. ej., exención de impuestos a la propiedad) poder coercitivo (p. ej., los poderes de regulación y dominio eminente) y acceso a los bolsillos de los contribuyentes para su financiamiento. En tales áreas, los burócratas gubernamentales que conocen sus circunstancias y preferencias menos que usted, se preocupan por usted menos que usted y operan sin la restricción de tener que cubrir sus facturas a través de transacciones voluntarias. un costo más alto, que lo que ellos eliminaron. Y lo único que hay alrededor de esto es el robo del gobierno por parte de otros, que no puede cumplir con una evaluación creíble como «libertad y justicia para todos». Igual que antes, si el cierre de un gobierno erosionara aún más la forma en que los «servidores públicos» servían a los estadounidenses, las quejas subsiguientes no demuestre que tales funciones gubernamentales se considerarán más valiosas que antes como resultado.

Además, ya sea que estemos considerando lo que el gobierno no debería hacer, lo que ha impedido que otros hagan, o incluso lo que algunos piensan que debería hacer, el énfasis del cierre enseña una lección mucho más poderosa que sobre el valor de los servicios gubernamentales. Enseña a los estadounidenses que no se puede contar con que el gobierno cumpla sus promesas, por muy valioso que sea si se justifica tal confianza. Después de todo, durante el cierre parcial del gobierno, todos los problemas que resultaron involucraron al gobierno que no cumplió con las promesas que hizo. Además, no podemos tener la seguridad de que no volverá a ocurrir, o incluso será peor, en el futuro. Especialmente cuando esa falta de confiabilidad se agrega a todos los programas gubernamentales con pasivos no financiados que no solo empequeñecen la deuda pública oficial, sino que, por tanto, no se pueden cumplir: la cornucopia de la Seguridad Social, Medicare, Medicaid, las pensiones de veteranos, los programas de pensiones del gobierno estatal. , etc.— la gente mejor reconocerá cuán fiables son los compromisos gubernamentales, y menos confiarán en ellos o serán manipulados por palabras que son mucho más baratas que cumplirlas.


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El tiempo es dinero, el dinero es tiempo, por Mises Hispano.

La vida no es sino una sombra andante, un mal jugador que se pavonea y se preocupa por su tiempo en el escenario y luego no se vuelve a oír —Macbeth

Nuestro tiempo limitado, nuestra breve candela como había dicho antes el Macbeth de Shakespeare en el soliloquio recién citado, puede valer muy poco en el panorama general de las cosas, pero es de la máxima importancia para cada uno de nosotros personalmente. Al contrario que otras dimensiones, alto, ancho y largo, la cuarta es casi infinita, pero las personas solo disfrutan de una pequeña parte de ella, nuestros setenta años (Salmos 90, 10, N.d.T.). El tiempo pasa. Lo que importa es no desperdiciarlo.

Puede parecer a otros que estamos desperdiciando nuestro tiempo. Pero no es desperdiciarlo cuando tomamos un descanso, recargamos nuestras pilas o nos paramos a pensar. Buscar el placer, perseguir la felicidad, eliminar la incomodidad es hacer un buen uso del tiempo. Todos somos distintos y disfrutamos de cosas distintas, así que el tiempo perdido no es tiempo desperdiciado mientras sea nuestra decisión personal. Nadie puede asignar el tiempo más eficazmente que la persona. Es algo intensamente personal.

Mientras que usar el tiempo eficazmente es un placer privado, desperdiciarlo puede ser muy frustrante. Desperdiciar el tiempo es la negación de la ambición personal, ya sea en un algo tan trivial como en un juego de cartas como tan importante como cambiar las circunstancias personales. Evitar perder el tiempo requiere una acción personal positiva, pero vivimos en un mundo en el que esa decisión está siendo progresivamente asumida por el estado. Pero al estado entiende mal la importancia del tiempo, remplazándolo con indecisión y retraso. El tiempo ofrece cambio y progreso, salvo para el estado. La evolución de los acontecimientos que pasan con el tiempo menoscaba las certidumbres del estado. El estado cree que tiene todo el tiempo del mundo para hacer las cosas bien consultando, informando, debatiendo y finalmente actuando, mientras que todos los afectados tienen que esperar.

Por ejemplo, lleva más de una década llegar a un acuerdo comercial entre la UE y otro gobierno, sin que ninguno de ellos crea que el tiempo es importante. El paso de caracol con nuestro tiempo es la norma en la administración y los asuntos intergubernamentales. En los negocios, el tiempo es un coste que va en contra del beneficio, porque el beneficio se mide siempre dentro de un marco temporal. Un empresario que es al tiempo competente y eficiente es una persona valorada en la sociedad. Es productivo, al maximizar los beneficios mientras limita el tiempo dedicado a conseguirlos. El tiempo es también la base de los tipos de interés, que, lejos de ser un coste por el dinero, es una expresión de la preferencia temporal. La preferencia temporal es el valor descontado futuro de los materiales, la energía y el esfuerzo todavía no poseídos, pero comprometidos para una fecha futura concreta.

A través de la política monetaria, el estado ordena nuestras preferencias temporales, obligándonos a aceptar su propio compendio legal. Ordena el valor de nuestros futuros personales en relación con el dinero. Normalmente no nos damos cuenta de lo dañino que es la pérdida de libertad para determinar nuestra cuarta dimensión. Si entendiéramos que el estado nos está privando de tiempo, probablemente nos enfadaríamos. La malversación de su uso está detrás de la creciente frustración que siente la gente normal. Es el tema subyacente en Camino de servidumbre, cómo el estado conspira para robar la libertad de su pueblo para prioridades estatistas.

Los funcionarios del estado normalmente ignoran lo que están haciendo. Como se ha dicho antes, nos les importa desperdiciar nuestro tiempo. Al gobierno británico le ha llevado dos años y medio fracasar en negociar el Bréxit, desperdiciando el tiempo de todos los ciudadanos a la espera de certidumbre, tanto en Gran Bretaña como en la UE.

Creemos que el estado solo se queda con nuestro dinero, pero también se queda con nuestro tiempo. Si nos diéramos más cuenta de que se nos roba nuestro tiempo, las actitudes hacia la intervención estatal sin duda cambiarían. En este momento, pensamos que es solo dinero y está claro, ¿quién querría ser considerado tan venal como para protestar por su redistribución a aquellos más la merecen?

Crea un ciclo de crédito y luego elimina las consecuencias

El estado ha sido extremadamente eficaz a la hora de meter mano en nuestros bolsillos, empleando prestidigitación monetaria e impuestos. Al tomar control de la agenda económica y monetaria, el estado nos ha convencido de que puede hacer uso de nuestro dinero más eficazmente que nosotros mismos. Nos ordena que usemos exclusivamente la moneda del propio estado, respaldada por nuestra fe en su crédito. Elimina los tipos de interés para hacer crecer la economía y maximizar los impuestos, diciendo que podemos mejorar juntos. Nos hace pagar y gasta lo que obtiene de una manera determinada por el estado actuando en nuestro interés colectivo.

Cuando el robo de nuestro tiempo es relativamente menor, lo toleramos. Podemos hacernos más ricos juntos. Pero cuando nos encontramos trabajando cada vez más para el estado, dedicando casi la mitad de nuestra vida laboral a hacerlo, crece nuestro descontento y resentimiento. Ya no controlamos los frutos de nuestro trabajo, de nuestro tiempo. Entonces el banco central acude a nuestro rescate, creando el dinero extra que perdimos en impuestos y animando a los bancos a los que regula a conceder crédito que nos permita ganar más y gastar más. Deteriora tanto nuestras preferencias temporales como el coste real de nuestros salarios para nuestros empleadores. Durante un periodo breve de tiempo parece funcionar, mientras los perdedores no se dan cuenta y no se quejan. Pero lleva a inestabilidad económica al remplazar el sano azar de nuestros deseos colectivos por un ciclo de expansión y contracción del crédito.

El robo de tiempo acaba en una crisis generada por el crédito

El robo de nuestro tiempo mediante devaluación monetaria ha continuado rápidamente desde que se eliminó la disciplina del oro en el sistema monetario global. Esto se produjo paso a paso desde principios de la década de 1930, pero se aceleró después de la sacudida de Nixon en 1971. Entonces los precios empezaron a aumentar rápidamente, al ir disminuyendo el poder adquisitivo de la moneda. El estado acabó encontrando una solución a los precios en aumento: negar que estuviera ocurriendo. Los contenidos del índice de precios del consumo están rotando y ajustándose continuamente, lo que en la práctica busca un modesto objetivo de un aumento anual del 2%.

En la década de 1980, los gobiernos idearon una nueva broma para aumentar los ahorros en declive: prestar dinero a los ahorradores a través de los bancos para inflar activos y consumo. Lo hicieron derogando la legislación Glass-Steagall, que separaba la banca de inversión del préstamo comercial. Cada vez había más crédito disponible para propiedades residenciales, tarjetas de crédito y préstamos personales. Los bancos ganaban poder económico y beneficios al crear este crédito de la nada y los banqueros amasaron grandes fortunas.

Desde la década de 1980, la destrucción del ahorro genuino se ha visto compensada por la inflación de activos alimentada por el crédito barato. Los excesos llevaron al crash de 1987, la burbuja punto com de 2000 y la burbuja inmobiliaria de 2006-07. Pero las caídas en los precios de las propiedades y los activos financieros se rescataron siempre con más crédito. Tras la crisis de Lehman de hace diez años, la devaluación del dinero se ha acelerado, los precios de los activos se han hinchado y la inflación de precios se ha ocultado con el IPC en busca de un objetivo.

La falta de constancia en la moneda permite actuar al estado sin que la mayoría de la población sea consciente de que se roban sus ganancias, sus ahorros, su futuro, su tiempo. La simple verdad es que no solo todos son más pobres de lo que podrían haber sido, sino que también son más pobres en términos absolutos. Cada año se roba a la gente un poco más, hasta el punto en el que acabe quedando muy poco para dar, en relación con las crecientes demandas del estado.

Debemos estar cerca de ese punto. Esta misma semana hemos visto caer el comercio navideño en Gran Bretaña. La caída de las acciones bancarias es un ominoso indicador importante. En general, la gente tiene menos propensión a aceptar el crédito ofrecido para los fabricantes de automóviles para financiar la compra de estos. Las tarjetas de crédito están al límite. Las cifras de personas sin hogar en Inglaterra, el indicar más importante de problemas personales, han subido un 169% desde 2010. Adicionalmente, se están imponiendo aranceles, que son impuestos al consumo y a la producción, a los estadounidenses, haciendo que estos sean más pobres.

La crisis inevitable e inminente nos está llevando al final del camino de baldosas amarillas. No vamos a salir con un estallido especulativo, sino con un quejido empobrecido, sin que nos quede nada por dar. Y cuando el estado recauda menos mediante impuestos, siempre trata de recuperarlo mediante más devaluación monetaria.

Sabemos que acaba en crisis, porque nos lo dicen la historia y la lógica. Parecemos estar al borde de esta, dado el mensaje de los mercados. Los mercados de bonos corporativos tanto en Estados Unidos como en la UE están inmovilizados. También se nos dice que los bancos de EEUU están segando las piernas a los préstamos corporativos.

Llaman a esto deflacionista, un término impreciso, que, como decía Humpty Dumpty, “significa lo que yo quiero que signifique”. Una descripción mejor de lo que está pasando es que es la consecuencia de un robo acumulado y continuo del tiempo de la gente por el estado a través de una emisión desbocada de dinero y crédito. Llamarlo deflación anima a los agentes estatales a devaluar aún más la moneda, en la creencia ingenua de que es lo contrario de la inflación.

Las bolsas están cayendo, porque los inversores están suspendiendo su confianza en que el estado tiene las cosas bajo control y puede evitar la deflación mientras nos dirige a una tierra prometida de valores de activos en perpetuo aumento. Pero cuando los inversores empiezan a pensar, en lugar de creer, empiezan a aparecer las preguntas difíciles. Si se está devaluando la moneda, el estado tendrá que empezar a aumentar las cantidades de dinero propio solo para seguir igual. Y como el estado ha asumido la responsabilidad de nuestro bienestar, en una recesión (otra palabra imprecisa propia de Humpty Dumpty), el estado tendrá que tomar prestado todavía más.

¿De dónde vendrá el dinero? ¿Y a qué tipo de interés? Si los tipos de los préstamos están aumentando porque no nos queda nada para financiar los crecientes compromisos del estado, ¿qué pasa con las grandes empresas que calculan sus ganancias basándose en el coste creciente del fondo de maniobra? ¿Se han congelado los mercados de bonos y el préstamo bancario porque los bancos han arrojado la toalla? Al haberse apoderado del control de nuestras preferencias temporales, ¿ha perdido finalmente el control el propio estado?

Solo la fe nos permite creer otra cosa. La fe en el estado y la fe en su crédito. Sin eso, el dinero sin respaldo del estado pierde su poder adquisitivo, desperdiciando todo ese tiempo que nos ha quitado el estado. Podemos redefinir la inminente recesión inflacionista como sencillamente la destrucción visible del tiempo de todos.


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martes, 29 de enero de 2019

Revista austriaca de prensa: 30-I-2019, por Mises Hispano.

  • Gladys Monterroso incluye una cita de Mises en su artículo en La Hora.
  • Artículo sin firma en El Salvador con mención a Mises.
  • Juan Carlos Chirinos dedica un artículo a Carlos Rangel en El Nacional.

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¿Qué cierre? El gasto federal por día ha bajado solo el 7 por ciento, por Mises Hispano.

En nuestros cursos de Principios de Microeconomía, a veces consideramos si una empresa debe cerrar alguna línea de producción. Una empresa cierra cuando deja de operar, cuando cierra y detiene su producción. La empresa deja de gastar dinero en todo, excepto sus costos fijos.

Un «cierre» del gobierno federal tiene un significado completamente diferente.

Ha habido muchas críticas por el actual cierre del gobierno que comenzó el 22 de diciembre del año pasado. El Departamento del Tesoro, con sus Declaraciones diarias del Tesoro, nos ha proporcionado detalles sobre los gastos federales hasta el 18 de enero. Por lo tanto, tenemos los datos sobre las primeras cuatro semanas del cierre. Tratemos de determinar la definición de un cierre del gobierno.

Para tener una base de referencia para comparación, considere el presupuesto para el año fiscal 2018. El Departamento del Tesoro informa sobre todos los dólares retirados de las cuentas federales. En cierto sentido, todo esto es gasto federal. En el año fiscal 2018, los retiros de cuentas federales totalizaron $ 13.961,9 millardos. Eso equivale a un promedio diario de $ 38,3 mil millones.

En los primeros 28 días del cierre, los retiros totales de los federales fueron $ 1.163 millardos. Eso es un promedio diario de $ 41,5 mil millones. Si definimos el gasto federal como el total de retiros de las cuentas federales, entonces el gasto diario promedio durante el cierre es aproximadamente un 8,5% más alto que en el año fiscal 2018.

Sin embargo, el gobierno federal está transfiriendo una gran cantidad de su deuda. Está emitiendo nuevos títulos públicos y utilizando los fondos de esta venta de estos títulos para pagar los títulos anteriores que vencen. Estos retiros se encuentran dentro de la línea de crédito de la deuda pública. Es análogo a una empresa que pide dinero prestado para hacer los pagos de capital de su deuda.

La mayor parte del gasto federal es este tipo de gasto. La razón por la cual este número de gasto es tan alto es debido a este servicio de la deuda.

La mayoría de las personas, todos los hogares y empresas, clasificarían los pagos de préstamos como gastos, incluso si financiaran los pagos de préstamos prestando dinero. Sin embargo, la mayoría de los analistas, cuando discuten el gasto federal, omiten este servicio de deuda. Usualmente solo incluyen los otros tipos de gastos. Así que echemos un vistazo a eso.

En el año fiscal 2018, los retiros (gastos) federales, sin incluir el servicio de la deuda (PDCR), totalizaron $ 4.757,8 millardos. Eso es un promedio diario de $ 13 mil millones. (Como nota aparte, tenga en cuenta que dos tercios del gasto federal en el año fiscal 2018 fueron pagos de deuda. Esto nos debe hacer sentir incómodos con respecto a la viabilidad financiera a largo plazo del gobierno federal).

Durante las primeras cuatro semanas del cierre, del 22 de diciembre de 2018 al 18 de enero de este año, los retiros menos PDCR totalizaron $ 338,5 mil millones para un promedio diario de poco más de $ 12 mil millones.

Entonces, según esta medida del gasto federal, los federales gastan en promedio un 7,3% menos por día durante este cierre que lo que hicieron en el año fiscal 2018.

Independientemente de su posición en el cierre, debemos reconocer el engaño involucrado en llamar esto un cierre. El gasto de $ 12 mil millones por día no es un cierre. Gastar un 7% menos de lo que gastó el año pasado no es un cierre.

Llamar al impasse del presupuesto actual como un cierre es solo otro ejemplo de la corrupción política de nuestro idioma.


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Por qué el capital necesita emprendedores, por Mises Hispano.

La teoría de la productividad del capital domina la opinión popular y las discusiones públicas. Supone que el capital genera un rendimiento como los árboles engendran sus frutos. Desde este punto de vista, más ahorro implica más inversión y más inversión genera unas mayores existencias de capital, lo que a su vez genera rendimientos futuros. La creencia extendida es que los activos monetarios crecen y generan automáticamente réditos. Sin embargo, ya al final del siglo XIX, el economista austriaco Eugen von Böhm-Bawerk reventaba la teoría de la productividad del capital. Demostraba que sin acción emprendedora el capital se estanca y se convierte en inútil.

Capitalismo emprendedor

Destruir el capitalismo emprendedor a favor del capitalismo de estado y el socialismo lleva a un declive económico. Cuando los nuevos socialdemócratas de Estados Unidos prometen más justicia social y un nivel de vida más alto para los pobres, se engañan creyendo que mas intervencionismo público y más control de las empresas podría alcanzar esos objetivos. Es justo lo contrario. Para proporcionar mejores niveles de vida para todos, hace falta más capitalismo emprendedor. No hay otro medio disponible para transformar los ahorros en inversiones con beneficios que mediante la acción de emprendedores que compitan en un mercado libre.

No hay manera de evitar los intentos permanentes de reordenar el proceso de producción. Sin actividad emprendedora, el capital es solo un montón de bienes de capital. Sin el emprendedor, el capital está muerto. Hace falta actividad emprendedora para dar vida al capital y mantenerlo vivo. Los niveles futuros dependen de las condiciones generales de la economía que van evolucionando con el tiempo. La necesidad de una renovación constante del capital real requiere un flujo de fondos para mantener el proceso de producción. Los activos financieros se apreciarán de acuerdo con los beneficios y por tanto dependen de emprendedores capaces. El ahorro y la inversión serán un desperdicio cuando gestores a los que les falte visión de futuro y prudencia dirijan los negocios o cuando aparezcan disposiciones institucionales que alteren, transformen y destruyan estas cualidades emprendedoras.

Capital monetario y real

Solo de puede agregar capital y determinar el cambio de su tamaño como una herramienta contable (como “capital monetario”). Como herramienta contable, el capital es la representación monetaria de los bienes reales de capital en el proceso de producción. El capital en su existencia concreta como bienes de capital no crece por sí mismo ni puede almacenarse a lo largo del tiempo. Se puede ahorrar dinero, pero no se pueden almacenar bienes de capital sin pérdidas. Los bienes de capital abandonados decaen y durante el proceso de producción se deterioran y desaparecen de este. El capital monetario no genera la producción que genera beneficios e intereses. El capital genera un rendimiento cuando los emprendedores con ánimo de lucro remodelan la estructura de producción para cambiar las condiciones al emplear mano de obra y encontrar y usar nuevas técnicas de producción.

La idea tiene importantes implicaciones para el sistema de pensiones. Dice que el miembro individual de un grupo generacional puede mejorar su riqueza futura en relación con la media ahorrando más, pero que las condiciones de la economía en el futuro determinarán el nivel general de bienestar. Más aún, la teoría de Böhm-Bawerk explica que los ahorros no contribuirán al nivel general del bienestar futuro cuando las personas de un grupo de compradores invierten en bonos públicos como forma de “ahorro”. El déficit público anula el ahorro neto del inversor privado y la cantidad total de ahorro nacional permanece inalterada. Solo pueden contar como inversión aquellos ahorros que van a manos del emprendedor que los usa para mantener, ampliar y reordenar la estructura de capital de la economía en busca de beneficios.

Capital financiero

La bolsa no es una máquina de generación de riqueza. Esperar que inversiones financieras hoy garanticen un rendimiento en tiempos posteriores es una creencia ilusoria. Igualmente, más contribuciones a la seguridad social no garantizan pensiones más altas posteriormente. Prestar más dinero al gobierno o pagar contribuciones más altas no aumenta las existencias de capital. Los gobiernos gastan la mayoría del dinero en salarios y otras cosas que se consumen. Al ahorrar mediante bonos públicos, hay poca diferencia entre el plan de pensiones de “paga mientras tanto” y un sistema basado en capital. En ambos casos, los ahorros de un grupo son consumo para otro y no se produce ninguna formación de capital real.

La acumulación de activos financieros puede ser una inversión desde la perspectiva personal, pero no significa que se cree capital real. Invertir en acciones no crea más capital real. La mayoría del comercio bursátil es una rotación de propiedad. Unas mayores valoraciones bursátiles parecen una creación de riqueza real, pero no es el precio de un activo lo que significa riqueza, sino los beneficios que provienen del proceso de producción. Lo que importa para el nivel de riqueza en el futuro es el flujo futuro de rentas que resulten de la actividad emprendedora generadora de beneficios. El ahorro monetario no es necesariamente inversión y la inversión no es automáticamente formación de capital.

Ahorro

La manera de ahorrar para el futuro es conservar el capitalismo emprendedor. Para que una nación se haga rica, sus ahorros deben llegar a las manos de emprendedores capaces. Para continuar con la creación de riqueza y la prosperidad, los emprendedores deben reordenar la estructura de capital. Los ahorros son los flujos de entrada para este proceso. Los ahorros no se convierten en inversiones lucrativas por sí mismos. Para generar ahorro y poner las bases para la prosperidad, la economía necesita emprendedores con visión de futuro que se dedican a remodelar la estructura de producción en busca de beneficios.

Una mayor productividad no garantiza que continuará así en el futuro. Para preservar y mejorar el capital, se necesita una gestión emprendedora incesante. El mantenimiento del capital y su acumulación necesitan ahorro e inversión perpetuos y continuas reordenaciones de la estructura de capital bajo la guía de los emprendedores. El declive económico de un país viene con el declive de su clase emprendedora e igualmente el auge de una nación deriva de la competencia y creatividad de sus emprendedores.

Bajo un sistema económico socialista, el ahorro y la inversión se unen a la destrucción del capital. Pero también en los países capitalistas, el ahorro, la inversión y el crecimiento económico pueden engañar como indicadores del rendimiento futuro de una economía. Si solo importara la inversión agregada, el desarrollo económico y la creación constante de riqueza serían sencillos. Las economías pobres podrían convertirse en ricas en poco tiempo tomando prestado en el exterior y las economías ricas, donde hay ahorro disponible, podrían elegir los niveles de riqueza que prefirieran.

El crecimiento económico requiere más que ahorro e inversión e incluso junto con el progreso tecnológico, estas condiciones no bastan. Solo cuando el ahorro llega a las manos de empresas que se adaptan a las condiciones del mercado, la inversión contribuirá a la prosperidad futura. La calidad emprendedora de la gestión y las condiciones socioeconómicas generales determinan si el ahorro se coloca en un uso apropiado o se desperdicia. El desarrollo económico es solo en parte un asunto de ahorro e inversión. Son condiciones necesarias. Lo que cuenta es la capacidad emprendedora.

Conclusión

El consumo actual proviene de la producción actual. No se pueden pre-producir por adelantado los bienes que se necesiten en un futuro distante. La provisión para el consumo es un proceso continuo. Como la demanda futura será distinta de la actual, la estructura de capital que existe hoy no será adecuada en tiempos posteriores. Solo la adaptación constante y la nueva formación de capital pueden asegurar que el proceso de producción proporcionará el flujo de bienes de consumo en el porvenir. Lograr esto es la tarea genuina del emprendedor.


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